- ANDRÉS STUMPF Bruselas
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El Banco de Inglaterra ya tiene una misión secundaria en la que vela por la rentabilidad del sector bancario y no solo por su robustez.
El sector bancario vive afincado en Bruselas en las últimas semanas. La capital de las instituciones europeas acoge cada día eventos protagonizados por entidades y asociaciones financieras que tratan de modelar el debate en torno a la simplificación que abordará el año que viene la Comisión Europea.
Entre las numerosas reclamaciones que se lanzan, y que pueden marcar su futuro y rentabilidad, una coge fuerza sobre el resto: es necesario modificar el mandato supervisor del Banco Central Europeo (BCE). Las entidades europeas aseguran que la forma en la que el supervisor articula su misión de vigilancia causa un perjuicio al sistema bancario frente a otras jurisdicciones en las que es mucho más benigna.
El reglamento que define la misión del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), la pata de vigilancia de la institución con sede en Fráncfort que dirige la alemana Claudia Buch, se centra en tres claves. El BCE debe supervisar que los bancos cumplen con los requisitos prudenciales, debe detectar los puntos débiles en el sistema con prontitud y debe garantizar que se tomen medidas para corregir esas vulnerabilidades con objeto de evitar que la situación se convierta en una amenaza para la estabilidad financiera.
La banca reclama ahora que se añada una consideración adicional por la que el BCE deba velar en la medida de lo posible por preservar la competitividad del sector bancario, incluso aunque esta nueva misión esté supeditada al resto.
Se trataría, señalan diferentes fuentes financieras, de replicar para la supervisión bancaria el mandato secundario que ya está presente en la parte monetaria del banco central y por la que el BCE debe "apoyar las políticas económicas generales de la Unión Europea", siempre que su misión de velar por la estabilidad de precios no se vea comprometida.
Es la atención a este segundo mandato lo que ha motivado que se involucre en cuestiones de sostenibilidad, entre otros asuntos. "Si el BCE tuviera que tener en cuenta la necesidad de preservar la competitividad y la rentabilidad del sector bancario, sus decisiones serían mucho más proporcionales dentro de un régimen que mantenga la robustez y la protección del sistema", aseguran fuentes financieras.
Banco de Inglaterra
Las entidades, tanto grandes como pequeñas, defienden esta posición en Europa y ponen de ejemplo al Banco de Inglaterra, que tiene desde 2023 un segundo mandato que recoge que "debe velar por la competitividad internacional de la economía del Reino Unido, incluidos, particularmente los servicios financieros, y por el crecimiento a medio plazo". La institución presidida por Andrew Bailey tiene incluso que reportar dos veces al año los avances que se han conseguido en esa materia.
Desde que cuenta con este segundo mandato, el Banco de Inglaterra ha aligerado de forma sustancial la carga regulatoria sobre las entidades del país, haciendo más atractivo el negocio en Reino Unido frente a otras jurisdicciones en un intento por revivir a la City de Londres, que quedó muy debilitada tras el Brexit.
Entre otras medidas, la autoridad monetaria británica ha recortado las exigencias generales de capital, ha retrasado la implementación de las reglas de Basilea III que aún no estaban vigentes hasta 2027 y ha otorgado alivios al coste de capital en lo que respecta a la financiación de pymes, proyectos de infraestructura y comercio.
Por último, también ha levantado el duro corsé que pesaba sobre las retribuciones de los directivos de las entidades financieras, permitiendo que sean capaces de hacer ofertas salariales más atractivas para atraer talento.
Una lucha difícil
Pese a las reclamaciones del sector, la mayoría de las autoridades al frente de los cambios regulatorios y supervisores previstos no está dispuesta a lanzar una reforma que modifique la misión supervisora del banco central, y las entidades son conscientes de ello. Tras la sacudida que sufrió la banca en la pasada crisis financiera global, la Unión Europea considera que ha montado una estructura resiliente para el sector.
"El BCE ya es proporcional y tiene en cuenta la sostenibilidad del sector a la hora de fijar sus requerimientos", explican fuentes cercanas a la institución con sede en Fráncfort, que no ven necesario un cambio en su mandato, aunque lo acatarían si el regulador así lo decide.
Buch detalló ayer los temores que tiene el BCE en este proceso. La presidenta del Consejo de Supervisión bancaria considera que detrás de la simplificación se puede esconder "un claro riesgo de que al final se acabe en una desregulación y reducción de la supervisión", algo que ve negativo para el sistema.
El BCE presentará mañana su propio informe de recomendaciones sobre cómo debe abordar Europa la simplificación de la regulación bancaria, un documento que recopila el trabajo del grupo de expertos liderados por Luis de Guindos, el vicepresidente de la autoridad monetaria.
Los cambios esperados serán más tibios y enfocados a rebajar la carga burocrática y de reporte que les supone le cumplimiento normativo. Además, también se espera que se elimine parte de la complejidad que generan los numerosos colchones que se suman a los requerimientos de capital generales.
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