Saturday, 13 de December de 2025
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Es tentador empezar una "dieta milagro" a contrarreloj para llegar a la Navidad. Los expertos tienen algo que decir

Es tentador empezar una "dieta milagro" a contrarreloj para llegar a la Navidad. Los expertos tienen algo que decir
Artículo Completo 1,483 palabras
Hemos llegado a diciembre y, con él, se encienden las luces de Navidad y también una carrera silenciosa que se repite cada año. Mientras se acumulan cenas de empresa, encuentros con amigos y reuniones familiares, miles de personas inician lo que podríamos llamar "el último sprint": perder peso rápido antes de sentarse a la mesa en Navidad.  Pero detrás de este sprint hay un fenómeno mucho más complejo. Uno que tiene raíces sociales, emocionales y biológicas, y que esconde un efecto perverso. Las dietas exprés enseñan al cuerpo a ser más eficiente guardando energía, lo que termina provocando que, tras perder peso rápido, lo recuperemos y a veces incluso más. El sprint prenavideño. Cada diciembre se activa un reflejo casi automático, la sensación de tener que "llegar bien" a las fiestas. La psicóloga especializada en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), Sara Bolo, nos ha explicado en Xataka que este fenómeno no es casual, sino un patrón que se repite año tras año. "Las Navidades son una época señalada, donde volvemos a ver a familiares o amigos que no vemos todos los días. Y con eso reaparecen los comentarios sobre el cuerpo: 'te veo más delgada', 'te has engordado'…". Esa dinámica, tan habitual como dañina, multiplica la presión estética y convierte la convivencia en un examen corporal silencioso.  A ese contexto se suma otro ingrediente, los propósitos que no llegaron a cumplirse. "Llegamos a diciembre con la idea del New Year, New Me que anunciamos en enero —señala Bolo— y aparece la urgencia por demostrar que hemos logrado algo". Esa mezcla de autoexigencia y cierre de ciclo empuja a muchas personas a tomar decisiones drásticas en muy poco tiempo.  En Xataka Ser vegano te hace biológicamente más joven, pero no por la razón que crees: la clave oculta de la restricción calórica Un factor más allá. Y no es solo presión estética o frustración, también está el miedo anticipado. Según Bolo, es frecuente que algunas personas restrinjan su alimentación en las semanas previas pensando que así "compensan" por adelantado las comidas navideñas. "Se convierte en una preparación defensiva. No quiero que me digan nada, no quiero sentir culpa, así que empiezo a restringir antes", detalla. Esa urgencia es exactamente la que observa también la dietista-nutricionista Laura Jorge, directora de los centros que llevan su nombre. Desde su consulta, diciembre siempre tiene el mismo perfil, más peticiones de "soluciones rápidas", más promesas de pérdida de peso exprés y más ansiedad. "Cada año vemos un aumento de personas que buscan perder X kilos 'antes de las fiestas'. Es un patrón muy claro", nos ha explicado en una entrevista. Tres elementos se repiten: urgencia, culpa y pensamiento dicotómico —"ahora me restrinjo, y en Navidad ya comeré"—. Lo que empieza como un sprint, coinciden ambas expertas, suele terminar siendo una trampa emocional y metabólica. El enemigo escondido. La ciencia lo explica sin rodeos, cuando sometemos al cuerpo a una restricción calórica extrema y repentina, el organismo activa mecanismos de supervivencia, no de adelgazamiento. Según detalla Jorge, el metabolismo se desacelera, aumenta el hambre, disminuye la saciedad y el cuerpo empieza a utilizar masa muscular como fuente de energía. Esto no solo dificulta mantener la pérdida de peso, sino que reduce el gasto metabólico basal, haciendo que engordemos con mayor facilidad después. Las investigaciones científicas respaldan estas observaciones. Un estudio del New England Journal of Medicine demostró que, tras perder peso, la leptina —hormona de la saciedad— seguía baja y la grelina —hormona del hambre— seguía elevada incluso 12 meses después, aunque la persona ya hubiera recuperado parte de su rutina alimentaria. Los autores concluyen que estas adaptaciones crean "un entorno fisiológico que favorece la recuperación de lo perdido". Además, hay que tener en cuenta el factor de la genética. Un estudio de 2024 publicado en International Journal of Obesity apunta que no todo el mundo responde igual, algunas personas, tras ciclos repetidos, desarrollan mayor riesgo de