Saturday, 06 de December de 2025
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El petróleo ruso nunca dejó de llegar a Europa y este alemán de 30 años lo sabe bien porque ha ganado millones jaleando el sistema

El petróleo ruso nunca dejó de llegar a Europa y este alemán de 30 años lo sabe bien porque ha ganado millones jaleando el sistema
Artículo Completo 1,575 palabras
J.R. Ewing, el magnate petrolero de Dallas, solía repetir que "lo esencial en este negocio era ir siempre un paso por delante". Si viviera en 2025, probablemente no llevaría sombrero tejano: sería un trader recién entrado en la treintena con un portátil, una oficina alquilada en Dubái y un pasaporte alemán. Y quizá se parecería bastante a Christopher Eppinger, el joven que, según un extenso reportaje del Financial Times, ha logrado hacerse millonario especulando con petróleo ruso sancionado mientras Europa proclamaba a los cuatro vientos estar rompiendo la dependencia del Kremlin. Porque mientras Bruselas hablaba de "soberanía energética" y anunciaba topes de precio, un ecosistema paralelo de traders nómadas, flotas fantasma y sociedades opacas siguió moviendo millones de barriles lejos del radar oficial. En ese subsuelo de la economía global, Eppinger encontró su oportunidad. El petróleo sancionado nunca dejó de fluir; simplemente dejó de ser visible. Y él supo rentabilizarlo. Cuando una puerta se cierra. Christopher Eppinger, marcado desde niño por los capítulos de Dallas que veía con su abuela, encontró en la guerra una ventana para enriquecerse. El joven alemán se movió con la misma lógica que desde hace décadas emplean intermediarios mucho más veteranos: sociedades de propósito especial en Emiratos Árabes Unidos, operaciones trianguladas con India o China, contratos de compraventa sobre crudo con descuento y la logística de una flota fantasma que opera en los márgenes del derecho marítimo.  Mientras los gobiernos europeos presentaban sanciones en ruedas de prensa solemnes, él aprovechaba cada rendija del sistema para comprar barato y revender caro. No necesitó barcos propios, ni infraestructura, ni siquiera tocar físicamente un barril: bastó con saber dónde estaban las oportunidades y quién no quería mirar demasiado de cerca. En Xataka Durante años Europa se ha preguntado cómo detener a la flota fantasma rusa. Ucrania le acaba de mostrar el camino: con IA Evidenciando una verdad incómoda. La historia de este joven alemán no es una anécdota, sino una evidencia de que el sistema sancionador nunca actuó como se pretendía. Informes de organizaciones como Public Eye muestran que, solo entre 2023 y 2024, las empresas recién creadas o trasladadas a Dubái acapararon más de la mitad del petróleo ruso exportado por vía marítima, desplazando a centros tradicionales como Suiza y Singapur.  Según Bloomberg, figuras clave del comercio energético, como Murtaza Lakhani, ayudaron a Rosneft a reconfigurar sus cadenas de exportación a través de Emiratos para mantener los flujos activos pese a las sanciones. Y mientras buena parte de Europa intentaba romper vínculos con Moscú, algunos países —como Hungría y Eslovaquia— aprovecharon excepciones para seguir recibiendo crudo y gas por el oleoducto Druzhba. La dependencia energética, lejos de romperse, se fragmentó en un sistema más caótico, menos transparente y más vulnerable. En ese entorno, perfiles como el de Eppinger no solo son posibles: son casi inevitables. La receta del enriquecimiento. El método de Eppinger sigue una lógica clara que el Financial Times detalla con precisión. El primer paso es trasladarse a Dubái, convertido en la "Irlanda del desierto", gracias a una fiscalidad mínima, miles de sociedades de propósito especial creadas en tiempo récord y un régimen de confidencialidad que permite operar sin revelar el beneficiario real. Emiratos Árabes Unidos no aplica sanciones contra Moscú y sirve como plataforma perfecta para mover cargamentos, contratos y dividendos sin la vigilancia europea. El segundo pilar es la flota fantasma: centenares de petroleros envejecidos, mal asegurados, con registros en países opacos y con transpondedores que se apagan justo cuando el barco se acerca a una carga rusa. Estos buques son el corazón del comercio paralelo que ha mantenido a Rusia exportando por encima del límite de 60 dólares impuesto por el G7.  