Yerlina, Moha, Liu y el millón de nuevos españoles de Sánchez. EE
Reportajes Yerlina, Moha, Liu y el millón de nuevos españoles de Sánchez: "Juramos la Constitución y no nos avergüenza nuestro origen"Desde que el Presidente llegara al poder en junio de 2018, ya hay 1.134.271 extranjeros que han decidido hacerse ciudadanos españoles de pleno derecho gracias a sus políticas de nacionalización.
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Andrea G. Cilleruelo Anabel Blázquez Publicada 6 diciembre 2025 01:40h"Cuando llegué a España, no concebí la nacionalidad como algo necesario pero, con el paso de los años, entendí que era algo beneficioso". Esto cuenta a EL ESPAÑOL Tihomir Nikolaev Nikolov, un joven de 23 años originario de Bulgaria y que lleva casi dos décadas viviendo en nuestro país.
Para él, la nacionalidad no era más que un puro trámite. Sin embargo, y con el paso de los años, su concepción cambió. Por eso, decidió dar un paso adelante y nacionalizarse como ciudadano español. A pesar de que llegó cuando sólo tenía 4 años, no ha jurado la Constitución hasta abril de este mismo año, aunque sigue manteniendo sus raíces búlgaras y se muestra "orgulloso" de sus "orígenes".
Como él, ya hay 1.134.271 extranjeros que han decidido hacerse ciudadanos españoles de pleno derecho desde que Sánchez llegó al poder en junio de 2018 y comenzó a tejer sus políticas de nacionalización con un objetivo nítido: reparación histórica, protección de perseguidos y apertura gradual de vías de integración para los inmigrantes.
Cuando Sánchez asumió el poder, España estaba en la recta final de una de sus leyes más singulares: la que permitía a los sefardíes —descendientes de los judíos expulsados en 1492— recuperar la nacionalidad española sin necesidad de residir en el país. La norma clave era la Ley 12/2015, pero la gestión de sus últimos compases recayó ya en el nuevo Ejecutivo.
La prórroga del plazo para presentar solicitudes y el margen extra para subsanar expedientes fueron, en la práctica, una forma de no dar un portazo abrupto a decenas de miles de historias personales que veían en el pasaporte español algo más que un documento: una restitución tardía, pero simbólicamente poderosa, frente a una expulsión decretada cinco siglos antes.
En 2022, el Gobierno dio un paso de enorme calado con la Ley de Memoria Democrática. Su disposición adicional octava abrió una nueva vía de nacionalidad para los descendientes de exiliados de la Guerra Civil y la dictadura, así como para hijos y nietos afectados por discriminaciones legales del pasado, como las mujeres que perdieron la nacionalidad al casarse con extranjeros.
Detrás del lenguaje jurídico se escondía un fenómeno de gran impacto social: consulados colapsados en América Latina, miles de familias removiendo partidas de nacimiento y viejos documentos, y un flujo constante de nuevas ciudadanías que convertían en derecho actual lo que hasta entonces había sido solo memoria familiar.
Otra pieza de la misma ley apuntó a una memoria aún más específica: la de las Brigadas Internacionales. La norma reconoció la posibilidad de otorgar la nacionalidad por carta de naturaleza a descendientes de aquellos voluntarios que llegaron a España a defender a la República entre 1936 y 1939.
Años después, el gesto se concretó en un Real Decreto que concedía la nacionalidad a más de un centenar de hijos y nietos de brigadistas de diversos países, muchos de ellos vinculados a asociaciones memorialistas.
Los trabajadores extranjeros crecen un 49% desde 2019 y sostienen el mercado laboral frente al estancamiento españolNo era una medida masiva, pero sí altamente simbólica: el Estado español cerraba un círculo con quienes, desde fuera, se jugaron la vida por una democracia que no llegó a tiempo para ellos, pero sí para sus herederos.
A partir de 2023, el Gobierno convirtió una herramienta discrecional del Código Civil —la carta de naturaleza por "circunstancias excepcionales"— en un salvavidas para decenas de opositores nicaragüenses despojados de su nacionalidad por el régimen de Daniel Ortega.
La secuencia fue clara: un grupo de presos políticos expulsados de su país, una comunidad internacional conmocionada y varios gobiernos, entre ellos el español, dispuestos a ofrecer algo más que asilo.
