Saturday, 06 de December de 2025
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La Constitución cumple 47 años: cinco protagonistas de la Transición advierten de que la democracia está amenazada

La Constitución cumple 47 años: cinco protagonistas de la Transición advierten de que la democracia está amenazada
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Virgilio Zapatero (PSOE). Antonio Hernández Mancha (AP), Antoni Duran Lleida (CiU), Ramón Tamames (PCE) y José Manuel Otero Novas (UCD) rememoran los riesgos que tuvo que sortear la Carta Magna y proponen soluciones para frenar el retroceso de la convivencia. Más información: Miguel Ángel Aguilar: "Tras la muerte de Franco derribamos el muro entre españoles, es un error colosal volver a levantarlo"

Virgilio Zapatero (PSOE). Antonio Hernández Mancha (AP), Antoni Duran Lleida (CiU), Ramón Tamames (PCE) y José Manuel Otero Novas (UCD). Arte EE

Política La Constitución cumple 47 años: cinco protagonistas de la Transición advierten de que la democracia está amenazada

Virgilio Zapatero (PSOE). Antonio Hernández Mancha (AP), Antoni Duran Lleida (CiU), Ramón Tamames (PCE) y José Manuel Otero Novas (UCD) rememoran los riesgos que tuvo que sortear la Carta Magna y proponen soluciones para frenar el retroceso de la convivencia.

Más información:Miguel Ángel Aguilar: "Tras la muerte de Franco derribamos el muro entre españoles, es un error colosal volver a levantarlo"

Publicada 6 diciembre 2025 02:31h

Las claves nuevo Generado con IA

Cinco figuras clave de la Transición advierten que la democracia española enfrenta retrocesos, mencionando el auge del populismo y la polarización política.

Entre las propuestas para fortalecer la democracia, destacan la elección directa del presidente, reformas en el Senado y la limitación de partidos nacionalistas en el Congreso.

Algunos protagonistas consideran que el papel de Juan Carlos I y el diálogo entre antiguos adversarios fueron fundamentales para el éxito de la Transición.

Se señala la falta de estabilidad política, la presión de las minorías y la necesidad de pactos de Estado en asuntos como educación, pensiones y economía.

Aunque casi nadie apostaba por ello en 1978, la Constitución española se encamina hacia el medio siglo de vida: este sábado se cumplen 47 años de su aprobación en referéndum.

Hoy no es fácil imaginar las dificultades que tuvo que superar para salir adelante.

No lo han olvidado los cinco políticos de distintos partidos con los que ha conversado EL ESPAÑOL, que vivieron en primera persona el "milagro" de la Transición.

Aunque con distintos matices, los cinco coinciden en que la democracia hoy está en retroceso (el "sarampión del populismo", en palabras de Hernández Mancha) y plantean fórmulas para rescatarla.

José Manuel Otero Novas, que fue ministro de Suárez, cree que hay una "evolución hacia la ruptura de la nación". Y propone que el presidente del Gobierno sea elegido directamente por los ciudadanos, y no por el Congreso.

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Virgilio Zapatero, exministro de Felipe González, pide a PP y PSOE que superen la "polarización tóxica" para pactar una reforma de la Constitución.

Antonio Hernández Mancha, que presidió Alianza Popular (AP) durante dos años antes de su refundación, propone que los partidos nacionalistas sólo puedan entrar en el Congreso si obtienen al menos el 5% del voto en toda España, para evitar su "extorsión".

Ramón Tamames, que tras pasar por el PCE fue el candidato de la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez, ve un "ambiente inconstitucional" por la negativa del presidente del Gobierno a respetar la separación de poderes.

También considera que la Administración central debe recuperar competencias cedidas a las CCAA.

Josep Antoni Duran Lleida, que durante dos décadas fue el rostro dialogante del nacionalismo catalán, afirma que la presión del Ejército fue la mayor dificultad que hubo que superar en la Transición.

Ahora reclama pactos de Estado sobre Educación, pensiones y el futuro de la economía.

José Manuel Otero Novas fue ministro de Educaciòn y Presidencia en los gobiernos de UCD. Esteban Palazuelos

José Manuel Otero Novas (UCD)

Abogado del Estado, José Manuel Otero Novas (Vigo, 1940) fue director general de Interior en el Ministerio de Gobernación de Manuel Fraga, entre 1975 y 1976, en los meses posteriores a la muerte de Franco.

Luego colaboró estrechamente con Adolfo Suárez, como subsecretario técnico de su gabinete en Moncloa, ministro de Presidencia (1977-79) y Educación (1979-80) en los gobiernos de la UCD.

