Han pasado 39 años, pero Teodoro García Pajares tiene los recuerdos casi intactos del día en que su barrio, El Cristo, en Palencia, descorchó botellas de sidra y compró por encima de sus posibilidades, gastando un Gordo que luego se evaporó. Hacía años que ni lo pensaba, hasta que esta semana pudo ver cómo en Villamanín (León), de nuevo, se vendieron más participaciones que décimos había para respaldarlas, y el pueblo pasó de la euforia al enfado en horas.
«Recuerdo que pasó lo mismo, más o menos, que este año ha pasado en León, pero esto fue queriendo», relata a este diario. A sus 68 años, le volvieron a la mente las imágenes de cuando tenía 29 y su madre compró un coche porque se creía millonaria, para luego tener que negociar con el banco pagarlo a plazos.
Uno de los billetes del Gordo falsificados en Palencia en 1986.Esta semana ha vuelto a pensar en Jacinto Sánchez Zambrana, el responsable de la fechoría, y pone el foco en el cambio sustancial entre ambos episodios que ya pasan a engrosar hemerotecas. Ambos ocurrieron en Castilla y León. En ambos el premio acabó en 2: 3.772 en 1986 y 79.432 en 2025. Y en ambos se vendieron participaciones de más. La diferencia: cree que en Villamanín fue un error de la comisión de fiestas, y en El Cristo la intención de un estafador.
Jacinto Sánchez era el encargado del bar del Hogar del Pensionista y vendió participaciones de 500 pesetas -en Villamanín eran de cinco euros- a todos los mayores habituales del local, además de a muchos otros vecinos de El Cristo, un barrio obrero en el que Teodoro recuerda que en aquellos años «la gente no tenía un duro». Vendió 232 participaciones, «jugaba el 90% del barrio» y, nada más cantarse el Gordo, el entusiasmo anegó las calles.
Recuerda Teodoro que «todo el mundo el mismo día y al día siguiente encargaron frigoríficos, lavadoras, abrigos de piel...». Compraron esos caprichos a los que no llegaban los sueldos ajustados de cada mes, «hasta que saltó la liebre». Se supo que tan solo había comprado 10 décimos, que daban para 50 participaciones, pero vendió 232, equivalentes a 48 décimos. Y llegó la frustración: «Al día siguiente, venían las furgonetas a recoger todo lo que habían vendido».
El propio día del sorteo Jacinto Sánchez se fugó, desapareció, hasta que acabó confesando su delito a un sacerdote, que le hizo entregarse. Los vecinos contrataron abogados, crearon una comisión especial para poder recuperar el premio y lograron que le condenasen.
Pasó ocho años en prisión tras hacer que se evaporasen 1.150 millones de pesetas que sus vecinos creían que les cambiarían la vida. Los agraciados perdieron el 70% del premio que creían que habían ganado. «El premio que había tocado se dividió entre todos y sacaron un 30%», recuerda Teodoro. En su casa le tocó a su madre, y no es capaz de evocar la cantidad exacta de lo que finalmente cobró: «Todavía era en pesetas».
Villamanín ha quedado dividido por la polémica, como en su día acabó este barrio, con los vecinos «super enfadados». Con el paso del tiempo el disgusto se fue enfriando, empezaron a diferenciar y quitaron a su familia de la ecuación. Siguieron viviendo en el barrio, haciendo vida normal, pero no así Jacinto. Nunca volvió a pisar Palencia.
Casi cuatro décadas después, los recuerdos se han ido desvaneciendo y tan solo los mayores del barrio se acuerdan de Jacinto, pero estos días ha vuelto a protagonizar corrillos y todo tipo de debates. Ya no existe aquel bar del Hogar del Pensionista en el que se fraguó la estafa, pues se lo adjudicó la asociación de vecinos y ya no volvió a abrirse y, sin embargo, está en boca de todos. «Dejó de existir hace muchísimos años, desde aquello por lo que me estás llamando», dicen al otro lado del teléfono en la cervecería El Cristo.
Aunque nadie ha vuelto a ver a Jacinto Sánchez, todos han seguido en la distancia su historia. Tras salir de prisión, no regresó a casa y «siempre se ha dicho que ahora vive en Canarias», comentan en el barrio. Los rumores dicen que «su familia va a verle», pero que nunca quiso volver «porque tenía mucho peligro, se la cargaría, la gente estaba superenfadada».
Teodoro García está convencido de que ahora que ya superará ampliamente los 80 años podría regresar y «no le pasaría nada» porque «la mayoría de la gente ni lo conocería» y, además, en 40 años la rabia «se ha enfriado».
"Jamás ha habido trampa aquí", dicen en la comisión de Villamanín
La Comisión de Festejos de Villamanín, que distribuyó por error 50 participaciones sin tener asignados los diez décimos correspondientes, pide «disculpas» a los afectados y, a través de un comunicado ha querido «dejar muy claro que jamás ha existido ningún tipo de fraude o trampa». Tras la tensa reunión del viernes, llegaron a un acuerdo para que todos los agraciados puedan cobrar, pero renunciando a un parte de su premio. La propia comisión entrega sus décimos y participaciones -que compensa dos de los cuatro millones que faltan- y el resto ceden inicialmente el 10% del importe. El 22 de marzo, cuando hayan cobrado, se realizarán cálculos y recuperarán otro pellizco.