Ampliar
Borja Muñiz, presidente de los loteros españoles, en su administración 'El búho de la suerte', en Gijón. Damián ArienzaBorja Muñiz Urteaga
Presidente de los loteros «Juego al 00000»En el esprint final de la venta de los décimos de Navidad, el dueño de 'El búho de la suerte' no cambiaría «ni un miligramo de salud» por el Gordo y se sincera sobre los números: «Los impares son graciosos; los pares más tristones»
Madrid
Sábado, 13 de diciembre 2025, 13:05
... de las pocas que ha permanecido en manos de la misma familia desde 1942. También preside Anapal, la mayor asociación de loteros de España, un colectivo de más de 4.200 profesionales. Conversa sobre supersticiones y manías, sus números de la suerte, el valor real de un décimo, el precio que no se actualiza desde hace 23 años y la emoción que cada diciembre envuelve a quienes viven de repartir ilusión. Esta semana es la del esprint final de ventas y Muñiz no para.–¿Qué hace falta para ser un buen lotero?
–Participar de esa ilusión, conocer muy bien a la clientela y ser discreto como un cura en secreto de confesión. Los loteros también somos un poco psicólogos en la ventanilla. Pero lo más importante es ser un buen profesional en un trabajo con un añadido que no tienen otros: la suerte y el azar. Si un buen lotero da premios porque el azar le sonríe, se convierte en un superlotero.
–Entonces, ¿la superlotera Doña Manolita y sus kilométricas colas es a lo que todo lotero aspira?
–Sí, no sé si decir que es una envidia sana o maligna, pero es pura envidia. Son una gente estupenda y lo hacen muy bien. Yo no entiendo la lotería de Navidad sin Doña Manolita. Es un icono del imaginario navideño. Si por algún motivo cerrase, el sorteo no sería lo mismo. Es una suerte tener una administración como Doña Manolita porque arrastra; sus colas provocan que el sorteo genere más interés y expectación en diferentes lugares de España.
–¿Entre loteros hay amistad, competencia, rivalidad?
–Hay de todo. Somos muchos y hay rivalidad, pero prevalece el compañerismo.
–¿También rivalizan a la hora de poner nombre a la administración? Porque hay algunos muy originales...
–Es que los loteros vendemos el mismo producto que nuestra competencia y al mismo precio y no podemos hacer ningún tipo de oferta que nos destaque. Puedes competir en confianza, imagen y tradición y buscas diferenciarte con una marca propia. En la administración de lotería de mi abuela había un cuadro de un búho. Bonito no era la verdad, pero el cuadro me llevó a ponerle el nombre de 'El búho de la suerte' hace ya 25 años. Esta administración lleva desde el 18 de diciembre de 1942, va a cumplir ahora 83 años y es de las pocas que se mantienen en manos de la misma familia desde el inicio. La abrió mi abuela por ser viuda de guerra y de ahí pasó a mi madre, que falleció en junio. Yo soy la tercera generación, la que tradicionalmente 'se carga' el negocio familiar, y todo mi afán es luchar para que no sea el caso. Me siento heredero de una historia muy bonita.
–¿Cuáles son sus números de la fortuna?
–Podría decirte el 7, pero no tengo uno en concreto. Muchos clientes me piden que les elija yo el número. Lo que suelo hacer es observar si esa persona mira algún número antes e intento escoger ese décimo. Sé que se llevará doble ración de ilusión, la suya y la que proyecta sobre mí al confiarme la elección. Eso sí, cuando lo entrego procuro hacerlo boca abajo o meterlo en un sobrecito porque hay gente supersticiosa que no quiere mirarlo hasta el sorteo.
«La lotería es ilusión, tradición y superstición... la gente se vuelve loca por encontrar un número»
–¿La superstición manda tanto como parece?
–Muchísimo. En estas semanas puedo recibir hasta cuatrocientas llamadas diarias pidiendo fechas concretas, terminaciones simbólicas o números cargados de significado personal. La gente se vuelve loca por encontrar un número y hay quien se mete 500 kilómetros solo para comprar un décimo de una administración concreta. La lotería es un mundo racional en cuanto a probabilidades, pero profundamente irracional como comportamiento humano.
–¿Por qué nos gusta tanto la terminación en 13?
–Porque desafía a la mala suerte. Jugar al 13 es decir «no me asusta lo que supuestamente trae mala fortuna». Es una terminación que se vende íntegra, el único número, que por normativa, no se puede devolver. Aun así, se agota.
–Y el 00000... ¿Tiene alguna posibilidad?
–Las mismas que el resto de números hasta el 99999. Lo juego yo, por cierto. Es el segundo año que lo juego con otros compañeros y en 2024 me tocó el reintegro porque el Gordo cayó en 0. Me ilusiona, es un número muy sorprendente. Hay gente que ni sabe que existe. Pero es muy solicitado como si fuese una pequeña joya. Vas presumiendo, sacas la cartera y dices, mira qué tengo.