resistencia a la insulina o adiposidad visceral. La otra cara. La pérdida rápida de peso tiene un efecto emocional inmediato y es que parece un éxito. "Subes a la báscula, ves menos kilos y sientes una euforia inmediata", reconoce Sara Bolo. Pero es un espejismo. Cuando el peso vuelve —como suele ocurrir— aparece el derrumbe emocional: culpa, frustración, vergüenza, pensamientos absolutos ("soy un fracaso", "no tengo fuerza de voluntad"). Encima, el entorno refuerza esta dinámica porque se felicita la delgadez y se censura la ganancia, incluso con comentarios "inocentes". Este vaivén deteriora la autoestima y alimenta comportamientos de restricción que, lejos de resolver el problema, lo intensifican. Una puerta que es mejor no abrir. "La dieta restrictiva es el primer paso de cualquier TCA", afirma la psicóloga. El control rígido, el conteo obsesivo de calorías, evitar comidas sociales o clasificar alimentos como buenos o malos son señales tempranas. Y Navidad es uno de los momentos donde más se manifiestan. Laura Jorge coincide: "En estas semanas vemos personas que empiezan a hablar obsesivamente de compensar, saltarse comidas o hacer ejercicio compulsivo. Son señales que no deben ignorarse". La combinación de presión estética, abundancia de estímulos y comentarios puede activar un TCA latente o agravar uno existente. Cuando el comentario "inocente", no lo es. La responsabilidad social es evidente. Las expertas recuerdan que comentarios tan comunes como: "Uy, ¿ya estás repitiendo?"."Qué bien, estás más delgada"."Después de estas comidas, mañana a dieta". Detrás de todas estas frases, le sigue una risa fina que para muchos suena como un estruendo. Y es que como afirman las expertas no solo son innecesarios, sino potencialmente dañinos. "Hay que cuidar el lenguaje", resume la nutricionista. "No felicitar por perder peso, no comentar cuerpos propios o ajenos, no presionar para comer ni para dejar de comer". La presión estética empieza muchas veces en un comentario que parecía inofensivo. Entonces, ¿cómo podemos acompañar? Para quienes viven las comidas navideñas con miedo a perder el control, la clave no está en el plato, sino en el entorno. La psicóloga Sara Bolo insiste en que acompañar no significa vigilar, sino ofrecer un espacio seguro. Su consejo pasa por poner el foco en lo emocional, no en la comida. Eso implica evitar miradas o comentarios sobre lo que la persona come, preguntar cómo se siente y mostrarse disponible sin presionar. También ayuda esquivar conversaciones sobre dietas, compensaciones o cuerpos y, cuando sea posible, servir los alimentos en platos individuales para reducir la ansiedad que puede generar la abundancia visual típica de estas fechas. Y recuerda un matiz fundamental: "Dos comidas puntuales no cambian un cuerpo, pero sí pueden alterar un estado emocional". Desde la nutrición, Laura Jorge propone estrategias prácticas para reducir el riesgo de atracones. La primera, no llegar con hambre extrema a los eventos y mantener unos horarios de comida relativamente estables para no entrar en ciclos de privación y sobreingesta. También recomienda incorporar alimentos saciantes a lo largo del día, evitar utilizar el ejercicio como forma de castigo y abandonar la mentalidad del "todo o nada", una de las principales responsables del descontrol alimentario en estas fechas. El verdadero sprint que importa. Las dietas milagro prometen resultados visibles en tiempo récord, pero lo que no cuentan es su coste oculto: enseñan al cuerpo a resistir, no a cambiar. Lo vuelven más hambriento, más eficiente en almacenar grasa, más vulnerable a recuperar peso y más cansado emocionalmente. Quizás el verdadero sprint no sea llegar delgado a Navidad, sino construir un entorno más compasivo y una relación más amable con la comida y el cuerpo. Porque, al final, el milagro no está en las dietas, sino en abandonar la lógica que las sostiene. Imagen | Freepik Xataka | La ciencia tiene un consejo universal para quemar calorías caminando: no se trata de no descansar, sino de lo contrario - La noticia Es tentador empezar una "dieta milagro" a contrarreloj para llegar a la Navidad. Los expertos tienen algo que decir fue publicada originalmente en Xataka por Alba Otero .
Es tentador empezar una "dieta milagro" a contrarreloj para llegar a la Navidad. Los expertos tienen algo que decir
  • Los expertos explican por qué el cuerpo responde a la restricción con más hambre y menos gasto energético

