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Ignatius Farray: "Me jo** la gente que dice que se mete en un espectáculo de comedia para evadirse"

Ignatius Farray: "Me jo** la gente que dice que se mete en un espectáculo de comedia para evadirse"
Artículo Completo 5,464 palabras
El humorista charla con Tiramillas con motivo del lanzamiento de 'El grito sordo', una edición especial de sus tres libros
TiramillasIgnatius Farray: "Me jode la gente que dice que se mete en un espectáculo de comedia para evadirse"

El humorista charla con Tiramillas con motivo del lanzamiento de 'El grito sordo', una edición especial de sus tres libros

Ignatius Farray posa para Tiramillas con un ejemplar de 'El grito sordo'.CHEMA REY
  • J. F. BORRELL
Actualizado 24/12/2025 - 20:15CETMostrar comentarios51

La editorial Temas de Hoy ha publicado 'El grito sordo', una edición especial con cantos tintados de los tres libros de Ignatius Farray: 'Vive como un mendigo, baila como un rey', 'El bicho que se devora a sí mismo' y 'Meditaciones'.

'El grito sordo' es una oda a la libertad de reírse de uno mismo que incluye un nuevo prólogo de Ignatius Farray; un viaje psicodélico por el ego, la comedia, el dolor, la libertad y la gloria de hacer el ridículo sabiendo que las risas son las heridas de la realidad; un ejercicio literario que invita a recorrer la vida interior de un creador imprudente y brillante. En definitiva, 'El grito sordo' es la historia de un tío ensimismado al que le pagan dinero por estar alterado.

'El grito sordo'.

Para charlar de 'El grito sordo', Juan Ignacio Delgado Alemany, cuyo tercer y cuarto apellidos son Farray Álvarez, convoca a Tiramillas, la web de ocio de Marca, a las 12.00 horas de un martes de mediados de diciembre en el Café Pepe Botella, pero dicho establecimiento no abre sus puertas hasta las 17.00 horas, así que no queda otra que buscar otro espacio para mantener una conversación en la que, como no puede ser de otra manera, predominan las risas pese a que el autor de 'Vive como un mendigo, baila como un rey', 'El bicho que se devora a sí mismo' y 'Meditaciones' no rehúye ninguna pregunta y habla de demonios interiores, de heridas, de la vergüenza...

PREGUNTA. Temas de Hoy ha reunido en 'El grito sordo' los tres libros que usted había publicado con anterioridad: 'Vive como un mendigo, baila como un rey', 'El bicho que se devora a sí mismo' y 'Meditaciones'. En la portada figura la siguiente afirmación: "La historia de un tío ensimismado al que le pagan dinero por estar alterado". Yo le veo tranquilo.

RESPUESTA. Porque la entrevista es gratis. Ponme dinero sobre la mesa y... Es una broma, pero refleja mucho de lo que pasó en mi vida a la hora de decidir. Yo soy un tío como atontado, en el sentido ese ensimismado, como que me quedo ahí en plan pantalla azul. Y fíjate, nunca pensé que yo me atrevería a subirme a un escenario, pero me llené de coraje, me lo tomé como una necesidad más bien, y han pasado los años y es a lo que me dedico, es como me gano la vida. Yo ahí entro en un estado de alteración y la gente que me conoce dice lo que cambio de estar fuera a estar dentro del escenario. Y en el escenario, no solo por ganarme la vida, sino por el pánico que me da estar ahí, me entra la histeria y como que me acabo contorsionando. Sin embargo, en la vida real, por decirlo así, soy más metido para dentro.

P. ¿Qué siente al ver sus tres libros reunidos en una edición especial con cantos tintados? ¿Es como ver a sus demonios haciéndose una foto de familia?

R. Cuando escribes un libro es como cuando ordenas, hay muchas cosas que se quedan fuera, pero hay muchas cosas que uno intenta reflejar en las páginas. Bueno, me ayudaron Dinah Robledillo y Rosa Ponce. Me acuerdo que buena parte de los tres libros fueron conversaciones por videollamada con ellas durante el confinamiento y ellas transcribían esas conversaciones acerca de lo que es la vida de uno. Y uno, cuando empieza a recordar, se le remueven un montón de cosas. Entonces, uno intenta aclararse las cosas a uno mismo, contárselas a uno mismo. Al final es como un relato, y uno, en la medida de lo posible, intenta no engañarse demasiado a uno mismo. También es verdad que uno no siempre lo consigue, pero si le pone corazón, por lo menos que no se engañe a sí mismo y se mire a sí mismo de frente.

