Son eléctricos, minúsculos y cuestan lo que un teléfono de alta gama. China democratiza la movilidad sobre cuatro ruedas, pero Europa no está dispuesta a dar ese paso.
Chery QQ Ice Cream.Chery- CARLOS ESPINOSA
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Pedir un coche por internet y recibirlo en una caja de cartón en la puerta de casa suena bastante surrealista, pero en China es una realidad. Y además, cotidiana, ya que allí son miles las unidades que se venden cada día. Hablamos de vehículos como el Changli Freeman, un cuadriciclo eléctrico que se puede comprar en Alibaba por unos 900 o 1.000 euros al cambio; es decir más o menos lo que te cuesta un iPhone 15 Pro. Pero es cierto que existen otros modelos algo más sofisticados, como el superventas Wuling Hongguang Mini EV (solo de este se venden en China entre 1.700 y 2.000 al día) o el Chery QQ Ice Cream, cuyos precios suben a unos 4.000 euros... lo que no deja de ser lo que cuestan dos portátiles MacBook.
Changli Freeman.Changli.Estos coches (vamos a llamarlos así) son más sencillos que un Seat 600 (ya sabes, el coche que motorizó España en los años 50, 60 y 70). El Changli, por ejemplo, ofrece una potencia irrisoria de apenas 1,6 CV, suficiente para mover sus escasos 300 kg a una velocidad punta de 30 km/h, y utiliza baterías de plomo-ácido, tecnología barata de producir pero bastante obsoleta. Estos cochecillos suelen tener dos plazas, aunque la configuración permite apretujar a cuatro personas si estas aceptan perder parte de su espacio vital y con ello su dignidad. El Wuling, algo más 'serio', alcanza los 100 km/h y monta baterías de litio, pero a nosotros nos parecería solo una solución de emergencia para conducir un rato.
Fuera todo lo superfluo
La receta para lograr estos precios supone eliminar todo lo superfluo... y gran parte de lo necesario. Olvídate del infoentretenimiento, los plásticos flexibles o la insonorización. Aquí el plástico duro reina y el grosor de la escasa chapa parece poco mayor que el de un papel de fumar. Por no hablar de que la suspensión parece haberse pasado por alto y los asientos parecen sacados de una sala de espera de los años noventa.
El Wulling Hongguang parece más un auténtico coche.Wulling.Pero donde el asunto se torna macabro es en la seguridad. Estos coches carecen de las protecciones más básicas. Los airbags no aparecen. El ABS es un lujo desconocido. Las zonas de deformación programada, vitales para absorber impactos, resultan inexistentes en un chasis que actúa más como una lata de sardinas que como una jaula de seguridad. En un choque de frente a 40 km/h contra un SUV (y a menos), los ocupantes de estos microcoches, por desgracia, no lo cuentan.
La ley prohíbe su venta en Europa
Por suerte, Europa mantiene sus fronteras cerradas a estos modelos por una cuestión de supervivencia, con el Reglamento 168/2013 (el que dice qué requisitos técnicos y de seguridad deben tener estos cuadriciclos) y las exigentes pruebas de Euro NCAP impidiendo su homologación. Para venderse aquí, deberían añadir tanto equipamiento de seguridad obligatorio (control de estabilidad, frenada de emergencia, airbags, eCall) que su precio se triplicaría, perdiendo así su único atractivo. Porque es cierto que aquí tenemos cuadriciclos ligeros, como el Citroën Ami, pero los de aquí cumplen unos mínimos en materia de seguridad que esos 'primos lejanos' que tienen en China ignoran olímpicamente.
Interior del Changli Crussader.ChangliSi Bruselas levantara la mano y permitiera la entrada libre de estos productos, el mercado sufriría un terremoto inmediato, porque estos cochecillos quitarían ventas a las marcas más económicas e incluso a los scooter. No habría quien pudiera igualarlos en precio y las cifras de mortalidad por accidente repuntarían de forma salvaje. Sería el triunfo del bolsillo sobre la integridad física. Así que mejor que no lleguen.
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