Están siendo semanas complicadas y difíciles para los socialistas. Esta no ha sido la primera, y quizás no sea la última. Para quienes entendemos la militancia como nuestra lucha y nuestro esfuerzo por mejorar el país en el que vivimos y la vida de la gente, están siendo especialmente duras.

No puedo olvidar que mis maestros me ayudaron a formarme. Mis padres me enseñaron los valores para procurar ser una buena persona, honesta y honrada. El comportamiento que debe tener un socialista lo aprendí en las casas del pueblo, de aquellos que dieron todo cuanto tenían sin esperar nada a cambio para que mi generación naciera en democracia y en libertad.

Vivir como piensas para no pensar nunca como vives y pensar primero en España, después en el partido y por último en uno mismo.

Por eso estos días me es imposible no pensar en Pepe Bastos, ese viejo militante que durante los años que fui presidenta de Andalucía llamaba cada semana a San Telmo para recordarme que no debía olvidar a quienes me debía y los valores que representaba. Quería mantenerme anclada al terreno. Lo conocí con Mari Santos en Casariche, un pequeño pueblo de la Sierra Sur sevillana, en una casa del pueblo que no tenía por entonces ni cristales en las ventanas. Él, con sus muchas décadas a la espalda y agarrado a una muleta, me acompañó hasta el final. Jamás me pidió nada, solo honradez. Era mi familia, mi compañero, el ejemplo de miles de compañeros que como él levantaron el sueño de un país mejor para todos. Peleaban por la libertad para ser libres, que enseñaba Fernando de los Ríos, luchaban por la igualdad que garantizara una España en equidad.

Por eso no caben excusas ante los hechos que estamos conociendo y que jamás pueden ser los comportamientos de un socialista y mucho menos de quienes han tenido las máximas responsabilidades en los últimos ocho años. Nadie tiene derecho a hacerles agachar la cabeza por comportamientos deshonestos y bochornosos, incompatibles con la militancia en nuestro partido.

La autocrítica nunca será demasiada y nuestra exigencia de ejemplaridad y limpieza debe ser máxima porque el PSOE no nos pertenece solo a los militantes. Nuestro partido forma parte de la vida de millones de españoles que nos han dado su confianza a través de su voto, que han sentido este partido suyo, el de sus padres, el de sus ilusiones, el PSOE es también suyo. Debemos ser los primeros en exigir ejemplaridad, en limpiar y en impedir que nada así vuelva a repetirse. Es nuestra responsabilidad.

Soy consciente de la situación tan compleja que nos ha tocado vivir. Hoy tenemos una derecha que se ha radicalizado con mensajes de odio envueltos en un discurso directo a las entrañas de quien sufre y lo pasa mal. Ante eso, el PSOE deben actuar con firmeza, ejemplaridad y contar con todos.

Escuchar dentro y fuera del partido a quien piensa diferente, cerrando la herida que todavía hoy sigue separando a miles de socialistas. Siendo capaces de generar la esperanza por una España que avance en libertad, en equidad, convivencia y respeto siempre será más fuerte que el miedo al odio, el enfrentamiento, la desigualdad y el recorte de los derechos. Incluyendo en esa esperanza la garantía de que lo que hemos conocido no puede volver a pasar.