¿Cuál fue la mayor dificultad que hubo que vencer en la Transición, para que fuera posible la llegada de la democracia?

El momento más importante para conseguir el cambio sin violencia, que es lo que pretendíamos, fue la aprobación de la Ley para la Reforma Política, en 1976.

No fue una obra exclusiva del Gobierno de Suárez, también se contó con la oposición emergente, a pesar de que sobre el papel la distancia era inmensa.

El PSOE y el PCE denunciaron la ley ante el Consejo de Europa, y pidieron la abstención en el referéndum. Aunque lo hicieron con la boca pequeña, yo creo que estaban deseando que se aprobara.

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No sé si Carrillo estaba en ese momento en España. Pero estoy seguro de que Felipe González votó sí, a pesar del discurso que había mantenido.

Aunque hubo otros momentos importantes, el inmenso apoyo que tuvo esa ley, respaldada también por el 80% de los procuradores del Franquismo, fue lo que hizo posible el cambio.

Han pasado 47 años. ¿Cree que desde entonces la democracia española se ha deteriorado, o sigue siendo robusta?

Todo sistema democrático tiene infinidad de defectos, el nuestro también.

Hasta hace poco nunca pensé que fuera necesario apoyar la Constitución, porque estaba asegurada. Pero ahora empieza a cundir la sensación de que el sistema democrático está en peligro.

Hay una evolución hacia la ruptura de la nación. Hay fuerzas anticonstitucionales como Podemos, algunos partidos catalanes y vascos...

En cada legislatura hay al menos media docena de ocasiones en las que el Gobierno tiene que apoyarse en las minorías periféricas que, así, demandan y obtienen todo lo que desean.

Los gobiernos se ven arrastrados, como las truchas cuando las pescas en el río. Hoy siete diputados catalanes mandan como 200.

Esa dinámica conduce a la quiebra del Estado. Es entonces cuando surgen los viejos demonios y algunos juegan a romper la Constitución, la Corona...

¿Qué cambios o reformas cree necesarios para resolver esos problemas?

Hemos planteado una serie de propuestas, dentro de la Constitución, a través del Instituto de Estudios de la Democracia de la Universidad CEU-San Pablo.

Entre otras, cambiar el sistema de elección del presidente, para que no sea elegido por el Parlamento sino directamente por los ciudadanos.

Así desaparecería esa presión que en ocasiones hace que la política esté dirigida desde Bruselas [Waterloo] o desde Bilbao.

Y también eliminar las enmiendas a la totalidad de las leyes, que suelen suponer uno de esos momentos de chantaje vergonzoso.

¿Cómo valora el papel que jugó Juan Carlos I en la Transición?

Hubo gente que tuvo un mérito extraordinario, como Adolfo Suárez, quienes le ayudamos, y los principales partidos.

Pero la reforma democrática no hubiera sido posible sin Juan Carlos I.

Heredó el poder de Franco, pero decidió renunciar a él para lograr el tránsito pacífico de la dictadura a la democracia.

Y tenía autoridad para encauzar a los dirigentes del Franquismo, algunos de los cuales estaban dispuestos, pero muchos otros no se hubieran movido sin ese impulso.

¿Cómo ve al Gobierno de Pedro Sánchez, que ha perdido la mayoría para aprobar leyes y presupuestos?

El Gobierno de Pedro Sánchez nos lleva al más espantoso de los ridículos.

Virgilio Zapatero fue ministro de Felipe González entre 1986 y 1993. Cristina Villarino

Virgilio Zapatero (PSOE)

Doctor en Derecho, Virgilio Zapatero (Cisneros, 1946) fue diputado en las Cortes Constituyentes de 1977 por el PSOE. Luego se convirtió en ministro de Relaciones con las Cortes (1986-1993) en el Gobierno de Felipe González.

Ha sido rector y catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid).

¿Cuál fue la mayor dificultad que hubo que vencer en la Transición, para que fuera posible la llegada de la democracia?

Lo fundamental, y era difícil en aquel momento, fue reconocernos a todos como interlocutores legítimos, los que venían de la represión y los que veníamos de la oposición: derechas, izquierdas, independentistas...

Reconocernos como adversarios, no como enemigos. Y para ello era necesario subrayar lo que nos unía y aquello en lo que estábamos todos de acuerdo.

Eso es lo que refleja la Constitución y la gran hazaña de la Transición.

El punto de partida fue la amnistía, para que todos pudieran participar en el debate y en el acuerdo.

Han pasado 47 años. ¿Cree que desde entonces la democracia española se ha deteriorado, o sigue siendo robusta?