El tercero consiste en las transferencias en alta mar y las triangulaciones. El esquema es simple: comprar crudo ruso barato, trasladarlo a otro petrolero en aguas internacionales, mezclarlo o renombrarlo como "malasio" o "indio", y revenderlo a precio internacional. Un negocio digital, rápido y —sobre todo— difícil de rastrear. Y el cuarto elemento es la tolerancia ambigua de Occidente. Como ha detallado Bloomberg, Estados Unidos evitó actuar con dureza durante meses para no provocar una subida global del precio del petróleo. En la UE, las excepciones y vacíos legales permitieron que empresas no europeas, aunque controladas por europeos, operaran sin restricciones. Eppinger se movió precisamente en ese espacio gris: un territorio legalmente ambiguo pero económicamente explosivo. El gran vacío gris donde todo es posible. La respuesta corta es: depende. La respuesta larga es más incómoda. Según reguladores citados en las diferentes fuentes, una operación puede ser técnicamente legal si el petróleo ruso se compra por debajo del precio tope, se transporta hacia un país que no aplica sanciones y se ejecuta desde una entidad jurídicamente establecida fuera de la UE. Suiza reconoció incluso —según Public Eye— que las filiales de empresas suizas instaladas en Dubái no están sujetas a la legislación sancionadora helvética, siempre que formalmente sean "independientes". Esta arquitectura legal permite que traders como Eppinger actúen sin infringir la letra de la ley, aunque violen su espíritu de manera evidente. La pregunta no es tanto si lo que hace es legal, sino por qué es posible hacerlo. ¿Habrán consecuencias? Las grietas del sistema están empezando a producir efectos visibles. En el frente militar, Ucrania ha ampliado la guerra hacia la infraestructura energética rusa: atacando refinerías a miles de kilómetros del frente e inutilizado petroleros vinculados al comercio de crudo sancionado. Rusia ha perdido alrededor del 13% de su capacidad de refinación y varias regiones han sufrido colas y racionamiento de gasolina, según el Financial Times. En el plano diplomático y económico, según Bloomberg, Washington ya estudia sanciones específicas contra intermediarios en Emiratos, mientras Reino Unido ha empezado a penalizar a comercializadoras con propiedad opaca registradas en Dubái. En Europa crece la presión sobre países que siguen recibiendo energía rusa por vía terrestre, como Hungría y Eslovaquia, señalados como puntos de fuga del sistema. El negocio de Eppinger, como el de tantos otros, podría tener los días contados si el cerco regulatorio se estrecha. De momento, sigue siendo rentable. Rusia se hace más rica mientras Europa sanciona. Conviene no perder de vista la paradoja central. Según datos recogidos por mi compañero en Xataka, las fortunas de los oligarcas rusos no han disminuido durante la guerra: han aumentado hasta un récord de 625.500 millones de dólares en 2025. Rusia es el quinto país del mundo que más nuevos milmillonarios genera y la economía de guerra ha disparado los beneficios de sectores ligados al petróleo, el gas, la metalurgia y la defensa. La existencia de traders occidentales como Eppinger no es una rareza: es la demostración de que el sistema sancionador no ha roto los incentivos, solo los ha desplazado. Ha creado nuevos intermediarios, nuevas rutas y nuevas fortunas. El petróleo ruso nunca dejó de fluir; solo cambió de manos, de puertos y de narrativas. Cuando J.R. Ewing terminaba atrapado en su propio juego. La historia de Christopher Eppinger no es la de un genio financiero, sino la de alguien que supo leer lo que otros preferían ignorar: que mientras Europa hablaba de cortar la dependencia energética rusa, toneladas de petróleo barato seguían disponibles para quien quisiera operar en la sombra. Él no inventó el sistema; solo se adaptó a él con la velocidad, la agresividad y la falta de escrúpulos propias de la nueva generación de mercaderes digitales del crudo. En Dallas, J.R. Ewing acababa devorado por su propia red de atajos, intereses cruzados y traiciones. Parece que Eppinger todavía sabe esquivar esas balas. No obstante, el negocio que lo ha hecho rico —ese que prospera en vacíos legales, banderas de conveniencia y silencios diplomáticos— se sostiene sobre un equilibrio tan frágil como moralmente cuestionable. Y si algo enseñó el villano texano que inspiró al joven alemán, es que "cuando te deshaces de la integridad, el resto es pan comido". El problema es que, cuando renuncias a la integridad, lo que parece éxito termina siendo solo una huida hacia adelante. Imagen | kishjar y petrichor-energy Xataka | Rusia ha encontrado un viejo aliado de otras guerras para derribar la defensa más impenetrable de Ucrania: las nevadas - La noticia El petróleo ruso nunca dejó de llegar a Europa y este alemán de 30 años lo sabe bien porque ha ganado millones jaleando el sistema fue publicada originalmente en Xataka por Alba Otero .
El petróleo ruso nunca dejó de llegar a Europa y este alemán de 30 años lo sabe bien porque ha ganado millones jaleando el sistema
  • Mientras Bruselas hablaba de sanciones, Dubái se llenaba de traders que movían millones en crudo ruso fuera del radar. Christopher Eppinger fue el más rápido

