Un pájaro muy común en la ciudad de Los Ángeles se adaptó rápidamente y de forma sorprendente a un nuevo entorno durante la pandemia, cuando las personas se confinaron en sus domicilios y redujeron al mínimo su presencia en la calle: los polluelos evolucionaron rápidamente para asegurar su supervivencia ante la falta del alimento que les proveían los humanos y que entonces empezó a escasear, y recuperaron características fisiológicas propias de sus congéneres que habitan en zonas silvestres. Cuando acabó el confinamiento, las aves recuperaron su aspecto anterior.
Un reciente estudio ha podido probar, en lo que se trataría de un episodio evolutivo reciente, cómo la ausencia de actividad humana durante los confinamientos de la pandemia modificó el aspecto de un pájaro: las restricciones a la movilidad y a la actividad decretadas durante la pandemia de covid-19 repercutieron, concretamente, en el pico del junco de ojos oscuros que vivía en las zonas urbanas de Los Ángeles (EE. UU.).
Este pájaro, también llamado junco de ojos negros, junco pizarroso o junco ojioscuro (Junco hyemalis) , es un ave paseriforme, la misma familia a la que pertenecen canarios o jilgueros, una especie muy común y popular en Norteamérica, conocida también como "pájaro de nieve" por su llamativa presencia cuando nieva y señal de buenos presagios. El junco de ojos negros habita desde los grandes bosques de coníferas de EEUU y Canadá hasta los jardines y parques de las grandes ciudades llegando hasta México.
Esta especie básicamente se alimenta de insectos y semillas, pero ha acompañado durante generaciones a los humanos y en muchas ha progresado a costa de hacerse dependiente del alimento fácil que encuentran en comederos para aves y terrazas o entre la basura y los desperdicios alimentarios que encuentran en las calles. Por ello, el pico del juncos de ojos oscuros difieren en la forma y el tamaño en función de si habita o no las ciudades.
Pero si bien muchos miembros de esta especie se han civilizado, su acervo genético sigue presente. Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Siciences (PNAS), revela cómo el pico de los polluelos que nacieron durante el confinamiento, cuando la actividad humana se redujo al mínimo en el exterior, era similar al de sus congéneres de las zonas silvestres. Es decir, al prescindir de su alimento habitual, la especie se vio obligado a adaptarse rápidamente a la escasez de comida volviendo a antiguas costumbres, pero con el fin de la pandemia cuando se reanudó la actividad humana, el pico volvió a su forma prepandémica.
Las autoras del estudio argumentan que este cambio se debió principalmente a la adaptación a la comida disponible, puesto que los pájaros ya no contaban con desechos alimentarios humanos y tuvieron que volver a alimentarse con más frecuencia en la naturaleza.
"La pandemia proporcionó un experimento natural para evaluar los impactos de la actividad humana en la fauna silvestre que habita en zonas urbanas", señalan en el estudio Eleanor S. Diamant y Pamela J. Yeh, investigadoras del departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California, LA, EEUU.
Usando un sólido diseño de investigación, las científicas compararon durante siete años las dimensiones de los picos de estas aves en la ciudad y en zonas naturales cercanas en tres momentos clave: antes de la pausa pandémica, durante el confinamiento y después del regreso a la actividad normal.
"Medimos los juncos que nacieron antes, durante y después de las restricciones de Covid-19 en un campus universitario de Los Ángeles", explican. "Las aves que nacieron durante y poco después de las restricciones tenían picos similares a los de las aves silvestres locales. Sin embargo, en las aves que nacieron en los años posteriores a las restricciones pandémicas, sus picos volvieron rápidamente a la morfología previa al Covid". Por lo tanto, concluyen "la actividad humana (y la falta de ella) subyace al rápido cambio morfológico de un ave urbana".
"Este estudio científico nos invita a reflexionar sobre cómo los seres humanos podemos influir en las especies que comparten con nosotros el entorno urbano", apunta en SMC EspañaGraciela Gómez Nicola, profesora titular del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución en la Universidad Complutense de Madrid. Este estudio es uno de los primeros en documentar un cambio morfológico en aves urbanas en respuesta a la 'antropausa'. "Es una prueba notable de la rápida capacidad de adaptación de estas aves a la alteración de su entorno y los recursos alimenticios".
