Franco, doña Sofía, don Juan, Felipe VI y la reina Letizia. Ninguno de estos protagonistas sale bien parado, por lo que se dice o se omite, en las Memorias de Juan Carlos I. Arte E. E.
Reportajes Yo, Juan Carlos I, anatomía de un narcisista en 500 páginas: ataca a su hijo, borra a amantes y justifica su dinero sucioTras la minuciosa lectura de las Memorias del anterior monarca, el libro en vez de 'Reconciliación' debería titularse 'Autoexculpación'. Esta es la deconstrucción de todo lo que dice y parte de lo que oculta.
Sus chivos expiatorios son Letizia y, especialmente, su hijo. Acusa a Felipe VI de ser "un rey implacable", de quitarle la pensión y le recuerda con la Constitución en la mano que heredó el trono de él.
Revela cómo volvió a dormirse tranquilamente al conocer a media noche la muerte de Franco. Pide ser enterrado con honores en el Panteón de los Reyes de El Escorial. ¿Lo ampliará el Gobierno?, se pregunta.
Miguel Ángel Mellado Publicada 8 diciembre 2025 03:04hLas Memorias de un Rey con 39 años de antigüedad en el trono no pueden tener desperdicio. Más aún si heredó el puesto de un dictador, trajo con fórceps la democracia a su país, tuvo dos 'padres' e intentó, al menos,divorciarse dos veces para casarse otras tantas, siempre infructuosamente.
Las memorias de este rey están justificadísimas con su historia: sufrió un golpe militar; tres juntos, dice él, o cuatro…; frotó la lámpara de Aladino y le llegaron de Arabia 100 millones de dólares, birlados al final por "la ex mujer de un amigo", escribe. Tan pobre es ahora que incluso tiene prohibido dormir una sola noche en su expalacio.
Por si los hechos anteriores fueran pocos para escribir unas memorias, este rey, a punto de cumplir 88 años, se llama a sí mismo 'el equilibrista', 'el funambulista' y 'el jinete'. ¿El jinete? Sí, realmente es un redomado jinete narcisista, diagnóstico éste que se desprende de la lectura.
Lo que la serie 'Anatomía de un instante' no cuenta: el dictador Ceaucescu, el emisario del Rey y el Paracuellos de CarrilloCon merecimiento y justicia, estas memorias finales están dedicadas, sin estarlo, por la profusión de halagos, al jeque de Abu Dabi, Mohamed bin Zayed, así como Cervantes hizo en Los Trabajos de Persiles y Segismunda, su última obra, con su protector, el conde de Lemos.
A modo de epitafio magistral, escribió:
"Puesto el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, gran señor, esto escribo (…) El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan (…)".
Son las prisas antes de morir. Sólo así se explica la publicación de estas memorias de Juan Carlos I, con tanta queja, tanto ataque, tanta reivindicación, tanta autoadulación, tantos olvidos. Y tan poca tan Reconciliación, con un ajuste de cuentas con su hijo, el Rey, pólvora para los enemigos de una Corona que dice defender.
Esta es la deconstrucción de las aventuras del rey Juan Carlos, en una selección de cinco hechos y 35 personajes.
Los reyes Felipe VI y Letizia junto al rey emérito Juan Carlos en febrero de 2024. Cordon Press
1. Felipe y Letizia, los culpables
Como Juan Carlos I siente que "me roban mi historia", pese a que "devolví la libertad al pueblo, pero no pude disfrutar de esta libertad", busca enemigos importantes para responsabilizarlos de su desgracia.
No encuentra, claro, a nadie más notable y próximo que su hijo, Felipe VI, y también en cascada a su nuera, la reina Letizia.
Los capítulos 2 y 3, "¿Dónde está mi hogar?" y "La separación", en la primera parte de las Memorias, son durísimos. En otro tiempo, un pergamino parecido habría supuesto una ruptura dinástica, incluso una guerra armada entre padre e hijo por la primacía. Afortunadamente estamos en el siglo XXI.
Todo son afrentas y recriminaciones contra un heredero sin tacha, Felipe VI, por un padre que se sigue reclamando rey. A lo sumo admite que le llamen "el padre del rey"; jamás el rey emérito.
La ruptura con su hijo se produce cuando Felipe VI, el 19 de marzo de 2020, le retira inopinadamente la asignación real al confirmar a través de la prensa británica que Juan Carlos, tiempo atrás, constituyó en Suiza una fundación, Lucum, con 100 millones de dólares, en la que aparecía el nombre de su hijo sin saberlo éste.