  • Flotas fantasma, empresas en Dubái y certificados de mezcla: la arquitectura que permitió que el crudo ruso siguiera viajando por el mundo

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Alba Otero

Editora - Energía

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J.R. Ewing, el magnate petrolero de Dallas, solía repetir que "lo esencial en este negocio era ir siempre un paso por delante". Si viviera en 2025, probablemente no llevaría sombrero tejano: sería un trader recién entrado en la treintena con un portátil, una oficina alquilada en Dubái y un pasaporte alemán. Y quizá se parecería bastante a Christopher Eppinger, el joven que, según un extenso reportaje del Financial Times, ha logrado hacerse millonario especulando con petróleo ruso sancionado mientras Europa proclamaba a los cuatro vientos estar rompiendo la dependencia del Kremlin.

Porque mientras Bruselas hablaba de "soberanía energética" y anunciaba topes de precio, un ecosistema paralelo de traders nómadas, flotas fantasma y sociedades opacas siguió moviendo millones de barriles lejos del radar oficial. En ese subsuelo de la economía global, Eppinger encontró su oportunidad. El petróleo sancionado nunca dejó de fluir; simplemente dejó de ser visible. Y él supo rentabilizarlo.

Cuando una puerta se cierra. Christopher Eppinger, marcado desde niño por los capítulos de Dallas que veía con su abuela, encontró en la guerra una ventana para enriquecerse. El joven alemán se movió con la misma lógica que desde hace décadas emplean intermediarios mucho más veteranos: sociedades de propósito especial en Emiratos Árabes Unidos, operaciones trianguladas con India o China, contratos de compraventa sobre crudo con descuento y la logística de una flota fantasma que opera en los márgenes del derecho marítimo. 

Mientras los gobiernos europeos presentaban sanciones en ruedas de prensa solemnes, él aprovechaba cada rendija del sistema para comprar barato y revender caro. No necesitó barcos propios, ni infraestructura, ni siquiera tocar físicamente un barril: bastó con saber dónde estaban las oportunidades y quién no quería mirar demasiado de cerca.

En XatakaDurante años Europa se ha preguntado cómo detener a la flota fantasma rusa. Ucrania le acaba de mostrar el camino: con IA

Evidenciando una verdad incómoda. La historia de este joven alemán no es una anécdota, sino una evidencia de que el sistema sancionador nunca actuó como se pretendía. Informes de organizaciones como Public Eye muestran que, solo entre 2023 y 2024, las empresas recién creadas o trasladadas a Dubái acapararon más de la mitad del petróleo ruso exportado por vía marítima, desplazando a centros tradicionales como Suiza y Singapur. 

Según Bloomberg, figuras clave del comercio energético, como Murtaza Lakhani, ayudaron a Rosneft a reconfigurar sus cadenas de exportación a través de Emiratos para mantener los flujos activos pese a las sanciones. Y mientras buena parte de Europa intentaba romper vínculos con Moscú, algunos países —como Hungría y Eslovaquia— aprovecharon excepciones para seguir recibiendo crudo y gas por el oleoducto Druzhba. La dependencia energética, lejos de romperse, se fragmentó en un sistema más caótico, menos transparente y más vulnerable. En ese entorno, perfiles como el de Eppinger no solo son posibles: son casi inevitables.

La receta del enriquecimiento. El método de Eppinger sigue una lógica clara que el Financial Times detalla con precisión. El primer paso es trasladarse a Dubái, convertido en la "Irlanda del desierto", gracias a una fiscalidad mínima, miles de sociedades de propósito especial creadas en tiempo récord y un régimen de confidencialidad que permite operar sin revelar el beneficiario real. Emiratos Árabes Unidos no aplica sanciones contra Moscú y sirve como plataforma perfecta para mover cargamentos, contratos y dividendos sin la vigilancia europea.

El segundo pilar es la flota fantasma: centenares de petroleros envejecidos, mal asegurados, con registros en países opacos y con transpondedores que se apagan justo cuando el barco se acerca a una carga rusa. Estos buques son el corazón del comercio paralelo que ha mantenido a Rusia exportando por encima del límite de 60 dólares impuesto por el G7. 

