- ANTONIO CARRASCOSA
Se debe avanzar hacia un proceso de inmigración ordenado, intentando restar apoyos a las alternativas políticas más radicales.
La inmigración es uno de los temas más "polarizadores" en la actualidad. En el barómetro de octubre de 2025 del Centro de Investigaciones Sociológicas, la inmigración es percibida por los encuestados como el segundo problema más importante que existe actualmente en España.
Para ir centrando el debate, podemos señalar que, según el Instituto Nacional de Estadística, la población residente en España nacida en el extranjero, a 1 de octubre de 2025, ascendía a 9.825.266 personas. En el último trimestre, la población nacida en el extranjero aumentó en 115.289, mientras que la nacida en España decreció en 9.901.
El muy fuerte crecimiento de inmigrantes en España en los últimos años se produce al mismo tiempo que decrece la población residente (-116.056 personas en 2024, octavo año consecutivo de decrecimiento). Esto se explica por la bajada en la tasa de natalidad: desde el año 2014, el número de nacimientos se ha reducido un 25,6%. Como la población residente en España ha alcanzado el valor máximo de la serie histórica a 1 de octubre (49.442.844 habitantes), es claro que la inmigración más que compensa la caída de la natalidad.
Enfocando el tema desde un punto de vista más económico y siguiendo un reciente trabajo de C. González y J. P. Martínez ("Inmigración y mercado de trabajo en España"), vemos que la población inmigrante representa el 23% de la población ocupada en España; el 90% del empleo nuevo creado desde enero de 2024 a marzo de 2025 ha sido ocupado por inmigrantes; y algunos sectores de actividad dependen ya completamente o en gran medida del empleo inmigrante (el 72% del empleo en el servicio doméstico y el 45% en la hostelería es inmigrante).
Políticas anti-inmigración
Con independencia del papel de la inmigración en la economía de un país, A. Alesina y M. Tabellini ("The political effects of inmigration: culture or economics?") han comprobado que un aumento del número de inmigrantes supone un refuerzo de las posiciones políticas anti-inmigración. Las preocupaciones básicas detrás de las posiciones anti-inmigración se refieren a su impacto en el mercado de trabajo (reducción de salarios y mayor desempleo entre los trabajadores nativos), en el gasto público social (mayor gasto en sanidad, educación y otras prestaciones sociales por el aumento de la población) y en la integración cultural de los inmigrantes (diferencias por raza, religión, costumbres, lengua, etc.).
Centrándonos en el impacto sobre el mercado de trabajo, después de más de 30 años de estudios empíricos a nivel internacional, según A. Edo ("The impact of immigration on the labor market"), el impacto de los inmigrantes sobre los niveles de salario medio y empleo de los trabajadores nacionales es insignificante. Sin embargo, el impacto puede ser negativo a corto plazo si la inmigración es masiva y no esperada. Por otro lado, las rigideces del mercado de trabajo tienden a evitar ajustes en los salarios, aunque a costa de aumento del desempleo. Por último, la inmigración tiene efectos distributivos a partir de las diferencias en cualificaciones entre inmigrantes y nativos. Los inmigrantes perjudican a los trabajadores nativos sustitutivos, con semejantes cualificaciones, y benefician a los complementarios, con diferentes cualificaciones. Generalmente, son los inmigrantes anteriores los más sustitutivos de los recién llegados y, por tanto, los más perjudicados con su llegada. Los diversos análisis realizados para el mercado de trabajo español, con datos desde mediados de los años 1990 hasta 2018, obtienen unas conclusiones que no se apartan prácticamente de las mencionadas en el párrafo anterior.
Los factores culturales son más transversales y, frecuentemente, propician la generación de estereotipos sobre la inmigración (incluyendo los relativos al mercado de trabajo y el gasto social), por lo que explican en mayor medida las posiciones de los ciudadanos sobre la inmigración. Estos estereotipos hacen que los ciudadanos sobreestimen el tamaño de la población emigrante y perciban a los inmigrantes como más pobres, menos educados y culturalmente más diferentes que como son en realidad. Estos estereotipos funcionan incluso cuando objetivamente la inmigración beneficia a los habitantes de un país (como hemos visto, suelen realizar trabajos que no quieren realizar la población autóctona o compensan el descenso de la población activa por la caída de la natalidad).
Algunas características de los inmigrantes también son relevantes para explicar las actitudes de la población sobre la inmigración. Por ejemplo, los inmigrantes no cualificados suelen generar un mayor rechazo por los factores económicos mencionados (mercado de trabajo y gasto social) y por aplicarse más en ellos los estereotipos sobre aumento de la delincuencia e inmigración. Ese rechazo suele ser mayor si son inmigrantes irregulares y la llegada de inmigrantes es masiva y concentrada en el tiempo.
Prejuicios identitarios
Ante un proceso de inmigración masiva, como el que vivimos, se generalizan prejuicios identitarios difíciles de rebatir, siendo más importantes las percepciones de la población sobre ese fenómeno que los datos o los análisis científicos. Esto facilita los mensajes anti-inmigración, pudiéndose convertir en el factor determinante en próximas elecciones en España y otros países europeos (así ocurrió, por ejemplo, con la inseguridad ciudadana en El Salvador).
¿Qué alternativas tienen los partidos de centro para superar el desafío del discurso radical anti-inmigración? Una alternativa es endurecer su discurso y sus decisiones relativas a inmigrantes en ámbitos como las prestaciones públicas, el control de las fronteras y los procesos de concesión de la residencia y nacionalidad. Un ejemplo de este viraje político lo tenemos en Dinamarca con un gobierno socialdemócrata.
Muchos países están aplicando la alternativa de los permisos de trabajo temporales. Esta alternativa requiere una regulación adecuada (a través, por ejemplo, de cierta flexibilidad en el cambio de trabajo) para evitar abusos y minorar la posible reducción de productividad de estos inmigrantes temporales con respecto a los permanentes. Un inconveniente de esta modalidad es la reducción de la actividad por cuenta propia de los inmigrantes, que alcanzó, en 2022, un 17% del total de esa actividad en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (International Migration Outlook 2024), seis puntos porcentuales más que en 2006. Lo que está claro es que ésta y otras medidas deberían tener como objetivo hacer menos atractivo el país para nuevos inmigrantes, pero no debería empeorar la integración de los inmigrantes que ya residen legalmente en el país.
Concluyendo, el extraordinario crecimiento de la inmigración en España desde el fin de la pandemia se explica por un fuerte crecimiento económico que descansa principalmente en una mayor tasa de empleo; los cambios demográficos que está experimentando (muy baja tasa de natalidad y acusado envejecimiento de la población); y unos déficits significativos de mano de obra en varios sectores económicos. Si no se modifican los factores citados, la inmigración seguirá siendo necesaria. Para afrontar los retos políticos que supone esa realidad, tarea muy difícil dada la polarización que genera, se debe avanzar en la consecución de un proceso de inmigración ordenado, intentando restar apoyos a las alternativas políticas más radicales.
Antonio Carrascosa, Profesor del Máster de Banca y Regulación Financiera de la Universidad de Navarra
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