Dos agentes de la policía peruana lo sacan del edificio y lo reducen tumbándolo bocabajo en el suelo.
-Danos tu nombre completo -le ordena uno de ellos mientras el otro le esposa las manos a la espalda.
-Christian Mejía Yauri -miente el individuo proporcionando la identidad falsa bajo la que ha estado viviendo los últimos 15 años.
-¿Él eres tú? -dice el agente mostrándole las fotografías que aparecen en la orden de búsqueda y captura internacional emitida contra Christian Hernán Yong Granadino, a quien la policía española busca desde 2010 por el asesinato de Silvia Rodríguez Fernández, de sólo 16 años.
-Yo soy Christian Mejía Yauri, señor -vuelve a faltar a la verdad.
-¿Quién es él? -insiste el agente acercándoles las imágenes del reclamado a la cara.
-No lo sé, señor.
El sujeto aún lleva puesto el chaleco de color amarillo que lo identifica como operario de la empresa Alimentos Cielo Sac, dedicada a la producción de productos de primera necesidad, como aceites vegetales, harinas o pasta, y ubicada en el distrito de Lurín, unos kilómetros al sur de la capital, Lima. Ahí estaba trabajando el presunto asesino.
-Christian Hernán Yong Granadino, con orden de captura internacional por la Policía Española, usted está detenido. Vamos a llevarlo para identificarlo plenamente. ¿Conforme? -procede el agente de la Dirección de Investigación de Trata de Personas y Tráfico Ilícito de Migrantes de la Policía Nacional de Perú (DIRITPTIM-PNP) a oficializar el arresto. Eran las 14.00 horas del pasado viernes 5 de diciembre de 2025.
Probablemente la última vez que Christian, de 45 años, usó su verdadera identidad fue el 10 de noviembre de 2010, cuando cogió un avión en el aeropuerto madrileño de Barajas con destino a Lima.
Unas horas antes, un hombre que rebuscaba en los contenedores de basura de Leganés había hecho el macabro hallazgo. Al indigente le había llamado la atención una maleta de color verde que habían arrojado a la basura en las cercanías del número 5 de la calle Alemania, a unos 50 metros del edificio donde vivía Christian.
Como la maleta pesaba, el indigente la abrió por si había algo de su interés dentro. Lo que encontró fue el cadáver de una adolescente, rubia y muy maquillada. Estaba completamente desnuda salvo por el pañuelo blanco que tenía atado al cuello y que tapaba el corte de oreja a oreja que le habían hecho con un machete. La habían degollado.
Aunque en un principio la Policía pensó que podría tratarse de una prostituta, en seguida se descartó. Se trataba de Silvia Rodríguez Fernández, de 16 años, a quien su familia echaba de menos desde el día anterior.
Silvia Rodríguez Fernández, de 16 años.E. M.La menor, relataban los suyos -su madre, Sagrario; su hermana, Verónica, y su padrastro, Antonio- había acudido como todos los días al instituto Humanejos, en Parla, donde estudiaba peluquería. Comió con su madre y su hermana en casa, donde estuvo hasta que a las 19.00 horas fue a buscarla una amiga colombiana con la que se marchó. Lo siguiente que supieron es que la habían encontrado muerta dentro de un contenedor.
Si a la familia se le preguntaba quién podía haber matado a Silvia, en quién recaían sus sospechas, se obtenía una respuesta clara: Christian Hernán Yong Granadino. Había sido la pareja de Silvia hasta un par de semanas antes de su asesinato.
La Policía acudió a buscar al susodicho a la vivienda donde residía, pero el joven, de 30 años entonces, se había marchado apresuradamente. A su casera le había dicho que viajaba urgente a Perú porque tenía un familiar enfermo.
Christian había llegado a España -relataban entonces los medios de comunicación- en 2003, con su madre, quien trabajaba como interna en la zona de Plaza de Castilla. Pronto él se independizó y se trasladó a Leganés, donde se instaló con una familia que alquilaba una habitación.
Los perfiles que se elaboraron de él recogen que no se le había conocido empleo alguno y que vivía del trabajo de sus parejas. Otras fuentes lo relacionaban con la banda de los Latin King, pero no había ningún expediente policial a su nombre, estaba limpio. Lo apodaban Chuki, no se sabía muy bien por qué.
A Silvia la había conocido cuando ella tenía 14 años y él 28. Mantuvieron durante un par de años una relación en la que abundaron las vejaciones y los malos tratos físicos hasta que ella se envalentonó y rompió.
Eso sucedió, contaban familiares y amigas, 15 días antes de su muerte. «A partir de entonces, Chuki comenzó a acosarla. Le enviaba mensajes a todas horas y se presentaba en su lugar de trabajo para vigilarla. Cuando se emborrachaba iba a la casa de Silvia y le pateaba la puerta», describían.
La reacción de Christian tras la ruptura, unido a la fuga y a que en el cadáver aparecieron restos de su ADN llevaron a la emisión de una orden de busca y captura internacional contra él. Christian Hernán Yong Granadino, además, había comprado el billete con destino a Lima antes del asesinato de Silvia, lo que podría indicar que el crimen había sido premeditado. Pasaron años sin que el reclamo policial diera resultado.
El caso parecía abocado al cajón de los de «sin resolver», pero hace justo un año, en diciembre de 2024, se desempolvó y se le volvió a dar un nuevo impulso. La Policía Nacional lanzó una alerta para tratar de localizarlo y su nombre se incorporó a la lista de los más buscados de la Europol. Se adjuntó una imagen antigua del fugitivo y una recreación de cómo podría ser su aspecto ahora.
El general peruano Juan Ávila, director de Trata de Personas de la DIRITPTIM, no ha dado muchos detalles sobre cómo lograron desenmascarar lo. «El personal obtuvo información de que el requisitoriado se encontraba en las inmediaciones de la empresa de Alimentos Cielo», decía. «Se montó un operativo de seguimiento de tres días hasta lograr su captura».
Pendiente de su extradición a España, resuenan las palabras que el padrastro de Silvia, Antonio, pronunció hace 15 años: «Ojalá le caiga todo el peso de la ley y en lugar de cumplir 25 años tenga que cumplir 400».