Saturday, 06 de December de 2025
Cultura

Carmen Laforet, un espejo generacional que sigue vigente

Carmen Laforet, un espejo generacional que sigue vigente
Artículo Completo 702 palabras
De no haber publicado Cela dos años antes 'La familia de Pascual Duarte', podríamos decir que, con la aparición de 'Nada', de Carmen Laforet, se estrenaba en 1944 una de las generaciones más poderosas de la narrativa española, la conocida como Generación de la Guerra o del 36. Más tarde la nómina, a la que se incorporaría Miguel Delibes en 1948 con 'La sombra del ciprés es alargada', iría reclutando otros nombres como los de Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute.La novela, flamante ganadora de la primera edición del premio Nadal, anunciaba ya ese escepticismo , no exento de espiritualidad, que caracterizaría la mayor parte de la obra de Laforet, y que después se proyectaría en otras novelas suyas como 'La mujer nueva' o 'Al volver la esquina'. Y conectaba directamente con el sentimiento de buena parte de la sociedad, especialmente de los jóvenes (la escritora terminó el libro a los 22 años). Un desasosiego que, desde la fragilidad del presente, arrojaba muy pocas esperanzas de superación en un futuro inmediato. La búsqueda de la identidad en un mundo opresivo y turbio.Noticia Relacionada RESURRECCIONES opinion Si La desazón de T. S. Eliot, cien años después Carlos Aganzo Hoy podemos leer 'La tierra baldía' como el testimonio de un momento de destrucción y barbarie que nos hemos pasado un siglo tratando de superarEn su tiempo, la lectura de 'Nada' sirvió para visualizar la falta de expectativas de toda una generación, cuya vida había quedado marcada por la proximidad de la guerra y la primera construcción del franquismo. Y especialmente para señalar, en aquel momento, la ominosa situación de la mujer. Algo que veríamos también en otras escritoras como Elena Quiroga, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute. «Hoy conecta con una juventud igualmente preocupada por su incapacidad de situarse en el presente, pero sobre todo por su falta de perspectivas ante un futuro»Un desasosiego, por no decir una depresión, que curiosamente hoy conecta con una juventud igualmente preocupada por su incapacidad de situarse en el presente, pero sobre todo por su falta de perspectivas ante un futuro que se les presenta, como poco, confuso. Entonces, por la dialéctica entre vencedores y vencidos, en realidad, vencidos todos. Hoy, por el desgobierno y la peor cara de un capitalismo incapaz de dar respuesta a las expectativas de las nuevas generaciones: pobres en un mundo aparentemente abundoso, y con el índice más bajo de salud mental de la historia reciente.Madurez prematuraOchenta años después, el barrunto de aquel primer feminismo , que entonces tomaba la forma de la «chica rara» en una sociedad de inmensas diferencias de género, contrasta poderosamente con la implantación absoluta de un feminismo que tampoco ha sido capaz de liberar hoy a las mujeres de su condición de objeto, ni mucho menos de situarlas en igualdad real con los hombres. Una realidad que entonces propició la madurez prematura de Andrea, la protagonista de 'Nada', a los veinte años, y que ahora, sin embargo, parece prolongar el desequilibrio, la incertidumbre y el malestar de la adolescencia hasta más allá de los treinta. Por no hablar de la falta de valores, ideas y hasta sentimientos ante la «virtualidad» de una existencia que se vive a distancia de uno mismo y de los demás.La precariedad económica de los jóvenes , su pertenencia a un entorno familiar que hoy llamaríamos «disfuncional» y, sobre todo, la dificultad para imaginar un futuro mejor son también asuntos de plena actualidad, que nos hacen pensar que el nihilismo que anuncia el título de 'Nada' es también algo muy propio de nuestro tiempo.

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De no haber publicado Cela dos años antes 'La familia de Pascual Duarte', podríamos decir que, con la aparición de 'Nada', de Carmen Laforet, se estrenaba en 1944 una de las generaciones más poderosas de la narrativa española, la conocida como Generación de la ... Guerra o del 36. Más tarde la nómina, a la que se incorporaría Miguel Delibes en 1948 con 'La sombra del ciprés es alargada', iría reclutando otros nombres como los de Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute.

La novela, flamante ganadora de la primera edición del premio Nadal, anunciaba ya ese escepticismo, no exento de espiritualidad, que caracterizaría la mayor parte de la obra de Laforet, y que después se proyectaría en otras novelas suyas como 'La mujer nueva' o 'Al volver la esquina'. Y conectaba directamente con el sentimiento de buena parte de la sociedad, especialmente de los jóvenes (la escritora terminó el libro a los 22 años). Un desasosiego que, desde la fragilidad del presente, arrojaba muy pocas esperanzas de superación en un futuro inmediato. La búsqueda de la identidad en un mundo opresivo y turbio.

En su tiempo, la lectura de 'Nada' sirvió para visualizar la falta de expectativas de toda una generación, cuya vida había quedado marcada por la proximidad de la guerra y la primera construcción del franquismo. Y especialmente para señalar, en aquel momento, la ominosa situación de la mujer. Algo que veríamos también en otras escritoras como Elena Quiroga, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute.

«Hoy conecta con una juventud igualmente preocupada por su incapacidad de situarse en el presente, pero sobre todo por su falta de perspectivas ante un futuro»

Un desasosiego, por no decir una depresión, que curiosamente hoy conecta con una juventud igualmente preocupada por su incapacidad de situarse en el presente, pero sobre todo por su falta de perspectivas ante un futuro que se les presenta, como poco, confuso. Entonces, por la dialéctica entre vencedores y vencidos, en realidad, vencidos todos. Hoy, por el desgobierno y la peor cara de un capitalismo incapaz de dar respuesta a las expectativas de las nuevas generaciones: pobres en un mundo aparentemente abundoso, y con el índice más bajo de salud mental de la historia reciente.

Ochenta años después, el barrunto de aquel primer feminismo, que entonces tomaba la forma de la «chica rara» en una sociedad de inmensas diferencias de género, contrasta poderosamente con la implantación absoluta de un feminismo que tampoco ha sido capaz de liberar hoy a las mujeres de su condición de objeto, ni mucho menos de situarlas en igualdad real con los hombres. Una realidad que entonces propició la madurez prematura de Andrea, la protagonista de 'Nada', a los veinte años, y que ahora, sin embargo, parece prolongar el desequilibrio, la incertidumbre y el malestar de la adolescencia hasta más allá de los treinta. Por no hablar de la falta de valores, ideas y hasta sentimientos ante la «virtualidad» de una existencia que se vive a distancia de uno mismo y de los demás.

La precariedad económica de los jóvenes, su pertenencia a un entorno familiar que hoy llamaríamos «disfuncional» y, sobre todo, la dificultad para imaginar un futuro mejor son también asuntos de plena actualidad, que nos hacen pensar que el nihilismo que anuncia el título de 'Nada' es también algo muy propio de nuestro tiempo.

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Es poeta, escritor y periodista. Director RRII del Norte de Castilla y Director del Aula de Cultura de ABC

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Fuente original: Leer en ABC - Cultura
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