Oculto en la provincia de Burgos, encontramos un lugar rodeado de leyendas y misterio, un rincón que muchos locales asocian con el mismísimo infierno. Hablamos del Poceairón, un curioso fenómeno geológico ubicado en la localidad de Aldea del Pinar, en plena Sierra de la Demanda. Llegar hasta allí con una ruta de senderismo es toda una experiencia, una actividad perfecta para hacer en otoño y disfrutar de la naturaleza burgalesa.
El infierno que esconde Aldea del Pinar
Aldea del Pinar es un precioso pueblo serrano que cuenta con los ingredientes perfectos para vivir una escapada rural única. Allí, además, se encuentra el Poceairón, formado por una profunda cavidad creada por la erosión del agua que se ha ido filtrando durante siglos entre calizas y areniscas. Es una laguna de origen kárstico con forma prácticamente circular, de unos 50 diámetros en su parte más amplia.
Aunque para la creencia popular es mucho más: para unos, un abismo sin fin; para otros, un manantial cuyas aguas hierven al compás del inframundo. Y aún hay más: cuenta la leyenda que hace siglos un viajero curioso quiso explorar sus profundidades y jamás regresó. Dicen que días después su voz fue escuchada entre los ecos del pozo. Desde entonces, cuando sopla el viento en el valle, muchos aseguran que el aire parece murmurar su nombre.
Cómo llegar al infierno
El camino hasta el Poceairón desde Aldea del Pinar discurre entre senderos rodeados de pinos. Solo 1 kilómetro separa el núcleo del pueblo del lugar. A medida que uno se acera, el aire parece espesarse, los colores se apagan y los ruidos se amplifican. Entonces, aparece una boca oscura en medio de un paraje agreste, entre pinares silvestres, sabinas y enebros que crecen sobre un terreno pedregoso.
Alfombras de musgo y líquenes cubren el suelo en esta época del año, en contraste con el color cobrizo de los barrancos que tiñen las hayas. Los ciervos, corzos y jabalíes se dejan ver entre las sombras al amanecer, mientras el buitre leonado sobrevuela los riscos.
Entre setas y piedras milenarias
El otoño no solo trae leyendas a la Sierra de la Demanda: también es tiempo de setas. La micología es una de las joyas naturales de esta comarca, donde los pinares que rodean Aldea del Pinar, Palacios de la Sierra o Quintanar de la Sierra ofrecen una increíble variedad de especies. Níscalos, boletus, senderuelas o amanitas cesáreas atraen cada año a aficionados y expertos de toda España.
Los montes de la zona forman parte del Coto Micológico Pinares del Sur, incluido en la red MICOCYL de Castilla y León, con zonas reguladas y permisos de recolección, lo que garantiza una experiencia sostenible y respetuosa con el entorno. Caminar entre los bosques, con la cesta en la mano y el aire impregnado de resina, se convierte aquí en todo un ritual para locales y visitantes.
Pero no todo lo que esconde esta tierra nace del bosque. Otro de sus grandes tesoros nos transporta a la Alta Edad Media: las necrópolis rupestres excavadas en la roca de Cuyacabras, Revenga o Palacios de la Sierra, son testigos silenciosos de las comunidades que habitaron estas montañas hace más de mil años. Entre tumbas antropomorfas y lápidas talladas en la arenisca, el paisaje adquiere una belleza sobrecogedora, uniendo naturaleza e historia.
El infierno que esconde Aldea del Pinar
Aldea del Pinar es un precioso pueblo serrano que cuenta con los ingredientes perfectos para vivir una escapada rural única. Allí, además, se encuentra el Poceairón, formado por una profunda cavidad creada por la erosión del agua que se ha ido filtrando durante siglos entre calizas y areniscas. Es una laguna de origen kárstico con forma prácticamente circular, de unos 50 diámetros en su parte más amplia.
Aunque para la creencia popular es mucho más: para unos, un abismo sin fin; para otros, un manantial cuyas aguas hierven al compás del inframundo. Y aún hay más: cuenta la leyenda que hace siglos un viajero curioso quiso explorar sus profundidades y jamás regresó. Dicen que días después su voz fue escuchada entre los ecos del pozo. Desde entonces, cuando sopla el viento en el valle, muchos aseguran que el aire parece murmurar su nombre.
Cómo llegar al infierno
El camino hasta el Poceairón desde Aldea del Pinar discurre entre senderos rodeados de pinos. Solo 1 kilómetro separa el núcleo del pueblo del lugar. A medida que uno se acera, el aire parece espesarse, los colores se apagan y los ruidos se amplifican. Entonces, aparece una boca oscura en medio de un paraje agreste, entre pinares silvestres, sabinas y enebros que crecen sobre un terreno pedregoso.
Alfombras de musgo y líquenes cubren el suelo en esta época del año, en contraste con el color cobrizo de los barrancos que tiñen las hayas. Los ciervos, corzos y jabalíes se dejan ver entre las sombras al amanecer, mientras el buitre leonado sobrevuela los riscos.
Entre setas y piedras milenarias
El otoño no solo trae leyendas a la Sierra de la Demanda: también es tiempo de setas. La micología es una de las joyas naturales de esta comarca, donde los pinares que rodean Aldea del Pinar, Palacios de la Sierra o Quintanar de la Sierra ofrecen una increíble variedad de especies. Níscalos, boletus, senderuelas o amanitas cesáreas atraen cada año a aficionados y expertos de toda España.
Los montes de la zona forman parte del Coto Micológico Pinares del Sur, incluido en la red MICOCYL de Castilla y León, con zonas reguladas y permisos de recolección, lo que garantiza una experiencia sostenible y respetuosa con el entorno. Caminar entre los bosques, con la cesta en la mano y el aire impregnado de resina, se convierte aquí en todo un ritual para locales y visitantes.
Pero no todo lo que esconde esta tierra nace del bosque. Otro de sus grandes tesoros nos transporta a la Alta Edad Media: las necrópolis rupestres excavadas en la roca de Cuyacabras, Revenga o Palacios de la Sierra, son testigos silenciosos de las comunidades que habitaron estas montañas hace más de mil años. Entre tumbas antropomorfas y lápidas talladas en la arenisca, el paisaje adquiere una belleza sobrecogedora, uniendo naturaleza e historia.