En sus desmemorias, Juan Carlos omite por qué su hijo, jefe de la Casa Real, suprimió su asignación anual de unos 200.000 euros a cargo de los Presupuestos que Zarzuela recibe del Estado. "Es la pensión anual de un Jefe de Estado", se queja. "¿Es eso jurídicamente válido? Soy el único español que no cobra pensión después de casi 40 años de servicio y al que se le impide, en vida, dejar legado a su hijo".
Felipe VI, con un criterio que le honra, renunció a la vez, ante notario, a cualquier herencia que pudiera llegarle de su padre. "Fue un impacto doloroso para el padre que también lo soy".
Pero la agresividad del padre contra el hijo va a más allá de las palabras, tan volanderas. Y es en este contexto cuando el rey memorialista pone en duda la legitimidad misma de su hijo como Rey.
El silogismo es básico: si renuncias a mi herencia, económica, ¿por qué no a la corona?
Juan Carlos no dice exactamente lo anterior. Aún es peor. Tras recalcar que heredó la corona de él, apela a la misma Constitución: "La Corona de mi hijo se asienta sobre una base institucional de la que yo soy el padre. El artículo 57.1 de la Constitución es claro: ´La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica'".
Juan Carlos escribe lo siguiente sobre el día que su hijo le llamó a capítulo, aquel 15 de marzo de 2020:
"Mi hijo me entregó un papel. Leí el comunicado con atención.
-Este anuncio significa que me recusas -dije mirando impasible a mi hijo-. No olvides que heredas un sistema político que yo forjé".
Puede que algunos partidos tomen buena nota para reformular este artículo de la Constitución en una futura revisión del texto.
En la vendetta por la retirada de la asignación real, el padre incluye a sus hijas Elena y Cristina, hermanas de Felipe VI, cuyos ingresos también decayeron, además de perder el estatus de miembros de la Familia Real. "Brutalmente mis hijas debieron cambiar de vida".
Curiosamente el padre que acusa a su hijo de "implacable", también apartó a Cristina del acto de abdicación, el 18 de junio de 2014, salpicada por la sentencia de su marido, Iñaki Urdangarin.
El rey actual y el anterior tienen una diferencia sideral en la percepción del dinero y de los regalos. Hace años Juan Carlos se refería a su futuro heredero como "un pichafría" cuando éste rechazaba, por ejemplo, quedarse con uno de los dos Ferraris recibidos para ambos. También el campechano llamaba "gorrón" a su exyerno Marichalar, al robarle, decía, cartuchos de caza.
Lo uno y lo otro se lo contaron a este periodista dos amigos del autor de Reconciliación, uno de ellos ya muerto. Lógicamente, nada de esto aparece en las Memorias.
El día que Juan Carlos se opuso a la relación de Felipe y Letizia: "No es como las otras. Es un problema"En otro momento, Juan Carlos denuncia que su hijo, "el implacable", está sometido a un gobierno formado por partidos de izquierda y de extrema izquierda. "Sometido" es un término que delata cierta apreciación anticonstitucional.
Le afea a Felipe haberse casado con quien no debía: "La entrada de Letizia en nuestra familia no ayudó a la cohesión de nuestras relaciones familiares". "Nunca he podido salir solo por Madrid con mis nietas Leonor y Sofía".
En el atormentado e interesado relato del autor real hay otro episodio tremendo en la relación del padre y del hijo. Lo describe sin miramientos.
Sucedió un 5 de marzo de 2022 cuando el proscrito recibe a un intermediario español en Abu Dabi. Trae un texto de la Casa Real. Por fin, tras 654 días, se le permitirá volver a España. En sus cálculos, cuando el 3 de agosto de 2020 se fue al exilio, pensaba estar de vuelta unas semanas después, en septiembre.
La 'visa' del documento de Zarzuela para regresar de visita a España traía una condición: renunciar "de manera oficial a dormir en Zarzuela cuando volviera ocasionalmente a España".
Ante la negativa de Juan Carlos a aceptar, el interlocutor, desesperado y con el respeto perdido, dio "un manotazo" -escribe el padre del Rey- en la mesa. Significaba 'o lo tomas, o lo dejas'. La rendición total. Y de aquellos lodos viene esta dana escrita en Reconciliación.
En su mandoble poco caballeroso a Letizia, recoge los sucesos de la catedral de Palma en la Pascua de 2018, en los que la reina actual "se enfadó con Sofi".
"(…) A petición de la Casa Real, que quería mostrar la unidad y armonía de la Familia Real. Resultó ser un desastre. La reina Letizia, mi nuera, se enfadó con Sofi delante de las cámaras. Los montajes de los comunicadores no consiguen milagros", aguijonea el suegro.
