En la carta a los Reyes del Gobierno a buen seguro que una de las peticiones que figura es la de poder volver a escribir la lista de deseos desde La Moncloa en 2026. Esto es, el regalo que quieren es otro año más en el poder para tratar de agotar la legislatura. El Ejecutivo cierra el año en una situación crítica, de debilidad tanto política como parlamentaria, pero con la decisión firme, a día de hoy, de Pedro Sánchez de no adelantar elecciones y llegar a 2027. Pese al parón y las vacaciones, La Moncloa reflexiona estos días sobre la estrategia y las medidas a tomar al regreso para tener la iniciativa política. Pero 2026 despunta como una prueba del algodón con un calendario judicial y unas investigaciones que hacen contener el aliento a los socialistas. «Está claro que no tenemos el control de los tiempos», lamentan fuentes gubernamentales, sabedoras de que no está en sus manos tener las riendas de la agenda mientras dependan de decisiones de la Justicia y de las pesquisas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
«Queda mucho por hacer», trasladan los ministros en esa pretensión de dar imagen de estabilidad y permanencia. «Estamos en el ecuador de la legislatura y eso siempre obliga a una reflexión», dicen en La Moncloa, en alusión a que en este tramo final se añaden elementos clave como que los socios de gobernabilidad busquen distancia para marcar perfil y autonomía de cara a pedir el voto, una circunstancia que se ha acrecentado por los casos de presunta corrupción y denuncias por acoso sexual que cercan a los socialistas. «Se trata de dar un nuevo impulso más que cambiar el Gobierno», sostienen para justificar la negativa del jefe del Ejecutivo a acometer una remodelación de calado como exigía su socio menor, Sumar.
Ocurrió en el último Consejo de Ministros de 2025 y volverá a ocurrir en el arranque del año: la agenda socioeconómica será la palanca con la que tratar de asomar la cabeza. En ese propósito se enmarca el querer presentar unos Presupuestos expansivos durante el primer trimestre de 2026, aún a sabiendas de que parecen una misión imposible y que en el seno del Ejecutivo ya se trabaja con el escenario más probable de no tener Cuentas Públicas en toda la legislatura.
La Moncloa se aferra a la buena marcha de la economía, los datos macro -crecimiento, creación de empleo, fondos europeos...- como salvavidas para mantenerse a flote en plena tormenta.
Pero el juicio a José Luis Ábalos por la trama de las mascarillas en pandemia; la presunta trama corrupta de amaños de contratos que operaba en el PSOE y el Gobierno con Santos Cerdán a la cabeza; el juicio al hermano de Pedro Sánchez por un supuesto caso de enchufe en la Diputación de Badajoz; las investigaciones en marcha sobre la esposa del jefe del Ejecutivo; la relativa a los pagos en metálico del PSOE; la que indaga en los presuntos amaños y gestiones en el marco del caso Leire, la conocida como fontanera del PSOE; el Me Too en el seno del partido socialista -que también afecta a cargos del PP- y un ciclo electoral, a priori adverso, siembran un futuro incierto para los socialistas, a merced de cómo evolucionen todos estos asuntos.
Ese cúmulo de investigaciones golpea dos pilares del discurso del PSOE: la lucha contra la corrupción y el feminismo. Instala una sensación de resignación dentro del partido y el Ejecutivo: «Sólo nos queda seguir trabajando a tope». «Afrontamos la situación con estoicismo y sangre fría», expone un alto cargo del Gobierno. «Nuestra gente está convencida de que robaban para ellos», apuntan desde la sala de máquinas del partido, en esa labor de perimetrar los escándalos, buscando aislar a Ferraz y La Moncloa.
«Muchas investigaciones son indiscretas y prospectivas», se quejan miembros del Gobierno. «Hay mucha gente trabajando para la derecha», reflexionan, ahondando en ese choque con algunos jueces que, entienden ellos, están «haciendo política». Ese «mucha gente» engloba a políticos, medios, jueces... hasta a los obispos.
Aunque pueda sorprender o sonar incomprensible, en el centro de poder en España mantienen que siguen enterándose de las «informaciones y novedades por los medios de comunicación» de los casos que les rodean. «Yo creo poco en las casualidades», desliza un miembro del Ejecutivo.
Toda esta tormenta que envuelve a los socialistas se completa con la falta de una mayoría en el Congreso tras la ruptura de Junts, la distancia que ha puesto Podemos y las dudas de los socios sobre la salud de la legislatura y el hecho de llegar hasta 2027. La utopía de los Presupuestos es la máxima expresión de esa debilidad, aunque los socialistas contrarrestan esa percepción de parálisis arrojando datos: en dos años han aprobado 52 leyes y han ganado el 91% de las votaciones en el Congreso. Pero aunque sacan músculo, es un hecho también que mucha acción de Gobierno se opera desde el Consejo de Ministros buscando evitar el examen de la Cámara Baja. «Hacemos y vamos a seguir haciendo muchas cosas que no necesitan de convalidación», expone un ministro. «El Gobierno gobierna en el Consejo de Ministros, donde impulsamos medidas todos los martes».
Aunque las elecciones en Extremadura han constatado su falta de eficacia, el Ejecutivo sigue apelando al miedo a la derecha y la ultraderecha como pegamento para un bloque en el que sus socios buscan exprimir réditos políticos. Sánchez presenta a su Gobierno y al PSOE como «dique» o «muro» frente al avance de Vox, pero los datos demoscópicos y las urnas muestran que la formación de Santiago Abascal está en crecimiento. En La Moncloa y en Ferraz apelan a que siete años después de llegar al poder tienen «la misma intención de voto que entonces». Y añaden: «Somos el único partido de la historia de la democracia que mantenemos los datos pasados los años». El PSOE logró el 31,7% de los votos en las generales de 2023. El promedio de las encuestas publicadas los sitúa en torno al 29%. El CIS de Tezanos los dispara al 31,4%. La última encuesta de Sigma Dos para EL MUNDO los deja en un 27,3%.
«La incertidumbre no está ni en el PP ni en el PSOE. Está en la izquierda», sostienen fuentes gubernamentales. La preocupación en La Moncloa está en cómo se va a reconfigurar el espacio que lidera Yolanda Díaz. Asumen que el entendimiento con Podemos no será posible. Su análisis es que esa disputa y el que haya o no una candidatura de unidad o tres listas en una comunidad puede ser determinante en más de una decena de provincias y en la pugna con Vox por quién es tercera fuerza.
Pero ellos también se la juegan. 2026 es un año electoral con un calendario, en principio, adverso para el PSOE: Aragón, Castilla y León y Andalucía. Insisten en La Moncloa que el Ejecutivo «no va a caer» por muy mal que se les dé, pero con dos ministras candidatas como Pilar Alegría y María Jesús Montero un mal resultado pondrá el foco en La Moncloa.
En ese calendario con fechas clave hay dos que el Gobierno considera que serán hitos: la aplicación de la amnistía a Carles Puigdemont, que prevén «será un antes y un después» y ayudará a retomar la relación con Junts y la culminación del desembolso de los fondos europeos.