Saturday, 06 de December de 2025
Cultura

Las segundas veces

Las segundas veces
Artículo Completo 531 palabras
Con 'Las Meninas' aprendí hace años una lección fundamental sobre el arte –y la vida–: las primeras veces están sobrevaloradas. De mi primer encuentro con la obra de Velázquez solo recuerdo que fue durante una excursión escolar poco memorable. Recuerdo encontrarme ante la réplica «material» de una imagen que ya había visto en el libro de texto y pensar: «¿Y qué?». De la segunda vez, sin embargo, lo recuerdo todo, incluso el olor que me rodeaba. Recuerdo que fue pasados diez años y que estaba sola frente a esa enormidad de cuadro. Recuerdo que fue pasados diez años y que estaba sola frente a esa enormidad de cuadro. recuerdo cómo, de repente, una mano invisible me agarró de la pechera y me zarandeó y me llenó la cabeza de preguntas que se resumían en una sola: «¿Cómo es posible?» .Noticia Relacionada EN MODO AVIÓN opinion Si Un bien silencioso Helena Farré En tiempos de moral exhibida, unas monjas practican en Gaza la subversión del cuidado sin hashtagLo mismo me sucedió con 'El gran Gatsby', después de dos lecturas. Y con la poesía de Antonio Machado, después de volver varias veces sobre el mismo verso. Y también con el último disco de Rosalía , donde hicieron falta varias escuchas para que 'Memória' y 'Sauvignon Blanc' y 'Magnolias' se vertiesen por completo. «Y si mi alma se derrama/ Y la falta de pasado es el olvido/ Cuando muera solo pido/ No olvidar lo que he vivido».En las segundas veces estamos solos, envueltos por un silencio que retumba. Y es ahí cuando empieza la contemplación verdaderaLas primeras veces acaban siendo insuficientes por las expectativas. Por las prisas y la presión y las ideas preconcebidas. Por el ruido mediático y las capas de significados ajenos. En las segundas veces estamos solos, envueltos por un silencio que retumba. Y es ahí cuando empieza la contemplación verdadera. Cuando surge el chisporroteo interior. Es entonces cuando se desborda la curiosidad en su estado más genuino y nos acercamos con la duda, con el afán de querer entender . Con la humildad de quien sospecha que está ante algo grande que no logra entrever, pero donde intuye todas esas preguntas que se resumen en una sola: «¿Cómo es posible?».Es en esa entrega de confianza desnuda cuando la obra de arte nos corresponde . Cuando rellena las grietas y escapa a sus límites para encontrarse con los nuestros. En las primeras veces estamos frente al potencial; en las segundas, frente al reconocimiento: ese breve instante luminoso en el que creemos tener la respuesta a todas esas preguntas que se resumen en una sola. Entonces sucede la verdadera esencia de aquello que llamamos arte. Sucede la revelación. Porque las segundas veces no cambian las respuestas: cambian las preguntas.

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Con 'Las Meninas' aprendí hace años una lección fundamental sobre el arte –y la vida–: las primeras veces están sobrevaloradas. De mi primer encuentro con la obra de Velázquez solo recuerdo que fue durante una excursión escolar poco memorable. Recuerdo encontrarme ante la réplica « ... material» de una imagen que ya había visto en el libro de texto y pensar: «¿Y qué?».

De la segunda vez, sin embargo, lo recuerdo todo, incluso el olor que me rodeaba. Recuerdo que fue pasados diez años y que estaba sola frente a esa enormidad de cuadro. Recuerdo que fue pasados diez años y que estaba sola frente a esa enormidad de cuadro. recuerdo cómo, de repente, una mano invisible me agarró de la pechera y me zarandeó y me llenó la cabeza de preguntas que se resumían en una sola: «¿Cómo es posible?».

Lo mismo me sucedió con 'El gran Gatsby', después de dos lecturas. Y con la poesía de Antonio Machado, después de volver varias veces sobre el mismo verso. Y también con el último disco de Rosalía, donde hicieron falta varias escuchas para que 'Memória' y 'Sauvignon Blanc' y 'Magnolias' se vertiesen por completo. «Y si mi alma se derrama/ Y la falta de pasado es el olvido/ Cuando muera solo pido/ No olvidar lo que he vivido».

En las segundas veces estamos solos, envueltos por un silencio que retumba. Y es ahí cuando empieza la contemplación verdadera

Las primeras veces acaban siendo insuficientes por las expectativas. Por las prisas y la presión y las ideas preconcebidas. Por el ruido mediático y las capas de significados ajenos. En las segundas veces estamos solos, envueltos por un silencio que retumba. Y es ahí cuando empieza la contemplación verdadera. Cuando surge el chisporroteo interior. Es entonces cuando se desborda la curiosidad en su estado más genuino y nos acercamos con la duda, con el afán de querer entender. Con la humildad de quien sospecha que está ante algo grande que no logra entrever, pero donde intuye todas esas preguntas que se resumen en una sola: «¿Cómo es posible?».

Es en esa entrega de confianza desnuda cuando la obra de arte nos corresponde. Cuando rellena las grietas y escapa a sus límites para encontrarse con los nuestros. En las primeras veces estamos frente al potencial; en las segundas, frente al reconocimiento: ese breve instante luminoso en el que creemos tener la respuesta a todas esas preguntas que se resumen en una sola. Entonces sucede la verdadera esencia de aquello que llamamos arte. Sucede la revelación. Porque las segundas veces no cambian las respuestas: cambian las preguntas.

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Fuente original: Leer en ABC - Cultura
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