Cuando escribes un libro es como cuando ordenas, hay muchas cosas que se quedan fuera, pero hay muchas cosas que uno intenta reflejar en las páginas

Ignatius Farray

P. Ha dicho que no escribe libros, sino que invoca demonios interiores. ¿Cuál fue el más difícil de domesticar durante este proceso?

R. En sí mismo, Ignatius Farray, ese es el principal demonio. Yo soy Juan Ignacio e Ignatius es como cuando en 'La Isla del Tesoro' el grumete Jim Hawkins, el niño, de alguna manera le da la mano al pirata John Silver El Largo. Pues de alguna forma yo, Juan Ignacio, le di la mano a Ignatius para que él me llevara arriba del escenario, porque yo solo por mi cuenta no era capaz. Entonces, fue como darle la mano a alguien totalmente indeseable.

P. ¿El nuevo prólogo ha sido un ajuste de cuentas con su yo del pasado o una reconciliación?

R. Sí, he escrito un prólogo que es como una pregunta de cinco páginas. La pregunta que se alarga durante cinco páginas, el embrión de la pregunta básicamente si es: "¿Alguna vez has querido decir o hacer algo por las risas pero no te has atrevido por miedo?". Esa es la pregunta básica y que luego uno intenta desplegar. Y en el fondo yo creo que la necesidad que yo tengo de subirme a un escenario viene un poco por ahí. Yo soy una persona muy miedosa y el ensimismamiento del que te hablaba al principio se puede leer también en clave de cobardía, de yo no me atrevo. Entonces, la gente dice que yo soy amable, muchas veces lo he dicho, y yo no digo que no sea amable, pero parte de esa amabilidad es una trinchera que yo me pongo para no meter la pata. O sea, yo en la vida real, por volver a llamarlo vida real, que a lo mejor es más real la vida arriba de un escenario, ese sería otro tema, pero yo, por ejemplo, nunca me voy a atrever a hacerte una broma, nunca. Y la gente que me conoce sabe que yo soy un tío más bien soso. Yo nunca me atrevo a salirme de fuera del tiesto, porque tengo miedo a crear un malentendido y que tú pienses que yo soy mala persona, pero de repente encuentro en el escenario un terreno donde sí me veo capaz de hacerlo. La gente me da el privilegio de que me pase de la raya, pero también tengo el deber de hacerlo. Sería un empobrecimiento si diera un paso atrás y en el escenario no aprovechara esa oportunidad, porque en la vida real ya no sé cómo aprovechar esa oportunidad, no sé cómo resolver ese dilema. Pero de repente se me ofrece un foco, un territorio donde sí me puedo venir arriba, e intento estar a la altura de la mirada de la gente. Básicamente es eso. Yo no quiero ofender a nadie, pero a veces la cosa se ha torcido y he sido el primero que he derrapado y he dicho cosas que en el momento que las estaba diciendo, ya notaba que estaba metiendo la pata. Y yo no me siento orgulloso de eso, yo me siento avergonzado, pero no voy a dejar de seguir intentándolo porque pienso que sería, como he dicho antes, un empobrecimiento no hacerlo en el escenario por miedo de meter la pata. Y en la vida real pasa lo mismo. Claro que no es bonito ofender a nadie, pero si por miedo no nos atrevemos ni a hablar, es un empobrecimiento porque habrá algún espacio y habrá alguna mirada cómplice con la que compartir esa sórdida obscenidad. Eso se puede dar y a lo mejor yo te digo una burrada y a lo mejor tú me partes la cara, pero a lo mejor no, a lo mejor tú te ríes y me dices: 'Hostia, qué cabrón'. No hay que renunciar a eso, digo yo.

