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La importancia del voto extremeño

La importancia del voto extremeño
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Aquel equilibrio regional que se dio entre los dos principales partidos nacionales en 2023 ha dado paso a un electorado que, habiendo abandonado a la izquierda, se ha consolidado como netamente conservador. La tendencia que apareció en Badajoz y en Cáceres se ha hecho fuerte. Leer
Ensayos liberalesLa importancia del voto extremeño
  • TOM BURNS MARAÑÓN
19 DIC. 2025 - 02:03La presidenta de Extremadura y candidata del PP, María Guardiola, conversa con el candidato del PSOE, Miguel Ángel Gallardo.Jero MoralesEXPANSION

Aquel equilibrio regional que se dio entre los dos principales partidos nacionales en 2023 ha dado paso a un electorado que, habiendo abandonado a la izquierda, se ha consolidado como netamente conservador. La tendencia que apareció en Badajoz y en Cáceres se ha hecho fuerte.

Algo menos de un millón de extremeños, 890.985 según el censo, decidirán pasado mañana la suerte del minoritario Gobierno de coalición que lidera Pedro Sánchez.Si los votos logrados por el Partido Socialista le consiguen menos de 20 escaños en el parlamento autonómico que se reúne en Mérida, la continuación del sanchismo en el poder debería ser inviable.

Hace bien poco el desplome de la marca del puño y la rosa en las dehesas extremeñas pertenecía al género de la política ficción. Era algo inverosímil puesto que, salvo en la de 2011-2015 y en la actual legislatura, los socialistas han gobernado la región ininterrumpidamente y con comodidad desde 1983.

Hoy parece claro que el empate derecha-izquierda en las elecciones autonómicas celebradas en Extremadura de 2023 -28 diputados socialistas y otros tantos populares en una asamblea de 65 escaños- marcó un punto de inflexión.

La meta del Partido Popular, que se hizo con el poder al frente de una coalición con Vox, es lograr al menos 33 escaños, la mayoría absoluta, para poder gobernar en solitario. El rival del Partido Popular ya no es el Socialista, cuya fulminante derrota está descontada, sino Vox, cuyo voto aumenta, según las encuestas, y puede de nuevo negarle el incuestionable poder al cual aspira.

Aquel equilibrio regional que se dio entre los dos principales partidos nacionales en 2023 ha dado paso a un electorado que, habiendo abandonado a la izquierda, se ha consolidado como netamente conservador. La nueva tendencia electoral que entonces se hizo presente en Badajoz y en Cáceres se ha hecho fuerte y en 2025 indica que un profundo cambio de lealtades políticas ha tenido lugar. El domingo se comprobará que la mudanza ideológica es notablemente mayor.

La derechización y el conservadurismo en Extremadura es tan novedoso y sorprendente como lo es el mortífero hundimiento de la izquierda en lo que fue un inexpugnable feudo socialista. Por ello, la pugna entre los dos partidos dinásticos que se consolidaron bajo el paraguas del bipartidismo en la Transición tiene ya un interés relativo.

Lo que en el medio plazo va a marcar cuantas elecciones se celebren entre Hendaya y Gibraltar va a ser esa fratricida rivalidad entre una derecha de toda la vida y una que es reciente e insurgente. Salvando las distancias, es la misma competición que se desarrolla en toda Europa y que es especialmente reñida en Alemania y Reino Unido. En Italia los insurgentes ya han ganado y en Francia están a un paso de cantar victoria.

Lo que no se sabe y lo que el recuento de los votos el domingo ayudará a puntualizar es la relación de fuerzas en España entre la derecha centrista y liberal conservadora y la derecha populista, antiinmigración y "patriótica" de Vox. A primera vista el Partido Popular se hace con los votos de los extremeños socialistas que ya no tragan a Sánchez y Vox atrae sobre todo a los jóvenes que no aguantan la "partitocracia" porque les ha "robado" su futuro.

La circunstancia, en estos tiempos de ruido, de furia, de vergonzosos escándalos y de desafiantes bostezos presidenciales, es que la despoblada Extremadura, región marginada por estar desprovista de un transporte ferroviario en condiciones y penalizada por el cierre nuclear, ha centrado el interés político como nunca ha sucedido en el pasado.

Si se escucha lo que hoy está en la conversación nacional se diría que Extremadura, santuario de la Virgen de Guadalupe, cuna de conquistadores y última morada de Carlos V de Alemania y I de España, repartirá el Gordo con un día de antelación a todos los españoles de bien.

Los extremeños distribuirán el millonario premio si el domingo certifican el total abatimiento de un candidato sanchista que está imputado, junto con el hermano del presidente del Gobierno, por los delitos de prevaricación y tráfico de influencias.

