La exciclista repasa en MARCA, junto con su biógrafo Jorge Matesanz, las claves de su obra 'Dori Ruano, la vida como deporte de fondo' (Libros de Ruta, 2025)
- NACHO LABARGA
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En la bodega de una casa de Salamanca hay una cápsula del tiempo. No es metáfora: son maletones enormes, carpetas abiertas a mordiscos, revistas dobladas, clasificaciones mecanografiadas de la subida a los Lagos de Covadonga, recortes de Meta 2000, Ciclismo a fondo y El Ciclista con un apellido que entonces casi nadie miraba dos veces: Ruano.
La portada del libro de Dori Ruano.Jorge Matesanz, el autor del libro que acaba de llegar a las librerías, aún se acuerda de la escena. Dori le dijo que necesitaba ayuda para coger “algo” del coche. “Y me aparece con unos maletones enormes llenos de documentos, de recortes… y de unos CDs rescatados de no sé dónde”, cuenta entre risas. De ahí salió el esqueleto de una biografía que no es solo la vida de una ciclista: es el mapa de un país que no miraba a sus deportistas mujeres.
Dori, Jorge y la carátula del libro.MARCA“Ha sido un trabajo bastante intenso, pero muy gratificante, bastante bonito”, resume Jorge. Él reivindica que “todo lo ha hecho Dori”, que él solo ha ordenado aquello. Ella lo ve al revés: “Yo simplemente me he limitado a contarle cosas. Él es el que ha hilado todo y el que ha desarrollado el libro”. Cada capítulo que le llegaba al mail le removía algo por dentro. “Según me iba enviando lo que estaba escribiendo, me estaba emocionando cada vez más”, confiesa.
No era fácil tirar de memoria. “Estamos hablando del año 88, de finales de los 80… y claro, no me acordaba de muchas cosas”, admite. Ahí entran en escena esas revistas guardadas como un tesoro. “Lo poco que había, El Ciclista, Meta 2000, Ciclismo a fondo, todo eso lo he ido almacenando”. Jorge, cuando vio la bodega, se quedó “a cuadros”. Dori aún sonríe cuando lo cuenta: “Tengo clasificaciones escritas a máquina de la subida a los Lagos de Covadonga, de mis primeras carreras… tengo mucha documentación escrita que no existe en internet”.
De ese archivo nace un relato que tiene un hilo claro: la injusticia. Matesanz lo verbaliza sin rodeos: “Sobre todo la injusticia, la frustración por no encontrar un sitio que creo que al final era justo. Dori, como otras contemporáneas suyas, lucharon por un sueño que era ser ciclistas… y no había hueco, no había sitio, no había forma de hacerlo”. Por eso cree que “Dori encarna muy bien esa lucha de ‘trabajo, trabajo, trabajo’ en una vida llena de altibajos, de días buenos y días muy malos”.
Ella lo define con una imagen que aprieta el pecho: “En cierta manera, éramos invisibles”. Invisibles para las instituciones, para las federaciones, para los calendarios. “Estaba todo como muy normalizado. No era normal que una chica de 18 años le diga a su madre, en un pueblo pequeñito, que quiere ser ciclista y quiere ser Perico Delgado”, recuerda. Su madre, nacida en 1936, rompió el guion de la época. “Fue la cómplice para comprar esa primera bicicleta”.
Dori Ruano, en una imagen de archivo.Dori explica que en su casa la habían educado en igualdad: “En mi casa me han educado en igualdad y yo hago lo mismo que un hombre, un hombre hace lo mismo que yo. Mi hermano, mi padre hace lo mismo que mi madre, mi madre hace lo mismo que mi padre”. Por eso el choque con el deporte fue brutal: “No entendía nada. Sentía que había mucha desigualdad y, sobre todo, que había mucha invisibilidad y que a nadie le importaba. Eso era lo que más me indignaba y me producía impotencia”.
A falta de carreras femeninas, se metía en las masculinas. En Castilla y León corría casi cada fin de semana con juveniles y amateur. A su alrededor no siempre lo entendían. “Me acuerdo en muchos pueblos: pasabas y escuchabas ‘vamos a ver a una chica, mejor sería que estuviera en casa fregando’”, relata. “Eran comentarios muy desagradables. Yo pensaba: ¿por qué tengo que estar en casa fregando si a mí lo que me gusta es montar en bicicleta?”. En un periódico dejó una frase que sigue doliendo hoy: “En mi época, a las ciclistas nos consideraban marimachos”.
Dori Ruano, con el arcoíris.UCIEl libro también recoge la infancia pegada a la tele. “En aquella época teníamos la Uno, la Dos, y había ciclismo, fútbol y toros. Era lo que veíamos”, cuenta. Su padre quería que fuera torera, “una Cristina Sánchez”, pero ella se quedaba embobada con Perico: “Me gustaba cómo corría Perico y me embobaba la televisión viéndole. Cuando salía decía: ‘yo quiero ser Perico’”. Años después, en su primer Mundial, vivió una escena que todavía le pone la piel de gallina: “En el año 89 voy al Mundial y resulta que Perico está allí. Cuando me viene a preguntar ‘qué quiere la de Salamanca’ yo digo: ‘bueno, no me lo puedo creer’”. Hoy presume de amistad con él: “Para mí es uno de los mejores trofeos de mi vida”.
