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En la primera carta que, al asentarse en Nueva York, remite Federico García Lorca a su familia, el 28 de junio de 1929, el poeta muestra el desbordante entusiasmo por encontrarse en aquella megalópolis, compartiendo cómo le impresionó, entre otros lugares, el cinematográfico y teatral ... Broadway.
Apenas unos meses más tarde, a principios de diciembre, de nuevo por carta y a sus familiares, señala: «Creo que hago las mejores cosas que han salido de mi pluma seguramente». Al principio de 1930 abundaría en esa idea respecto a la calidad de su escritura y da noticias de su 'Poeta en Nueva York': «Creo que el poema que yo estoy realizando de New York con gráficos, palabras y dibujos es una cosa intensísima, 'tan intensa' que no 'entenderán' y provocará discusiones y escándalo» (22 de enero de 1930). Entre esos dibujos se hallan autorretratos en los que, entre rascacielos y como un esquemático personaje, su rostro es surcado por distintas lunas crecientes.
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En la ciudad norteamericana también empezó a escribir su trascendental obra teatral 'El Público', que le ocupó varios años, estrenándose en España en 1986. En cambio, hasta unos años más tarde, no apareció el único guion cinematográfico que realizara Lorca y que, como 'El Público' y 'Poeta en Nueva York', empezaría a escribir en la 'Gran Manzana', en este caso a finales de 1929.
Solamente una más que ambigua alusión a un filme propio hallamos en su correspondencia. Se trata de una carta que envía, en el verano de 1930 desde Granada, a su regreso de EE.UU. y Cuba, a Dalí: «Deseo que conozcas mis cosas nuevas, así como la pequeña película que he hecho con un poeta negro de New York, que se estrenará cuando yo vuelva en un cine admirable de la Calle 8 donde dan todas las producciones rusas y alemanas».
Ese desconocido guion cinematográfico es encontrado en 1989 por la viuda de Emilio Amero, pintor y fotógrafo mexicano con el que entabla amistad en Norteamérica y que sería el encargado de intentar materializar el proyecto. 'Viaje a la luna' es su título, pero lejos de ser una travesía espacial, este texto, compuesto por 72 escenas, es una suerte de auto-exploración. En el centenario del nacimiento del poeta, en 1998, el artista Frederic Amat filmó un cortometraje en el que traducía fielmente a imágenes aquellas palabras del poeta, de por sí profundamente visuales e incluso con inequívocas indicaciones de recursos cinematográficos.
Lorca, en los textos de esas escenas, de apenas unas palabras o, a lo sumo, varias frases, se refiere a dobles exposiciones, «triple exposición», fundidos, trávelin, cambia de negativo a positivo y de positivo a negativo; indica «la cámara baja con gran ritmo acelerado», «gran plano de ella»; o, entre otras, describe un contrapicado y un plano subjetivo. Ello funda la posibilidad de hablar de un Lorca cineasta como se habla del poeta, dramaturgo, conferenciante, dibujante o músico. 'Viaje a la luna' se pensó como una película muda y no es difícil advertir el imaginario surrealista.
A finales de 1929, cuando Lorca comienza a escribir el guion, sabe de 'Un perro andaluz' (estrenada apenas tres semanas antes de viajar a Nueva York), la película de Buñuel y Salvador Dalí. Precisamente, los planos más conocidos de ésta, merced a la continuidad que ofrece el recurso del 'racord', son los de un globo ocular presto a ser rajado y sucedido por una luna llena cruzada por unas nubes.
La entomología, universo que atrajo a los surrealistas y que ocupó lienzos dalinianos y algunos planos de 'Un perro andaluz' (una mano repleta de hormigas), hace acto de presencia en la primera escena del guion lorquiano, concretamente –y he aquí otra posible correspondencia– unas hormigas que cubren una cama y que surgen de unos números dispuestos sobre ella. Justamente, podemos ver aquí fotografías de esa primera escena.
'Viaje a la luna' se empezó a rodar en torno a 1931-32 (se exponen unas fotografías de Lola Álvarez Bravo que documentan el equipo y proceso de trabajo), pero el asesinato de Lorca al inicio de la Guerra Civil frustró la finalización de la película. El Centro Federico García Lorca de Granada, con la exposición 'Viaje a la luna', aborda el contexto en el que se originó el guion, el inicio del rodaje y ese Lorca que vivía entonces en EE.UU. (con anterioridad, entre junio y octubre, se programó en el CCA Wattis Institute for Contemporary Arts de San Francisco).