Ignatius Farray.CHEMA REY

P. En esta trilogía hay comedia, pero también dolor, ego, contradicción y hasta filosofía... ¿Cuál de esas dimensiones siente que domina a las otras?

R. La vergüenza, el fracaso y el dolor. Y no lo digo por romantizar el dolor, el fracaso y la vergüenza, sino por ir a zonas donde a lo mejor uno encuentra algo singular, algo que le refleja a él mismo como persona. Quiero decir, cuando uno va a una zona de dolor o a una zona de fracaso, no es por refugiarse y victimizarse, sino por encontrar puntos en el espectro que no son los puntos estereotipados, que no son los puntos convencionales, sino que son zonas que uno no suele compartir con la gente. Muchas veces digo que la Inteligencia Artificial, por ejemplo, da respuestas complacientes con uno mismo. La Inteligencia Artificial no va a zonas de dolor o a zonas de fracaso, sino que da una respuesta promedio con la que uno se siente satisfecho. Entonces, yo creo que hay gente que dice: "Le podemos cambiar las coordenadas a la Inteligencia Artificial y hacer que busque puntos raros, puntos que se salgan fuera del tiesto". Claro que podemos cambiar las coordenadas. Todos hemos jugado a tirar juguetes mecánicos por un barranco, cambiarles las coordenadas y que se despeñen por ahí, es muy divertido. Pero no se trata de eso, no se trata de buscar cosas excéntricas por buscar la excentricidad, sino que se trata de ser capaces todavía de atrevernos a asomarnos a los abismos del alma humana. Ese trabajo sucio no lo va a hacer una Inteligencia Artificial.

P. ¿Le preocupa que alguien lea estos libros buscando solo risas y salga con una crisis existencial?

R. Más que preocuparme, me ilusiona. Yo no vendo comedia aquí y ahora, yo vendo fe. Entonces, que la gente se entregue a esa experiencia y luego pueda llegar a la comedia de manera indirecta, digamos.

En el escenario me siento muy cómodo gritando y en la vida real me siento más cómodo meditando

Ignatius Farray

P. ¿Se siente más cómodo gritando en un escenario o meditando en la escritura?

R. Muy buena pregunta. Pues cada cosa en su sitio. Yo creo que en el escenario me siento muy cómodo gritando y en la vida real me siento más cómodo meditando. Meditando queda muy presuntuoso, entonces me siento más bien, como te decía antes, ensimismado, encerrado en mí mismo. Pero algún día a lo mejor lo cambio y voy al escenario y me quedo ahí enroscado y en la vida real grito. Fíjate en el grito sordo, porque es grito, pero es sordo. Quiero decir, el grito se supone que es como expansivo, pero al mismo tiempo esa sordera dice mucho de los límites que siempre hay. Friedrich Nietzsche decía: "El artista es el que baila encadenado". O sea, somos muy conscientes de nuestros límites, pero dentro de eso intentamos gritar. Y Samuel Beckett, en 'Esperando a Godot', decía: "El aire está lleno de nuestros gritos, pero la costumbre ensordece". O sea, el día a día nos va ensordeciendo y no somos capaces de ver las diferencias, las singularidades que hay en cada persona o en cada cosa, que dentro de cada singularidad hay un grito, pero la costumbre, la cotidianidad, te acaba ensordeciendo. Entonces, muchas veces, el punto de vista artístico es como ser capaz de mantener la atención, que hoy en día pienso que es el gran reto porque nos están hackeando la atención, no solo las están hackeando a través de las pantallas, de los móviles, etcétera, sino que la están mercantilizando. Nuestra atención se empaqueta y se vende como mercancía y pienso que tenemos que readueñarnos de eso. Ser capaces de mirar, de desear, lo que solo se nos pueda ocurrir a nosotros y no exista ya en el mercado.

