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La banca en la sombra: 200 billones de euros que ocultan la próxima crisis financiera

La banca en la sombra: 200 billones de euros que ocultan la próxima crisis financiera
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Alerta entre los reguladores por las operaciones de los hedge fund con bonos soberanos y los préstamos de los fondos a empresas. Leer
Investigación Expansión LOS NUEVOS RIESGOS PARA EL SISTEMA FINANCIERO La banca en la sombra: 200 billones de euros que ocultan la próxima crisis financiera 17 DIC. 2025 - 02:42

Alerta entre los reguladores por las operaciones de los hedge fund con bonos soberanos y los préstamos de los fondos a empresas.

El enorme crecimiento de la banca en la sombra durante la última década ha puesto en guardia a los reguladores internacionales y a algunos ejecutivos, analistas e inversores, que temen que la próxima gran crisis de crédito pueda estallar en ese segmento del mercado, más opaco y menos supervisado que el de las entidades financieras tradicionales.

Los "intermediarios no bancarios" ya acaparan más de la mitad de los activos financieros en el mundo, superando la suma de las entidades supervisadas y los bancos centrales. Según datos del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés), la banca en la sombra cuenta con 238 billones de dólares (unos 200 billones de euros) en préstamos, bonos y otros instrumentos representativos de deuda.

La categoría de prestamistas alternativos a los bancos incluye a aseguradoras, planes de pensiones, hedge fund, fondos tradicionales, gestoras de capital riesgo, empresas de factoring, suministradores de crédito al consumo, grandes patrimonios familiares e incluso a inversores minoristas.

A su vez, estos acreedores se financian en parte con dinero de la banca tradicional. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), las entidades financieras de Estados Unidos y Europa tienen una exposición de 4,5 billones de dólares a los proveedores no bancarios de crédito.

Andrew Bailey, gobernador del Banco de Inglaterra y presidente del FSB, advirtió el pasado mes de noviembre en una carta a los líderes de los países del G20 que "el creciente sector financiero no bancario sigue estrechamente conectado con el sistema bancario. Estas conexiones han cambiado pero su importancia ha aumentado. Un foco importante para el FSB debe ser cómo esos cambios afectan a la resistencia del sistema financiero y su capacidad para apoyar las economías".

La preocupación de los supervisores con el desarrollo de la banca en la sombra y sus interconexiones se explica por varios sustos recientes en esa parte del mercado.

Al inicio de la pandemia del Covid en 2020, el desplome de los mercados se aceleró por las ventas masivas de bonos por parte de grandes inversores en busca de liquidez para cubrir otras posiciones en Bolsa.

En 2022, las apalancadas posiciones de algunos fondos de pensiones en deuda británica desató una espiral negativa de venta de bonos y caída de precios, que forzó la intervención del Banco de Inglaterra para evitar el colapso de algunas de esas gestoras.

En 2025, las bancarrotas de las empresas estadounidenses First Brands y Tricolor generaron semanas de dudas entre los inversores por la opacidad sobre el volumen total de su pasivo, sobre los dueños de su deuda y por la posible aparición de otros casos. Jamie Dimon, presidente de JPMorgan, avisó de que las cucarachas (en referencia a las compañías en apuros) nunca aparecen solas.

Según un informe publicado en diciembre por el Banco de Inglaterra, "este episodio [la insolvencia de First Brands y Tricolor] demostró la complejidad e interconexión del ecosistema de riesgo crediticio, con un rango significativo de bancos, aseguradoras e intermediarios no bancarios sufriendo pérdidas e incertidumbre sobre dónde estaba colocado el riesgo".

Arbitraje regulatorio

El auge de la banca en la sombra (los reguladores prefieren hablar de intermediarios financieros no bancarios o IFNB) se explica por los controles impuestos a las entidades tras la crisis del año 2008.

Desde entonces, las nuevas exigencias de solvencia para evitar el colapso de las entidades reguladas hace que los bancos renuncien a dar crédito a los prestatarios de mayor riesgo y que limiten el volumen de sus carteras de bonos. Aquí se abrió una oportunidad para otras firmas con menos cortapisas, que han ido ganando protagonismo como suministradores de préstamos a empresas y particulares; y también como inversores en deuda pública y corporativa.

En Estados Unidos, el porcentaje de deuda de las empresas en manos de intermediarios no bancarios ha subido del 42% al 72%. desde 2010. En Europa, el porcentaje es menor, de alrededor de un tercio.

Entre los actores que más vigilancia merecen, según los organismos de control, están los hedge fund que invierten en deuda soberana, reemplazando a los brókeres de los bancos como suministradores de liquidez a ese mercado; y por otro lado también empiezan a ser más observadas las gestoras de capital riesgo que están asumiendo el papel de acreedores de muchas empresas, dándoles crédito que antes aportaban los bancos.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su último informe de estabilidad financiera, habla de una verdadera "transformación subterránea del sistema, por debajo de la aparente calma del mercado".

