- ALICIA GARCÍA HERRERO
Un mercado único fragmentado no solo es un problema para las empresas que quieren crecer, sino que también obstaculiza la innovación.
La carrera mundial por el dominio de tecnologías críticas -inteligencia artificial (IA), semiconductores y computación cuántica- está redefiniendo las dinámicas del poder económico y geopolítico. Si bien Estados Unidos lidera la innovación en estas tecnologías, al menos en lo que se refiere a las patentes más revolucionarias (rastreadas utilizando grandes modelos lingüísticos), el meteórico ascenso de China en producir patentes de similar calidad pone de manifiesto que el dominio tecnológico de Estados Unidos no está garantizado.
El análisis de las áreas en las que China y Estados Unidos destacan muestra que América sigue dominando los campos más avanzados, en particular la tecnología cuántica, pero China le sigue de cerca en inteligencia artificial (IA), semiconductores, menos en cuántica, y de manera especial en todo lo que tiene que ver con la fabricación de chips, pero también las tecnologías audiovisuales y la conducción autónoma, así como la vigilancia. Nada de todo esto es gratis. El gobierno chino ya ha invertido unos 100.000 millones de euros para llegar a producir semiconductores, especialmente los más avanzados, y acaba de anunciar 70.000 millones adicionales.
Más allá de los enormes recursos monetarios que China está poniendo encima de la mesa, las empresas chinas con acceso a grandes volúmenes de datos tienen una gran ventaja, puesto que pueden utilizarlos con muy pocas limitaciones para nuevas patentes. Un ejemplo claro es la empresa detrás de TikTok, ByteDance, que se encuentra entre las empresas con más patentes novedosas en IA en China. Europa sale relativamente mal parada en la "Liga de Campeones" de la innovación en tecnologías críticas, pero con una excepción: la tecnología cuántica, donde se compara con China, aunque no con Estados Unidos, que lleva decididamente la delantera.
Lentitud en la adopción
Un problema aún más preocupante para Europa es su lentitud para adoptar los avances estadounidenses y chinos. Más grave aún: una patente novedosa registrada por un país europeo tarda el doble de tiempo en replicarse en otro país europeo de lo que un innovador chino o norteamericano tarda en replicarla (un año de media, frente a seis meses). Finalmente, y a pesar de que Estados Unidos sigue manteniendo controles a la exportación sobre muchos productos relacionados con estas tecnologías críticas, China consigue replicar las patentes detrás de estos productos mucho más rápido que Europa, aunque esta última no necesite lidiar con dichos controles.
La lentitud de Europa a la hora de replicar avances tecnológicos críticos se debe probablemente a la fragmentación del mercado de innovación comunitario, más allá de la fragmentación de los mercados de capitales europeos, lo que dificulta la financiación de la innovación. Además, los fondos públicos para la innovación se han quedado estancados y el gasto en innovación y desarrollo sigue siendo un 2% del PIB, mientras que China sigue aumentando ya por encima del nuestro.
En Estados Unidos el gasto en investigación y desarrollo se ha disparado con las inversiones en IA, lo que no ha ocurrido en Europa. Adicionalmente, la excesiva regulación y las barreras lingüísticas también dificultan la innovación. Finalmente, las empresas europeas son más pequeñas que las estadounidenses o las chinas, y sus actividades de innovación no se benefician de las mismas economías de escala. La mayoría de las patentes revolucionarias en estas tecnologías son de las grandes empresas tecnológicas norteamericanas, y no de centros de investigación o universidades. Esto quiere decir que el terreno de juego se ha movido a empresas con suficiente capacidad para investigar. En Europa hay empresas como Ericsson con patentes radicales en estas tres tecnologías críticas, pero son muy pocas. En China hay muchas más y en sectores muy diferentes, incluidos servicios como seguros en el caso de Ping An.
No solo es importante, sino también urgente, que la Unión Europea cree un mercado único de la innovación. Por ahora contamos con los programas de "Horizonte Europa", pero difícilmente pueden reducir las barreras nacionales, dada su talla relativa. La movilidad de investigadores tiene que acelerarse, así como la investigación conjunta entre países. Además, necesitamos aumentar la talla de nuestras empresas para que vean la innovación como algo rentable, dadas las economías de escala potenciales. En el ámbito de la política industrial, la contratación pública podría utilizarse para generar demanda de tecnologías críticas, fomentando de nuevo la aplicación de los avances europeos. Esto es especialmente necesario para una Europa que necesita desarrollar una capacidad militar menos dependiente de Estados Unidos, donde las tecnologías criticas juegan un papel clave.
En definitiva, el ascenso de China en tecnologías críticas pone de relieve dos verdades. En primer lugar, se necesita escala para avanzar en tecnologías críticas, ya que los recursos necesarios son enormes. China tiene la escala necesaria, pero la UE, a pesar de su tamaño, no. Un mercado único fragmentado no solo es un problema para las empresas que quieren crecer, sino que también obstaculiza la innovación.
En segundo lugar, China demuestra que la innovación sin difusión es insostenible. Para que la innovación en investigación básica encuentre la financiación necesaria, las empresas deben encontrar formas de comercializarla. Esto requiere estrechas colaboraciones entre la industria y la universidad.
Alicia García Herrero, Economista jefe para Asia-Pacífico de Natixis e investigadora principal en Bruegel
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