–Usted dio el Gordo de Navidad en 2023…
–¡¡Síiii!! El 88008, un número horroroso que tardó muchísimo en salir, casi al final del sorteo. Como yo digo, un número tristón. La sensación de que un número que has vendido se convierte en felicidad para tanta gente es indescriptible.
–¿Fueron generosos los agraciados?
–Al principio todos te ofrecen el oro y el moro, viajes, cenas, comidas… pero la realidad es que si al final les toca, la mayoría desaparece, cosa que me parece muy lógica. No lo digo como reproche, lo digo a bien. La gente está abrumada, nerviosa, reorganizando su vida de golpe. Lo entiendo, pero me hace gracia.
–Hablaba antes de números 'tristes'...
–A ver. No quiere decir nada desde el punto de vista probabilístico, pero por pura asociación emocional lo pienso así. Para mí el número triste es esa terminación que no llama la atención, el 2, el 4, el 6… son números que a nadie les dice nada. En cambio los impares gustan mucho. El 5, el 3, el 7… son números pícaros. En una pandilla de amigos, los impares son los graciosos, esa gente con la que te diviertes, los que cuentan chistes y te ríes. Y los pares son… bueno son tus amigos, están ahí, pero son más aburridos. A mí me dices, dime un número triste, y me viene a la cabeza el 4, aunque haya gente que le encante. Y fíjate, los cuatro últimos Gordos han terminado en 0 y en 8, que para mí son terminaciones tristonas.
«El décimo de Navidad cuesta 20 euros desde 2002. Creo que la subida será inminente y si sube el precio, debe subir el premio»
–El décimo de Navidad cuesta 20 euros desde 2002...
–En 2001 cuando entró el euro costaba 18,03 euros y convivió con las pesetas (tres mil pesetas). A partir de entonces se redondeó a 20 euros y desde hace 23 años tiene el mismo precio. ¡Que alguien me diga algo que en 23 años no haya subido el precio! Yo creo que la subida es inminente. Debería aumentar a 25, más que nada porque el precio de la lotería quizá ya debería ser de 30 euros de haber seguido el ritmo de subidas que había hasta 2000. Y también por el tema de los cambios. Subirlo a 22 es una subida de un 10% y se nos antoja un poco escaso. Y además, si se sube a 25, el premio también subiría lógicamente. Nosotros proponemos que suba a 500.000 euros por décimo (hoy son 400.000).
–En toda esta vorágine de lotería de Navidad, ¿qué le dice un lotero a un ludópata?
–Que no puede jugar. Así de simple. No hay matices. La lotería debe ser una esperanza amable, no un problema.
–Mójese, ¿en qué va a caer el Gordo?
–Venga me mojo. Caerá en 2, un número triste.
–¿Cuánto dinero juega este año?
–He bajado el pistón. El año pasado compraba allá donde iba. Llevaba como 40 décimos y fui uno de esos millones de españoles a los que no les tocó. Este año llevo unos diez décimos.
–¿Le ha tocado algún premio gordo?
–Nunca. Solo pellizcos y alguna pedrea de 100 euros.
–¿Cree que existe algún patrón en los números o todo es azar?
–Quizás un catedrático en estadística opine lo contrario, pero yo creo que todo es puro azar.
–¿Por qué entonces nos empeñamos en buscar el número que fue premiado con el Gordo el año anterior si por estadística es casi imposible que toque?
–Jajajaja. Me río porque es verdad. La lotería se basa en la ilusión, la tradición y la superstición, que es un sentimiento hasta gracioso porque cualquier número de nuestra vida vale, la matrícula del coche, el código postal, el cumpleaños, la fecha de la boda… Todo el mundo tiene una superstición o se la inventa.
–¿Y qué hacemos con los que nos miran mal a los que jugamos a la lotería como diciéndonos 'Para qué juegas si no te va a tocar'?
–No sé si habría que decirles algo, pero por dentro pienso qué triste que no juegues. Quien juega uno o dos décimos participa de esa ilusión de escuchar a los niños de San Ildefonso cantar. Yo quiero participar de eso. Si no juegas, lo respeto, pero al menos durante unas horas déjame ser más feliz que tú.
–¿A quién le gustaría que le toque el Gordo?
–¿Aparte de a mí? (Risas). A alguien que sepa disfrutar de su premio porque por desgracia no todo el mundo lo sabe hacer, de hecho la historia del Gordo está llena de finales no felices.
–¿Y si le tocara a usted? ¿Qué haría al día siguiente con los 400.000 euros?
–Cambiar de coche y reformar mi administración. Y vivir un poco más tranquilo.
«Sánchez y Feijóo deberían intercambiar un décimo si es que no lo hacen. La lotería une. Necesitamos gestos así».
–¿Qué daría por un Gordo?
–Lo que tengo claro es lo que no daría. No daría ni un miligramo de mi salud. Ni para que me toque a mí, ni para darlo yo. Y mira que dar el Gordo de Navidad es la mayor alegría de un administrador de lotería. Pero yo no lo cambiaría por salud.