A poco que se vote como vienen señalando las encuestas, pasado mañana comenzará, de urna autonómica en urna autonómica, un auténtico vía crucis electoral para el presidente del Gobierno. Será todo un plebiscito: Sánchez sí, Sánchez no.

El guion de las campañas va a ser similar en una región y en otra. Girará sobre la corrupta penuria del sanchismo y ahí donde no se celebren comicios regionales el grito de "Sánchez dimisión, elecciones ya" será ensordecedor.

También se perfila un amplio debate sobre las desavenencias, superables o no según los casos, entre el Partido Popular y Vox. Esto, que pondrá a prueba la inteligencia política de los líderes de la derecha española, puede ser enriquecedor o mezquino. Ya puede ser provechoso puesto que Sánchez, con su repetitivo discurso del dóberman y de la fachoesfera, se encarga de que sea ruin.

Y el contexto de las elecciones del domingo es que todos los españoles tienen sana envidia de los extremeños. La tienen, a la vez, de los empadronados en Aragón que ejercerán su derecho al pataleo eligiendo representantes a sus Cortes en Zaragoza en febrero, de los castellanoleoneses que en marzo renovarán las suyas en Valladolid y de los andaluces que están convocados a votar en junio.

Las elecciones en Extremadura asumen una muy notable importancia por ser las primeras y por tener el potencial de crear lo que los politólogos llaman el efecto bandwagon, también llamado el efecto "arrastre". Es el de la bola de nieve que engrandece cuando rueda y, puesto que el domingo comienza el invierno, se avecinan nevadas.

El bandwagon se refiere a la manera en la cual en un proceso como el de las primarias en las campañas presidenciales norteamericanas los votantes cambian su voto en favor del que gana porque todos quieren subirse al carro del equipo que triunfa. Si los extremeños avasallan el sanchismo, hay todavía más probabilidades de que ocurra lo mismo en las sucesivas votaciones autonómicas.

De esta manera un fuerte voto antisanchista en Extremadura aumentará el brusco rechazo de la candidata de Sánchez (la exministra y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría) en los comicios en Aragón dentro de dos meses y el recuento de los votos maños mejorará las expectativas del Partido Popular el mes siguiente en Castilla y León.

Llegado junio y de acuerdo con la teoría del efecto "arrastre", los penosos resultados que habrá cosechado el sanchismo en las elecciones autonómicas anteriores asegurarán la deshonrosa derrota de la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en las andaluzas.

Ya pueden temblar ellos y ellas, los hombres y las mujeres de Sánchez. Si la propuesta progresista del presidente del Gobierno carece de tirón alguno en una región como la extremeña, que aparece en penúltimo lugar en el ranking del PIB per cápita por autonomías, ¿qué legitimidad tiene el sanchismo para permanecer en el poder a escala nacional?

Al fin y al cabo, ahí donde hay desigualdades manifiestas y muchos "descamisados" en riesgo de caer en la pobreza el progresismo debería tener el camino despejado y un horizonte claro. Si no gana en Extremadura, que es donde más deberían calar políticas públicas redistributivas, será porque el socialismo transformado en sanchismo ha perdido la brújula moral y carece de ejemplaridad.

Todo indica que dentro de seis meses, llegado el mes de junio, los andaluces, que están a la cola del ranking de riqueza por habitante, afirmarán que Sánchez es el emperador que anda desnudo. Lo harán con más contundencia que en 2022, cuando el Partido Popular ya obtuvo la mayoría absoluta en una extensa región que durante cuatro décadas había sido el granero de los votos socialistas.

La caída en desgracia del sanchismo no requiere de mucha explicación. El memorial de agravios es largo y se conoce. Conviene, sobre todo, tener en cuenta que lo importante es que el sota, caballo, rey en los sistemas parlamentarios de las democracias liberales es que, guste o no guste, los electores mandan.

Cuando un gobierno se estanca porque, por ejemplo, es incapaz, año tras año, de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, no tiene más remedio que dimitir y convocar elecciones.

Y eso, que es como se hacen las cosas en una democracia parlamentaria, es lo que han hecho los gobiernos del Partido Popular en Extremadura y Aragón al adelantar los comicios para renovar sus respectivos parlamentos. En los dos casos no se aprobaron los Presupuestos porque Vox no los apoyó y en ambos los electores tienen ahora la oportunidad de forzar la unidad de una derecha coaligada repartiendo su voto, o de votar "tácticamente" para que un solo partido, se supone que el más "centrado", gobierne con mayoría.

La importancia de las elecciones extremeñas no admite discusión. El voto que pasado mañana emitirán los 890.985 ciudadanos censados en Extremadura deberá ser recordado como el principio del fin del sanchismo, de un altivo gobernante en su búnker y de una borreguil masa clientelar que se empeña en ignorar la impopularidad de su líder y la conclusión de su ciclo político.

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Fuente original: Leer en Expansión
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