Los audios y los correos electrónicos de la crisis de Revuelta y Vox a los que ha accedido EL MUNDO demuestran que durante el mes de octubre la presión que ejerció la cúpula del partido sobre la organización juvenil no hizo sino aumentar. Siete meses después de que, a mediados de marzo, el asesor Kiko Méndez-Monasterio conociera remanentes contables en la asociación juvenil que podrían ser irregulares, Vox no había iniciado aún acciones legales concretas para depurar la crisis -no las anunciaría hasta diciembre-, pero los dirigentes de la formación comenzaron a fiscalizar al número dos de Revuelta, Pablo González Gasca.
En un correo electrónico que le envió Montse Lluis, secretaria general adjunta de Vox, el 11 de octubre a las 9.43 horas, ésta reclama a González Gasca que «justifique correctamente» los gastos de representación que pasó a Vox, ya que sospecha que algunos de ellos son pagos que corresponden a Revuelta, como le dice en una reunión posterior. La cúpula del tercer partido más votado de España quiere «determinar así qué importes no corresponde asumir a Vox y, por tanto, deben ser devueltos al partido».
También le exige un listado de todos sus «viajes o actos fuera de España» a los que asistió «en nombre de Vox o como joven de Vox». Y le anuncia que, en adelante, será la dirección la que valore si él puede asistir. «Y cómo».
El 9 de octubre, Lluis lo cita a una reunión en la que lo acusa de «robar» al partido a la manera de Rodrigo Rato, al que pone de ejemplo. Y el 18 de octubre Jorge Buxadé, coordinador jurídico y jefe de la delegación de Vox en Bruselas, se une a las pesquisas, liderándolas.
Cinco días después, González Gasca acude a otra reunión con Buxadé y, justo antes, Juan Pflüger, responsable nacional de prensa de Vox y miembro del Comité de Empresa del partido, le pide reunirse en su despacho «cinco minutos», según una grabación en poder de este diario. La reunión dura finalmente nueve minutos en los que Pflüger le aconseja velar por sí mismo y apretar en las cantidades a percibir si lo despiden, pero le reclama que no juegue «sucio» contra Vox, porque entonces no mirarán por él.
«Tú no juegues sucio. No renuncies a tus derechos y te vienes con tu abogado, [que saque] todo lo que pueda. Porque tú piensa que si tú te vas de aquí con 40.000 euros, o 30.000 euros de indemnización más dos años de paro, ya te solucionan cuatro años. Cuatro años de mantenerse. Tiempo te da para que encuentres algo razonablemente bueno», le explica. «Tú no juegues sucio», le dice, y le advierte en contra de poner «micrófonos». El número dos de Revuelta asiente: «Ya, ya, ya». «Afortunadamente, no tienes hijos detrás. O sea que tu situación en ese aspecto no está tan condicionada», prosigue Pflüger.
«Actúa por lealtad a tu familia y a ti mismo. Y por interés propio. Interés propio no quiere decir solamente económico», le dice. «No, no. A mí me la pela», contesta González Gasca, que también es miembro del Comité de Empresa del partido.
El jefe de prensa de Vox está del lado del joven: «Y te creo. Y además aquí creo que eres víctima». «Es que además yo a una persona con la que tengo mucha confianza se lo dije: de verdad, no se hacen así» las cosas, agrega. «Los modos no me gustan nada», agrega después.
Este encuentro se produjo en plena crisis interna de Vox, provocada por la presunta existencia de irregularidades en la gestión financiera de Revuelta a través de Asoma (Asociación Social de Mayores). Después, Vox denunció a Revuelta ante la Autoridad Independiente de Protección del Informante.
Arturo Villarroya, ex vicepresidente de la organización y asistente de Buxadé en el Parlamento Europeo, y Javier Esteban, ex vocal de Revuelta, apuntaron a que podrían haberse cometido irregularidades en la gestión de los fondos recaudados para la dana o en el pago de impuestos de la organización, y por ello interpusieron una denuncia ante la Fiscalía y se desvincularon de Revuelta.
Pero un mes antes, la batalla no era legal, sino por el control de Revuelta. Al menos, eso se desprende de las palabras de Pflüger el 23 de octubre. «Sé que El Pelos [Jaime Hernández, presidente de Revuelta] se ha puesto en modo 'no voy a soltar esto, es mío' y sé que a ti te ha tocado por el lado sentimental de la lealtad a tus amigos y no sé qué», le espeta a Gasca, antes de decirle que si un amigo defrauda a Hacienda o comete un delito, «una cosa es la lealtad, y otra, la verdad».
Gasca contesta: «¿Si un tío ha robado, para qué ha contratado una auditoría? Pues es que yo no creo que haya robado, o defraudado, o lo que sea». «Lo que puede ser es que le haya pasado llevar bien la contabilidad», apunta Pflüger. «El problema no viene por ahí. El problema es que [Hernández] se ha obcecado en quedarse con Revuelta como si fuera suyo. Y Revuelta no es suyo. Es suyo, tuyo y de los 200 o 100 tíos que se han movilizado», critica.
En ese momento, Pflüger pregunta si la auditoría externa está ya «hecha». «Sí. Sí. Bueno, está en proceso», responde Gasca. «¿En proceso? Bueno, pues vamos a esperar a ver qué dice la auditoría externa. Tú lo que tienes que jugar ahí es a decir, con toda la educación y toda la asertividad que sea posible: "No me pidáis cambiar las reglas de juego; vosotros me exigisteis una auditoría externa que valía"» y ya no vale, aconseja.
Pablo González Gasca se sincera con el jefe de prensa: «Siento como que me engañan constantemente. Ya estoy cansado», remata.
Pflüger insiste en blindar el posible despido de Gasca: «¿Tú le has dicho al abogado que tú eres miembro del Comité de Empresa? Eso tiene unas garantías para ti en caso de despido. Y él sabe que eso lo tiene que pelear, ¿no?». Sí, contesta Pablo. «Vale. Porque no es lo mismo que te vayas de aquí con 20.000 euros en el bolsillo que con 50.000 en el bolsillo. Y eso te lo digo, ya no de compañeros: si tú tomas la decisión de ir a por todo, luego ve a por todas también sacando [dinero] de aquí bien. Que te quedes en la mejor situación posible. Porque te lo mereces. Luego que no te coman la cabeza», apostilla.
PRESIÓN INTERNA. Montse Lluis, secretaria general adjunta de Vox, envió al secretario de Revuelta un correo en el que le pide que «justifique correctamente» sus gastos y le avisa de que a partir de ahora cribarán a qué viajes internacionales puede ir o no como «joven de Vox».