El principal problema que sufrimos es la polarización de la sociedad, que resulta tóxica cuando afecta al funcionamiento de las instituciones.

Ha vuelto la dialéctica amigo-enemigo de Carl Schmitt.

Se están levantando muros, cavando trincheras, están saltando por los aires todas las pasarelas entre los partidos.

¿Qué cambios o reformas cree necesarios para resolver esos problemas?

Lo primero, recuperar una forma distinta de hacer política, en la que nos reconozcamos como adversarios, no como enemigos.

Si lo conseguimos, habría que plantear una reforma de la Constitución. Siempre he mantenido que es mejor reformar la Constitución, que cambiar su contenido por vías espurias.

Esa reforma sólo será posible si hay un acuerdo previo entre PP y PSOE, que hoy son los dos pilares de la Constitución, los dos partidos constituyentes que nos quedan. Porque otros ya están en una posición de debilitar la Constitución o de que desaparezca.

Entre los cambios prioritarios, estaría la reforma del Senado, para que sea una Cámara de representación territorial.

¿Cómo valora el papel que jugó Juan Carlos I en la Transición?

Desde el punto de vista institucional, que es el que me interesa ahora mismo, su actuación fue espléndida para recuperar la democracia y desarrollar la Constitución durante un largo período de años de su Reinado.

¿Cómo ve al Gobierno de Pedro Sánchez, que ha perdido la mayoría para aprobar leyes y presupuestos?

Lo he escrito en EL ESPAÑOL: o Presupuestos, o elecciones.

En una democracia parlamentaria, el Gobierno debe tener una doble confianza: la de la investidura y la confianza anual que supone aprobar los Presupuestos, que es el programa de gobierno en cifras.

No se puede gobernar al margen del Parlamento, sin Presupuestos, porque eso supone un deterioro muy grave de la democracia parlamentaria.

El Parlamento tiene una función capital, no se le puede marginar como se le está marginando en estos momentos, eso me parece una cuestión muy grave.

Antonio Hernández Mancha fue presidente nacional de Alianza Popular entre 1987 y 1989. Javier Carbajal

Antonio Hernández Mancha (AP)

Pocos meses después de que entrara en vigor la Constitución, Antonio Hernández Mancha (Guareña, 1951) constituyó la Alianza Popular (AP) de Andalucía en el Congreso de Fuengirola de 1979.

"Hasta entonces, el partido había sido una organización netamente centralista", explica a EL ESPAÑOL, "pero cuando vio que funcionaba, Fraga me pidió los estatutos para copiarlos en Galicia".

Hernández Mancha presidió Alianza Popular durante casi dos años, entre 1987 y 1989, tras derrotar en unas primarias a uno de los padres de la Constitución, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón.

Luego Fraga recuperó el liderazgo para refundar el partido, antes de dejarlo en manos de Aznar.

¿Cuál fue la mayor dificultad que hubo que vencer en la Transición, para que fuera posible la llegada de la democracia?

La ignorancia masiva de cómo construir un régimen democrático de convivencia, en el que tuvieran cabida partidos con una ideología antitética.

UCD nunca tuvo un cuerpo doctrinal ideológico. Aglutinaba desde socialistas como Fernández Ordóñez a liberales como Óscar Alzaga.

Pero la necesidad crea la función: UCD fue el instrumento para crear un movimiento de Transición, y cuando fue realidad perdió su razón de ser.

El miedo a otra guerra civil, evitar un enfrentamiento tan negro como el que había sufrido España, influyeron para que fuera posible el acuerdo y el milagro de la Constitución.

También con la contribución de gente como la Pasionaria o Santiago Carrillo, que habían tenido un protagonismo directo en aquel conflicto.

Han pasado 47 años. ¿Cree que desde entonces la democracia española se ha deteriorado, o sigue siendo robusta?

La democracia no está en riesgo en España ni en ningún lugar, porque es eterna.

En todo caso, hay un sarampión, un mal uso, y ahora está instalada en lo que hemos dado en llamar populismos, que no difiere mucho de los demagogos que hubo en la antigua Grecia.

¿Qué cambios o reformas cree necesarios para resolver esos problemas?

Creo que no es oportuno hablar en estos momentos de reformar la Constitución.

El problema de España no se puede resolver sin contar con Europa. Ya vimos a todo el Consejo de Ministros aplaudiendo a Pedro Sánchez por traer 156.000 millones de los fondos europeos.

Dependemos de Europa económica y jurídicamente. El 70% de nuestras normas ya proceden de la UE.

La aplicación de la ley de amnistía está ahora en manos del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE), aunque el Tribunal Constitucional haya intentado suplantar su papel.

