Este jueves la Santa Sede ha informado, a través de un comunicado oficial, que el Papa León XIV declara beatos a 11 mártires españoles fallecidos durante la Guerra Civil española en la provincia de Madrid entre 1936 y 1937. En la lista de aquellos que han sido declarados beatos se encuentra el seminarista Ignacio Aláez Vaquero y otros diez compañeros suyos; entre los que figura también un sacerdote, varios seminaristas y diferentes laicos. A las personas a partir de hoy declaradas beatas ya se les denominaba mártires porque murieron por su fe. El Pontífice, el pasado mes de junio, ya había aprobado el reconocimiento del martirio de otros 124 religiosos españoles procedentes de Jaén.
A lo largo de la mañana de este jueves Robert Prevost recibió en audiencia en el Vaticano al cardenal italiano Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, ministerio de la Santa Sede responsable de la temática relacionada con martirios, beatificaciones y canonizaciones. El Santo Padre, en dicho encuentro, dio vía libre a la promulgación de los decretos para la beatificación de los 11 mártires españoles, la de un laico argentino y el reconocimiento de las virtudes heróicas de tres personas religiosas de la India y de Italia.
El seminarista Ignacio Aláez Vaquero (1914-1936) fue un joven de Madrid que vivió con intensidad su relación con la fe, que le hizo actuar con obras de caridad, cuidando enfermos en diferentes centros hospitalarios y visitando con frecuencia varios monasterios de clausura de la ciudad madrileña. Tras el estallido de la Guerra Civil Española, Aláez Vaquero se negó a aceptar refugio en el domicilio de un militar republicano que le ofreció protección y terminó siendo interrogado y detenido irregularmente. Se tuvo noticias suyas sólo unos días después de su muerte.
El pasado mes de junio el Papa León XIV, cuando todavía no habían pasado dos meses tras su elección como obispo de Roma, promulgó un decreto a través del Dicasterio de los Santos en el que se reconocía el martirio de 124 religiosos españoles, procedentes de la Diócesis de Jaén, fallecidos entre 1936 y 1938. El mérito de dichos mártires, para la Santa Sede, fue el de "haber perseverado en la fidelidad a Cristo hasta el sacrificio de la vida" donde, en algunos casos, se pudo comprobar "un actitud de perdón y rezo" hacia los responsables de los crímenes.