"¿Me dejarán dormir la siesta?", se pregunta antes de la visita a Zarzuela el 20 de mayo de 2022. Patético.
Franco y Don Juan en el yate 'Azor' el 25 de agosto de 1948 en aguas del Golfo de Vizcaya.
2. Dos 'padres', dos traiciones
Más que lo que Juan Carlos I dice de Francisco Franco, su padre putativo y dictador de España que le hizo Rey al morirse en 1975, y de Juan de Borbón, su padre biológico que entregó al generalísimo a su hijo de 10 años pensando que de carambola podía convertirse en Juan III, vamos a contar cómo actuó cuando el uno murió y el otro estaba a unos meses de expirar.
Es pertinente para ir desentrañar la psicología del narcisista de libro.
Así lo cuenta Juan Carlos:
Madrugada del 20 de noviembre de 1975. Los príncipes Juan Carlos y Sofía siguen por televisión la agonía en el Hospital de La Paz.
Franco se está muriendo.
"Sofi propuso que nos quedáramos en vela hasta el anuncio fatídico. Yo preferí irme a dormir. En medio de la noche, recibí la llamada del general Castañón de Mena, jefe de la Casa Militar de Franco, informándome de la noticia".
Hora oficial de la muerte: 5:25 de la mañana del 20 de noviembre de 1975. Probablemente murió dos horas antes.
"-¿A qué hora me espera usted?, le respondí medio dormido".
"-A las ocho y media de la mañana".
"Colgué y le pedí a mi ayudante que me despertara a las 7:30. Me dormí de nuevo sin problemas".
Así lo narra Juan Carlos, el doliente heredero, sin el menor pudor.
La reacción del hijo no fue muy diferente ante la muerte anunciada de don Juan. Esto no aparece en las memorias, pero está comprobado.
Cuando ‘Juanito’ traicionó a su padre y se quedó con la corona como sucesor de Franco: hoy hace 50 añosTodos los Borbones sabían que aquella mañana del 20 de junio de 1992 celebrarían en Madrid el último cumpleaños de don Juan, enfermo de un cáncer letal de garganta.
Juan Carlos I, entonces el victorioso, siempre muy atareado "en asuntos de Estado", aterrizó el día antes, el sábado 19 de junio. Llevaba varios días fuera, desaparecido, como las horas de Mazón el día de la Dana.
Viajó desde el complejo alpino de Saint-Moritz para ratificar el nombramiento de Javier Solana como ministro de Exteriores. Firmó y regresó a la estación suiza en su avión particular.
Allí le esperaba Marta Gayá, de la que hablaremos después. El amor es más agradable que la enfermedad. No se quedó al último cumpleaños de su padre, con 79 años.
El narcisista antepone el placer a la responsabilidad cuando no hay retribución.
Los dos 'padres', sobre los que Juan Carlos se deshace en elogios, fueron traicionados por el hijo. Al dictador, gracias a Dios, en beneficio de la España democrática y de su misma supervivencia como rey heredero de Franco.
Al jefe de la Casa Real, don Juan, saltándose la línea sucesoria y ocultándoselo a su padre como acordó con Franco tras pedírselo el general. “Alteza, será mi heredero”, le anunció en 1969.
"Durante seis meses no me habló. Sufrí mucho. Llegó a redactar una carta destinada a las familias reales, para que me retiraran el saludo", explica Juan Carlos sobre la reacción de su padre don Juan, Juan III para los juanistas.
Tanto un padre como el otro le hicieron sufrir.
–“Mi general, ¿qué me aconseja hacer”, le suplica a Franco ante su destino incierto.
"Un día, cuando nos dirigíamos los dos en coche a una ceremonia oficial, me quedé dormido sobre su hombro. Alteza, despierte, ya hemos llegado".
Con Franco tuvo más momentos íntimos que con Juan de Borbón.
-"Alteza, le pido solo una cosa: mantenga la unidad de España", le suplicó Franco enredado entre cables, tubos y respiradores.
"No me pidió mantener el régimen tal y como era ni los principios del Movimiento Nacional. Tenía las manos libres", escribe el autor en tono de autoexculpación por lo que luego hizo.
Sofía, Corinna Larsen, Marta Gayá y Barbara Rey.
3. 'Sofi' y las amantes borradas
Una pregunta que surge tras leer con detenimiento casi miope unas memorias de 500 páginas es si el esfuerzo valió la pena al hurtarse al lector episodios concluyentes en la historia del reinado de Juan Carlos. Así lo son la relación con las mujeres, incluida su esposa, y con el dinero.
