Saturday, 13 de December de 2025
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Jorge y su voz perdida enseñan a vivir con la diversidad

Jorge y su voz perdida enseñan a vivir con la diversidad
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Rocío Alcaraz publica su primer cuento para abordar en familia y en la escuela el reto que suponen unas aulas cada vez más plurales

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La maestra Rocío Alcaraz Acosta posa con su cuento hace unos días en la redacción de SUR. Salvador Salas Jorge y su voz perdida enseñan a vivir con la diversidad

Rocío Alcaraz publica su primer cuento para abordar en familia y en la escuela el reto que suponen unas aulas cada vez más plurales

Cristina Vallejo

Sábado, 13 de diciembre 2025, 00:55

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Hay un niño que se llama Jorge, que es de carne y hueso, que adora las bicicletas y que cuanto más dolor siente, más ríe. Hay un bosque hermoso como su nombre: 'de la Diversidad'. No puede faltar el villano, el Monstruo de la Normalidad. Ni el hada, Olivia, también inspirada en una persona de verdad. Además hay un colegio, una maestra y los compañeritos y las compañeritas de Jorge. Estrellas que se apagan y otras que brillan mucho.

Son todos ellos personajes de 'La voz de Jorge y el gran misterio de su desaparición', el cuento que acaba de publicar Rocío Alcaraz Acosta, maestra del Centro de Educación Infantil y Primaria Rectora Adelaida de la Calle, en la zona de El Consul, y que ya va por su segunda edición. Hace pocos días se presentó en la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga. Y también se lo está leyendo a escolares que, ilusionada y orgullosa, dice que se quedan con la boca abierta y muy atentos escuchando la historia del pequeño Jorge, que pierde la voz, que padece un Trastorno del Espectro Autista (que también es un personaje del libro, TEA, la estrella fugaz que se lleva las palabras del niño), que se enfrenta al Monstruo de la Normalidad con su risa y la ayuda del hada Olivia y que cambia la forma de mirar de todos a su alrededor:a partir de saber de este niño, a todo el mundo ven lleno de estrellas brillantes, las de sus variadas cualidades. «Cada persona tiene diferentes estrellas en su cabeza y por eso cada una es distinta a las demás. La estrella de la voz de Jorge ha dejado de brillar y ahora él no puede encontrarla. Pero, tal vez algún día vuelva a hacerlo, y si no, el resto de estrellas brillarán con más fuerza», explica el hada.

Un libro y una herramienta

Además de ser un libro que encandila a los niños con las ilustraciones de Ana Ruiz Nuño y la música de Unai Quirós, en lo que insiste Alcaraz es en que es una herramienta de trabajo para abordar la diversidad en familia: «¿Cómo le explico a mi hijo, a mi hija, por qué ese niño de su clase se comporta de manera diferente?», plantea. Y también en las aulas: «Si quieres trabajar en clase la diversidad y no sabes cómo, aquí tienes una herramienta completa», defiende. Porque del QR que lleva el libro se pueden descargar actividades para que los pequeños se entretengan y aprendan. «Quería que el libro les sirviera a las familias, al alumnado, al profesorado», insiste. Así que transformó ese primer relato que escribió sobre el niño Jorge real a quien dio clase en este cuento con el que despierta el interés de los pequeños y en un instrumento de trabajo para los docentes.

«En 30 metros cuadrados no puede haber 24 niños de cuatro años durante cinco horas»

