España se ha quedado definitivamente fuera de la mesa de las decisiones este año. Ya en 2024 el giro que comenzó a dar Europa puso de manifiesto que las prioridades del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no eran precisamente las que estaba empezando a abrazar la Unión Europea. Pero en este 2025 el arrinconamiento ha sido muy notorio.
El país ya no está en la mesa de las grandes decisiones, y una muestra muy evidente de ello es que llega siempre tarde a los comunicados y reuniones sobre Ucrania. Este arrinconamiento comenzó al tiempo que Sánchez ponía cada vez más reparos para elevar el gasto militar, y tuvo su escenificación en la cumbre de la OTAN de La Haya: el presidente del Gobierno figura totalmente apartado en la fotografía de familia.
Lo siguiente fue quedarse apartado también de lo que en el ámbito diplomático se comenzó a denominar como "el grupo de Washington", esto es, los países que acompañaron a Volodímir Zelenski cuando en agosto se reunió con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Allí estuvieron Friedrich Merz, Emmanuel Macron, Giorgia Meloni o Keir Starmer, además de Ursula von der Leyen, Antonio Costa o la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, entre otros. Sánchez, no.
Y en las últimas reuniones importantes, el presidente tampoco ha estado presente. En esto, además de que su rechazo a aumentar el gasto no ha gustado a muchos socios, también pesa la situación interna: en el último encuentro para decidir el futuro de la paz y de Europa, Sánchez no se desplazó a Berlín y prefirió quedarse en España presentando el abono transporte.
El profundo cambio que la UE ha dado en materia de inmigración también ha colaborado activamente en el arrinconamiento de España. Sánchez se ha quedado prácticamente solo en su rechazo a los centros de deportación fuera de la UE, y mientras Europa aprueba el modelo Meloni el Ejecutivo español sigue mostrando sus "serias dudas jurídicas, políticas y económicas" y subraya que podrían provocar un "impacto negativo" en las relaciones bilaterales con socios clave en la prevención de la migración irregular en origen. Nadie parece hacerle caso y, también aquí, se queda fuera de las reuniones clave que de forma paralela llevan a cabo buena parte de las capitales. Aunque, en este caso, el Gobierno lo hace por voluntad propia.
Está además la defensa de la transición verde y el fin de los motores de combustión que, una vez más, no es el camino que ha decidido seguir la UE. "Rechazamos que los vehículos de combustión u otras tecnologías sin eficacia demostrada puedan seguir comercializándose más allá de 2035", decía Sánchez por carta hace apenas unos días. Pero Alemania e Italia han presionado mucho para deshacer parte de las medidas adoptadas en la legislatura pasada, cuando España sí estaba en el centro de decisiones, y permitir que los coches de gasolina y diésel se puedan seguir produciendo y vendiendo en Europa.
La industria automovilística europea se encuentra en un momento muy complicado, y la economía en su conjunto está perdiendo competitividad a pasos agigantados. Si a ello se le sumaba el fin de estos vehículos, el obstáculo podría haber sido insalvable. Y eso es lo que ha querido evitar la Comisión Von der Leyen II, la misma que tiene a Teresa Ribera como vicepresidenta primera para la Transición Limpia, Justa y Competitiva. La incomodidad que mostró la pasada semana en Estrasburgo, cuando fue preguntada por esta decisión, evidencia el malestar que todo esto le provoca.
Tampoco el acercamiento de España a China ayuda a que Sánchez lidere la UE. Desde el Ejecutivo se vende esta situación como una forma de Europa de abrir camino y mejorar las relaciones con el país asiático, pero en muchas grandes capitales esta situación no acaba de gustar. Por ejemplo, el ministro de Exteriores de Alemania, Johann Wadephul, ha sido muy crítico con las políticas comerciales del Ejecutivo de Xi Jinping, y las relaciones son tan complicadas que está previsto que el canciller Merz se desplace en viaje oficial a Pekín para tratar de reconducir las relaciones.
Francia, por su parte, se ha enfrentado a Shein y Países Bajos llegó a nacionalizar Nexperia, compañía de microchips cuya matriz es la china Wingtech. El Gobierno español, en cambio, ha dejado en manos de Huawei contratos sensibles con Interior que incluso la Comisión Europea ha criticado. "Tiene el potencial de generar una dependencia de un proveedor de alto riesgo en un sector crítico y sensible", y que esto aumenta "el riesgo de injerencia extranjera", tal como ha señalado en más de una ocasión la vicepresidenta para la Soberanía Tecnológica, la Seguridad y la Democracia, Henna Virkkunen.
Y por si quedaba alguna duda de la notable pérdida de relevancia de España, el último Consejo Europeo del año fue muy ilustrativo. En esa reunión de presidentes y primeros ministros se tomaron dos decisiones muy importantes: no sellar el acuerdo UE-Mercosur y emitir deuda conjunta en lugar de emplear los activos rusos para dar apoyo financiero a Ucrania. Los nombres que lideraron esa noche aciaga para la UE fueron Meloni y Macron impidiendo el acuerdo comercial y apoyando los eurobonos, y Merz y Von der Leyen como grandes perdedores. El presidente del Consejo, Antonio Costa, también tuvo un peso muy importante desbloqueando el crédito aunque sea a costa de emitir deuda, e incluso el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, jugó un papel destacado al inhibirse y permitir que se suscribiese la emisión por interés propio, claro. Pero de Sánchez, según las fuentes consultadas, no hubo ninguna noticia.