Que la oposición se dedique a apretar y que el Gobierno utilice el comodín del poder para agotar cada legislatura son usos y costumbres. Pero no es lo usual que el Ejecutivo aparente no inmutarse e incluso se ría –podría ser un caso de ataraxia o simplemente nervios– ante la imposibilidad de aprobar unos Presupuestos -y cualquier ley- y el ingreso en prisión de su núcleo duro por escandalosos casos de corrupción. No pasará mucho tiempo antes de que sepamos cómo impacta en el estado de la nación este vuelco en los usos y costumbres de la democracia española.