- PABLO CEREZAL
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El cada vez menor margen de crecimiento del sector turístico y del mercado laboral pasará factura a la economía española este año, y necesitará atraer inversiones para mantener el dinamismo
La economía española encadena varios años de intenso crecimiento liderando los ránking europeos, pero podría estar asomándose a una notable ralentización a partir del próximo año. Aunque la creación de empleo y el consumo mantendrán en cierta medida la inercia del PIB, el país se enfrenta ahora a algunos vientos de cara, como el escaso margen del turismo para seguir creciendo más allá de las cifras actuales, el final de la llegada de fondos europeos, la incertidumbre derivada de la falta de Presupuestos, el débil avance de la productividad o las tensiones provocadas por la falta de vivienda. Y todo ello aderezado con un contexto internacional que apunta a la ralentización, aunque con algunas notables excepciones. Por ello, será necesario reforzar el atractivo del país para ganar inversiones en sectores punteros, como la inteligencia artificial.
De acuerdo con el consenso de analistas de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), la economía española crecerá un 2,1% el próximo año, ocho décimas menos de lo esperado para el ejercicio actual. Esto se debe fundamentalmente a que el principal motor de la economía a lo largo de los últimos años ha sido el sector turístico, que cada vez tiene menos margen para seguir tirando del carro, lastrado por una ocupación que ya roza los máximos en cada vez más zonas y cada vez más días, la falta de mano de obra cualificada, unos precios que retraen a la demanda interna y la pérdida de poder adquisitivo en los principales mercados, como es el caso de Reino Unido, Francia o Alemania.
Además, el próximo ejercicio también se producirá el final de la llegada de los fondos europeos que no se podrá compensar con inversiones públicas nacionales dado el elevado volumen de deuda pública actual. Aunque la ejecución de estos fondos se prolongará hasta 2028, es muy probable que la envergadura de estas inversiones se vaya reduciendo progresivamente a lo largo del tiempo hasta llegar al final del plan. Y la mala noticia es que la inversión privada no parece estar lista para tirar del carro. "La falta de seguridad jurídica ligada a la falta de Presupuestos Generales del Estado, las subidas de impuestos, la burocracia, el absentismo laboral y la caída de la productividad reducen el atractivo del país para los inversores", explica Alicia Coronil, economista jefe de Singular Bank. Y, si a ello se suman los cambios en los patrones de las cadenas de suministro y el hecho de que la industria esté inmersa en un reajuste global de la cadena de valor, la falta de inversión implica que España puede quedar cada vez más desconectada de la economía mundial.
También el mercado laboral va a presentar más problemas para seguir creciendo al ritmo de los últimos años, en los que ha sumado más de medio millón de nuevos ocupados al año. En primer lugar, la tasa de paro se ha reducido del 13,7% en 2022 al 10,5% en el tercer trimestre de este año, el último dato disponible, y cada vez es más complicado encontrar desempleados cuya formación y habilidades encajen con las necesidades de las empresas. Además, al mismo tiempo se ha producido un fuerte incremento de los costes laborales, especialmente en el caso del salario mínimo (que ha subido más de un 60% desde la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno), incluyendo el incremento de las cotizaciones sociales.
El próximo ejercicio también estará marcado por la vivienda, no solo como un problema social sino también económico. La subida de los precios en el mercado inmobiliario, tanto los de compra como los de alquiler, supone un freno para la actividad económica, al limitar la capacidad de ahorro y consumo de los hogares, especialmente los más jóvenes, y amenaza la demografía, al retrasar tanto la emancipación como la edad de maternidad, pero además el Banco de España y otros organismos han advertido en numerosas ocasiones que la escalada de precios, que triplica el avance de los salarios en los últimos años, conlleva numerosos problemas macroeconómicos.