P. Dicen que las risas son las heridas de la realidad. ¿De qué herida habla más 'El grito sordo'?

R. Mi herida, básicamente, yo diría que en este sentido es esa, como alguien que no se atreve a tirarse de cabeza a la piscina, por decirlo de alguna forma. Esa es mi herida, esa es mi cobardía, y las risas reflejan de alguna manera esa herida encima de un escenario. Y no solo la reflejan, sino que la trascienden. Y de alguna manera, yo pienso que "las risas son las heridas de la realidad" es una frase muy literaria, pero en el fondo define un poco lo que es la comedia en sí misma en general. ¿Para qué está la comedia? La comedia es como si fuera un material con el que reconstruir la realidad. Por ejemplo, siempre pongo este ejemplo, pero es que me parece un chiste paradigmático, "iban dos y se cayó el del medio". Hay un abismo ahí, se rompe la lógica, se rompe el lenguaje, hay una herida ahí, pero de repente te ríes y al reírte es como si reconstruyera el puente entre A y B. "Iban dos y se cayó el del medio", hay un abismo sin sentido, pero la risa rellena ese hueco, es como una arcilla con la que recomponer los huecos de la realidad.

Ignatius Farray.CHEMA REY

P. ¿Cómo conviven el Ignatius cómico que se desgañita en un teatro y el Ignatius literario que filosofa sobre el caos interior? ¿Son el mismo bicho?

R. Es un bicho que se devora a sí mismo, totalmente, porque uno se alimenta del otro. De alguna manera es como es como ese juego. A veces lo pienso, a veces pienso que alguien que se dedique a subirse arriba del escenario, cuando no está arriba del escenario, básicamente está esperando a que eso suceda y está como agazapado. Y yo creo que el tigre no salta lo suficientemente fuerte si no está mucho tiempo quieto. Entonces, pienso que como un movimiento de sístole y diástole, yo necesito estar enroscado para luego desplegarme ahí. Y a lo mejor hay que verlo así, no como una carencia mía, como te estaba diciendo antes, igual no es una cobardía, como te he dicho, sino una necesidad de los depredadores. Esto lo vi en un documental una vez y me flipó. En las imágenes sale cuando el depredador caza al ciervo, a la cebra... Es un éxito, pero más de un 80% de las veces fracasa. Va a cazar y no caza a la presa o se despeña. Entonces, tiene que guardar muchas fuerza para ver si algún día tiene la suerte de que le pueda salir bien. Pues una persona que sube al escenario es lo mismo, tiene que estar ahí como reconcentrado para reunir la fe suficiente para luego entregarse a ese sacrificio, porque no a todo el mundo le apetece ese sacrificio, pero de repente estamos los tontos de la tribu que decimos: "Sí, sí, cuenten conmigo, cuenten conmigo para ponerme ahí delante".

P. ¿Qué papel juega la vergüenza, o su ausencia, en su escritura? ¿Siente que hay algo que nunca mostraría, incluso en esta trilogía?

R. La vergüenza, más que como un bloqueo, yo la veo como un estimulante. O sea, cuando uno siente vergüenza por algo, es porque está pensando cómo podría fracasar mejor, como decía Samuel Beckett. Esa frase explica lo que es de verdad la vergüenza. La vergüenza tiene muy mala prensa, pero yo creo que es el sentimiento más primordialmente humano. Mientras tengamos vergüenza, tendremos esperanza. Una persona que es capaz de sentir vergüenza, es una persona que todavía se puede replantear las cosas. La Inteligencia Artificial puede hacer chistes, está demostrado, pero, ¿puede sentir vergüenza por hacer chistes? Esa sería otra frontera.

Cuando uno siente vergüenza por algo, es porque está pensando cómo podría fracasar mejor

Ignatius Farray

P. 'El bicho que se devora a sí mismo' suena a acto de autofagia emocional. ¿Escribir los tres libros fue más doloroso o liberador?

