Este invierno llega con una noticia que, después de años inciertos, muchos hogares agradecen: el precio del gas, que marcó récords en temporadas anteriores, se ha moderado. El megavatio hora ha pasado de los 50–55 € del invierno pasado a unos 30 €, un alivio que invita a respirar aunque no resuelve la pregunta que cada año vuelve a la mesa camilla: ¿a qué temperatura hay que poner la calefacción para no disparar la factura sin pasar frío?
La respuesta parece evidente, pero no lo es. El confort térmico depende del termostato, sí, pero también del aislamiento, de los hábitos de uso, de la salud de quienes viven en la casa y de la tecnología disponible. Por eso los expertos coinciden en que no se trata de calentar más, sino de calentar mejor.
El rango que todo lo decide. Hay consenso técnico, institucional y científico: entre 19 y 21ºC está la temperatura óptima para el hogar durante el día. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), recomienda entre 20-21ºC con ropa adecuada. Aessia, la asociación de instaladores aragonesa consultada por Heraldo, sitúa la horquilla en 19-21 ºC y recuerda que colocar el termostato en una zona representativa, lejos de ventanas, radiadores y corrientes.
Mientras que las compañías energéticas coinciden en esa referencia, la OMS y un estudio publicado por Lancet Planetary Health considerar los 18ºC como el mínimo saludable para evitar riesgos respiratorios y cardiovasculares.
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Qué calefactor comprar: los mejores modelos en función de potencia, casos de uso y precio
Y la eterna pregunta: ¿apagar o dejar al mínimo? Antes de responderla hay que dejar claro que cada grado adicional por encima de los 21ºC supone un aumento del 7% en la factura, según IDAE. Si eso es así, la recomendación es apagar la calefacción cuando no se está en casa y también por la noche.
Según el instituto, lo eficiente es adaptar el encendido al horario real de ocupación. Mientras dormimos, el cuerpo necesita menos calor y la sensación de confort baja. Por eso, 15–17 ºC son suficientes durante la noche. Solo en viviendas muy mal aisladas podría dejarse el sistema encendido al mínimo, pero incluso ahí suele ser más eficiente apagar y encender unos minutos al levantarse que mantenerlo funcionando toda la noche.
Más allá del termostato. Una pieza clave que confirma esta idea llega desde la investigación científica. Un estudio publicado en Nature Scientific Reports analizó doce viviendas equipadas con sensores y llegó a una conclusión contundente: ajustar los horarios y las temperaturas en función de la ocupación real puede reducir hasta un 38% el consumo de calefacción y hasta un 14% del gasto energético total del hogar.
Los investigadores demostraron que apagar el sistema por la noche y en las horas del día en que la vivienda está vacía no solo no reduce el confort, sino que es uno de los escenarios más eficientes. Además, detectaron que incluso en viviendas idénticas el consumo varía enormemente según los hábitos del usuario: tiempo pasado en casa, costumbres, nivel de ingresos o si es vivienda en propiedad o alquiler. La conclusión coincide con el IDAE: la eficiencia no depende solo de la temperatura, sino de cómo gestionamos esa temperatura.
El problema no es el termostato, es la casa. Muchos hogares creen que "la calefacción no calienta lo suficiente", cuando en realidad la vivienda no retiene el calor. AFELMA, la asociación de fabricantes de aislantes, nos advertía en Xataka que el mal aislamiento es responsable de una parte enorme del consumo energético invernal. Ventanas antiguas, paredes sin aislamiento, puentes térmicos y cajones de persiana mal diseñados son responsables de fugas que cuestan dinero.
El dato técnico lo confirma, una vivienda bien aislada puede reducir el gasto en calefacción entre un 20 % y un 30 %, según un documento del IDAE. En otras palabras, dos casas a 20ºC pueden sentirse de forma muy distinta. Mientras una es confortable, la otra obliga a subir el termostato tres grados más para obtener la misma sensación. Y el bolsillo lo nota.
El futuro inmediato: aislamiento y ventilación. La normativa española ya obliga a que las nuevas viviendas o reformas integrales incorporen ventilación mecánica que renueve el aire sin perder calor. En las casas pasivas —las más eficientes que existen—, gracias a la combinación de aislamiento continuo, hermeticidad y recuperación de calor permite que muchas se mantengan de forma natural en 20–21 ºC sin encender la calefacción, como explicaba la arquitecta Lourdes Treviño en Revista Interiores. No es magia: es una reducción de hasta el 90% de la demanda energética.
El grado más barato es que no se escapa. Tras revisar organismos oficiales, expertos, estudios científicos y experiencias reales, la respuesta es inequívoca: la temperatura ideal de día está entre 19 y 21 ºC. La de noche, entre 15 y 17 ºC. Y lo más eficiente es apagar la calefacción cuando no hay nadie en casa.
Pero el verdadero ahorro no está solo en el termostato: está en el aislamiento, en el uso inteligente y en evitar que el calor se fugue. Este invierno será más amable en lo económico. Y aun así, la gran lección permanece: calentar no es subir grados, sino conservarlos.