El tercero consiste en las transferencias en alta mar y las triangulaciones. El esquema es simple: comprar crudo ruso barato, trasladarlo a otro petrolero en aguas internacionales, mezclarlo o renombrarlo como "malasio" o "indio", y revenderlo a precio internacional. Un negocio digital, rápido y —sobre todo— difícil de rastrear.

Y el cuarto elemento es la tolerancia ambigua de Occidente. Como ha detallado Bloomberg, Estados Unidos evitó actuar con dureza durante meses para no provocar una subida global del precio del petróleo. En la UE, las excepciones y vacíos legales permitieron que empresas no europeas, aunque controladas por europeos, operaran sin restricciones. Eppinger se movió precisamente en ese espacio gris: un territorio legalmente ambiguo pero económicamente explosivo.

El gran vacío gris donde todo es posible. La respuesta corta es: depende. La respuesta larga es más incómoda. Según reguladores citados en las diferentes fuentes, una operación puede ser técnicamente legal si el petróleo ruso se compra por debajo del precio tope, se transporta hacia un país que no aplica sanciones y se ejecuta desde una entidad jurídicamente establecida fuera de la UE. Suiza reconoció incluso —según Public Eye— que las filiales de empresas suizas instaladas en Dubái no están sujetas a la legislación sancionadora helvética, siempre que formalmente sean "independientes".

Esta arquitectura legal permite que traders como Eppinger actúen sin infringir la letra de la ley, aunque violen su espíritu de manera evidente. La pregunta no es tanto si lo que hace es legal, sino por qué es posible hacerlo.

¿Habrán consecuencias? Las grietas del sistema están empezando a producir efectos visibles. En el frente militar, Ucrania ha ampliado la guerra hacia la infraestructura energética rusa: atacando refinerías a miles de kilómetros del frente e inutilizado petroleros vinculados al comercio de crudo sancionado. Rusia ha perdido alrededor del 13% de su capacidad de refinación y varias regiones han sufrido colas y racionamiento de gasolina, según el Financial Times.

En el plano diplomático y económico, según Bloomberg, Washington ya estudia sanciones específicas contra intermediarios en Emiratos, mientras Reino Unido ha empezado a penalizar a comercializadoras con propiedad opaca registradas en Dubái. En Europa crece la presión sobre países que siguen recibiendo energía rusa por vía terrestre, como Hungría y Eslovaquia, señalados como puntos de fuga del sistema. El negocio de Eppinger, como el de tantos otros, podría tener los días contados si el cerco regulatorio se estrecha. De momento, sigue siendo rentable.

Rusia se hace más rica mientras Europa sanciona. Conviene no perder de vista la paradoja central. Según datos recogidos por mi compañero en Xataka, las fortunas de los oligarcas rusos no han disminuido durante la guerra: han aumentado hasta un récord de 625.500 millones de dólares en 2025. Rusia es el quinto país del mundo que más nuevos milmillonarios genera y la economía de guerra ha disparado los beneficios de sectores ligados al petróleo, el gas, la metalurgia y la defensa.

La existencia de traders occidentales como Eppinger no es una rareza: es la demostración de que el sistema sancionador no ha roto los incentivos, solo los ha desplazado. Ha creado nuevos intermediarios, nuevas rutas y nuevas fortunas. El petróleo ruso nunca dejó de fluir; solo cambió de manos, de puertos y de narrativas.

Cuando J.R. Ewing terminaba atrapado en su propio juego. La historia de Christopher Eppinger no es la de un genio financiero, sino la de alguien que supo leer lo que otros preferían ignorar: que mientras Europa hablaba de cortar la dependencia energética rusa, toneladas de petróleo barato seguían disponibles para quien quisiera operar en la sombra. Él no inventó el sistema; solo se adaptó a él con la velocidad, la agresividad y la falta de escrúpulos propias de la nueva generación de mercaderes digitales del crudo.

En Dallas, J.R. Ewing acababa devorado por su propia red de atajos, intereses cruzados y traiciones. Parece que Eppinger todavía sabe esquivar esas balas. No obstante, el negocio que lo ha hecho rico —ese que prospera en vacíos legales, banderas de conveniencia y silencios diplomáticos— se sostiene sobre un equilibrio tan frágil como moralmente cuestionable. Y si algo enseñó el villano texano que inspiró al joven alemán, es que "cuando te deshaces de la integridad, el resto es pan comido". El problema es que, cuando renuncias a la integridad, lo que parece éxito termina siendo solo una huida hacia adelante.

Imagen | kishjar y petrichor-energy

Xataka | Rusia ha encontrado un viejo aliado de otras guerras para derribar la defensa más impenetrable de Ucrania: las nevadas

Fuente original: Leer en Xataka
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