R. Doloroso. Vuelve el dolor siempre. El dolor, al fin y al cabo, implica miedo, y por eso uno no quiere acercarse al dolor. Pero de alguna manera, como te decía antes, es como la arcilla que uno tiene para que verdad su voz suene como auténtica. Uno no está diciendo boberías, o si dice boberías, de alguna manera, esas boberías enmascaran una verdad escondida, siniestra. Y si es doloroso, es porque de repente para uno eso significa algo de verdad. Una vez leí una cosa de un cómico y me pareció una cursilada tremenda. Le preguntaban que qué era lo más importante para un cómico y él decía "tener corazón". Me pareció muy cursi, pero han pasado los años y pienso que no se puede hacer de otra manera. Si uno pone corazón, está poniendo mucho en juego, está poniendo dolor ahí arriba. Entonces, de alguna manera hay una verdad ahí, entendiendo verdad en el sentido de que se la está jugando. Uno no está diciendo cualquier cosa por decirla, sino que está comprometido. Es más, lo que diga le puede comprometer e, incluso, le puede hacer sentir juzgado. Y puede no salir bien, no necesariamente tiene que salir bien, pero uno se la juega. Es como el ser o no ser de Hamlet. "Ser o no ser", de repente yo tengo ese dilema, y en vez de compartirlo con un personaje de la obra, doy un paso adelante, me pongo en el proscenio del teatro y miro el público. Y ese soliloquio no se dice a otro personaje, sino que se dice al público, porque no soy capaz yo solo de resolver ese dilema. "Ser o no ser", como diciendo, "este dolor que tengo dentro, ¿qué hago con él?".

P. ¿Cree que el humor sigue siendo un buen vehículo para la verdad o ya se ha convertido en otro filtro que la distorsiona?

R. La distorsiona en el sentido de que la vuelve a recolocar. Y como te decía antes, en el día a día, uno se acaba acostumbrando a las cosas y esa costumbre le ensordece. Entonces, la comedia es una manera de recolocar las cosas, coger otro punto de vista, que no es el habitual, para mirar las cosas con otra luz. Y a lo mejor ahí ya las cosas cogen otro relieve. Esto va a quedar muy pedante, pero en griego la verdad se dice aletheia, y es como descubrir, desvelar. En griego, etimológicamente, la verdad es como algo que se desvela, que se le quita el velo. Entonces, la comedia, de alguna forma, es como quitarle la máscara a las cosas. Bueno, no sé si exactamente es eso, porque estoy muy en contra de que se diga que nos tenemos que quitar la máscara porque pienso que somos máscaras por naturaleza. En griego máscara significa persona, entonces no somos sino máscaras. Entonces, cuando alguien le dice a otra persona que se quite la máscara, pienso que se equivoca al decir eso, porque somos un vacío existencial que necesita de una máscara fónica para expresar ese vacío. Y cuando uno expresa esas palabras, en esas palabras no hay sino abismo y vértigo camuflado de civilización y cultura.

Ignatius Farray.CHEMA REY

P. Su comedia es física, visceral. ¿Cómo traduce eso al lenguaje escrito sin que pierda potencia?

R. Se dice que hago una comedia física, siempre se ha dicho, y yo siempre me he sentido extraño con eso. Decía Sigmund Freud que la anatomía es el destino. O sea, de alguna manera, el cuerpo acaba diciendo quién es uno antes de que empiece a hablar. Y en ese sentido todo el mundo hace comedia física. Yo creo que hay que hablar no como si existiera un área del lenguaje, sino un bosque entero de árboles que talar. Quiere decir, no de una manera ortodoxa, respetando la sintaxis, sino como si eso fuera una lucha. Decía Thomas Mann que "un escritor es alguien para quien escribir es más difícil que para otras personas". Yo pienso que es un gran acierto, porque si uno escribe bien, lo más probable es que escriba boberías, igual que una persona graciosa. Hay muchas personas graciosas por naturaleza y a las personas que son graciosas por naturaleza lo más probable es que no les apetezca subirse a un escenario porque no lo necesitan, igual que alguien que escriba bien no necesite esforzarse para escribir un libro. Pero alguien que escriba mal, alguien que no tenga gracia como yo, necesita subirse a un escenario para entrar en contacto con algo que en su vida real le es negado. Entonces, pienso que hay que escribir desde la incapacidad, desde la carencia, una persona que no tiene talento puede escribir muy bien.