No llegó a tener 3.000 amantes, como le atribuyó la prensa británica. Pero sí, al menos, tres: Corinna Larsen, Marta Gayá y Barbara Rey. Que se sepa, claro.
Llamar 'Sofí'-como lo hacía en privado-, cariñosamente, a la reina Sofía, describir cómo un sábado iba en familia y paró a comprar churros, recordar que "enseguida, al verla, me di cuenta de que era la elegida", no exonera al marido del sufrimiento infligido a la que ha sido su esposa desde el 14 de mayo de 1962.
Sus desapariciones e infidelidades fueron constantes. Él apela a cierto gen Borbón y admite "no soy un santo".
No hablar de Marta Gayá, con quien estuvo dispuesto a casarse a principios de los años 90, de hecho hubo un remedo de corte en Palma, y no hacer referencia a Bárbara Rey, convertida en consejera con mandil y paellas de asuntos nacionales e internacionales, mantenida con dinero público durante años, resta credibilidad y sentido a unas memorias a veces tan pormenorizadas en asuntos graves y familiares.
El caso del Rey y la Rey resultaría ahora delictivo para el jefe de Estado inviolable. Se le pagó con dinero de los fondos reservados durante, quizás, dos decenas de años.
Sofía, 50 años de maltratos que Juan Carlos quiere tapar en sus memorias: "Vete, no te quiero desde hace mucho", le decíaLa ocultación del nombre de Corinna Larsen – en algún momento llamada princesa Corinna- resulta ridícula, de aurora boreal, más allá de que los abogados de ella sean constantes y peligrosos.
"No puedo eludir el asunto" de las mujeres, dice. Y para empezar desmiente su relación con Lady Di o con Sara Montiel. Sin comentarios.
"Admito que tuve deslices sentimentales". De la siguiente manera describe su relación en 2012 con Corinna, sin citar su nombre jamás. En aquel desliz que le estalló una cadera y la misma corona en la cabeza al caerse en Botsuana. "Ocurrió en un viaje para pasar unos días apacibles con mi camarada Mohamed Eyad Kayali". Si la memoria no le falla a este lector, el entonces rey partió hacia África desde Mallorca, tras celebrar en familia la misa de la Pascua en la Catedral.
"Llegué (a Botsuana) con los invitados, un amigo, su exmujer -con la que yo había mantenido una relación- y el hijo pequeño de ésta". Punto y final. Nada más.
La exmujer, Corinna, llegó a vivir en el Pardo, en La Angorrilla, a unos kilómetros de Zarzuela, una casa acondicionada con dinero de Patrimonio. Juan Carlos pensó instalarse en la casita cuando cayó en desgracia en Zarzuela.
De los 100 millones de dólares, que acabaron en la cuenta de Corinna, también escribe Juan Carlos con disimulo, como veremos luego. Esta mujer se encargó de la logística del viaje de boda de Felipe y Letizia -sin que la pareja lo supiera- e intermedió en los negocios de Urdangarin, del que no habla mal, "engañado por sus socio", dice. A Marichalar, en cambio, lo acusa de falta de autoridad paterna y, por ende, del descontrol de su amado Froilán.
"Gracias a la implicación de la Familia Real pude multiplicarme y acompañar en lo posible a los españoles en sus alegrías", escribe sin recato el autor infiel.
Juan Carlos I y el rey saudí Abdalá bin Abdulaziz en una imagen de archivo.
4. 100 millones de la lámpara de Aladino
El dinero es otro capítulo ominoso en el relato de los hechos en Reconciliación. "Con 82 años y casi 40 como jefe de Estado me encontré sin apoyo". Sólo en la Navidad de 2020 y en su cumpleaños del 5 de enero de 2021.
Como advirtió Schopenhauer, la existencia de un hombre son 40 años de vida y el resto de comentarios.
¿Cuántos comentarios despertó el asunto de los 100 millones recibidos en 2008 del rey Abdalá, desde Arabia Saudí, en la cuenta oculta de Juan Carlos en Suiza, descubierta años después y convertida en un tsunami periodístico?
Así lo relata para reconciliarse con los españoles: "Admito que 100 millones son una suma considerable", tras advertir que no procedieron de una mordida a empresarios españoles tras conseguir para ellos una obra de 6.000 millones por el tren a Riad.
"Es un regalo que no podía rechazar. Un grave error. Me habría permitido atender las necesidades de mi esposa 'Sofí' y de mis dos hijas".
En realidad, él no quería hacerlo. Fue por ellas, aunque al final -como se sabe- los millones acabaron en las Bahamas, en manos de Corinna. "Y no tener que preocuparme por una jubilación lejos de la vida oficial española".
