Casa Ezequiel es algo así como un «imperio» de la alimentación. Dicen que es uno de los restaurantes de España que más comidas factura cada año. Y tan famosos son sus platos como sus embutidos, que se pueden encontrar en supermercados de Madrid y otras ciudades del país. La gente, que abarrota diariamente este local, viene buscando calidad, pero también cantidad. Se entra con hambre y se sale con un tupper con las sobras para llevar a casa. Este punto de encuentro entre León y Asturias, en la carretera N-630, se sitúa a la entrada de Villamanín y es uno de los lugares donde la Comisión de Fiestas del pueblo vendió más participaciones del número 79.432. El premio Gordo de la Lotería de Navidad de este año, el culpable de convertir un municipio afortunado en un polvorín. Porque hay quien sostiene que es una «estafa» y apunta como responsable a uno de los padres.
Mira que en León se habla alto, pero ahora en Villamanín se susurra. «Es un pueblo muy pequeño y bastante tenemos encima», dice una vecina que compró una papeleta. La desconfianza y el miedo a hablar se han apoderado de esta localidad que desbordaba alegría hace una semana y que hoy masculla su mala suerte.
La incertidumbre es enorme. La Comisión de Fiestas vendió 10 décimos en papeletas que no tenía asignadas y ha generado un agujero de cuatro millones de euros que los ganadores del Gordo desconocen cómo se va a solventar para cobrar los 80.000 euros por participación. La tensión es máxima. «No se sabe si se metió la pata o si se metió la mano», resume una persona del pueblo.
Cartel que anuncia la entrada en Villamanín.Sergio Enríquez-NistalEl clima de este precioso enclave montañoso es especialmente frío en invierno. Ahora, se ha ido envenenando con el paso de los días. Villamanín se divide entre los que confían en que se trata de un «error humano» de los «guajes» que llevan la Comisión de Fiestas, una quincena de chicos de menos de 25 años, y quienes sospechan que hay algo turbio detrás del descuadre millonario.
Al ser Casa Ezequiel un lugar tan concurrido y de paso, y al haberse vendido participaciones en otros restaurantes -Golpejar o Casa Maribel-, el conflicto de las papeletas se extiende más allá de Villamanín, sobre todo por la provincia de León y la vecina Asturias. Y este factor es determinante en este monumental lío. Porque los de fuera del pueblo son los más reacios a aceptar la fórmula propuesta por la comisión -«No nos conocen», dicen en Villamanín- para firmar la paz: que cada premiado renuncie a un porcentaje de su premio -se habla de en torno a 5.000 euros- para que todos los que tienen una papeleta cobren. Con esto se reunirían dos millones. Los otros dos que faltan los darían los miembros de la comisión, con sus participaciones.
Cuando en una tensa y acalorada reunión celebrada el pasado viernes se votó esta vía de escape, tres personas se plantaron. Así que no hay acuerdo real para esa quita: con que haya una sola denuncia toda la operación se cae y quedaría en manos de un juzgado. Y esto, que tanto temen algunos vecinos, puede acabar sucediendo porque corre por el pueblo que hay «asturianos» que denunciarán.
Uno de los locales del pueblo, donde se celebró la reunión de la comisión con los vecinos.Sergio Enríquez-NistalAntonio, una de las tres personas que se negó a aceptar la oferta, advierte de que «se va cerrando el círculo» en torno a que estamos ante «una trama orquestada después del premio». «Una estafa», dice. En conversación con EL MUNDO, vierte las sospechas en los «adultos» que manejan «por detrás» la Comisión de Fiestas, y cree que están utilizando a los jóvenes como «escudo» para «dar pena». «Todo apunta a que no fue un error», repite.
Él, que no es del pueblo pero lo conoce muy bien porque ha trabajado con esa comisión, exige una investigación judicial para esclarecer qué ha sucedido en realidad, y remarca que si se demuestra que se trató de un fallo humano, cederá parte de su premio para que cobren todos. Posee cuatro papeletas porque perdió una quinta.
Antonio asegura que sus sospechas de fraude «son fundadas» porque ha cazado a la comisión en «tres mentiras». Primera, se han dado hasta tres versiones de dónde están guardados los décimos -la administración de lotería de Pola de Gordón, la Caixa y el BBVA- y sigue sin saberse.
