Si los drones son las armas del presente y del futuro, China lleva varias galaxias de ventaja al resto del planeta con una sola arquitectura. Se llama Jiu Tian, y es la evolución de los antiguos portaaviones de guerra adaptados a los nuevos tiempos: un descomunal avión nodriza que acaba de finalizar con éxito su primera puesta a punto.
El ascenso de la nodriza aérea. China ha dado un paso decisivo en la carrera mundial por el dominio del espacio aéreo no tripulado con el vuelo inaugural del Jiutian, un coloso de 16 toneladas que no solo simboliza la madurez de su industria aeronáutica, sino que marca un punto de inflexión en la concepción misma del poder aéreo en el siglo XXI.
Aunque presentado oficialmente como una plataforma civil versátil para transporte pesado, comunicaciones de emergencia o cartografía avanzada, el Jiutian (junto al Jetank, su versión más abiertamente orientada a misiones duales) representa la culminación de una estrategia en la que los drones dejan de ser simples vectores de apoyo y se convierten en nodrizas capaces de liberar enjambres, transportar municiones merodeadoras y alterar por completo el modo en que las fuerzas armadas conciben las operaciones de saturación, la guerra electrónica y el control del espectro.
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Y mucho más. Los medios oficiales han insistido tras su primer test en la modularidad y la diversidad de roles civiles, pero la combinación de capacidad de carga, alcance, autonomía y arquitectura de misión ha despertado un interés que va mucho más allá de lo comercial: es el nacimiento de los “portaaviones del cielo” (o más bien portadrones), plataformas que se insertan en la competencia estratégica global.
La metamorfosis del dron. La primera característica que distingue al Jiutian (y al Jetank) es su tamaño. Con 16,35 metros de longitud y 25 metros de envergadura, se sitúa en una categoría inédita: drones de gran tonelaje con capacidad para transportar 6.000 kilos de carga útil. A ello se suma una autonomía de 12 horas y un alcance de 7.000 kilómetros, cifras que antes solo estaban asociadas a aeronaves tripuladas de transporte o ISR.
Esta base estructural permite montar módulos de misión completamente intercambiables: desde contenedores logísticos de alta precisión hasta cápsulas de comunicaciones para restablecer redes en situaciones de desastre. Sin embargo, bajo esa fachada multifunción se esconde el verdadero salto cualitativo: un compartimento interno de tipo “colmena” capaz de alojar desde decenas hasta más de un centenar de drones menores o municiones merodeadoras, junto con ocho puntos externos desde los que se pueden lanzar armas guiadas, misiles aire-aire, bombas planadoras o cargas de guerra electrónica.
Dos versiones de la misma revolución. Las cifras presentadas por los desarrolladores chinos muestran que los dos modelos comparten dimensiones, peso máximo al despegue, carga útil y autonomía, lo que indica que Jiutian y Jetank forman parte de una misma familia de megadrones orientados a cubrir desde necesidades logísticas hasta misiones militares complejas. Uno donde el Jetank destaca es en el énfasis más explícito sobre su capacidad para lanzar enjambres en pleno vuelo y cambiar de rol en escasas horas gracias a módulos de misión que se ensamblan con rapidez.
Los analistas chinos lo describen como una plataforma “de nivel mundial”, capaz de actuar como transportador multipropósito, nodriza de enjambres, vector de guerra electrónica e incluso bombardero ligero con municiones de precisión. Su sistema de arquitectura abierta permite procesar, integrar y actualizar sensores y software de manera ágil, lo que transforma al dron en un nodo flexible dentro de una red más amplia de sistemas tripulados y no tripulados. En esencia, ambos modelos no son simples UAV: son ecosistemas aéreos capaces de adaptar su función a cualquier escenario táctico o estratégico.
Una doctrina de formación. El valor real de estos portadrones no radica únicamente en su tamaño o en las armas que pueden transportar, sino en la capacidad de soltar enjambres de pequeños drones (incluidos UAV kamikaze) que introduce una dinámica que supera la lógica tradicional de la aviación de combate. Por poner un ejemplo, un solo Jiutian podría desplegar un enjambre suficiente para saturar sistemas antiaéreos, colapsar sensores, desbordar radares y permitir que otras plataformas penetren defensas antes infranqueables.
En paralelo, su autonomía permite, a priori, que la combinación de reconocimiento, ataque, guerra electrónica y saturación se integre en una única misión prolongada, algo que rara vez ha existido en plataformas no tripuladas de este tamaño. En conflictos recientes como el de Ucrania, los drones han demostrado ser armas de bajo coste con un impacto desproporcionado: su capacidad para destruir equipos mucho más caros ha reescrito la relación entre inversión y efecto militar. China, con estos desarrollos, parece haber interiorizado esa lección y la ha llevado un paso más allá: de drones individuales a convertir un dron mayor en la matriz desde la que se despliegan cientos.
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El futuro y 2049. El desarrollo del Jiutian se inscribe dentro del objetivo de Xi Jinping de convertir a las Fuerzas Armadas chinas en un “ejército de clase mundial” para 2049. La exhibición en Zhuhai del año anterior ya había mostrado prototipos de drones de combate dotados de IA capaces de operar en binomio con cazas tripulados, y el vuelo del Jiutian confirma que el país está acelerando los pilares tecnológicos necesarios para sostener un modelo de combate en red: megadrones, inteligencia artificial distribuida, enjambres, sensores modulares y plataformas capaces de ejercer presión sobre cualquier teatro regional.