En concreto, los expertos alertan de que estas tensiones en el mercado inmobiliario limitan el atractivo del país para los profesionales extranjeros, así como la movilidad interprovincial de los desempleados que ya tengan una hipoteca, lo que frenará la creación de empleo. Este efecto es particularmente más intenso en torno a las grandes ciudades, como Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, Sevilla o Bilbao, precisamente los lugares donde se concentran los empleos más productivos. Con ello, el freno en la llegada de nuevos residentes lastra las economías de aglomeración (esto es, aquellas que dependen de la concentración de una cierta demanda y de numerosos especialistas que se complementan entre sí) y la productividad media del país.
Y, aunque se podría argumentar que la vivienda ofrece una oportunidad para relanzar el crecimiento el próximo ejercicio, dado que las necesidades de alojamiento pueden tirar de la construcción, los nuevos visados apuntan a un crecimiento más moderado de lo que podría esperarse viendo el déficit actual en el inmobiliario residencial. El gran problema radica en que el sector sufre numerosos cuellos de botella derivados de la destrucción del tejido empresarial tras el estallido de la burbuja, la pérdida de profesionales capacitados en las últimas décadas y la falta de un relevo generacional.
Por ello, la gran válvula de escape para mantener el dinamismo económico parecen ser las exportaciones, donde hay más sombras que luces. Por un lado, el comercio internacional se encuentra gripado por la guerra comercial desatada por Estados Unidos contra sus principales socios y eso, junto con la pérdida de competitividad del sector exportador español por la espiral inflacionista a partir de 2021, ha provocado que el sector exportador roce el estancamiento este año. Por otro, hay algunos países con perspectivas muy positivas para el próximo ejercicio, como es el caso de Alemania o el sudeste asiático, lo que podría dar alas a la industria si las empresas logran imbricarse en estos flujos comerciales.
Internacional
Esta ralentización coincide con una situación mucho más heterogénea en la economía internacional. Si bien es cierto que el conjunto del mundo apunta a una ligera desaceleración, este freno se debe fundamentalmente a China, dado el cada vez menor dinamismo del modelo de crecimiento basado en las exportaciones del gigante asiático, mientras que otros países pueden ganar tracción, como es el caso de EEUU o Alemania. En concreto, EEUU está inmerso en la incertidumbre tras la ruptura de las cademas de valor por la guerra comercial emprendida por el presidente Donald Trump contra sus principales socios, pero también cuenta con varias cartas a su favor, como es el caso de la rebaja fiscal, el cambio de enfoque de la Reserva Federal o las iniciativas para reducir la burocracia.
Por su parte, Alemania seguramente también cobrará impulso después de la atonía de los últimos años. El liderazgo del canciller Friedrich Merz a la hora de sacar adelante la reforma de las pensiones pone de manifiesto la solidez del gobierno democristiano, lo que a su vez apunta a una relativa facilidad para promover otras reformas que pongan en marcha la economía, como rebajas de impuestos o de presión regulatoria, algo que ya está llamando la atención de los inversores. Caso contrario es el de Francia, que encadena también varios años de crecimiento bajo y, además, encara el próximo ejercicio bajo un Gobierno débil, como refleja la sucesión de primeros ministros en los últimos meses incapaces de sacar adelante medidas de cierto calado.
Sin embargo, también hay varios en la economía internacional. Fuera del núcleo de la eurozona, países como Polonia o Suecia presentan buenas perspectivas. Y, más allá de Viejo Continente, India y el sudeste asiático parecen estar dispuestos a tomar el relevo del crecimiento en China, gracias a las inversiones extranjeras provenientes tanto del sector servicios como de la industria. Sin embargo, el gran problema para la economía nacional es que, aunque ha crecido con cierta fuerza en estos últimos años, queda algo desconectada de los nuevos núcleos de crecimiento, tanto geográficos como sectoriales, como es el caso de la inteligencia artificial. Y el hecho de que España haya reforzado sus lazos con China en los últimos años en detrimento de EEUU y otros países con mayor potencial de crecimiento que el gigante asiático no ayudará en este escenario de reconfiguración de la economía mundial.
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