Imagen | Freepik
Xataka | Buenas noticias, encender la calefacción este invierno será más barato. Malas noticias, no sabemos cuándo se repetirá
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La noticia
La calefacción de tu casa tiene una temperatura "secreta": si la pasas, tu factura se dispara
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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La calefacción de tu casa tiene una temperatura "secreta": si la pasas, tu factura se dispara
La mitad del gasto energético del invierno no depende del termostato, sino del aislamiento
Cada grado de más encarece la factura un 7%: por eso 21 ºC no es una recomendación, es un límite
Este invierno llega con una noticia que, después de años inciertos, muchos hogares agradecen: el precio del gas, que marcó récords en temporadas anteriores, se ha moderado. El megavatio hora ha pasado de los 50–55 € del invierno pasado a unos 30 €, un alivio que invita a respirar aunque no resuelve la pregunta que cada año vuelve a la mesa camilla: ¿a qué temperatura hay que poner la calefacción para no disparar la factura sin pasar frío?
La respuesta parece evidente, pero no lo es. El confort térmico depende del termostato, sí, pero también del aislamiento, de los hábitos de uso, de la salud de quienes viven en la casa y de la tecnología disponible. Por eso los expertos coinciden en que no se trata de calentar más, sino de calentar mejor.
Mientras que las compañías energéticas coinciden en esa referencia, la OMS y un estudio publicado por Lancet Planetary Health considerar los 18ºC como el mínimo saludable para evitar riesgos respiratorios y cardiovasculares.
Y la eterna pregunta: ¿apagar o dejar al mínimo? Antes de responderla hay que dejar claro que cada grado adicional por encima de los 21ºC supone un aumento del 7% en la factura, según IDAE. Si eso es así, la recomendación es apagar la calefacción cuando no se está en casa y también por la noche.
Según el instituto, lo eficiente es adaptar el encendido al horario real de ocupación. Mientras dormimos, el cuerpo necesita menos calor y la sensación de confort baja. Por eso, 15–17 ºC son suficientes durante la noche. Solo en viviendas muy mal aisladas podría dejarse el sistema encendido al mínimo, pero incluso ahí suele ser más eficiente apagar y encender unos minutos al levantarse que mantenerlo funcionando toda la noche.
Más allá del termostato. Una pieza clave que confirma esta idea llega desde la investigación científica. Un estudio publicado en Nature Scientific Reports analizó doce viviendas equipadas con sensores y llegó a una conclusión contundente: ajustar los horarios y las temperaturas en función de la ocupación real puede reducir hasta un 38% el consumo de calefacción y hasta un 14% del gasto energético total del hogar.
Los investigadores demostraron que apagar el sistema por la noche y en las horas del día en que la vivienda está vacía no solo no reduce el confort, sino que es uno de los escenarios más eficientes. Además, detectaron que incluso en viviendas idénticas el consumo varía enormemente según los hábitos del usuario: tiempo pasado en casa, costumbres, nivel de ingresos o si es vivienda en propiedad o alquiler. La conclusión coincide con el IDAE: la eficiencia no depende solo de la temperatura, sino de cómo gestionamos esa temperatura.
El problema no es el termostato, es la casa. Muchos hogares creen que "la calefacción no calienta lo suficiente", cuando en realidad la vivienda no retiene el calor. AFELMA, la asociación de fabricantes de aislantes, nos advertía en Xataka que el mal aislamiento es responsable de una parte enorme del consumo energético invernal. Ventanas antiguas, paredes sin aislamiento, puentes térmicos y cajones de persiana mal diseñados son responsables de fugas que cuestan dinero.
El dato técnico lo confirma, una vivienda bien aislada puede reducir el gasto en calefacción entre un 20 % y un 30 %, según un documento del IDAE. En otras palabras, dos casas a 20ºC pueden sentirse de forma muy distinta. Mientras una es confortable, la otra obliga a subir el termostato tres grados más para obtener la misma sensación. Y el bolsillo lo nota.
El futuro inmediato: aislamiento y ventilación. La normativa española ya obliga a que las nuevas viviendas o reformas integrales incorporen ventilación mecánica que renueve el aire sin perder calor. En las casas pasivas —las más eficientes que existen—, gracias a la combinación de aislamiento continuo, hermeticidad y recuperación de calor permite que muchas se mantengan de forma natural en 20–21 ºC sin encender la calefacción, como explicaba la arquitecta Lourdes Treviño en Revista Interiores. No es magia: es una reducción de hasta el 90% de la demanda energética.
El grado más barato es que no se escapa. Tras revisar organismos oficiales, expertos, estudios científicos y experiencias reales, la respuesta es inequívoca: la temperatura ideal de día está entre 19 y 21 ºC. La de noche, entre 15 y 17 ºC. Y lo más eficiente es apagar la calefacción cuando no hay nadie en casa.
Pero el verdadero ahorro no está solo en el termostato: está en el aislamiento, en el uso inteligente y en evitar que el calor se fugue. Este invierno será más amable en lo económico. Y aun así, la gran lección permanece: calentar no es subir grados, sino conservarlos.