  • Acompañar no es vigilar: es crear un entorno seguro, sin juicios ni presiones

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Alba Otero

Editora - Energía

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Hemos llegado a diciembre y, con él, se encienden las luces de Navidad y también una carrera silenciosa que se repite cada año. Mientras se acumulan cenas de empresa, encuentros con amigos y reuniones familiares, miles de personas inician lo que podríamos llamar "el último sprint": perder peso rápido antes de sentarse a la mesa en Navidad. 

Pero detrás de este sprint hay un fenómeno mucho más complejo. Uno que tiene raíces sociales, emocionales y biológicas, y que esconde un efecto perverso. Las dietas exprés enseñan al cuerpo a ser más eficiente guardando energía, lo que termina provocando que, tras perder peso rápido, lo recuperemos y a veces incluso más.

El sprint prenavideño. Cada diciembre se activa un reflejo casi automático, la sensación de tener que "llegar bien" a las fiestas. La psicóloga especializada en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), Sara Bolo, nos ha explicado en Xataka que este fenómeno no es casual, sino un patrón que se repite año tras año. "Las Navidades son una época señalada, donde volvemos a ver a familiares o amigos que no vemos todos los días. Y con eso reaparecen los comentarios sobre el cuerpo: 'te veo más delgada', 'te has engordado'…". Esa dinámica, tan habitual como dañina, multiplica la presión estética y convierte la convivencia en un examen corporal silencioso. 

A ese contexto se suma otro ingrediente, los propósitos que no llegaron a cumplirse. "Llegamos a diciembre con la idea del New Year, New Me que anunciamos en enero —señala Bolo— y aparece la urgencia por demostrar que hemos logrado algo". Esa mezcla de autoexigencia y cierre de ciclo empuja a muchas personas a tomar decisiones drásticas en muy poco tiempo. 

En XatakaSer vegano te hace biológicamente más joven, pero no por la razón que crees: la clave oculta de la restricción calórica

Un factor más allá. Y no es solo presión estética o frustración, también está el miedo anticipado. Según Bolo, es frecuente que algunas personas restrinjan su alimentación en las semanas previas pensando que así "compensan" por adelantado las comidas navideñas. "Se convierte en una preparación defensiva. No quiero que me digan nada, no quiero sentir culpa, así que empiezo a restringir antes", detalla.

Esa urgencia es exactamente la que observa también la dietista-nutricionista Laura Jorge, directora de los centros que llevan su nombre. Desde su consulta, diciembre siempre tiene el mismo perfil, más peticiones de "soluciones rápidas", más promesas de pérdida de peso exprés y más ansiedad. "Cada año vemos un aumento de personas que buscan perder X kilos 'antes de las fiestas'. Es un patrón muy claro", nos ha explicado en una entrevista. Tres elementos se repiten: urgencia, culpa y pensamiento dicotómico —"ahora me restrinjo, y en Navidad ya comeré"—. Lo que empieza como un sprint, coinciden ambas expertas, suele terminar siendo una trampa emocional y metabólica.

El enemigo escondido. La ciencia lo explica sin rodeos, cuando sometemos al cuerpo a una restricción calórica extrema y repentina, el organismo activa mecanismos de supervivencia, no de adelgazamiento. Según detalla Jorge, el metabolismo se desacelera, aumenta el hambre, disminuye la saciedad y el cuerpo empieza a utilizar masa muscular como fuente de energía. Esto no solo dificulta mantener la pérdida de peso, sino que reduce el gasto metabólico basal, haciendo que engordemos con mayor facilidad después.

Las investigaciones científicas respaldan estas observaciones. Un estudio del New England Journal of Medicinedemostró que, tras perder peso, la leptina —hormona de la saciedad— seguía baja y la grelina —hormona del hambre— seguía elevada incluso 12 meses después, aunque la persona ya hubiera recuperado parte de su rutina alimentaria. Los autores concluyen que estas adaptaciones crean "un entorno fisiológico que favorece la recuperación de lo perdido". Además, hay que tener en cuenta el factor de la genética. Un estudio de 2024 publicado en International Journal of Obesity apunta que no todo el mundo responde igual, algunas personas, tras ciclos repetidos, desarrollan mayor riesgo de resistencia a la insulina o adiposidad visceral.