La nacionalidad española se transformó así en refugio pleno para escritores, activistas, periodistas y sacerdotes convertidos en apátridas de un día para otro, y España asumió un papel central en la respuesta europea a esa crisis.
La gran reforma técnica llegó con el nuevo reglamento de extranjería —entró en vigor el 20 de mayo de 2025—, que no habla de nacionalidad de forma directa, pero condiciona quién podrá acceder a ella en el futuro.
Al flexibilizar y diversificar las figuras de arraigo, reduciendo tiempos, introduciendo modalidades ligadas a la formación o al empleo y dando segundas oportunidades administrativas, el Gobierno ha reordenado la puerta de entrada a la residencia legal.
En la práctica, estas vías más amplias de regularización son el primer tramo de un camino que, tras varios años de residencia y cumplimiento de requisitos, desemboca en la nacionalidad: el mensaje es que España se asume ya no solo como país de paso, sino como un lugar de proyecto vital para centenares de miles de personas de origen extranjero.
Y como si de un efecto llamada se tratase, este mensaje fue calando en el resto de países del mundo. Desde 2018, la población extranjera residente en España ha aumentado en más de dos millones de personas, pasando de 4.663.726 a 6.911.971 en tan sólo siete años.
Este medio ha hablado con doce de ellos, procedentes de todas partes del globo pero con un objetivo en común: encontrar en nuestro país una "vida mejor". Todos coinciden en que España es un país de nuevas oportunidades que les ha recibido "con los brazos abiertos", y se muestran agradecidos.
Es el caso, por ejemplo, de Manuel, un hombre procedente de Ecuador que, gracias a "un trabajo" que le surgió "en apenas dos días", ha podido formar en territorio nacional "una familia con tres hijos maravillosos", igual de española que cualquier otra.
Los nuevos españoles
Tihomir Nikolaev Nikolov tiene 23 años, nació en Bulgaria, pero lleva casi dos décadas viviendo en España y actualmente trabaja como desarrollador de aplicaciones web.
Su padre fue el primero en llegar a España "por trabajo". Después, el joven voló a la península junto a su madre, cuando tenía 4 años. Se ha educado en España y, a pesar de haberse adaptado al país, se continúa "sintiendo búlgaro". Su familia —abuelos, abuelas y algún primo— siguen viviendo en Bulgaria.
Tihomir Nikolaev Nikolov. Cedida
Nikolaev tiene la nacionalidad española desde abril de este año, pero logró el DNI hace apenas "dos o tres meses" y el pasaporte español hace un mes. A su llegada a España no sintió la nacionalidad española como algo necesario, aunque ahora le resulta "beneficiosa".
El búlgaro, y ahora también español, lleva trabajando desde los 20 y considera que este documento le va a "beneficiar para el futuro", ya que asegura que de ese modo "es más fácil conseguir un crédito".
Bouama Kouali es de nacionalidad marroquí, y también lleva prácticamente toda su vida en España. Emigró junto a su familia a la península cuando tenía 19 años, "en la Navidad de 1989". Este año ya ha cumplido los 55, y desde su llegada se dedica al "comercio de las alfombras" en el municipio alicantino de Crevillente.
Bouama cuenta que en la localidad viven muchas personas procedentes de Marruecos, pero que "ya no son sólo de origen marroquí". "La mayoría ya tiene nacionalidad española y tienen el mismo derecho", agrega. A Bouama le dieron la nacionalidad al poco de su llegada a la península, hace más de dos décadas.
Se mudó a España para "mejorar su vida". Hoy tiene dos hijos, uno de 18 años y el otro de 21, y asegura que se sienten "ciudadanos españoles".
Manuel Huamán emigró de Ecuador a España en el año 2000, solo y con 26 años, "con el propósito de sacar a la familia adelante". El ecuatoriano se estableció en Palos de la Frontera (Huelva) para "trabajar en el fresón", y fue entonces cuando le concedieron la nacionalidad española.
Al año, su esposa y sus tres primeros hijos volaron junto a él. Hoy ya tiene cuatro hijos y está "completamente integrado" en la sociedad española.
Manuel Huamán. Cedida
Su oficio es el de pintor, y lleva "más de 25 años en la profesión". Actualmente trabaja como chapista en un concesionario de coches de la Comunidad de Madrid.
