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La mejor miel de Andalucía sale de Málaga: «Nuestro trabajo es dejar que las abejas hagan el suyo»

La mejor miel de Andalucía sale de Málaga: «Nuestro trabajo es dejar que las abejas hagan el suyo»
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Una pequeña explotación de Cuevas del Becerro vuelve a ser reconocida por su apuesta por la apicultura multifloral ligada al territorio

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Joaquín Becerra (izquierda), junto a un apicultor procedente de Galicia, durante una jornada de trabajo en las colmenas situadas en el entorno de Cuevas del Becerro. SUR La mejor miel de Andalucía sale de Málaga: «Nuestro trabajo es dejar que las abejas hagan el suyo»

Una pequeña explotación de Cuevas del Becerro vuelve a ser reconocida por su apuesta por la apicultura multifloral ligada al territorio

Julio J. Portabales

Cuevas del Becerro

Lunes, 29 de diciembre 2025, 00:31

... lenta, paciente y profundamente ligada a la naturaleza. Un reconocimiento que pone en valor el papel del entorno, la diversidad de floraciones y el cuidado de las colmenas como claves de una miel que vuelve a destacar entre las más valoradas de la comunidad.

Ambos insisten en que el protagonismo no es suyo. «La miel la hacen las abejas. Nuestro trabajo es dejar que hagan el suyo», repite el apicultor, una idea que resume bien su manera de entender el oficio. El papel del productor, explica, consiste en acompañar el proceso, cuidar las colmenas y no interferir más de lo necesario. Esa filosofía se refleja tanto en el manejo diario como en la elección del entorno, una zona de sierra con una gran diversidad de floraciones que aporta carácter y complejidad al producto final.

SUR

Retamas, almoradú y eucaliptos forman parte del paisaje que rodea las colmenas y dan lugar a una miel de sierra que cambia cada año según las condiciones climáticas. No se busca una floración única ni una producción intensiva, sino una mezcla natural que refleje el territorio. Esa apuesta por la diversidad y el respeto al ciclo natural es, según reconocen, una de las claves de que la miel vuelva a ser reconocida en un certamen tan exigente.

El reconocimiento, aseguran, nunca se da por hecho. Ganar por cuarta vez el premio a la mejor miel multifloral de Andalucía sigue siendo motivo de orgullo, pero también de sorpresa. Cada edición se vive con la misma incertidumbre, consciente de que se trata de un concurso en el que influyen numerosos factores. «Nunca lo esperas», admite el apicultor. La calidad final depende de las floraciones, del clima y, sobre todo, del trabajo silencioso de las abejas, que son las verdaderas artífices del producto.

Más allá del prestigio, el premio tiene un impacto directo en la explotación. No tanto en el proceso de trabajo, que no cambia, como en la comercialización. La producción anual ronda los mil kilos y, en muchos años, la miel se agota antes de que llegue la Navidad. El reconocimiento facilita la venta directa y permite defender un precio acorde al esfuerzo y a la calidad del producto, algo fundamental para la viabilidad económica de una explotación pequeña.

Pérdida de colmenas

El día a día de la apicultura, sin embargo, dista mucho de ser idílico. El trabajo es estacional y especialmente duro en los meses de verano, cuando las jornadas comienzan muy temprano y se desarrollan bajo altas temperaturas, con el traje de protección y cargando peso. A ello se suma una parte menos visible y mucho más ingrata: la pérdida constante de colmenas. Cada año, el apicultor calcula que desaparece entre un 20 y un 40 % de ellas.

Las causas son múltiples. Enfermedades como la varroa, el uso de plaguicidas en el entorno agrícola y, más recientemente, la llegada del avispón oriental están poniendo en jaque al sector. Esta especie invasora, presente ya en varias zonas de la provincia, supone una amenaza seria para las colmenas y para la biodiversidad en general. «Eso es lo más duro», reconoce, «ir a las colmenas y encontrarte con que has perdido una».

Becerra reconoce que lo más duro es «ir a las colmenas y encontrarte con que has perdido una»

Pese a las dificultades, la pareja no se plantea abandonar. La motivación sigue intacta y el vínculo con el campo es fuerte. La ilusión por el trabajo diario, aseguran, es lo que permite seguir adelante incluso en los momentos más complicados. Esa conexión con el entorno y con el trabajo bien hecho es parte esencial de su manera de entender la apicultura.

Ambos coinciden en que el sector sigue estando poco valorado, a pesar del papel esencial que juegan las abejas en la polinización. Recuerdan que cerca del 80 % de las plantas silvestres dependen de los insectos polinizadores y que, en un contexto de pérdida generalizada de biodiversidad, su función resulta más crucial que nunca. Sin embargo, consideran que falta conciencia social y mayor apoyo institucional.

El futuro, lo tienen claro, pasa por hacer las cosas bien desde el principio y por apostar por la venta directa. A quienes se plantean iniciarse en la apicultura les lanzan un mensaje realista: cuidar las colmenas, respetar el entorno y dedicar tiempo a comercializar el producto. Sin rentabilidad, advierten, no hay continuidad posible.

Al hablar de agradecimientos, el apicultor mira atrás y pone el foco en quienes han sido fundamentales en su camino. En primer lugar, destaca el papel de COAG, la organización agraria donde se formó como técnico apícola y donde aprendió el manejo de las colmenas junto a otros profesionales del sector. Pero el reconocimiento más personal lo reserva para su familia: a su madre, fallecida hace cinco años, y a su padre, por el apoyo constante a lo largo de los años. Un respaldo familiar que, unido al aprendizaje profesional y al respeto por la naturaleza, completa una forma de entender la apicultura que va más allá de los premios.

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Fuente original: Leer en Diario Sur - Ultima hora
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