- J. D.
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La falta de avances sustanciales en las negociaciones de paz en Ucrania y las tensiones internacionales impulsan el precio del crudo ante el temor a posibles impactos en el suministro.
El mundo se asienta sobre un enorme polvorín geopolítico que, paradójicamente, ha asumido un especial protagonismo en la formación de los precios del petróleo, ayudando a sostener su cotización precisamente cuando la incertidumbre se hace más espesa. La falta de avances sustanciales en las negociaciones para un alto el fuego en Ucrania, al que Vladímir Putin se resiste con toda clase de argumentos y subterfugios, fue ayer el principal catalizador de un repunte del 1,8% en el precio del Brent, el crudo de referencia en Europa, que recuperó terreno por encima de los 61 dólares por barril.
Pese a que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, hablaron de avances importantes en el plan de paz tras su reunión el domingo en Mar-a-Lago, la residencia privada del mandatario estadounidense en Florida, Putin no tardó en arrojar un jarro de agua fría sobre las expectativas al anunciar que revisará su postura en el proceso negociador tras denunciar un supuesto ataque ucraniano con drones contra una de las residencias del presidente ruso, acusación que Ucrania tildó de falsa.
En cualquier caso, el resultado es que la paz en la región, o aun siquiera una tregua, siguen sin atisbarse a corto plazo, lo que no solo no despeja el papel del crudo ruso en los mercados petroleros internacionales, sino que mantiene vivo el riesgo de nuevas sanciones a las grandes energéticas del país, al que se añaden los ataques ucranianos a enclaves estratégicos del sector petrolero de Rusia.
Esto es, los mercados siguen temiendo impactos sobre la producción de oro negro, lo que de momento ayuda, aunque no siempre, a sostener su cotización, que, pese al rebote de ayer, se hunde cerca de un 18% en lo que va de año y alrededor de un 8% en los últimos tres meses.
Pero la inestable e incierta situación en Ucrania no es, ni mucho menos, el único factor que incide en un mercado petrolero sobre el que se acumulan las tensiones geopolíticas ante un orden internacional en plena redefinición y que se ha convertido en un verdadero avispero con potenciales consecuencias negativas sobre el suministro mundial de crudo.
Así, inversores y mercados observan con inquietud las renovadas tensiones en Oriente Medio tras el respaldo de Arabia Saudí al Gobierno de Yemen con ataques aéreos contra las fuerzas separatistas del país; o las continuas amenazas de Irán contra Israel y Occidente, incluidas unas nebulosas, si no contradictorias, noticias sobre pruebas con misiles balísticos del régimen iraní que han puesto de nuevo en guardia al Gobierno de Netanyahu. A eso se añade el cerco cada vez más estrecho de Estados Unidos a Venezuela, con el bloqueo de sus buques petroleros, o las maniobras militares a gran escala de China en torno a Taiwán como advertencia al Gobierno separatista de la isla.
Estas tensiones geopolíticas influyen en la cotización del crudo, que, sin embargo, también está sometida a presiones en la dirección opuesta, a la baja, fruto de un mercado hasta la fecha bien abastecido y que, incluso, ha dado señales de sobreoferta en un contexto de demanda menos sólida. La reapertura del grifo de la producción por parte de los miembros de la OPEP para no perder cuota de mercado, y la posibilidad de que Arabia Saudí abarate el precio de su crudo ligero para sus clientes asiáticos en las próximas semanas sobresalen entre los factores que ejercen presión bajista, dentro de un contexto internacional marcado por la ralentización del comercio internacional por la guerra arancelaria declarada por Trump y, con ello, de la economía global.
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