Un nuevo estudio arroja luz sobre una pregunta clave: ¿Por qué se desató la pandemia justo en el siglo XIV?
Sin comentariosFacebookTwitterFlipboardE-mail 2025-12-09T19:30:13ZCarlos Prego
Editor - MagnetCarlos Prego
Editor - Magnet Linkedintwitter2930 publicaciones de Carlos PregoPocos episodios hay en la historia de la humanidad más famosos, estudiados y debatidos como el de la Peste Negra, la epidemia que sembró Europa de muerte entre 1347 y 1353. Quedaba sin embargo un enigma por resolver, uno tan básico como relevante: ¿Por qué diablos se desató la epidemia cuándo, dónde y cómo lo hizo? ¿por qué esa oleada de muerte se desató en el XIV y no antes o después?
Resolviendo un enigma. Esa incógnita es la que han querido resolver Martin Bauch y Ulf Büntgen, del GWZO y la Universidad de Cambridge respectivamente, en un estudio recién publicado en Communications Earth & Environment.
Con él no solo quieren arrojar luz sobre uno de los episodios más negros de Europa. También demuestran que, casi siete siglos después, la "muerte negra" sigue siendo uno de los capítulos que más fascinan al mundo. Nada sorprendente si se tiene presente que entre 1347 y 1353 segó millones de vidas en Europa, alcanzando tasas de mortalidad que en algunas regiones rozaron el 60%.
Buscando en los Pirineos. Quizás lo más curioso del estudio de Bauch y Büntgen es que no arranca en los archivos históricos. O ese no fue al menos su principal lugar de trabajo. La clave de su investigación está en el Pirineo español, más concretamente en los pinos seculares que allí se encontraron.
Al estudiar el interior de sus troncos en busca de claves sobre el clima medieval de Europa se encontraron con algo inesperado: una sucesión de "anillos azules". Para la mayoría ese detalle pasaría inadvertido, pero Bauch y Büntgen vieron algo en él: la prueba de una cadena de veranos más fríos y húmedos de lo común.
"Veranos inusuales". Cuando la tempera cae los árboles no logran lignificar correctamente sus células, lo que deja a su vez una marca azulada en el registro de anillos del tronco. En los pinos pirenaicos los investigadores se encontraron con marcas así que les invitan a pensar que gran parte del sur de Europa debió de experimentar "veranos inusualmente fríos y húmedos" en 1345, 1346 y 1347.
Es más, al indagar en las bibliotecas y fuentes escritas se encontraron con indicios que apuntan exactamente en la misma dirección: un período marcado por una "nubosidad inusual y eclipses lunares oscuros". La siguiente pregunta es… ¿Qué causó ese cambio en el clima? ¿Y por qué es importante?
El poder de una erupción. Sobre la primera pregunta los investigadores tienen pocas dudas. En su opinión el descenso de las temperaturas en verano lo causó una erupción volcánica (o incluso una cadena de ellas) registrada hacia el año 1345 y que desencadenó un efecto dominó fatal: una considerable expulsión de cenizas y gases volcánicos que generaron una capa y provocaron la caída de las temperaturas, igual que ocurrió en otros episodios a lo largo de la historia.
Clima, agricultura... Hambre. Para la siguiente pregunta, el por qué es importante que un volcán empezase a soltar gases y ceniza hace casi siete siglos, la respuesta es sencilla: la agricultura. Los cambios en el clima no solo dejaron su huella en los troncos centenarios del Pirineo central, también castigó a lo campos de la región mediterránea, mermando las cosechas y generando unas pérdidas que amenazaban con derivar en hambrunas... e inestabilidad social.
Con ese telón de fondo, las poderosas repúblicas marítimas de Italia hicieron lo más lógico: fletar barcos para importar grano del este, de la zona del Mar Negro, más concretamente de la Horda de Oro, en la región del Mar de Azov.
No importaba que Génova y Venecia estuvieran guerreando con los mongoles. El hambre apretaba, la amenaza de los tumultos acechaba y la diplomacia europea hizo su labor. Ya avanzado 1347 los barcos con grano empezaron a llegar a Europa, descargando su preciada mercancía en puertos del Mediterráneo.
Algo más que grano. El problema es que en las bodegas de los buques movilizados por Venecia y Génova, los mismos que debían evitar que Europa se viese asediada por la hambruna, no solo había toneladas de grano. A bordo traían pulgas infectadas con Yersinia pestis, el bacilo responsable de la peste bubónica.
"Todavía se desconoce el origen exacto de esta bacteria mortal, pero el ADN antiguo sugiere que podría haber existido un reservorio natural en jerbos salvajes en algún lugar de Asia central", explican desde la Universidad de Cambridge. El resultado: los barcos con granos se convirtieron de repente en vectores de una enfermedad fatal, la bacteria saltó de roedores a humanos y la peste negra no tardó en expandirse por Europa, con algo mucho peor que el hambre.
Los barcos de la muerte negra. El resto es historia conocida. Entre 1347 y 1353 la enfermedad acabó con millones de personas. Suele decirse que la peste segó la vida del 60% de la población europea, porcentaje que algunos elevan al 65%, aunque en los últimos años algunos estudios han advertido que el cálculo está sobredimensionado y hubo regiones en las que el padrón se mantuvo.
"En muchas ciudades europeas se pueden encontrar evidencias de la Peste Negra casi 800 años después", explican Büntgen y Bauch. "También pudimos demostrar que muchas ciudades italianas, como Milán o Roma, probablemente no se vieron afectadas, porque no necesitaron importar grano después de 1345".
¿Por qué es importante? El estudio es interesante por varias razones. La principal, porque arroja nueva luz sobre un aspecto tan básico como hasta ahora enigmático sobre la Peste Negra. Sabíamos del papel de la Yersinia pestis, de los barcos, del rol que jugaron los roedores, sabíamos el trágico balance de fallecidos, su impacto en la sociedad, cultura y economía de Europa… Pero desconocíamos por qué la epidemia se desató justo cuando lo hizo y no antes o después.
La sucesión de factores es tan fascinante que los investigadores hablan de una "tormenta perfecta" en la que se sumaron factores de índole climático, agrícola, social y económico. Un cóctel que, insisten, no nos habla solo del Medioevo.
"Aunque esa coincidencia parece poco común es probable que la probabilidad de que surjan enfermedades zoonóticas debido al cambio climático y se traduzcan en pandemias crezca en un mundo globalizado", añade Büntgen. "Es especialmente relevante dadas nuestras recientes experiencias con la pandemia de COVID".
Imágenes | Wikipedia y University of Cambridge