El narcisista siempre encuentra justificaciones.
"La cortesía de nuestros códigos culturales no se corresponde para nada con la de ellos. Y más teniendo en cuenta que, desde hace miles de años, los reyes se hacen regalos como gesto de amistad. Los dones y contradones están en el centro de las relaciones entre países".
Y así acaba la historia del dinero y de los 100 millones. En este capítulo no se mencionan otras donaciones en Suiza, como la herencia de don Juan, tras morir en 1993. A la parte recibida por su hijo y heredero de la Casa Real, la más sustanciosa, se le pierde la pista.
De la manera más innoble posible, Juan Carlos I adujo años después, tras una exclusiva de Ana María Ortiz en el suplemento Crónica, que su parte "la utilizó para pagar las deudas de su padre". Así se escudó de la evaporación. De hecho, en las memorias dice: "Mi padre nunca fue buen inversor."
Adolfo Suárez ante la mirada de Juan Carlos I y Torcuato Fernández Miranda.
5. Suárez, el 23-F y el asesinato de Carrero
Llama poderosamente la atención algo que explica y no explica sobre el extraño asesinato del presidente Carrero Blanco, el 23 de diciembre de 1973, producido casi en las puertas de la embajada de EEUU en Madrid. Los etarras excavaron un túnel para poner la dinamita sin que nadie los detectara.
A Carrero, "un monárquico autoritario", le sucedió como presidente Arias Navarro, "un franquista radical", como los define Juan Carlos. Arias Navarro fue en su momento director de la Dirección General de Seguridad (la temida DGS) y alcalde de Madrid.
"Quedan misterios por resolver", puntualiza el memorialista.
¿Y en el 23-F quedan rincones oscuros? "Si hubo un político que cumplió todas sus promesas fue Adolfo Suárez". "Yo era el jinete que trataba de mantenerla a raya (a una España como un caballo al galope), de impedir que se desviara demasiado a la izquierda o a la derecha".
"Tenía una brújula y una dirección y dos eficaces aliados, Torcuato Fernández-Miranda y Adolfo Suárez".
Juan Carlos I y el general Armada: la relación que alimenta las teorías de la conspiración sobre el 23-F"El país necesitaba un relevo y nuevos protagonistas. Cuatro años de poder y de crisis habían agotado a Adolfo Suárez (…). No es necesario ni obligatorio que dimitas (…). Todos los partidos tramaban en secreto para llenar el vacío de poder tambaleante (…). Decididamente, todos estaban jugando con fuego y yo me di cuenta demasiado tarde (…). Yo no tenía poder ejecutivo para actuar (…). No hubo un solo golpe de Estado sino tres. El del teniente coronel Tejero y el general Milans del Bosch. El de Armada, que fue doloroso en el plano personal. Y el de los falangistas que quisieron acoplarse a los dos anteriores".
"Quiero dar mi versión. No tengo nada que ocultar". En la atropellada versión del jefe del Estado en la noche oscura del 23-F, nada nuevo aporta, salvo la constatación de que Juan Carlos quería quitarse "de encima a este tío" -no lo dice así- , a Adolfo Suárez.
Adolfo Suárez, un verdadero héroe, la tarde del 24 de Febrero, según el libro de Pilar Urbano, La gran desmemoria, amenazó a Juan Carlos I con retirar su dimisión. Cuenta la periodista que se sintió engañado por Juan Carlos I "porque tú lo sabías todo", le habría dicho.
De ser cierto, sería una especie de cuarto golpe del que Reconciliación no habla. Supuestamente, según Urbano, el entonces rey estuvo en la urdimbre de todo. Lo cierto es que Juan Carlos I, con su fórmula sintética mágica, se convirtió en el heroico rey de la democracia. Como debería haber pasado a la Historia si no fuera por sus múltiples tropiezos conocidos.
CODA.
En unas Memorias todo es dudoso, arbitrario y desmemoriado. Más para un narcisista de libro. Todo menos el testamento final. El de Juan Carlos I, el padre del rey, viene al despedirse. Es el siguiente.
Más allá de que no le roben su historia, lo que pide a través de Reconciliación es ser enterrado "allí", en El Escorial, "con honores". Con los suyos, en el Panteón de los Reyes.
"Sé que está lleno. Hay sitio para construir uno. De momento creo que no está nada decidido. ¿Qué decidirá el Gobierno?", vacila el autor en el mayor reconocimiento, en 500 páginas, del papel superior del poder ejecutivo, el del pueblo, incluso sobre el destino final del cuerpo de un rey muerto en vida.
Portada del libro 'Reconociliación', las memorias del Rey Juan Carlos I. Planeta