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Por qué la economía circular depende de todos nosotros

Por qué la economía circular depende de todos nosotros
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OPINIÓNPor qué la economía circular depende de todos nosotros
  • ANNA SÁEZ DE TEJADA
15 DIC. 2025 - 15:24DREAMSTIMEEXPANSION

La Comisión Europea está redactando en estos momentos la Ley de Economía Circular, que prevé aprobar antes de que finalice 2026. Puede parecer una carga más para las empresas europeas, justo cuando las grandes potencias dan la espalda a la sostenibilidad. Pero es, en realidad, una oportunidad histórica para avanzar hacia modelos de producción y consumo más respetuosos con el medio ambiente.

Dada la situación geopolítica, muchos interpretan la economía circular como una cuestión clave para la resiliencia, la seguridad y la autonomía de Europa. Y no les falta razón, sobre todo teniendo en cuenta que parte de la incertidumbre actual procede de la ruptura de alianzas tradicionales.

Pero, en el fondo, esta ley no trata de hacer que Europa dependa menos de China, Rusia o Estados Unidos. Su objetivo es proteger el medio ambiente frente a la sobreexplotación de recursos y la generación excesiva de residuos. Independientemente de quién esté en la Casa Blanca o en el Kremlin, estamos extrayendo demasiado de la Tierra y devolviéndole demasiado en forma de basura.

Buena parte del foco de la futura legislación se centrará en las materias primas secundarias: materiales recuperados de residuos o productos al final de su vida útil que se reincorporan al proceso productivo. En lugar de depender de materias vírgenes, la idea es reutilizar metales, plásticos, papel, vidrio y otros materiales que ya han sido empleados en productos o procesos.

En teoría, la ley creará un mercado único en toda la UE para las materias primas secundarias. No es tarea menor: exigirá armonizar regulaciones entre países y garantizar estándares de calidad. También habrá que facilitar los envíos transfronterizos. Para impulsar la demanda inicial, la legislación incorporará requisitos de circularidad en la contratación pública.

Uno de los riesgos de centrarse en la autonomía y la autosuficiencia es acabar "circularizando" solo aquellos materiales que nos hacen más vulnerables, las llamadas materias primas críticas. Pensemos, por ejemplo, en el litio usado en baterías o el germanio, importante para la industria de defensa. Pero la economía circular no debería limitarse a eso. Necesitamos cerrar el ciclo de todos los materiales -también los no críticos- que generan problemas de extracción y de residuos.

Aun así, centrarse solo en los materiales -raros o no- es demasiado limitado. Hay que pensar en todos los flujos de productos. Por importante que sea el reciclaje, a largo plazo lo es todavía más extender la vida útil de los productos y desarrollar nuevos modelos de negocio que no se basen en la propiedad.

¿Cómo hacerlo? Cuando pensamos en economía circular solemos pensar en empresas, gobiernos y mercados. Todo eso importa, pero los consumidores también somos una parte esencial de la ecuación. Pensemos en la electrónica, por ejemplo; de poco servirá crear infraestructuras y puntos de recogida si nadie deposita allí sus aparatos usados.

El papel de los consumidores

Ahí entra en juego nuestro papel como consumidores. En la moda, uno de mis ámbitos de especialización, varias marcas han lanzado programas para recoger ropa usada, pero apenas el 2% de los consumidores participa. Mi propia investigación muestra que estos programas sólo funcionan cuando las empresas lo ponen fácil y transmiten confianza sobre el destino de las prendas.

Los usuarios no necesitan saber con detalle qué se hará con su ropa, sino tener la seguridad de que no acabará en un vertedero. Si las empresas planean revender las prendas -una de las opciones más sostenibles para darles una segunda vida-, los consumidores tienden a pedir recompensas mayores, porque perciben que las compañías están obteniendo un beneficio económico. Por eso, el éxito de estos programas -como de toda la economía circular- depende tanto de los consumidores como de los minoristas.

De hecho, la moda es una de las industrias más contaminantes del planeta. Representa en torno al 10% de las emisiones globales de CO2, y el modelo de la "moda rápida" es especialmente dañino. Todo el sistema se basa en la sobreproducción y el sobreconsumo, y todos somos conscientes de ello. Pero, ¿estamos dispuestos a dejar de hacer ese pedido en Shein o Temu, o de renovar el armario cada temporada?

Porque reciclar es limpiar la leche derramada de la vida moderna; lo mejor sería derramar menos leche.

Al final, la economía circular implica cambiar de manera profunda nuestros hábitos de consumo y estar abiertos a nuevos modelos basados en la reparación, el uso compartido o el alquiler, en lugar de la propiedad. El cambio no es imposible. Recordemos que, no hace tanto tiempo, parecía raro llevar nuestras propias bolsas al supermercado o compartir coche con desconocidos.

La economía circular no es solo un marco legal o un modelo de negocio: es un cambio cultural. Empieza en la fábrica, pero también en nuestros armarios, en nuestras decisiones y en la manera de entender el progreso. Podemos seguir limpiando la leche derramada o aprender, por fin, a no volcar el vaso. De nosotros depende.

Anna Sáez de Tejada, Profesora en IESE Business School

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Fuente original: Leer en Expansión
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