La inclusión de la diversidad en las aulas malagueñas comenzó a finales de los ochenta. El argumento de peso detrás de esa decisión es que la vida real tras la escuela está marcada por la diferencia. Pero ello choca con otras dos realidades. En primer lugar, con los medios de que disponen las escuelas para gestionar esa diversidad que a veces no son suficientes. Porque, para abordarla de verdad, Alcaraz dice que hay que reducir las ratios: «En 30 metros cuadrados no puede haber 24 niños de cuatro años durante cinco horas». Además, demanda más especialistas en pedagogía terapéutica, en audición y lenguaje, en integración social, materiales adaptados e infraestructuras en el propio centro como buenas aulas sensoriales adaptadas para momentos de crisis. El mayor reto para los educadores, confiesa, lo supone el alumnado neurodivergente, con trastorno del espectro autista, con parálisis cerebral. «El niño del cuento no tiene lenguaje oral y tuve que aprender lengua de signos, en este caso, bimodal, porque es más sencillo: como él es pequeño, es una versión más fácil e intuitiva del lenguaje de signos», rememora. En muchos casos, los avances que viven los centros dependen sobre todo de la vocación y el voluntarismo de los educadores, del buscar huecos entre sus tareas, que cada vez incluyen más burocracia. Pero es que Rocío Alcaraz vivió desde pequeña entre docentes: su padre es Juan Alcaraz, quien fuera delegado de educación de la Junta en Málaga. «Yo me he rodeado toda mi vida de personas que tenían que ver con la educación. En mi casa, cuando se hacía una comida o cuando salíamos fuera, siempre era rodeada de maestros y maestras, de personas que buscaban el bien de la educación pública, la inclusión y la innovación».

Diversidades

La diversidad funcional no es la única con la que lidian los colegios. De hecho, es posible que nunca antes los centros educativos hayan sido como ahora microcosmos de la compleja realidad del mundo, con personas de orígenes geográficos y sociales diversos. Niños que están aprendiendo todavía el idioma. O muchachos que en el colegio de Rocío Alcaraz vienen o del próspero Teatinos o del deprimido asentamiento de Los Asperones.

«Incluso las familias más formadas se quejan de que no puedas dar el dos más dos porque en la clase en ese momento un niño tiene una necesidad porque está sufriendo una crisis»

La atención a esa diversidad, además de superar la que a veces es escasez de medios, también, todavía, tiene que pelearse con las reticencias de los padres, que piensan que mientras los maestros y las maestras atienden a los niños con necesidades especiales el ritmo de la clase se retrasa: «Incluso las familias más formadas se quejan de que no puedas dar el dos más dos porque en la clase en ese momento un niño tiene una necesidad porque está sufriendo una crisis. A algunas con el argumento del libro, con que la diversidad enriquece, con que hoy no se aprenderá el dos más dos, que se dará mañana, pero que el niño está aprendiendo empatía y respeto, es suficiente. Pero hay otra gente a la que simplemente hay que decirle que así es la ley y que hay que cumplirla», explica.

Y de lo particular, de cómo se lidia con la diversidad en los centros, a lo general, a la consideración que tienen los maestros y las maestras en la sociedad. Respecto a ello, Rocío Alcaraz da una respuesta sorprendente: «Hay un declive en su valoración. Pero cuanto más arriba, peor –aunque vamos a decir 'arriba' por llamarlo de alguna manera, porque no creo que los que tienen más formación o más dinero están más arriba–: a mí quien más me ha cuestionado ha sido la doctora, el abogado, otra persona que tiene estudios, pero que no son estudios de mi rama, son de la suya».

«Quizás no se ha hecho suficiente fuerza en la educación para tratar ciertos temas porque dimos por hecho que ciertas cosas no podían volver a suceder»

Las posiciones contrarias a la diversidad crecen entre la juventud. Al menos eso dicen las encuestas. ¿Es que en algo ha fallado la educación? «No veo tanto un fallo de la educación como de las redes sociales. Y la juventud no tiene historia. Quizás es que no se ha hecho suficiente fuerza en la educación para tratar estos temas porque dimos por hecho que ciertas cosas no podían volver a suceder».

Junto con las ideas intolerantes que se atribuyen a la juventud, también parece estar repuntando el bullying, el acoso escolar. O se sofistica con la contribución de internet, que nunca descansa. «Ahora sale más a la luz y está pasando más también por las redes sociales», asegura Alcaraz. Pero, de nuevo, relata las dificultades para atajar un caso cuando se conoce: «Lleva mucha burocracia. Cuando tienes un caso de acoso escolar, tienes que abrir un protocolo, para lo que hay que reunir a un equipo, reunirte con las familias... y así pasa una semana, dos, tres... pero hay que cumplir los trámites». Libros como el que acaba de publicar Rocío Alcaraz quizás pongan un granito de arena contra el acoso escolar y en defensa de la diversidad.

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Fuente original: Leer en Diario Sur - Ultima hora
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