P. La trilogía es brutalmente honesta. ¿Hay algo que, al releerlo ahora, piense: "¿En serio escribí esto?".

R. Una vez hablando con mi madre, me dijo... Y tiene razón, es que a veces uno va muy precipitado y cuando hablé de mi pueblo, de Granadilla, del sur de Tenerife, lo despaché muy rápido en un párrafo. Y, claro, yo noté que a mi madre le hubiera hecho ilusión que me hubiera extendido un poco más hablando de mi pueblo, de la gente de mi pueblo, de mi familia. Y lo nombro, sí, pero a lo mejor podía haber hablado más de eso. Y aparte del prólogo, ahí hay una, hay una nota que es 'Agradecimientos, disculpas y necesidades'. Y ahí aclaro eso para dejar patente, para dejar plasmado, la carencia de este libro respecto a eso. Porque al fin y al cabo uno escribe un libro y uno se sube al escenario solo por un motivo, para decir: "Mamá, mírame". Si somos sinceros con nosotros mismos, ese es el motivo por el que uno se sube al escenario o escribe un libro.

Todos somos mendigos en cierto modo porque la vida de cada uno tiene muchas carencias, pero baila como un rey con esa mierda que tienes e intenta expresarte

Ignatius Farray

P. ¿Qué ha cambiado en usted desde que publicó el primer libro, desde que publicó 'Vive como un mendigo, baila como un rey', hasta el lanzamiento de este recopilatorio, hasta la publicación de 'El grito sordo'?

R. Yo no veo ningún cambio. Yo soy bastante inconsciente, yo no soy bueno mirándome a mí mismo. A lo mejor ha habido algún cambio y todavía no me he dado cuenta. Bueno, a lo mejor hay cosas que dije un poco por decirlas y, por ejemplo, el título del primer libro, 'Vive como un mendigo, baila como un rey', me pareció simplemente una frase. Muchas veces por intuición, uno dice: "¡Joder, qué frase más buena!". Y luego uno intenta colocarla. Y fíjate la frase que te dije antes de Friedrich Nietzsche del artista es el que baila encadenado, luego me recordó a esa frase como diciendo: vive como un mendigo en el sentido de acepta tus límites. Todos somos mendigos en cierto modo porque la vida de cada uno tiene muchas carencias, pero baila como un rey con esa mierda que tienes e intenta expresarte. Hoy en día, en un mundo donde parece que todos miramos las cosas en cuanto al beneficio que nos pueden dar, pienso que las utopías son algo que se pierden, pero pienso que también dice algo la frase de baila como un rey, como que uno no va a llegar a ser un rey y a lo mejor las utopías no están para cumplirse. A lo mejor uno no se sube al escenario para cambiar el mundo, pero uno se tiene que comportar como si fuera capaz de cambiar el mundo. Y esa es nuestra dignidad, no porque eso se vaya a conseguir necesariamente, sino por eso significa que va a ser capaz todavía de caminar con la cabeza alta mirando un horizonte, no porque vaya a llegar a eso, pero uno se comporta como si fuera capaz de eso. Digamos que ahí está ese deseo de mirar a una utopía y no bajar los brazos frente al mundo que nos rodea.

P. ¿Crees que hay algo sagrado en el arte de hacer el ridículo?

R. Claro que creo que hay algo sagrado, hasta el punto de que pienso que los que estamos arriba de un escenario somos descendientes de los chamanes. Había una anécdota, una cosa, muy esclarecedora en el Siglo de Oro que se llamaba 'Los cómicos de la legua'. 'Los cómicos de la legua' eran los cómicos a los que se les permitía entrar en la ciudad a entretener a la gente, pero no se les permitía dormir esa noche a menos de una legua de distancia de la ciudad. Fíjate qué revelador es esto: te permitimos que vengas a entretenernos, pero no queremos convivir contigo. Todas las personas que representan algo sagrado son 'outsiders', son personas que están en los márgenes. El chamán está en una chabola un poquito fuera de la tribu, como diciendo: "Ven aquí, haz tus mierdas para ver si llueve, pero no queremos compartir nuestro día a día contigo porque en el fondo no nos caes del todo bien".

Ignatius Farray.CHEMA REY

P. 'Meditaciones', el último libro, juega con la espiritualidad y el absurdo. ¿Qué lugar tiene lo místico en su caos personal?