Deuda soberana

Además del crecimiento del sector no bancario, otro cambio del sistema financiero durante las últimas dos décadas ha sido el aumento de la deuda pública frente a la privada, una tendencia que comenzó con los rescates de las entidades financieras pero que ha continuado por un mayor gasto de los gobiernos para estimular las economías, especialmente tras la pandemia del Covid.

A su vez, como quedó reflejado en la crisis de la deuda británica en el año 2022, los actores que ahora controlan buena parte de los bonos públicos pueden adoptar estrategias de apalancamiento que elevan el riesgo de ventas desordenadas. "El funcionamiento de los mercados de deuda soberana depende de intermediarios financieros no bancarios", avisa el FMI.

Aunque las ventas del pasado mes de abril, tras el anuncio de unos aranceles muy elevados por parte del presidente estadounidense Donald Trump, fueron limitadas y no se repitió lo sucedido en 2020 por el Covid, el FMI considera que "los riesgos para la estabilidad financiera siguen siendo elevados ya que los grandes hedge fund tienen posiciones cerca de máximos históricos". Según Iosco, tienen 4 billones de euros en deuda soberana, con posiciones a largo y a corto.

Estos fondos, para multiplicar el retorno que dan los bonos públicos, suelen financiar sus compras con deuda, y combinan posiciones en esos títulos con contratos de derivados. Si se producen situaciones que ponen en peligro de grandes pérdidas esas estructuras, los inversores se lanzan a vender para poder atender las obligaciones con sus prestamistas.

El otro sector que se encuentra ahora bajo la lupa es el de los fondos de crédito, liderado por gestoras de capital riesgo como Apollo Global Management, Ares Management, KKR, HPS (firma adquirida por BlackRock), Blue Owl, Carlyle o Blackstone.

Aunque muchas de estas firmas son conocidas sobre todo por la adquisición del capital de empresas en las que buscan el control, en los últimos años han crecido sobre todo por el lado de la deuda, prestando dinero a compañías de todo tipo de sectores. El volumen de activos gestionado por la industria supera los 16 billones de dólares, y buena parte son créditos.

Aunque fuentes de este sector indican que este volumen es solo una pequeña gota dentro del océano global del crédito, las interconexiones de las gestoras de private equity crean riesgos de contagio. Para financiarse, casi todos los grupos cuentan ya con participaciones o alianzas en aseguradoras, que ponen parte de sus activos en crédito ligado al capital riesgo. Y además, los propios bancos tienen dinero prestado a los fondos.

De hecho, el gran temor de los reguladores no es una crisis interna de los hedge fund o de los fondos de crédito, que suelen estar cerrados a la retirada de dinero por los inversores, sino a las posibles pérdidas que podrían generar en sectores más regulados.

Los 4,5 billones de dólares prestados por la banca a intermediarios alternativos supone un 9% de su cartera de crédito. Según el FMI, "los bancos están aumentando el préstamo a los fondos de crédito privado porque estos préstamos a menudo ofrecen una mayor rentabilidad que el préstamo comercial e industrial tradicional, gracias a los menores requerimientos de capital".

Un test realizado por el Fondo Monetario advierte de que una crisis en el ámbito de esos intermediarios podría dejar sin capital a un 10% de los bancos en Estados Unidos y a un 30% de los bancos en Europa.

Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, advirtió en noviembre de que un "shock localizado en el crédito privado podría llevar a una "crisis sistémica".

Las medidas de los reguladores

Los reguladores de todo el mundo afrontan un dilema ante el crecimiento de los intermediarios financieros no bancarios. Si implantan restricciones, pueden cortar la gasolina de crédito no solo a muchos ámbitos del sector privado, sino también a los gobiernos que dependen de esos inversores para financiar sus déficits. Además, parte de las enormes inversiones previstas en inteligencia artificial (IA) deben contar con el respaldo de fondos y aseguradoras.

Pero a la vez, no hacer nada deja abierta la puerta a una crisis sistémica, ya que la falta de regulación y escasa transparencia del crédito privado puede hacer que problemas de impagos en una parte acotada de la economía pueda extenderse con facilidad al resto.

Ante este entorno, los supervisores están adoptando medidas para reforzar la vigilancia del sector, sin llegar a aplicar ningún tipo de control. Ejemplo de ello es el ejercicio de test de estrés que ha lanzado el Banco de Inglaterra para conocer el impacto que una crisis en las empresas británicas tendría en los fondos y sus partícipes y acreedores.

Según el FMI, "la creciente importancia de los IFNB refleja la necesidad de una mayor vigilancia de este segmento. Los reguladores deben mejorar la recogida de datos, la coordinación y el análisis -sobre todo trasfronterizo- para asegurar una vigilancia consistente".

En el caso de los fondos privados con participación minorista, y para evitar fugas masivas de dinero, las gestoras "deberían crear y repagar participaciones con una baja frecuencia o requerir largos periodos de pre-aviso". Por último, los supervisores van a estrechar el control de la exposición de la banca a esos prestamistas.

Desde el BCE se propone "una monitorización más cercana y fortalecer el marco macroprudencial de los no-bancos".

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Fuente original: Leer en Expansión
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