Un junco de ojos oscuros alimentándose de un comedero.Celebrate Urban Birds"Las autoras aprovecharon la drástica reducción de la actividad humana en la ciudad de Los Ángeles durante las restricciones por la covid-19, la llamada 'antropausa', para analizar los cambios en la morfología de los picos del junco de ojos oscuros.
Observaron que los juncos que nacieron y crecieron durante 2020 y 2021, es decir, durante el periodo de menor presencia humana en la ciudad, mostraron unas dimensiones del pico diferentes a las de sus parientes nacidos antes o después de la 'antropausa' y eran muy similares a las de sus congéneres silvestres. "Este cambio estaba aparentemente relacionado con una disminución importante en su fuente principal de alimento, los desechos orgánicos disponibles en la ciudad. Esto obligó a las aves a cambiar su dieta, buscando más alimento natural y accediendo a zonas verdes de la ciudad que antes tenían mayor presencia humana. El pico es una herramienta fundamental para comer, por lo que un cambio en la dieta pudo favorecer una forma de pico más adecuada para ese nuevo tipo de alimento", constata Gómez Nicola.
"Las autoras no descartan la influencia de otros factores, como la plasticidad fenotípica, la variación genética o la migración de juncos no urbanos hacia la ciudad durante el confinamiento", añade, pero los hallazgos suponen una interesante aportación a la ecología y evolución en medios urbanos, una disciplina emergente que nos recuerda cómo la generación de desechos y la ocupación de espacios urbanos influyen en la biodiversidad".
"Las conclusiones encajan bien con la evidencia acumulada de que muchas especies responden rápidamente a cambios ambientales relacionados con la urbanización", añade Carlos Camacho, investigador Ramón y Cajal en la Estación Biológica de Doñana (CSIC). "Este trabajo añade un elemento novedoso, al mostrar que estos rasgos no solo pueden aparecer con rapidez, sino también revertirse en un periodo muy corto de tiempo cuando las condiciones cambian".
No obstante, el estudio deja abiertas algunas incógnitas importantes. "Por ejemplo, no queda claro cuál sería la ventaja adaptativa de presentar un pico proporcionalmente más pequeño en el entorno urbano, si es que existe alguna". Con todo, el trabajo "refuerza la idea de que las ciudades no son entornos evolutivamente estáticos y que nuestras actividades cotidianas pueden influir, incluso a corto plazo, en la biología de las especies con las que compartimos el espacio urbano".
"La rapidez de la respuesta observada en estos juncos pone de manifiesto tanto la presión que ejercemos sobre la biodiversidad urbana como la responsabilidad, y la oportunidad, que tenemos de crear ciudades más compatibles con otras especies (...) especialmente cuando estos cambios suceden de forma rápida e impredecible".
"Lo más novedoso en este estudio es la rapidez con la cual observan estos cambios y, de manera igualmente sorprendente, en la reversibilidad de estos cuando la actividad humana se restablece", apunta Inmaculada Álvarez-Manzaneda Salcedo, profesora permanente laboral en el departamento de Ecología de la Universidad de Granada.
"Son muchos las investigaciones que señalan que la morfología de los picos de las aves está determinada por su dieta y este estudio parece demostrarlo dando un paso más: ¿qué ocurrirá cuando, estas aves urbanas dejen de disponer de los restos de comida que, de forma consciente o no, los seres humanos hemos puesto a su alcance y que han constituido un recurso habitual para ellas?, se pregunta.
"Las aves, además de su canto y sus bellos plumajes, actúan como agentes dispersores de semillas, polinizadores, participan en el reciclado de nutrientes, fertilizan los suelos, controlan plagas... Pero, más allá de estos beneficios, este artículo nos empuja a admirar su capacidad de adaptación a un entorno moldeado por y para el ser humano, un entorno que a menudo les resulta hostil. Esta admiración debería invitarnos a replantearnos la responsabilidad que tenemos en la forma en la que compartimos y modelamos los espacios que habitamos junto a ellas".
PNAS 22 (51) e2520996122 https://doi.org/10.1073/pnas.2520996122
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