Esta funcionalidad es sólo para registrados
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Chesterton definió la ciudad de Belén como un lugar en el que los extremos se tocan. Hace unos meses, en un pequeño taller de esta ciudad, conocí a un carpintero que lo confirmó. Su nombre no es Jesús ni José. Tampoco llevaba barba ni ... vestía una túnica. Su nombre es Bassem, pero, igual que ellos, se dedica a la carpintería y lo hace en un taller muy cerca del lugar donde, en medio de la oscuridad, se fundó un nuevo mundo.
La historia de Bassem es tan curiosa que resulta imposible escucharla sin considerarla un acto de esperanza o un acto de locura. O ambas cosas a la vez. Porque Bassem vivía en Nueva Zelanda, donde estudió matemáticas, y hace trece años decidió regresar a la ciudad que le vio nacer para hacerse cargo de un negocio familiar que sobrevive a duras penas tras años de guerra y pandemia y más guerra, en una comunidad cristiana que está quedando reducida a la mínima expresión.
Frente a todo ello, cuando Bassem nos abrió su taller, nos enseñó con una amplia sonrisa todo lo que contenía. Los leños apilados, las piezas por pulir, la maquinaria. Un tronco, una sierra. Una fresadora, varias navajas. Cortar, tallar, lijar, pulir. Impresionaba pensar que esos trozos de madera se convertirían en los belenes de la tienda, con las caras y las manos y los pies definidos.
Entonces me fijé en una talla de madera que estaba en el suelo, al lado de una de las mesas de trabajo. A medio camino entre el tronco y la figura, era una pieza que resultaba aún tosca en los bordes, pero que era perfectamente reconocible en su conjunto. Una pieza que no llamaba la atención en un barrido rápido, pero que, cuando te fijabas, mostraba una escena de una belleza particular: era una Sagrada Familia. Y entonces lo entendí.
«La historia de Bassem prueba eso que escribió Sartre de que la mayor locura del mundo es la esperanza, porque, en el fondo, es la historia de un loco esperanzado»
La historia de Bassem prueba eso que escribió Sartre de que la mayor locura del mundo es la esperanza, porque, en el fondo, es la historia de un loco esperanzado. Un loco que, a unos pocos metros de donde nació Jesús, en una carpintería con figuras a medio acabar, hace reconocible el verdadero sentido de la Navidad, que no son ni las gambas ni los regalos ni las cenas ni las flautas de champán.
La Navidad es una luz que penetra la oscuridad, una esperanza que bordea la locura. Una fe, con todos sus «a pesar de».
Es el momento en el que los extremos de lo terrenal y lo divino se tocan. Igual que en esa talla de madera.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Escucha todos los capítulos del podcast de Historia de ABC
«¿Por qué pensamos en cosas que luego ocurren? Hay expertos en neurociencia que aseguran que la conciencia puede estar fuera del cerebro»
iPhone 16 Pro en Back Market: ahorro y calidad en tu próximo smartphone