Mario Draghi y Enrico Letta ya han planteado la necesidad de que haya un Ejecutivo europeo con una voz única. No 27 líderes que se reúnen e intentan ponerse de acuerdo.

Nuestro sistema parlamentario permite situaciones como este Gobierno que tenemos, hecho de retales, que no tiene ninguna cohesión.

El Parlamento europeo sólo permite tener representación a los partidos que obtengan al menos el 5% del voto en su circunscripción.

Habría que trasponer esa norma a todos los países. Así evitaríamos que grupúsculos minoritarios sean los que mandan con el 1% del voto, en un país de 50 millones de habitantes.

Si pretendemos resolver nuestros problemas entre nuestras cuatro paredes, fracasaremos. Será difícil hacerlo sin la arquitectura europea.

¿Cómo valora el papel que jugó Juan Carlos I en la Transición?

Su aportación fue vital. Si no hubiera hecho lo que hizo, la democracia habría llegado más tarde, y con más dificultad.

Vio claro que España necesitaba una monarquía de corte europeo, con una monarquía al estilo inglés.

Supo inspirar, para que los políticos se movieran, sin asumir él un papel dirigente.

Paz, democracia y convivencia, eso lo consiguió plenamente.

Más que por formación, por intuición política. Y por su propia personalidad y don de gentes, sabía lidiar muy bien con todos los políticos, de derechas y de izquierdas.

Sin él, la Transición no habría sido un proceso tan ejemplar.

¿Cómo ve al Gobierno de Pedro Sánchez, que ha perdido la mayoría para aprobar leyes y presupuestos?

Pedro Sánchez creó un Gobierno de retales, con partidos que no están guiados por el interés general: cada uno busca su interés particular y va sacando tajada de ese juego de presión y extorsión.

La Constitución les importa poco, sólo buscan aprovecharse de la debilidad del Gobierno.

Quizá si hubiera tenido una mayoría suficiente, Sánchez no habría sido un hombre tan nefasto. Pero es esclavo de su propia debilidad. Y luego está la contradicción entre el feminismo que predica, y todo ese entorno de prostitución que le ha rodeado.

Ramón Tamames fue diputado del PCE en las Cortes Constituyentes de 1977. Cristina Villarino

Ramón Tamames (PCE)

Ramón Tamames (Madrid, 1933) se afilió al PCE después de que el régimen franquista le enviara a la cárcel de Carabanchel, junto al escritor Fernando Sánchez Dragó, el poeta falangista Dionisio Ridruejo y Enrique Múgica, en las protestas universitarias de 1956.

Catedrático de Estructura Económica desde 1968, fue diputado por el PCE en las Cortes constituyentes y luego concejal en el Ayuntamiento de Madrid. En 1981 abandonó el PCE, por discrepancias con Santiago Carrillo.

En 2023, fue el candidato de la moción de censura fallida que Vox presentó contra Pedro Sánchez.

¿Cuál fue la mayor dificultad que hubo que vencer en la Transición, para que fuera posible la llegada de la democracia?

No hubo una gran dificultad, porque estábamos casi todos de acuerdo. Es cierto que estaban por allí los Blas Piñar y otros personajes, pero no pintaban nada.

La inmensa mayoría del arco parlamentario estaba en la idea de hacer una Constitución.

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El Título VIII de las autonomías fue el que creó más polémica, porque algunos creían que era el camino al separatismo.

No se aceptó el término "nación" para las comunidades autónomas, y se optó por el de "nacionalidades", que había utilizado Pi y Margall.

A Torcuato Fernández-Miranda no le gustaba y se retiró del juego parlamentario por eso, pero a Suárez no le molestaba. Fue una concesión.

Han pasado 47 años. ¿Cree que desde entonces la democracia española se ha deteriorado, o sigue siendo robusta?

Se ha deteriorado mucho, por ese proceso de Pedro Sánchez de no reconocer la separación de poderes.

Ya nadie cree en la independencia del Tribunal Constitucional, y con el CGPJ pasa algo parecido.

Me parece una tergiversación que hablemos de magistrados progresistas y conservadores. En el Poder Judicial no deberían aceptarse ese tipo de agrupaciones.

En una institución así, su única ideología debe ser la democracia. Deben aplicar la ley imparcialmente.

Sánchez ha machacado la Constitución como ha querido, hasta llegar a la ley de amnistía.

¿Qué cambios o reformas cree necesarios para resolver esos problemas?

La Constitución me gusta bastante, pero el Título VIII deja demasiado poder a las comunidades autónomas, demasiadas competencias.