"Mi padre quería que fuera torera, una Cristina Sánchez, pero a mí me gustaba el ciclismo; yo quería ser Perico
Dori Ruano, a MARCA
Pero la ternura convive con la crudeza. Jorge rescata una de las anécdotas más duras del libro: “Está la historia del chuletón de Hamilton. Se ha hablado mucho del famoso chuletón de Contador, pero no se ha hablado del chuletón de Hamilton”. Dori lo vio en primera persona en el Mundial de 2003: “Al equipo masculino les sirvieron unos chuletones para cenar. Y a nosotras, y a los juveniles, nos pusieron un filete empanado”. Jorge lo resume con un ejemplo doméstico: “Eso es un mal gesto que no haríamos nadie en nuestra casa. Si alguien viene, no le pones a los hombres un chuletón y a las mujeres un filete empanado”.
Dori Ruano, en una imagen que se puede ver en su libro.No fue el único agravio. En Duitama, recuerda, “los chicos tenían los gastos pagados y dinero para dietas” mientras “a ellas se les dejaba, simplemente”. O el Mundial de Japón 1990: “Ellos llevaban casi un mecánico por persona. La delegación era grande. Y ellas prácticamente tuvieron que elegir entre fisio o mecánico. Al final eligieron fisio porque pensaron ‘algún mecánico nos ayudará’… y la respuesta fue ‘no, no, que os arregle la bici la fisio’”. Jorge lo define como “falta de empatía, falta de tacto” y remata: “Visto con los ojos de hoy es inaceptable, pero ya lo era entonces”.
Estaba todo como muy normalizado… y a mí lo que más me indignaba era sentir mucha desigualdad y, sobre todo, mucha invisibilidad, y que a nadie le importaba
Dori Ruano, a MARCA
En ese contexto, la figura de Ángel Giner aparece como clave. “Ángel lucha por nosotras en la Federación para que podamos ir al Mundial de Japón y clasificarnos para los Juegos Olímpicos del 92”, explica Dori. “Sin ese sexto puesto en Japón, el ciclismo femenino no hubiera participado en los Juegos del 92”. Jorge asegura que Giner “ha hecho muchísimo por el ciclismo femenino” y que fue quien les dio “ese pequeñito espacio para tener un objetivo, algo en la mente, pensar: ‘todo esto que entreno vale para algo’”.
No era normal que una chica de 18 años le diga a su madre, en un pueblo pequeñito, que quiere ser ciclista y quiere ser Perico Delgado
Dori Ruano a MARCA
Más tarde llegaría la etapa soviética. Los “técnicos del Este” desembarcaron en varias selecciones españolas con métodos espartanos. “La metodología de los soviéticos, de los rusos de aquella época, era entrenar a muerte. Tenían muchos deportistas y los que lograban sobrevivir a esos duros entrenamientos eran prácticamente campeones olímpicos”, resume Dori. A ella le encajó: “A mí me gustaba, porque yo era muy machaca. En casa siempre iba con mi padre al campo, a cargar, a trabajar. Yo ya llevaba en mi ADN el gen de machacar”. Así llegaron “semanas de entre 30 y 35 horas” y “cuatro sesiones al día”. Boris Vasiliev, aquel técnico, la vio como una rodadora de contrarreloj y pista y la empujó a cambiar de terreno.
El libro recoge también momentos que la definen como competidora. Jorge se queda con uno: el Campeonato de España de contrarreloj en Segovia. “En el reconocimiento se pegó un tortazo, sangrando y tal… y al final salió y ganó. Y no le dijo nada a su madre. Su madre se enteró por la prensa, al ver la foto. Para mí eso define su carácter: no rendirse”.
"En mi casa me han educado en igualdad: mi padre hace lo mismo que mi madre, mi madre hace lo mismo que mi padre
Dori Ruano, a MARCA
Todo eso se mezcla con la vida después del alto nivel. Cuando dejó la bici, su sueño era ser seleccionadora. “Tengo toda la formación: Magisterio, Educación Física, licenciatura, máster, me fui a la UCI y al World Tour, hice máster en gestión deportiva… hice toda la formación académica para poder estar y representar a las mujeres donde hiciera falta”, explica. La oportunidad nunca llegó. Probó en política, intentando cambiar cosas desde dentro, pero “tampoco era el momento”. Hoy siente que “ese momento pasó” y ha encontrado otra misión: “Soy muy feliz. Tengo un centro, dos centros de entrenamiento. Me dedico a la salud de la población que viene a entrenar conmigo. Empodero mucho a la mujer en el deporte”. Habla de “mujeres de 50, 60 años que nunca han hecho deporte” y a las que anima “para que tengan la autoestima que a mí me ha dado el deporte”.
