- Un PSOE hundido por Almaraz, Salazar y Corina
- Editorial. Balance precipitado y nada realista de Sánchez
- Opinión. Solo a Sánchez y a sus secuaces "les renta" que siga en Moncloa
Propiciar el ascenso electoral de Vox es una estrategia 'win-win' para los intereses de Moncloa.
Para esa parte de España anestesiada y amnésica que todavía cree al Gobierno, Sánchez ya ha ganado las elecciones del domingo en Extremadura. Sea cual sea el resultado. Si se confirma la victoria sólida del PP de María Guardiola y el fuerte ascenso de Vox que vaticinan las encuestas, el líder del PSOE verá reforzada la tesis expuesta en su precipitado balance del año de que no puede haber elecciones anticipadas a nivel nacional porque eso sería tanto como abrir la puerta de Moncloa a "la derecha y la ultraderecha".
En la boca de cualquier otro dirigente de un país civilizado esta declaración merecería un reproche generalizado por ser profundamente antidemocrática. Qué mayor síntoma de la deriva autocrática que impedir la alternancia en el poder. Pero para los palmeros del sanchismo y los abajofirmantes del manifiesto contra la prensa crítica, del que siguen sin desdecirse pese a todo lo que se ha desvelado en los últimos meses confirmando el 99% de las informaciones periodísticas sobre la corrupción en el Gobierno y el PSOE, es una muestra heroica de resistencia frente a la ofensiva reaccionaria. Qué peligrosa es la estigmatización del adversario político y qué bien le viene a Sánchez que los suyos siempre se fijen más en la paja en el ojo ajeno que en la viga en el propio.
Eso explica el aparente cuajo con que el presidente del Gobierno sostiene que pretende seguir instalado en Moncloa hasta completar al menos una década en el poder. No para gestionar, sino para que no gobierne la oposición. Con eso ya "le renta" al sanchismo y a sus coristas. Pero incluso si se diera el caso harto improbable de que el PSOE obtuviera un resultado mejor de lo esperado en Extremadura pese a presentar a un candidato imputado por adjudicar a dedo un empleo público al hermano artista del líder (otra mancha que añadir a la historia negra del partido) y plantear una campaña que es un despropósito se mire por donde se mire, Sánchez podrá volver a presentarse como el paladín de la resistencia progresista frente al avance de la ultraderecha en toda Europa.
Así es como pretende pasar a la Historia, algo que le obsesiona desde que desbancó a Rajoy. Al cesáreo líder sanchista hace tiempo que no le importan los resultados del PSOE a nivel autonómico, para desesperación de quienes como García Page piden a la desesperada no seguir supeditando toda la estrategia del partido a los intereses particulares de Sánchez. Pero, para este, propiciar el ascenso electoral de Vox es una estrategia win-win de las que tanto le gustan a Iván Redondo, de regreso al círculo de asesores del presidente después de que los otros estrategas del sanchismo hayan caído en desgracia, bien por las investigaciones judiciales, bien por las denuncias de acoso a mujeres en la sede de la Presidencia del Gobierno.
Mucho tarda la Inspección de Trabajo en personarse allí para investigar las condiciones laborales en la fábrica de bulos monclovita después de la clamorosa dejación de funciones, una más, de la ministra de Igualdad, que tiene una habilidad innata para desaparecer de la escena pública cada vez que un escándalo desmiente la falacia del "gobierno más feminista de la historia" y sólo reaparece para echarle la culpa a la oposición, como ayer.
Para los convencidos del sanchismo, que haberlos haylos a juzgar por los sondeos del CIS y las tertulias de TelePedro, Sánchez ganará en Extremadura con independencia de lo que le pase al PSOE. Y también en Aragón, donde a la única a la que pedirán cuentas en caso de debacle será a Pilar Alegría, y no precisamente por su silencio sobre lo sucedido en el parador de Teruel durante la pandemia, cuando Ábalos estaba en su prime.
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