R. Gracias por decírmelo, porque esto es una cuenta pendiente. Rosalía, yo ya estaba antes de que tú llegaras, no fuiste la primera en inventar el misticismo. Gracias por decírmelo, porque yo creo que si tengo que definir de alguna manera mi comedia, diría que es comedia mística o comedia de un puto flipado, como uno lo quiera llamar, pero de alguna manera eso significa algo para uno, aunque pueda decir que es desde la ingenuidad, pero ese misticismo es como ese ansia de que la comedia realmente pueda significar algo profundo, incluso irracional, pero dice mucho. Por ejemplo, me jode cuando la gente dice que se mete en un espectáculo de comedia para evadirse. ¿Qué mierda es eso de evadirse? Para evadirse uno no se mete en un espectáculo de comedia. Para evadirse uno ya tiene su jornada de ocho horas donde está alienado y sin ver a su familia. Eso es evadirse. Cuando uno va a ver un espectáculo de comedia, va a mirar al puto abismo, va a sentir vértigo, porque así es la vida. Esa es la realidad y no otra.

P. ¿Le gustaría que esta edición especial fuese leída como un testamento, como un diario íntimo o como un manual de autodestrucción con risas?

R. Gracias por darme la oportunidad, mucha gente ya ha comentado esto, pero yo creo que no hay que leerlo. Si uno tiene un mueble en casa que cojee, este libro puede ser un buen objeto para calzar la pata de una silla o el sofá. Me haría mucha ilusión. Yo tampoco leo mis libros. ¿Tú te crees que yo leo mis libros? Este libro está nada más para usarlo como un volumen para calzar muebles domésticos.

El grito sordo no me lo inventé yo, era un tic nervioso que a mí me daba con 12 años, cuando tenía mucha ansiedad o me ponía nervioso y hacía el grito sordo, hasta el punto de que se me desencajaba la mandíbula y no podía cerrar la boca

Ignatius Farray

P. ¿El grito sordo sana, destruye o solo hace eco dentro de uno mismo?

R. El otro día me encontré por Instagram a una persona que se llamaba 'Deaf Scream', que traducido del inglés al español es 'Grito Sordo'. Y esta persona, que es como un terapeuta, dice que el grito sordo, no sé qué mierda nos remueve en el cuerpo, que oxigena no sé qué mierda, pero le dedicaba páginas a esto. O sea, como que el grito sordo cura. El grito sordo no me lo inventé yo, era un tic nervioso que a mí me daba con 12 años. Yo tenía mucha ansiedad o me ponía nervioso y hacía el grito sordo, pero yo no sabía como había llegado a eso. A veces, incluso, se me desencajaba la mandíbula y no podía cerrar la boca. Yo tenía una necesidad en una situación de pánico y hasta ese punto yo creo que es una cosa en plan chamánica también, como que parece que el grito sordo cura y hay gente que, incluso, lo ha estudiado.

P. Vuelvo a los cantos tintados de 'El grito sordo': "La comedia puede salvar tu vida". ¿Cuántas veces le ha salvado la comedia la vida a Ignatius Farray?

R. Yo creo que sí, todo el mundo tiene esa experiencia con la risa. Me jode cuando se dice que si te ríes de algo lo estás menospreciando. Por eso es lo que te decía antes de que hemos creado un mundo políticamente correcto en el que la risa es sospechosa. Y por supuesto que puede serlo, hay risas muy desagradables. Todos hemos escuchado a gente riéndose que uno dice: "Se está riendo de una manera muy desagradable, como abusando de cierto poder". Y eso es muy feo y eso existe. Uno no puede domesticar la risa, pero es indudable que la risa, más incluso que menospreciar, tiende a conciliar, por lo menos con uno mismo, o a trascender. De repente, cuando te ríes de algo, estás recolocando, como te decía antes, la realidad, y es como un fuego que nos dan los dioses, con el que no podemos estar en contacto demasiado tiempo. Pero esa experiencia te puede cambiar la mirada. Hay un escritor latinoamericano que no recuerdo el nombre que dice que "la risa es la distancia más corta entre dos personas". Pero yo añado: "La risa es la distancia más corta que hay entre dos personas, pero también existe la orden de alejamiento". Entonces, es un fuego en el que no tenemos que sentirnos demasiado seguros de nosotros mismos a la hora de manejarlo.

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Fuente original: Leer en Marca
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