Pasabas por un pueblo y escuchabas: ‘mejor sería que estuviera en casa fregando’… y yo pensaba: ¿por qué tengo que estar fregando si a mí lo que me gusta es montar en bicicleta?
Dori Ruano, a MARCA
Cada vez que en los foros le preguntan por su trayectoria, ella lanza una frase que se ha convertido en seña de identidad: “Es que yo he vivido dos ciclismos, dos ciclismos en dos épocas, en dos siglos diferentes. Empiezo en el siglo XX, en la década de los 90, y termino en el siglo XXI, en 2005. Ha habido un cambio brutal”. Ese viaje es el corazón del libro.
El presente, sin embargo, también le preocupa. Sobre el boom del ciclismo femenino lo tiene claro: “Ha sido meteórico desde el Tour de Francia femenino. Ha sido brutal”. Y ahí mete un matiz: “A mí me da un poquito de vértigo, porque muchas ciclistas, mentalmente, no estaban o no están preparadas para esa presión mediática”. Habla de salud mental: “Puede afectar a todos los deportes, masculino y femenino, pero en el femenino puede ser un poquito más grave. No te digo que esté sucediendo, pero hay indicios”.
"A los chicos les sirvieron unos chuletones y a nosotras, y a los juveniles, un filete empanado
Dori Ruano, a MARCA
Jorge recoge el guante y lanza una advertencia en clave histórica. Recuerda que hubo un Tour femenino “muy venido a menos” que ganó Emma Pooley en 2009 y que luego desapareció. “Eso no fue casual ni gratuito. Ya hubo una época de bonanza con Tour, Giro, carreras… y se perdió. Ahora está de moda apoyar la igualdad y la incorporación de la mujer al deporte, pero si esa moda pasa, como pasan todas las modas, pueden venir épocas duras otra vez”. Por eso insiste: “Nada se puede dar por hecho”.
Dori responde desde otro lugar: “Yo espero que no sea una moda. Espero que la sociedad y las instituciones lo vean como algo normalizado. Que el día de mañana no haya deporte masculino o femenino, que sea deporte”. Le molesta incluso la forma de preguntar: “Que no exista esa pregunta de ‘¿van a dar el ciclismo femenino?’. Si dan la Copa del Mundo de chicos, tienen que dar la de chicas”. Y aterriza lo que para ella es igualdad: “Esa igualdad no viene por ganar más, sino por las mismas oportunidades. El mercado dirá si ganamos más, menos o igual, pero que se sigan dando las mismas oportunidades a hombres y mujeres”.
"Había semanas de entre 30 y 35 horas de entrenamiento, cuatro sesiones al día… y a mí me encantaba
Dori Ruano, a MARCA
Su voz se afila cuando entra Perico en escena. Sobre la posibilidad de que TVE prescinda de él, responde sin rodeos: “Si lo echan, cometerían una injusticia. Y en mi siguiente libro escribiría sobre esas injusticias”. Lo dice quien ha dedicado 300.000 kilómetros a pelear contra las suyas.
Jorge, que ya la conoce “casi mejor que la propia Dori”, la mira con distancia de escritor y la define con tres palabras: “Símbolo, icono, referencia”. Está convencido de que su historia es útil también para quien hoy compite: “El libro quiere transmitir un mensaje, sobre todo a la mujer, pero a cualquier persona: ‘Puedes hacerlo. Va a ser muy difícil, te vas a encontrar muchas dificultades en el camino, pero puedes’”. Y remata con algo que funciona casi como eslogan de portada: “Yo desde luego me lo leería”.
Mirando al futuro
Ella, mientras tanto, sigue recibiendo whatsapps de amigas y vecinas de Salamanca. “Cada día encuentro tres o cuatro mensajes de gente que me dice ‘ya lo tengo, ya lo tengo’”, cuenta. En su pueblo, cuando llamó a la librería para preguntar si querían tener ejemplares, la respuesta fue que “ya nos lo han pedido unas cuantas mujeres”. Por eso insiste en que no es un libro solo de ciclismo: “Mucha gente se va a sentir identificada, no solo ciclistas y deportistas. Es un libro para aquella mujer de mi época que no veía normal lo que estaba pasando, que no sentía las mismas oportunidades que los hombres”.
Hay gente que se cree que ha inventado la altitud ahora; en el año 89 Roberto Heras y Miguel Heras ya estaban durmiendo a 2.000 y pico metros
Dori Ruano, a MARCA
Cuando sus alumnas le preguntan si es un texto muy técnico, ella lo tiene claro: “No es que sea de ciclismo. Vamos a viajar al pasado y os vais a sentir muy identificadas”. Luego suelta otra frase que resume todo: “La gente piensa que las cosas se pueden conseguir de la noche a la mañana, que en un mes entrenas y al siguiente ganas el Tour o un Mundial. No. Las cosas cuestan mucho: es caerse, levantarse, mucha paciencia, mucha resiliencia”. Eso es lo que lleva contando, sin saberlo, desde 1988. Ahora, por fin, ya está en un libro.
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