Se está erosionando el concepto de nación. El medio ambiente debería ser nacional, igual que la sanidad, aunque luego se pueda descentralizar su gestión.

¿Cómo valora el papel que jugó Juan Carlos I en la Transición?

Lo hizo razonablemente bien. Con Suárez y Torcuato hicieron la Ley de Reforma Política, que tuvo sólo 59 votos en contra en las Cortes franquistas. Y luego la gente votó de forma muy mayoritaria a favor de la democracia.

La Constitución no fue una conquista popular, como dicen ahora algunos, fue un pacto entre los falangistas que de algún modo querían ser demócratas y quienes desde el año 56 veníamos propugnando la reconciliación.

La Constitución es pacto y reconciliación.

¿Cómo ve al Gobierno de Pedro Sánchez, que ha perdido la mayoría para aprobar leyes y presupuestos?

Pedro Sánchez dice: "El tiempo pondrá las cosas en su sitio". Pero hay sospechas del hermanito, imputaciones de la señora, aún no sabemos si Sánchez participó en el reparto de sobres...

Por eso se quieren cepillar a la UCO, o controlarla por arriba desde la Moncloa.

Hay un ambiente inconstitucional total, por esa coalición de investidura que formaron Pedro Sánchez y sus secuaces.

Josep Antoni Duran Lleida fue diputado nacional durante 22 años y secretario general de CiU. Europa Press

Josep Antoni Duran Lleida (CiU)

Licenciado en Derecho, Josep Antoni Duran Lleida se incorporó en 1977 a la dirección de Unió Democrática de Catalunya (partido que había nacido en 1931, durante la República) y en 1978 se sumó a la ejecutiva de Convergència i Unió (CiU), de la que fue secretario general durante 13 años (2001-2014).

Ha sido diputado nacional durante 22 años, en dos períodos: 1982-1993 y 2004-2015. También ha sido diputado en el Parlament y conseller de Gobernación de la Generalitat (1999-2001) durante la presidencia de Jordi Pujol.

¿Cuál fue la mayor dificultad que hubo que vencer en la Transición, para que fuera posible la llegada de la democracia?

La presión del Ejército.

La Transición fue un pacto entre los que, desde la oposición, reclamaban democracia y libertad, y quienes desde el régimen estaban dispuestos a concederla.

Pero teníamos un freno, los militares, como se puso en evidencia en el golpe del 23-F.

Han pasado 47 años. ¿Cree que desde entonces la democracia española se ha deteriorado, o sigue siendo robusta?

Como todas las democracias, la española es mejorable. Pero sigue ocupando un puesto destacado en el ranking de democracias del mundo.

Es cierto que en los últimos años se han producido problemas, no provocados por la Constitución, sino por cómo la interpretan los partidos y por la polarización.

Las listas cerradas otorgan un poder casi ilimitado a la cúpula de los partidos políticos.

Como consecuencia de ello, en la práctica no hay un verdadero control del Legislativo al Ejecutivo.

Es el Ejecutivo el que controla al Legislativo, porque los diputados votan lo que les dice el partido.

Eso se podría resolver sin tocar la Constitución, con una reforma de la Ley Electoral para eliminar las listas cerradas.

¿Qué otros cambios o reformas cree necesarios para resolver esos problemas?

Sería necesario un pacto de Estado en educación, sobre las pensiones y en otras cuestiones económicas.

Pero la polarización impide ahora cualquier acuerdo para abordar esas reformas.

La Transición fue diálogo, que todos perdieran algo, para ganar todos. Pero ahora ven al adversario como un enemigo a batir.

En cuanto a la Constitución, lo fundamental hoy es cómo y por qué no se puede reformar.

¿Cómo valora el papel que jugó Juan Carlos I en la Transición?

Jugó un papel importante. No fue el único, pero sí de los indispensables.

También las fuerzas democráticas y, dentro de ellas, algunos líderes que, aunque habían estado en trincheras distintas, fueron capaces de reconciliarse.

¿Cómo ve al Gobierno de Pedro Sánchez, que ha perdido la mayoría para aprobar leyes y presupuestos?

La primera obligación de un político es garantizar la estabilidad, y es evidente que hoy no está garantizada.

Vivimos en una incertidumbre permanente, que es todo lo contrario de la estabilidad que precisa un país para abordar las reformas necesarias.

  1. PSOE (Partido Socialista Obrero Español)
  2. Partido Popular (PP)
  3. Juan Carlos I
  4. Josep Antoni Durán i Lleida
  5. Constitución española
  6. CiU Convergencia i Unió
  7. UCD
  8. Adolfo Suárez
  9. PCE

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