Segunda, el dinero que van a poner los miembros de la comisión. Belén, una de sus cabecillas, salió en televisión el día 22 presumiendo de tener «cuatro» papeletas y el pasado viernes ante los vecinos aseguró que sólo podía poner «dos» para la quita, las que tenía, que «se había equivocado» en la tele. A su vez, el resto de sus compañeros dijeron tener «una o dos papeletas». Antonio se pregunta: «¿Quién se cree que uno de la comisión que vende papeletas de cinco euros se queda sólo una?». Y sigue: «Igual que nadie se cree que no hayan vendido a sus padres o a sus tíos». «Me da vergüenza y asco. Sus padres les están dejando tirados», sentencia.
Restos de la celebración del día 22, en un saco de obra junto a la plaza del Ayuntamiento.Sergio Enríquez-NistalLa tercera «mentira» que denuncia Antonio es el origen de todo el problema: el talonario que se vendió pero no se consignó a 10 décimos reales, y que «apareció» el día después salir el Gordo. ¿Quién encontró y avisó de su existencia? Nadie lo dice. ¿Cuál es su numeración? Tampoco se aclara. ¿Por qué «se mezcló en una bolsa con los demás» talonarios? Antonio sospecha que ese talonario se repartió a posteriori, y que si se supiera la numeración se podría averiguar si todas esas papeletas han ido a parar al «círculo más próximo» de la comisión o de sus padres. Por eso, lanza el reto: identificar ese talonario, ir todos a un notario a entregar de uno en uno las papeletas para averiguar quiénes fueron los compradores de esas participaciones. «Verás como no hay nadie de Asturias o Málaga. No. Va a ser un círculo muy reducido».
Por si fuera poco, varios vecinos señalan que Belén, la de las «dos» participaciones, ha cobrado «un décimo» original, y que Pope, uno de los señalados, lo habría hecho con «dos». Por tanto, que la comisión tiene dinero para pagar el descuadre millonario.
«A mí no me sobra el dinero, pero como el día 21 tenía cero, me da igual cobrarlo en un mes o un año, porque no contaba con esto», dice Antonio, que pide una investigación. «A lo mejor luego me lo agradecen, porque era una estafa».
Todos los ingredientes en esta historia avivan la tensión de un pueblo en el que la desconfianza y el recelo se han abierto paso con la misma contundencia con que llegó el Gordo. Testigos de la reunión de los compradores con la comisión describen broncas entre familias. Primos gritándose en la reunión con los miembros de la comisión.
Administración de Pola de Gordón, donde compraron los décimos.Sergio Enríquez-NistalLos chicos están «encerrados» en sus casas. No se dejan ver para no encontrarse con periodistas ni vecinos. «Hoy en el supermercado casi hubo hostias», relata una persona del pueblo sobre el ambiente «muy caldeado» que hay. Lo lleva el padre de dos de la comisión. «Es como cuando empiezas a encender una hoguera. Primero hay brasas, luego hay fuego», describe. Un amigo suyo, de Asturias, tiene cinco papeletas y no piensa sumarse a la quita de 5.000 euros.
Hay muchos vecinos que reprochan esta actitud y respaldan la propuesta de la comisión. Defienden la honradez de los jóvenes y su tarea con las papeletas para recaudar un euro por cada participación para financiar las fiestas del pueblo. «¿Tú crees que por 250 euros se van a manchar las manos?», señala una señora. Y dispara contra los que se niegan a un pacto: «Miserables, que te levantaste sin nada y te lo has encontrado».
Para ella, estamos ante «un error como una catedral». Por eso lamenta la «bajeza» de la gente y su falta de empatía con los chicos. «Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro», sentencia antes de irse.
Por el pueblo aparece María Jesús, que llega de Burgos para saber qué pasa con su papeleta. «Quitarse dinero no hace gracia, pero no estoy dispuesta a sacrificar a los chicos ni a mandarlos a la cárcel, porque tampoco vamos a cobrar». Es la primera vez que está en Villamanín. La participación se la dio un amigo. «La primera vez que nos toca algo y mira tú».