Afortunadamente, en los últimos años han aparecido nuevos elementos y se han aportado datos sobre el escasísimo material que actualmente conocemos y que se puede presenciar en esta muestra. No pretende esta exposición únicamente hacernos accesible ese contexto a través de fotografías, documentos y dibujos del poeta, aunque el guion (el original o la transcripción de éste) brilla por su ausencia y el recorrido expositivo no cuenta con textos de anclaje; también aspira a 'fabular visualmente' un relato en imágenes, a partir de obras de artistas contemporáneos y de otros coetáneos de Lorca (Norah Borges, Benjamín Palencia y Dalí), que pueda generar un imaginario convergente con el guion lorquiano.
La comunicación de la exposición, incluido el único texto que encontramos en el montaje, genera expectativas que no se cumplen respecto a la articulación y capacidad del material expositivo para abordar el contexto socio-político en el que fue concebido el guion, así como la tentativa de proponer una suerte de comparación o correspondencia con nuestro presente.
Efectivamente, un siglo después parecen reproducirse ciertos escenarios amenazantes, o cuanto menos desasosegantes –incluso en la actualidad se cercenan algunas libertades por las que luchó Lorca mediante su vida y obra–, pero inferir que las piezas que se muestran, las de entonces y las actuales, señalan las mismas lacras, es difícil de sostener, más allá de ser productos de tiempos extraña y peligrosamente familiares. La idea vertida de que la exposición «imagina lo que la película pudo haber sido» hace albergar una idea que acaba por no corresponderse con la realidad.
Dicho esto, y aunque pudiera parecer una contradicción, la exposición consigue –si me apuran– algo más importante e interesante: nos sitúa ante la noción de poesía que tenía Lorca, nos hace experimentarla a través de sus dibujos y de esa 'alianza' que proponen los comisarios con artistas de 'dos tiempos', de su presente y del nuestro.
Así, 'Viaje a la luna' es extrañamente bella y bellamente extraña, inquietante por momentos y punzante en otros, pero la sucesión de piezas, con un buen número firmadas por Lorca, obliga a buscar el sentido a todas ellas, que 'hacen las veces' de las escenas del guion, conduciéndonos a morar una atmósfera en la que intuimos la trascendencia de esa exploración íntima que se llevó a cabo en este texto, en el que aparecen nombres y pasajes que pueden remitir a su biografía y a la frustrada relación con Emilio Aladrén, tal como ocurre en 'El Público'.
La sucesión de obras en sala parece replicar la sucesión de escenas en el guion. Lo aparentemente inconexo de las mismas produce ese extrañamiento tan querido por los surrealistas, el 'dépaysement'. Lorca definía la poesía como la unión de dos palabras que se encuentran inesperadamente y que «forman algo así como un misterio... Poesía es 'Ciervo Vulnerado'».
Aquí, en estos encuentros, nos hallamos en pleno misterio. Son numerosas las piezas que se aproximan visualmente al guion, especialmente las del granadino –como es obvio–, evidenciando cómo palabra e imagen son vasos comunicantes en su caso; incluso se expone un dibujo que es citado en el texto cinematográfico ('Muerte de Santa Rodegunda').
En ocasiones se establecen ricos guiños y diálogos entre los dibujos lorquianos y las piezas de otros autores, actuando como resonancia del guion. No son pocas las obras contemporáneas que se engarzan con pertinencia en relación a las escenas escritas, como las cabezas escultóricas de Rodrigo Hernández o las alusiones al cuerpo yacente y desmembrado, tan presentes en el texto y las imágenes del poeta, que encontramos en June Crespo, Jorge Satorre o Marie Lund. La instalación de Álvaro Urbano es sencillamente maravillosa y misteriosa, adaptándose al sentido que tenían para los surrealistas y para Lorca estos conceptos –verdaderamente abduce, sublima–.
Centro Federico García Lorca. Granada. Plaza de la Romanilla, s/n. Comisarios: Diego Villalobos y Rodrigo Ortiz Monasterio. Hasta el 19 de abril. Tres estrellas
Por otro lado, el guion de Lorca y las fotos de Amero de las primeras escenas, con dobles exposiciones en las que se entrelazan motivos, evidencian cómo los artistas afines al Surrealismo descubrieron el potencial del cine, con soluciones como los fundidos encadenados, para dar pie a metáforas o desdoblamientos como los que dibujaba el poeta.
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