- EDITORIAL FT
2025 ha sido un año muy desigual en cuanto a reformas y gobernanza sensata
Desde la primera Navidad, la festividad se ha asociado con la entrega de regalos. Pero esta generosidad temporal nunca abandonó la vieja tendencia moralista de clasificar a las personas en más o menos merecedoras. En muchas tradiciones, Papá Noel es el encargado de los libros de contabilidad, que califica a los niños de buenos o malos. Pero ¿qué pasaría si Santa Claus hiciera lo mismo con la gobernanza económica? ¿Qué países —y líderes— recibirían regalos o cuáles carbón?
El presidente de Estados Unidos podría encontrarse en la lista de los malos. Aunque la economía global ha resistido las caóticas políticas de Donald Trump, la mayoría de los analistas están convencidos de que la actividad económica y los mercados habrían tenido una evolución aún mejor sin él. Después de todo, ha trastocado el sistema comercial mundial, ha creado una enorme incertidumbre jurídica, ha socavado la confianza en el dólar estadounidense y ha descuidado tanto las precarias finanzas públicas estadounidenses como la crisis de la subida de los precios que enfrenta la mayor parte de la población.
Es probable que Reino Unido también mereciera carbón. A punto de cumplir un año y medio en el cargo, el gobierno laborista ha subido los impuestos, revertido los intentos de optimizar el gasto en prestaciones sociales y ha generado incertidumbre con su deficiente comunicación anterior a los Presupuestos. La contratación y la inversión han sido deficientes. El ejecutivo prometió impulsar el crecimiento y traer estabilidad. Hasta ahora, no ha cumplido ninguna de las dos cosas.
China es un país difícil. Papá Noel podría admirar su destreza manufacturera y su capacidad innovadora, aunque no los métodos que empleó para lograrlo. Pero como demostró su superávit comercial récord de 1 billón de dólares en los primeros 11 meses de 2025, Pekín no ha hecho lo suficiente para reducir la dependencia de la demanda externa. Ha dado largas a los intentos de impulsar el consumo interno mediante reformas del bienestar, parece incapaz de cambiar su enorme modelo industrial basado en subsidios y no ha solucionado las consecuencias del estallido de la burbuja inmobiliaria.
Es más difícil identificar a los buenos que a los malos. Pero la agenda de "América Primero" de Trump ha obligado a muchos países a introducir reformas rápidas y de enorme magnitud. Tomemos como ejemplo a India. Tras la imposición de aranceles punitivos por parte del presidente estadounidense, el país promulgó reformas para simplificar su sistema de impuestos estatales internos. El mes pasado, también aprobó un paquete de reformas del mercado laboral que promete aliviar las cargas de cumplimiento para las empresas, mejorar la flexibilidad y aumentar la seguridad de los trabajadores.
También merecen mención honorífica varios países del sur de la eurozona. España, Portugal y Grecia han registrado tasas de crecimiento respetables tras la pandemia, en parte gracias a los arduos esfuerzos de reforma de las finanzas públicas de la década anterior. La continua acogida de inmigrantes por parte de España y su capacidad para integrarlos en el mercado laboral la han convertido en la economía europea que más ha destacado este año. Su próximo desafío es impulsar el crecimiento de la productividad. Con algunas excepciones, las reformas fiscales y monetarias previas en varios mercados emergentes permitieron que estos también se mantuvieran resilientes frente a la guerra comercial de Trump.
Luego está el complicado caso de Alemania. La bienvenida reforma de su freno de la deuda, que había lastrado la demanda interna, era necesaria desde hacía tiempo. Alemania ha tomado decisiones presupuestarias para cumplir con el aumento del gasto en defensa. Varias reformas recientes, como una planificación de infraestructuras más rápida y pensiones más sostenibles, son útiles. Sin embargo, sigue sin estar a la altura del reto al que se enfrenta la nación.
Y en el ámbito de la UE, Berlín ha sido poco colaborador, en concreto al provocar la reversión de la eliminación gradual de los motores de combustión interna prevista para 2035. Es tentador preguntarle a Papá Noel si un nombre puede estar en ambas listas.
Al final todo el mundo deja de creer en Papá Noel; y los líderes políticos no deberían gobernar para conseguir estrellas doradas. De hecho, las políticas acertadas suelen tener pocas recompensas inmediatas, justifican decisiones difíciles y rara vez satisfacen a todos. La esperanza, entonces, para esta Navidad es que los líderes introduzcan las reformas el próximo año porque funcionan, no porque les hagan ganar regalos.
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