Hasta hace poco, la carrera espacial consistía en ver quién llegaba primero. Hoy, la pregunta es otra: ¿quién podrá encender la luz en la Luna? Mientras empresas como Google o Nvidia imaginan satélites cargados de ordenadores para su Inteligencia Artificial, Rusia ha dado un golpe sobre la mesa con un plan mucho más terrenal (o lunar): instalar una pequeña central nuclear en la superficie de nuestro satélite.
Un reactor para 2036. La corporación espacial rusa, Roscosmos, ha firmado un contrato estatal con la empresa aeroespacial NPO Lavochkin para desarrollar una planta de energía nuclear lunar. Según informa Reuters, la fecha límite marcada en el contrato es 2036. Sin embargo, los tiempos políticos son mucho más agresivos: Yury Borisov, jefe de Roscosmos, ha situado la ventana operativa real entre 2033 y 2035.
Aunque los comunicados oficiales a veces evitan la palabra "nuclear" de forma directa, los participantes del proyecto despejan cualquier duda, el Instituto Kurchatov (líder en investigación nuclear en Rusia) y Rosatom (la compañía insignia atómico estatal) están al mando. Como señala el medio Interfax, el objetivo es alimentar la infraestructura de la Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS), un proyecto conjunto con China que busca pasar de las misiones de "ida y vuelta" a una presencia humana permanente.
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¿Pero por qué nuclear? Una colonia en la Luna se enfrenta a noches que duran 14 días terrestres. Durante ese tiempo, las gélidas temperaturas y la falta de luz hacen que las placas solares sean inútiles para mantener con vida a los astronautas o alimentar los sistemas de soporte vital.
Mikhail Kovalchuk, jefe del Instituto Kurchatov, explicaba en una entrevista con la agencia rusa TASS que Rusia debe "correr hacia adelante". Según este medio, el país busca consolidar su liderazgo mediante el "Proyecto Atómico 2.0", que incluye reactores de nueva generación y sistemas de ciclo cerrado. No se trata solo de ciencia; Rusia admite que socios como China e India han aprendido mucho de ellos y ahora son competidores directos.
Los ojos en el cielo: preparando el terreno. Para que el reactor ruso llegue a la Luna, Moscú ya está preparando la logística. Según informa otro comunicado de TASS, Rusia planea lanzar 52 satélites desde el cosmódromo de Vostochny. Entre ellos destacan los Aist-2T, capaces de crear modelos 3D del terreno lunar y monitorizar situaciones de emergencia. Es la infraestructura necesaria para que el "átomo lunar" no sufra el mismo destino que la fallida sonda Luna-25 en 2023.
El eje Moscú-Pekín: una alianza de largo alcance. Este despliegue no es un esfuerzo solitario. Como detalla Interfax, Rusia y China formalizaron su ambición en mayo de 2024 con un memorando de cooperación para la construcción conjunta de esta planta nuclear. No parten de cero: ambos países presentaron en 2021 una hoja de ruta que incluye cinco misiones conjuntas para desplegar módulos en la órbita y superficie lunar.
Mientras Rusia aporta su histórica ventaja en instalaciones nucleares espaciales, China aporta la capacidad científica y los recursos para que la Estación ILRS esté habitada permanentemente a partir de 2030.
El tablero de la nueva Guerra Fría. Washington no se ha quedado de brazos cruzados ante la alianza ruso-china. La NASA ha recibido una directiva clara de la administración actual, en la cual remiten que necesitan un reactor en la Luna para 2030. "Estamos en una carrera con China", afirmó Sean Duffy, secretario de Transporte y quien ha liderado esta directiva.
El trasfondo de esta urgencia no es solo el prestigio, sino el control de los recursos estratégicos. La Luna es el gran depósito de Helio-3, un isótopo extremadamente raro que se perfila como el "combustible del futuro" para la fusión nuclear. El temor de la Casa Blanca es que, si la alianza entre Rusia y China llega antes, podrán declarar "zonas de exclusión", bloqueando el acceso a este isótopo y otros metales esenciales para la industria tecnológica. Ante esta amenaza, EEUU ha elevado la potencia de su proyecto nuclear de los 40 kW originales a una potencia mínima de 100 kW.
Infraestructura sobre prestigio. La carrera espacial del siglo XXI ha dejado de ser una cuestión de prestigio para convertirse en una cuestión de infraestructura. Mientras las Big Tech intentan solucionar sus límites energéticos con promesas de servidores en órbita, Rusia y China han optado por el pragmatismo del reactor en suelo firme, pero lunar.