La otra cara. La pérdida rápida de peso tiene un efecto emocional inmediato y es que parece un éxito. "Subes a la báscula, ves menos kilos y sientes una euforia inmediata", reconoce Sara Bolo. Pero es un espejismo.

Cuando el peso vuelve —como suele ocurrir— aparece el derrumbe emocional: culpa, frustración, vergüenza, pensamientos absolutos ("soy un fracaso", "no tengo fuerza de voluntad"). Encima, el entorno refuerza esta dinámica porque se felicita la delgadez y se censura la ganancia, incluso con comentarios "inocentes". Este vaivén deteriora la autoestima y alimenta comportamientos de restricción que, lejos de resolver el problema, lo intensifican.

Una puerta que es mejor no abrir. "La dieta restrictiva es el primer paso de cualquier TCA", afirmala psicóloga. El control rígido, el conteo obsesivo de calorías, evitar comidas sociales o clasificar alimentos como buenos o malos son señales tempranas. Y Navidad es uno de los momentos donde más se manifiestan.

Laura Jorge coincide: "En estas semanas vemos personas que empiezan a hablar obsesivamente de compensar, saltarse comidas o hacer ejercicio compulsivo. Son señales que no deben ignorarse". La combinación de presión estética, abundancia de estímulos y comentarios puede activar un TCA latente o agravar uno existente.

Cuando el comentario "inocente", no lo es. La responsabilidad social es evidente. Las expertas recuerdan que comentarios tan comunes como:

  • "Uy, ¿ya estás repitiendo?".
  • "Qué bien, estás más delgada".
  • "Después de estas comidas, mañana a dieta".

Detrás de todas estas frases, le sigue una risa fina que para muchos suena como un estruendo. Y es que como afirman las expertas no solo son innecesarios, sino potencialmente dañinos. "Hay que cuidar el lenguaje", resume la nutricionista. "No felicitar por perder peso, no comentar cuerpos propios o ajenos, no presionar para comer ni para dejar de comer". La presión estética empieza muchas veces en un comentario que parecía inofensivo.

Entonces, ¿cómo podemos acompañar? Para quienes viven las comidas navideñas con miedo a perder el control, la clave no está en el plato, sino en el entorno. La psicóloga Sara Bolo insiste en que acompañar no significa vigilar, sino ofrecer un espacio seguro. Su consejo pasa por poner el foco en lo emocional, no en la comida. Eso implica evitar miradas o comentarios sobre lo que la persona come, preguntar cómo se siente y mostrarse disponible sin presionar. También ayuda esquivar conversaciones sobre dietas, compensaciones o cuerpos y, cuando sea posible, servir los alimentos en platos individuales para reducir la ansiedad que puede generar la abundancia visual típica de estas fechas. Y recuerda un matiz fundamental: "Dos comidas puntuales no cambian un cuerpo, pero sí pueden alterar un estado emocional".

Desde la nutrición, Laura Jorge propone estrategias prácticas para reducir el riesgo de atracones. La primera, no llegar con hambre extrema a los eventos y mantener unos horarios de comida relativamente estables para no entrar en ciclos de privación y sobreingesta. También recomienda incorporar alimentos saciantes a lo largo del día, evitar utilizar el ejercicio como forma de castigo y abandonar la mentalidad del "todo o nada", una de las principales responsables del descontrol alimentario en estas fechas.

El verdadero sprint que importa. Las dietas milagro prometen resultados visibles en tiempo récord, pero lo que no cuentan es su coste oculto: enseñan al cuerpo a resistir, no a cambiar. Lo vuelven más hambriento, más eficiente en almacenar grasa, más vulnerable a recuperar peso y más cansado emocionalmente.

Quizás el verdadero sprint no sea llegar delgado a Navidad, sino construir un entorno más compasivo y una relación más amable con la comida y el cuerpo. Porque, al final, el milagro no está en las dietas, sino en abandonar la lógica que las sostiene.

Imagen | Freepik

Xataka | La ciencia tiene un consejo universal para quemar calorías caminando: no se trata de no descansar, sino de lo contrario

Fuente original: Leer en Xataka
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