La carrera femenina presenta un recorrido de nueve etapas entre Cesenatico y Saluzzo, con más montaña, una cronoescalada decisiva y el debut del Colle delle Finestre como Cima Alfonsina Strada
Así es el mapa del Giro femenino.- NACHO LABARGA Roma
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El Giro d’Italia Women 2026 ya tiene forma. Roma fue el escenario elegido para presentar un recorrido que confirma el crecimiento deportivo y organizativo de la carrera. En el Auditorium Parco della Musica Ennio Morricone se detallaron sus cifras: nueve etapas, 1.153,7 kilómetros, 12.500 metros de desnivel acumulado y un itinerario que irá desde Cesenatico hasta Saluzzo. La próxima edición refuerza su carácter montañoso y entra en territorio histórico con la inclusión del Colle delle Finestre, que ejercerá como Cima Alfonsina Strada en homenaje a la mujer que abrió camino en un ciclismo que entonces no contemplaba rivales femeninas.
Pierluigi Pardo y Barbara Pedrotti condujeron la presentación desde el escenario, con intervenciones y entrevistas a cargo de Paolo Pacchioni, representante de RTL 102.5, la radio oficial. Entre los asistentes destacaron Simon Yates y Elisa Longo Borghini, últimos ganadores de la Corsa Rosa, además de Vincenzo Nibali, cuya presencia siempre activa recuerdos de las grandes gestas alpinas del Giro.
El peso institucional también fue notable. Una delegación búlgara encabezada por el primer ministro Rosen Zhelyazkov ocupó los primeros asientos, acompañada por los ministros de Turismo y Deporte, Miroslav Borshosh e Ivan Peshev. Desde Italia se sumaron los mensajes de Antonio Tajani, Andrea Abodi y Luciano Buonfiglio, a los que se unieron figuras clave como Cordiano Dagnoni, Roberto Pella y Matteo Zoppas. Por parte de la organización, RCS estuvo representada por Urbano Cairo, Paolo Bellino, Mauro Vegni y Stefano Barigelli, una declaración tácita de que el proyecto cuenta con respaldo total.
Un trazado con un punto más de dureza
La edición de 2026 arranca con un bloque inaugural que parece concebido para embaucar al gran público y afilar las piernas del pelotón sin incendiar aún la general. Emilia-Romaña y el noreste italiano ponen el mantel: largas rectas junto al Adriático, valles abiertos y pueblos que asoman como un decorado de etapa clásica. Cesenatico–Ravenna, Roncade–Caorle y Bibione–Buja funcionan como una trilogía de desgaste silencioso, donde el viento puede ser más letal que cualquier puerto y donde los trenes de los equipos velocistas medirán su jerarquía. Sin grandes paredes, pero tampoco libres de trampas, esta primera parte obliga a correr con los cinco sentidos: una rotonda mal tomada o una caída en los últimos kilómetros puede costar más que un mal día en la montaña. Son jornadas que premian a las velocistas puras, sí, pero también a quien mantenga la cabeza alta, conserve energía y no se deje arrastrar por el engañoso perfil amable de la llanura italiana.
A partir del cuarto día, el tono cambia. El Giro Women se interna en la montaña como quien cruza una frontera invisible y, de pronto, todo se hace cuesta arriba. La cronoescalada al Nevegal abre las hostilidades con un examen individual sin red: un test que no perdona, donde cada pedalada pesa y las rampas obligan a elegir entre atacar o sobrevivir. El viaje continúa hacia Santo Stefano di Cadore con una jornada que encadena puertos dolomíticos como quien hilvana capítulos de una novela negra: Passo Tre Croci, Passo di Sant’Antonio, Costalissoio… nombres que las corredoras recordarán más por sus porcentajes que por su belleza. Es el bloque en el que los equipos se retratan, donde las gregarias se convierten en guardianas y donde las aspirantes a la Maglia Rosa no pueden permitirse un parpadeo. Aquí se empieza a escribir la clasificación final, aunque nadie quiera admitirlo todavía.
Y entonces llega el golpe sobre la mesa: la etapa que pasará a la historia. Rivoli–Sestriere no es solo la “regina” del recorrido; es una declaración de intenciones. El Colle delle Finestre, con su mezcla de asfalto y sterrato y esos interminables kilómetros al borde del 10%, inaugura su leyenda en el ciclismo femenino como Cima Alfonsina Strada, homenaje a quien abrió puertas cuando ni siquiera existían. Tras coronarlo, la bajada exige manos finas, cabeza fría y un punto de osadía antes del remate final hacia Sestriere, donde solo quedará quien tenga gasolina para sostener su ambición. La ronda se cerrará en Saluzzo, pero a esas alturas la carrera ya habrá dictado sentencia.
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