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La noticia
Mientras Silicon Valley sueña con servidores en órbita, Rusia prepara un reactor nuclear sobre suelo lunar
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Xataka
por
Alba Otero
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Mientras Silicon Valley sueña con servidores en órbita, Rusia prepara un reactor nuclear sobre suelo lunar
Moscú prepara el terreno desde la órbita: 52 satélites antes de posar el reactor
El proyecto es suministrar energía a la infraestructura de la Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS), una iniciativa conjunta con China
Hasta hace poco, la carrera espacial consistía en ver quién llegaba primero. Hoy, la pregunta es otra: ¿quién podrá encender la luz en la Luna? Mientras empresas como Google o Nvidia imaginan satélites cargados de ordenadores para su Inteligencia Artificial, Rusia ha dado un golpe sobre la mesa con un plan mucho más terrenal (o lunar): instalar una pequeña central nuclear en la superficie de nuestro satélite.
Un reactor para 2036. La corporación espacial rusa, Roscosmos, ha firmado un contrato estatal con la empresa aeroespacial NPO Lavochkin para desarrollar una planta de energía nuclear lunar. Según informa Reuters, la fecha límite marcada en el contrato es 2036. Sin embargo, los tiempos políticos son mucho más agresivos: Yury Borisov, jefe de Roscosmos, ha situado la ventana operativa real entre 2033 y 2035.
Aunque los comunicados oficiales a veces evitan la palabra "nuclear" de forma directa, los participantes del proyecto despejan cualquier duda, el Instituto Kurchatov (líder en investigación nuclear en Rusia) y Rosatom (la compañía insignia atómico estatal) están al mando. Como señala el medio Interfax, el objetivo es alimentar la infraestructura de la Estación Internacional de Investigación Lunar (ILRS), un proyecto conjunto con China que busca pasar de las misiones de "ida y vuelta" a una presencia humana permanente.
¿Pero por qué nuclear? Una colonia en la Luna se enfrenta a noches que duran 14 días terrestres. Durante ese tiempo, las gélidas temperaturas y la falta de luz hacen que las placas solares sean inútiles para mantener con vida a los astronautas o alimentar los sistemas de soporte vital.
Mikhail Kovalchuk, jefe del Instituto Kurchatov, explicaba en una entrevista con la agencia rusa TASS que Rusia debe "correr hacia adelante". Según este medio, el país busca consolidar su liderazgo mediante el "Proyecto Atómico 2.0", que incluye reactores de nueva generación y sistemas de ciclo cerrado. No se trata solo de ciencia; Rusia admite que socios como China e India han aprendido mucho de ellos y ahora son competidores directos.
Los ojos en el cielo: preparando el terreno. Para que el reactor ruso llegue a la Luna, Moscú ya está preparando la logística. Según informa otro comunicado de TASS, Rusia planea lanzar 52 satélites desde el cosmódromo de Vostochny. Entre ellos destacan los Aist-2T, capaces de crear modelos 3D del terreno lunar y monitorizar situaciones de emergencia. Es la infraestructura necesaria para que el "átomo lunar" no sufra el mismo destino que la fallida sonda Luna-25 en 2023.
El eje Moscú-Pekín: una alianza de largo alcance. Este despliegue no es un esfuerzo solitario. Como detalla Interfax, Rusia y China formalizaron su ambición en mayo de 2024 con un memorando de cooperación para la construcción conjunta de esta planta nuclear. No parten de cero: ambos países presentaron en 2021 una hoja de ruta que incluye cinco misiones conjuntas para desplegar módulos en la órbita y superficie lunar.
Mientras Rusia aporta su histórica ventaja en instalaciones nucleares espaciales, China aporta la capacidad científica y los recursos para que la Estación ILRS esté habitada permanentemente a partir de 2030.
El tablero de la nueva Guerra Fría. Washington no se ha quedado de brazos cruzados ante la alianza ruso-china. La NASA ha recibido una directiva clara de la administración actual, en la cual remiten que necesitan un reactor en la Luna para 2030. "Estamos en una carrera con China", afirmó Sean Duffy, secretario de Transporte y quien ha liderado esta directiva.
El trasfondo de esta urgencia no es solo el prestigio, sino el control de los recursos estratégicos. La Luna es el gran depósito de Helio-3, un isótopo extremadamente raro que se perfila como el "combustible del futuro" para la fusión nuclear. El temor de la Casa Blanca es que, si la alianza entre Rusia y China llega antes, podrán declarar "zonas de exclusión", bloqueando el acceso a este isótopo y otros metales esenciales para la industria tecnológica. Ante esta amenaza, EEUU ha elevado la potencia de su proyecto nuclear de los 40 kW originales a una potencia mínima de 100 kW.
Infraestructura sobre prestigio. La carrera espacial del siglo XXI ha dejado de ser una cuestión de prestigio para convertirse en una cuestión de infraestructura. Mientras las Big Tech intentan solucionar sus límites energéticos con promesas de servidores en órbita, Rusia y China han optado por el pragmatismo del reactor en suelo firme, pero lunar.