"Gracias a todos los trabajos que he tenido aquí en España se me han abierto las puertas para darles unos buenos estudios a mis hijos", dice Manuel agradecido.
El ecuatoriano se siente "totalmente adaptado en la cultura española" después de llevar un cuarto de siglo en la península. "Es un país muy hermoso y con muy buen compañerismo", señala.
Thimbo Samb es un reconocido actor de cine y teatro. Llegó a España desde Senegal en 2006, a sus 17 años, "en un cayuco". Era "la forma más fácil" de huir de su país para llegar a Europa.
"Los barcos del Occidente, incluso españoles, venían a pescar en nuestros mares y llevarse nuestros peces con acuerdos de gobiernos corruptos que sólo quieren llenar sus bolsillos", relata el senegalés. En ese momento decidió embarcarse en un cayuco con dirección a España.
Thimbo Samb. Cedida
Al llegar fue "internado en un centro para extranjeros" durante 18 días, después estuvo "meses durmiendo en las calles de Madrid". Pasado ese tiempo, contactó con la responsable de una ONG en la que había un grupo de teatro y cogió un tren a Valencia.
En ese momento, se abrieron las puertas de la esperanza para Thimbo, que se inició en "estudios de interpretación" en la Fundación Esquerra de la Comunidad Valenciana. A pesar de que el actor lleva 21 años en España, no se siente completamente integrado: "Si adaptarme a la cultura española significa renunciar a la mía, no la cambio", comenta.
Por el momento, Thimbo no tiene la nacionalidad española porque siente que eso conllevaría renunciar a la nacionalidad senegalesa. Actualmente, tiene un hijo, y sus planes son volver a Senegal y trabajar en el oficio allí. "Todas las personas senegalesas que conozco queremos volver", sentencia.
Mitterrand Ekole emigró desde Camerún. Estuvo viviendo en Francia durante cinco años para formarse como maestro y, finalmente, en julio de 2024 llegó a España para "probar algo nuevo".
A sus 26 años, el joven camerunés quería "disfrutar de una experiencia nueva" en la que no conociese el idioma, pero tenía claro que "buscaba un país de la Unión Europea".
Actualmente trabaja como Computer Vision Engineer para la industria farmacéutica y, aunque todavía no tiene la nacionalidad española, lucha por conseguirla en un proceso que, dice, "es largo".
Mitterrand Ekole. Cedida
Mitterrand sostiene que "en España las personas son muy bienvenidas" y paulatinamente siente que se está integrando en la sociedad. "Todos son muy amables y se adaptan aunque todavía tengo algunos problemas con el idioma", cuenta. El camerunés destaca, ante todo, el buen ambiente y la cercanía de la población española; igualmente resalta la comida.
Ahora vive en Madrid, aunque también ha residido en Valencia, Barcelona y Oviedo. Desde su experiencia, considera que "en España se resuelven las cosas de forma más tranquila", y considera el nuestro un país "extremadamente seguro".
Vanesa Moura tomó la decisión de emigrar a España hace cuatro años buscando "una oportunidad laboral mejor" porque "no sentía seguridad con el gobierno de Argentina y no llegaba a fin de mes".
En su país trabajaba como acompañante terapéutico de personas con discapacidad. Hoy, en España, y a sus 42 años, se dedica al "acompañamiento de personas mayores con Alzheimer".
Vanesa Moura. Cedida
A pesar de que siente "muy cómoda" viviendo en la península, últimamente siente que España se parece más a la Argentina que dejó atrás: "Siento que los sueños están muy mal pagados", señala. No obstante, tiene claro que volverá al país en el que nació. Además, lamenta que la inmigración masiva conlleva la "llegada de muchas personas que vienen al país a delinquir".
Su proceso para obtener la nacionalidad española fue "bastante lento". Primero se hizo "pareja de hecho" junto a su pareja sentimental para "conseguir el NIE y poder trabajar". Tras dos años de residencia oficial tramitó la nacionalidad española, y actualmente está "a la espera del DNI y el pasaporte".
Karina Escobar trabaja como administradora y amarradora de barcos en el puerto de Ciutadella, en Menorca. Llegó desde Paraguay hace siete años, y ya ha cumplido los 27.
"Al llegar a España te enfrentas con la realidad", confiesa la paraguaya. "Tuve que estar tres años sin papeles, y no se puede vivir del aire", agrega.
