- BEN HALL
Las negociaciones para poner fin a la guerra buscan en realidad asegurar el castigo para la otra parte.
Mientras las tropas ucranianas y rusas luchan a muerte por cada centímetro de territorio en la región del Donbás al este de Ucrania, sus líderes se encuentran enfrascados en otra lucha titánica, aunque menos sangrienta: la batalla por la mente de Donald Trump.
El presidente Trump declaró el domingo en su mansión de Mar-a-Lago, en Florida, que su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, y el líder ruso, Vladimir Putin, querían "llegar a un acuerdo" para poner fin a la guerra. Trump afirmó que ambas partes se encontraban en las "etapas finales de las conversaciones". La realidad, por supuesto, es que las conversaciones entre ellos ni siquiera han comenzado. Cada parte está dialogando con Trump y sus funcionarios para asegurarse de que no se les considere un obstáculo para la paz y luego se les castigue por ello.
Putin no ha dado señales de conformarse con nada que no sean sus objetivos maximalistas, incluida la entrega del territorio restante que Ucrania mantiene en el Donbás. En Kiev y otras capitales europeas no hay ninguna confianza en que Putin quiera poner fin a la guerra en términos que no sean la capitulación de Ucrania y la desestabilización permanente, cuando no la subyugación. Dado que Putin no ha podido lograr sus objetivos por medios militares tras más de una década de guerra, hacerlo mediante negociaciones con un Trump dócil parece una buena apuesta.
El objetivo principal de Zelenski es evitar que Trump se alinee con Putin. Está resultando ser una tarea titánica. En tres ocasiones este año, Trump se ha vuelto en contra de Zelenski y se ha puesto del lado de Moscú, solo para que Ucrania y sus aliados europeos lo consiguieran conducir a una postura más razonable.
Desde que la Casa Blanca confirmó en noviembre que respaldaba un plan de paz de 28 puntos elaborado con la participación de Rusia, Zelenski ha hecho todo lo posible para convertirlo en una fórmula menos favorable para Moscú. El meticuloso ir y venir diplomático de Ucrania ha demostrado ser sorprendentemente eficaz, enseñando a los negociadores estadounidenses las realidades sobre el terreno y esforzándose por mostrarse siempre constructiva y comprometida con el objetivo de paz de Trump.
Zelenski ha fingido astutamente estar abierto a convertir el territorio disputado del Donbás en una zona económica especial desmilitarizada, siempre y cuando cualquier retirada de las fuerzas ucranianas fuera replicada por Rusia. Esto se interpretó ampliamente como una importante concesión ucraniana. En realidad, significaría que Moscú renunciaría al control de un territorio que formalmente considera ruso y se retiraría de zonas de las que le ha costado cientos de miles de vidas intentar apoderarse. Es, sencillamente, imposible.
Un funcionario del Palacio del Elíseo declaró el viernes que Rusia ahora no tiene "ninguna perspectiva clara de acuerdo con los estadounidenses a pesar de los ucranianos y los europeos". Pero incluso después de su hábil diplomacia de retaguardia, Ucrania y sus aliados europeos no pueden estar seguros de tener a Trump de su lado. El funcionario francés afirmó que "lograr una convergencia" de puntos de vista a ambos lados del Atlántico seguía siendo el objetivo principal. Zelenski llegó a Mar-a-Lago afirmando que había un acuerdo del 90% entre ucranianos y estadounidenses sobre la propuesta de paz revisada. Se marchó diciendo lo mismo. Aún quedan puntos en los que converger.
Mientras tanto, Putin libra su propia guerra cognitiva, y no sólo mediante su asombrosa habilidad para mantener una larga conversación con el presidente estadounidense antes de cada reunión entre Trump y Zelenski.
El sábado, Putin hizo sus últimas declaraciones exageradas sobre los avances militares rusos, afirmando que sus tropas habían tomado las ciudades de Mirnogrado y Huliaipole. Estas afirmaciones fueron desmentidas por el ejército ucraniano. Pero en Mar-a-Lago, Trump reiteró que a Ucrania le "convendría más" ceder territorio en un acuerdo de paz "que perderlo en el campo de batalla en los próximos meses", haciéndose eco de la narrativa rusa de que su victoria es inevitable.
Trump habló afectuosamente del líder ruso, describiéndose en un momento dado como "la niña de sus ojos". Volvió a retratarlo como víctima del "engaño" de la interferencia rusa en las elecciones estadounidenses de 2016. Como observó el analista militar Mick Ryan: "Putin es un colonizador en el mundo real y en la mente de la gente. Ha conseguido colonizar por completo la mente de Trump".
Rusia ha rechazado los términos generales de la propuesta de paz revisada por los negociadores estadounidenses y ucranianos. Pero culpa a Ucrania y a sus aliados europeos de sabotear el plan original de 28 puntos, más que rechazar de plano el impulso de paz de Trump.Trump y Putin acordaron establecer dos grupos de trabajo sobre Ucrania, lo que parece una forma de prolongar el proceso de paz, no de llevarlo a un desenlace.
Los europeos esperan que, una vez que Kiev y Washington acuerden una fórmula de paz y se la transmitan a Moscú, Rusia quede expuesta como el verdadero obstáculo para la paz. Como dijo Zelenski el viernes: "Si Rusia no está de acuerdo, significa que la presión es insuficiente". Parece que Trump aún necesita persuasión. No se vislumbra un final para esta lucha. Tampoco, lamentablemente, para la maquinaria asesina rusa.
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