- IÑAKI GARAY
El historiador griego Estrabón y su colega romano Tito Livio coincidieron, cuando escribieron sobre los mitos y costumbres de los celtas, que el peor mal que podían concebir estos pueblos era que el cielo cayera sobre sus cabezas.
René Goscinny y Albert Uderzo recogieron esta idea cuando crearon el cómic de Astérix y Obélix y convirtieron a Abraracúrcix, el jefe de los irreductibles galos, en un ser temeroso de que eso ocurriera. El peor mal para el socialismo este domingo no era que el cielo cayera sobre sus cabezas sino que el suelo se abriera bajo sus pies en Extremadura y eso es precisamente lo que ha ocurrido. No ha sido una sorpresa porque todas las encuestas, que esta vez sí acertaron, lo avanzaban, pero para Sánchez es una tragedia. Tan clara era la tendencia que en los días previos en Ferraz daban por bueno, en un alarde histórico de desesperación, que la candidata del Partido Popular, María Guardiola, no alcanzara los 33 escaños que le hubieran otorgado la mayoría absoluta. Con este trampantojo pretendían maquillar la dolorosa realidad en la que vive atrapado ahora el PSOE y que se concreta en que el proyecto sanchista está en caída libre y arrastra al socialismo en España.
Los resultados no albergan ninguna duda. El suelo del PSOE se ha quebrado en un territorio en el que nunca habían perdido las elecciones y la caída ha sido estrepitosa. Los socialistas han pasado de 28 a 18 diputados en menos de cuatro años y en muchas localidades que históricamente eran sus bastiones han sido superados incluso por Vox. La estrategia desplegada por Pedro Sánchez de polarizar la sociedad está resultando un rotundo fracaso para sus intereses porque está consiguiendo dos objetivos, uno de los cuales él y sus asesores no habían previsto. Por una parte está desmovilizando el voto de la izquierda (a dos horas del cierre de las mesas la participación era seis puntos inferior a la de los anteriores comicios), lo que ha supuesto una decepción en Ferraz, y por otra está despertando el voto de la derecha más radical (esto sí era un resultado buscado). Es decir, el sanchismo está perjudicando al PSOE y rearmando a Vox, que se está convirtiendo en algo así como su caballero blanco. Curiosamente los votantes que pierde el socialismo no recalan precisamente en otras opciones de izquierda. El dato no ofrece dudas. Hace solo cuatro años la izquierda y la derecha se repartían prácticamente a partes iguales el voto en Extremadura. Ahora la derecha aglutina el 60% del voto.
Los socialistas que han sabido tomar distancia de Sánchez para hacer algo de autocrítica contemplan cómo territorialmente el PSOE se desangra en toda España, salvo en Cataluña, no porque haya ningún contubernio, como gritan constantemente desde Ferraz y desde La Moncloa, sino porque sus decisiones (la amnistía, el cupo para Cataluña, su deriva populista, el cierre de Almaraz, el maltrato al campo y a los autónomos...) y la sarta de casos de corrupción que les asolan han defraudado la confianza de su cuerpo electoral.
En el caso de Extremadura, el candidato ha sido otro factor añadido que ha acabado por darle la puntilla al PSOE. Miguel Ángel Gallardo se ha mostrado como un hombre de escaso peso en el PSOE, incapaz de elevar la voz contra las decisiones claramente perjudiciales para Extremadura que ha adoptado el PSOE desde Madrid. Su principal mérito para convertirse en el aspirante a gobernar Extremadura es haber servido bien a Sánchez, propiciando presuntamente desde la diputación de Badajoz que el hermano del presidente, David Sánchez, consiguiera un empleo casi más ficticio que público. Un caso por el que la Justicia le ha imputado como presunto autor de los delitos de prevaricación y tráfico de influencias. Por primera vez en la historia, el socialismo presentaba a un candidato en estas circunstancias a unas elecciones.
Es evidente que en clave nacional Extremadura no pesa tanto como Andalucía o Cataluña. Los once diputados que llegan al Congreso en Madrid desde Cáceres y Badajoz no tienen tanta fuerza como los 61 que aportan las provincias andaluzas o los 45 de las catalanas, pero la tendencia no ofrece ya ninguna duda y eso va a tener consecuencias inmediatas en términos de movimientos políticos porque se percibe ya el olor a sangre y el fin de ciclo en un sanchismo, que se encuentra ya en el punto de no retorno. De momento, el presidente de Aragón, el popular Jorge Azcón, ha convocado anticipadamente ya las elecciones en aquel territorio y ahora es muy probable que el también popular Moreno Bonilla haga lo mismo en Andalucía.
Mientras tanto, ¿qué va a pasar ahora en Extremadura? Evidentemente, la candidata del PP, María Guardiola, no ha alcanzado la mayoría absoluta (nadie vaticinaba que lo hiciera), pero ha ganado las elecciones con casi 18 puntos de diferencia y los 29 escaños que ha obtenido (uno más que en los últimos comicios) la sitúan con cuatro representantes por encima de la suma de PSOE y Podemos. Y eso, sin ser definitivo, limita el poder de Vox, que ha sido uno de los grandes vencedores de estos comicios, para imponer sus condiciones. No se descarta que incluso intente gobernar en solitario. Después de tantos años de rodillo sanchista, los votantes de la formación que lidera Santiago Abascal no verían con buenos ojos que Vox se aliara precisamente con la izquierda y esa es una de las bazas que puede jugar Guardiola.
Hay otros elementos ocultos que han pesado en el hundimiento del PSOE en Extremadura. Es muy posible que gran parte del socialismo en ese territorio, aquel que ha estado siempre en la órbita de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Felipe González y Alfonso Guerra, y que sigue siendo una piña en las casas del pueblo de esa Comunidad Autónoma, haya contribuido de buen gusto amotinándose contra un sanchismo que ellos entienden está a punto de enterrar en vida al PSOE.
Decía Aitor Esteban hace solo unos días que Sánchez es el primero que sabe que la legislatura está agotada y que lo único que espera es que las encuestas le sean propicias para convocar elecciones. Si lo segundo tiene que ser consecuencia de lo primero es muy posible que, visto lo ocurrido en Extremadura, ya nunca pueda dar ese paso.
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