Karina Escobar. Cedida
Por ello, se vio obligada a "trabajar de forma ilegal" dedicándose a la limpieza y al cuidado de mayores. "El proceso es largo", cuenta, pero Karina ya ha conseguido la nacionalidad española y vive "súper contenta" junto a sus hermanas.
Yerlina Fernández emigró de Venezuela a España en 2017 junto a su esposo y sus dos hijos, donde ya les esperaba su familia materna; sin embargo, esta decisión supuso su separación matrimonial, ya que su pareja quería emigrar a Estados Unidos.
Cuando llegó a la península, se le negó el asilo político, y se le otorgó residencia por "razones humanitarias" debido a la "mala situación política de Venezuela" en aquel momento.
Yerlina Fernández. Cedida
Para Yerlina, estudiar el examen para conseguir la nacionalidad española fue "un proceso muy fácil, más incluso que sacarse el carnet de conducir", y ya cuenta con ella.
La venezolana, a sus 46 años, vive en Madrid y trabaja como entrenadora personal y nutricionista deportiva. Aunque siente un gran apego a sus raíces, dice de forma contundente: "Estoy muy feliz aquí en España. Me va increíble y no volvería a mi país".
Mohammed E. llegó a España desde Marruecos a los cinco años junto a su familia, quien llegó un año antes que él para trabajar. Hoy, dice con mucho orgullo: "Yo soy muy patriota. Me siento muy español".
Mohammed cuenta que fue "el primer marroquí en inscribirse al colegio público" de su pueblo de Toledo. Esto fue para él "una experiencia difícil, pero satisfactoria". Consiguió la nacionalidad a los 18 años, aunque aclara que sigue siendo marroquí. Ahora tiene 40 y se dedica al sector aeronáutico.
Mohammed E. Cedida
El marroquí asegura que su familia "no vino a España por necesidad", pero que se ha impregnado de "la grandeza de la cultura" del país. "Me siento buen español, aunque no tengo por qué estar avergonzado de mi origen", señala. Sin embargo, lamenta que a día de hoy haya gente que "se crea con el derecho de decir quién puede estar y quién no en España".
Mohammed lo tiene claro: "Yo nunca diría que España es racista", ya que considera que nuestro país le ha enseñado "valores, respeto, educación y dignidad".
Mike llegó a España desde Liverpool (Inglaterra) porque su esposa consiguió "una buena oportunidad de trabajo". Además, era una forma de "estar más cerca de la familia" de su mujer, en un momento de mala salud en el que necesitaban tener un mayor apoyo.
Por el momento no tiene la nacionalidad española, aunque sí el permiso de residencia, y se dedica a dar clases de inglés mientras busca un trabajo relacionado con sus estudios de marketing y publicidad.
Mike. Cedida
El inglés considera que "la gente es más amable en España", así como que "la calidad de vida es mejor". Ahora tiene un hijo y, por el momento, quiere quedarse en el país junto a su familia.
Lei Yan Liu, con nombre español Elena, llegó a la península desde China cuando era joven junto a su familia porque "la situación económica del gobierno no era buena". El proceso de emigración fue complicado para Elena porque no conocía la cultura ni el idioma; sin embargo, rápidamente logró adaptarse.
"Cuando llegas, la única manera de sobrevivir es en un restaurante", dice, solución de la que tomaron parte trabajando todos los días de la semana durante varios años.
Lei Yan Liu. Cedida
Con el tiempo, conoció al que ahora es su esposo, y de esa forma logró la nacionalidad española. Ya siendo adulta, Elena trabajó como traductora de chino en diferentes juicios y, al poco tiempo, pudo cumplir uno de sus sueños: estudiar una carrera universitaria. Eligió Derecho y, gracias a emigrar, Elena siente que su vida "ha cambiado a mejor".
Wenxuang Jiang Li es catalán y, a sus 20 años, ha sido seleccionado el mejor soldado de su promoción. Nació en España, pero ha vivido gran parte de su vida en China. Jiang Li nota una gran diferencia entre la cultura española y la asiática: "En el ambiente en el que crecí uno hace un trabajo y ya, fin".
El soldado Li frente a la imagen del Regimiento Asturias 31 del Ejército de Tierra.
Sin embargo, el soldado catalán se siente completamente integrado en la cultura española: "Toda mi vida me he sentido español", declara.