–¿Y la lotería de la vida le ha tocado alguna vez?
–En mi vida he tenido pequeñas malas suertes, pero no grandes malas suertes. Y para mí eso ya es el premio gordo.
–De salud, dinero y amor, ¿cuál descarta?
–El dinero.
–El lema de este año de la lotería de Navidad es 'El sorteo que nos une'.
–Y es verdad, la lotería de Navidad es un pegamento social en estos tiempos de confrontación. Une a gente de ideologías opuestas, de edades distintas, de esferas diferentes. Una empresa entera puede jugar al mismo número. Es uno de los pocos símbolos compartidos que nos quedan.
–¿Ve a Feijóo y a Sánchez intercambiándose unos décimos de Navidad?
–Deberían hacerlo. Intercambiar un décimo es algo muy bonito. No sé si lo hacen, pero deberían por un momento decir, 'Mira, aunque seas mi rival político y no nos llevemos bien, toma este detalle y te deseo suerte'. Necesitamos más gestos así.
–¿Qué piensa cuando vende el último décimo antes del sorteo?
–Alivio y nostalgia. En mi caso es una sensación de tristeza más que de alegría. Ahora mismo en plena campaña estamos a tope y a mí me encanta. Pero pasa el sorteo del Niño, llega el 7 de enero y la gente desaparece. Y pasas de un ritmo muy fuerte a uno plano. Es un proceso de duelo en el que estás unos días como tristón hasta que vuelves a acostumbrarte.
–¿La lotería que no se paga toca?
–Ese es uno de los mejores dichos que existen, y es otra superstición que la gente lleva a rajatabla. Yo la suscribo.
«El día 22 tardó mucho en elegir qué ropa vestir por si salgo en la tele... ¡este año voy a salir»
–Llevo 40 años jugando al mismo número sin que me toque ni la pedrea. ¿Ese empecinamiento tiene nombre?
–El nombre profesional es el de abonado, pero yo le llamaría ilusión y superstición, que van de la mano. Te animo a persistir porque seguro que en algún momento saldrá. Otra cosa es que estemos vivos jajaja.
–¿A un lotero el día 22 se le disparan las pulsaciones?
–Sí, sí, sí, sí. Es un día de muchos nervios. De tensión y emociones contenidas. Se sufre, pero si das el premio es una maravilla. Ese día tengo un ritual, me pongo siempre unos calcetines de búho. Y tardo mucho en elegir la ropa por si doy el premio y salgo en la tele, jajaja. ¡Y este año voy a salir!
–¿Prefiere un Gordo tardón o tempranero para poder acabar cuanto antes?
–Tardón, tardón. Si yo hiciese el sorteo de Navidad, dejaría el Gordo para la última bola para darle toda la emoción.
–Cuando alguien le pide 'dame uno que toque'. ¿Qué cara pone?
–Disimulo, pero por dentro se piensa 'aquí está el original del día'. Pero la gente lo hace con ilusión. Y tú les dices, 'pues mira, tengo este precisamente para ti' y se van tan contentos.
–¿La inteligencia artificial acabará con la magia de los bombos?
–No. Esta ilusión que nos la dejen por favor a la inteligencia humana. Y confío en que dentro de cincuenta o cien años a nadie se le ocurra sustituir los bombos por un programa informático porque se cargarían el sorteo de Navidad.
–¿Un Gordo te cambia la vida?
–Por desgracia no tienes ni para un piso casi. De esos 400.000 euros te quedan 328.000 euros tras pagar a Hacienda. Y con 328.000 euros justito un piso y según dónde. Hace veinte años con ese dinero te comprabas dos pisos y te sobraba para un coche. Todo ha ido subiendo pero el premio se ha quedado estancado. Ya no es tan extraordinario.
–De los 103 sorteos del año en 102 los loteros se llevan una comisión del 6% por décimo, pero en uno, el de Navidad, solo el 4,5%.
–Es incomprensible. En 102 sorteos, incluido el del Niño, la comisión es del 6%. Pero el de Navidad, que es el que más curro lleva y en el que más inversión hacemos, se nos castiga al 4,5%. Económicamente cada vez estamos más ahogados, y el precio del décimo es el mismo que hace 20 años, que eso también influye. No es lo mismo el tanto por ciento de 20 euros que de 25. Pedimos que se equipare, no es ninguna burrada. Si esa medida se llevase a cabo, costaría 52 millones de euros. Y estamos hablando de una empresa, la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado, que el año pasado tuvo unos beneficios de 2.400 millones de euros.
–¿Cómo acabamos esta entrevista? ¿Suerte o Feliz Navidad?
–Hablando de lotería... con mucha suerte. Pero también con feliz Navidad y feliz año y siempre con ¡Feliz vida!
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Iniciar sesión Más información¿Tienes una suscripción? Inicia sesión