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El gen Lumbreras: el arte de lo inesperado que une a Tecla y Chema

El gen Lumbreras: el arte de lo inesperado que une a Tecla y Chema
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Les vincula la sangre y ahora también la agenda. Ella se descubre como artista exponiendo sus creaciones en un bar y él ocupa con sus dibujos el baño de un centro cultural

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Los hermanos Chema y Tecla Lumbreras, en el Café de Estraperlo. Migue Fernández El gen Lumbreras: el arte de lo inesperado que une a Tecla y Chema

Les vincula la sangre y ahora también la agenda. Ella se descubre como artista exponiendo sus creaciones en un bar y él ocupa con sus dibujos el baño de un centro cultural

Regina Sotorrío

Jueves, 18 de diciembre 2025, 00:16

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Ella es la sexta de nueve. Él, el séptimo. Cuentan que de jóvenes ella tenía alma de hippie, pero él tiraba más a lo punk. Una es nocturna por convicción, porque sabe que todo lo bueno pasa en un bar a partir de las doce; el otro, diurno por obligación, tras años inculcando a los adolescentes el amor por el dibujo en institutos de la provincia. Pero no hay duda de que se criaron en la misma familia. «Y nos llevamos muy bien». Se nota en las miradas cómplices, en los muchos «¿te acuerdas?» que aparecen en la conversación y también en las críticas. «Yo tengo 71 años y el 67. Pero está más estropeado que yo, con lo guapo que era», bromea con su humor habitual Tecla Lumbreras mientras su hermano Chema sonríe a su lado.

Nos citamos a media mañana en el Café de Estraperlo que regentan José Luis Gallardo y Mark Holnes, ese lugar frente al Puerto que siempre está abierto para una cerveza y una buena conversación. También para el arte. Conocida por todos como gestora cultural y exvicerrectora de Cultura de la Universidad de Málaga, dentro se descubre a la Tecla Lumbreras artista. 'Dibujos de otra época' reúne sus obras de juventud, de los años 70 y 80, antes de meterse en la vorágine de organizar exposiciones de otros. Dibujos y collage más académicos los primeros, y surrealistas los últimos. «Y no sé por qué pintando solo me salen punkis», añade. Y tiene razón: sus personajes tienen esa actitud 'punkarra' y descarada. Rebeldes como ella. Ahora, «a la vejez», ha vuelto a pintar de la mano de la Asociación de Mayores del Palo.

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Uno de los collage de Tecla Lumbreras. Migue Fernández

«Algunos son muy buenos y algunos me gustan menos», dice Chema con naturalidad. Sinceridad de hermanos ante todo. Como ella, él expone justo ahora en Málaga. Eso no es extraño, porque –como apunta Tecla– él es el «artista de verdad» de la familia, pero su propuesta también esconde un componente inesperado. No solo por lo que muestra si no por dónde lo hace: en el baño de la Casa de Socorro del barrio de la Trinidad, reconvertida en centro cultural (Promálaga) gestionado por La Casa Amarilla. Encaja bien con su sentido de la ironía, muy en la línea de ese urinario de Duchamp convertido en obra de arte. Allí, por donde todo el mundo tiene que pasar y mirar hacia la pared, Chema Lumbreras expone doce impactantes dibujos de una serie sobre Gaza dedicada a los niños.

Más allá de victimizarlos, el artista los dignifica en medio del horror a través del juego. Porque hasta en esas circunstancias, no dejan de ser niños. En medio de paisajes grises y edificios en ruina, ellos juegan con palos, cubos y piedras en las grietas y los agujeros que han dejado las bombas. Sobre papel hecho a mano, Chema combina los colores y la oscuridad, en un guiño a 'El elogio de la sombra' de Junichiro Tanizaki, donde se explica que las sombras en la cultura japonesa están vinculadas a la belleza. Son dibujos bellos, pero sin dulcificar la dureza del drama ('Juego de niños'. Solo hasta el 23 de diciembre).

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Dos de los doce dibujos de Chema Lumbreras de 'Juego de niños'.

Ironía, crítica y conciencia social atraviesan el trabajo de ambos hermanos. Y la explicación de todo hay que buscarla atrás en el tiempo. De madre de ascendencia alemana (los Krauel) y padre vasco, los dos coinciden en que la creatividad les viene de casa. Recuerdan la rigidez y la disciplina que imponía su madre, de mente germana, pero también los preciosos adornos florales que hacía. Siempre ganaba los concursos en los que participaba. «Era muy reservada en los sentimientos por la educación que había recibido, pero luego sus jarrones eran pura sensualidad», señala Chema. Solía comprar revistas «de naturaleza, flores y decoración», apunta Tecla, al tiempo que disculpa su firmeza. «Ahora la comprendo, estaba todo el día preñada. Estaría hasta el moño».

También su padre pintaba y hasta escribía poesía. En uno de sus últimos cumpleaños, los hijos le regalaron un cuaderno con todas sus pinturas y poemas. Consignatario de buques en Málaga, dicen que a él le llamaban «el Jesucristo del Puerto», porque ayudaba a todo el que podía. «Si veía que un estibador tenía frío, le decía que le encantaba su camisa para cambiársela por su chaqueta y que no se sintiera mal», relata Tecla. Y los recuerdos de los hermanos se agolpan. Ella rescata la historia de cuando su padre acogió en su oficina de la Alameda a un vendedor de pescado sin hogar al que llamaban El Pescaílla… «No, no, El Boquerón», corrige Chema entre risas. Y a la mesa de su casa del Paseo de Sancha en Nochebuena podía sentarse «cualquier persona».

De ahí vienen sus pies en el suelo, su concepto de la justicia social y ese carácter crítico que ambos comparten. Y que sale a relucir en la charla. «En esta ciudad de museos franquicias hay muy pocos espacios para los creadores locales», lamenta ella. «El mercado del arte es muy precario. No hay coleccionismo y tenemos el IVA más alto de toda Europa», añade él. Es el gen Lumbreras.

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Fuente original: Leer en Diario Sur - Ultima hora
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