Desde esa perspectiva, Jiutian y Jetank se convierten en piezas fundamentales para misiones de vigilancia, reconocimiento, interferencia electromagnética, ataques en saturación y proyección de poder en escenarios alejados. Su diseño no responde a un programa aislado, sino a una arquitectura estratégica más amplia que China está perfeccionando para sostener su ascenso militar.
Imagen | CCTV, EPL
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China acaba de probar con éxito lo más parecido a un plan de dominación mundial: un dron nodriza con 16 toneladas de sorpresas
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Xataka
por
Miguel Jorge
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China acaba de probar con éxito lo más parecido a un plan de dominación mundial: un dron nodriza con 16 toneladas de sorpresas
China, con el Jiutian y el Jetank, ha decidido situarse a la vanguardia de un futuro y una fecha: 2049
Si los drones son las armas del presente y del futuro, China lleva varias galaxias de ventaja al resto del planeta con una sola arquitectura. Se llama Jiu Tian, y es la evolución de los antiguos portaaviones de guerra adaptados a los nuevos tiempos: un descomunal avión nodriza que acaba de finalizar con éxito su primera puesta a punto.
El ascenso de la nodriza aérea. China ha dado un paso decisivo en la carrera mundial por el dominio del espacio aéreo no tripulado con el vuelo inaugural del Jiutian, un coloso de 16 toneladas que no solo simboliza la madurez de su industria aeronáutica, sino que marca un punto de inflexión en la concepción misma del poder aéreo en el siglo XXI.
Aunque presentado oficialmente como una plataforma civil versátil para transporte pesado, comunicaciones de emergencia o cartografía avanzada, el Jiutian (junto al Jetank, su versión más abiertamente orientada a misiones duales) representa la culminación de una estrategia en la que los drones dejan de ser simples vectores de apoyo y se convierten en nodrizas capaces de liberar enjambres, transportar municiones merodeadoras y alterar por completo el modo en que las fuerzas armadas conciben las operaciones de saturación, la guerra electrónica y el control del espectro.
Y mucho más. Los medios oficiales han insistido tras su primer test en la modularidad y la diversidad de roles civiles, pero la combinación de capacidad de carga, alcance, autonomía y arquitectura de misión ha despertado un interés que va mucho más allá de lo comercial: es el nacimiento de los “portaaviones del cielo” (o más bien portadrones), plataformas que se insertan en la competencia estratégica global.
La metamorfosis del dron. La primera característica que distingue al Jiutian (y al Jetank) es su tamaño. Con 16,35 metros de longitud y 25 metros de envergadura, se sitúa en una categoría inédita: drones de gran tonelaje con capacidad para transportar 6.000 kilos de carga útil. A ello se suma una autonomía de 12 horas y un alcance de 7.000 kilómetros, cifras que antes solo estaban asociadas a aeronaves tripuladas de transporte o ISR.
Esta base estructural permite montar módulos de misión completamente intercambiables: desde contenedores logísticos de alta precisión hasta cápsulas de comunicaciones para restablecer redes en situaciones de desastre. Sin embargo, bajo esa fachada multifunción se esconde el verdadero salto cualitativo: un compartimento interno de tipo “colmena” capaz de alojar desde decenas hasta más de un centenar de drones menores o municiones merodeadoras, junto con ocho puntos externos desde los que se pueden lanzar armas guiadas, misiles aire-aire, bombas planadoras o cargas de guerra electrónica.
Dos versiones de la misma revolución. Las cifras presentadas por los desarrolladores chinos muestran que los dos modelos comparten dimensiones, peso máximo al despegue, carga útil y autonomía, lo que indica que Jiutian y Jetank forman parte de una misma familia de megadrones orientados a cubrir desde necesidades logísticas hasta misiones militares complejas. Uno donde el Jetank destaca es en el énfasis más explícito sobre su capacidad para lanzar enjambres en pleno vuelo y cambiar de rol en escasas horas gracias a módulos de misión que se ensamblan con rapidez.
Los analistas chinos lo describen como una plataforma “de nivel mundial”, capaz de actuar como transportador multipropósito, nodriza de enjambres, vector de guerra electrónica e incluso bombardero ligero con municiones de precisión. Su sistema de arquitectura abierta permite procesar, integrar y actualizar sensores y software de manera ágil, lo que transforma al dron en un nodo flexible dentro de una red más amplia de sistemas tripulados y no tripulados. En esencia, ambos modelos no son simples UAV: son ecosistemas aéreos capaces de adaptar su función a cualquier escenario táctico o estratégico.
Una doctrina de formación. El valor real de estos portadrones no radica únicamente en su tamaño o en las armas que pueden transportar, sino en la capacidad de soltar enjambres de pequeños drones (incluidos UAV kamikaze) que introduce una dinámica que supera la lógica tradicional de la aviación de combate. Por poner un ejemplo, un solo Jiutian podría desplegar un enjambre suficiente para saturar sistemas antiaéreos, colapsar sensores, desbordar radares y permitir que otras plataformas penetren defensas antes infranqueables.
En paralelo, su autonomía permite, a priori, que la combinación de reconocimiento, ataque, guerra electrónica y saturación se integre en una única misión prolongada, algo que rara vez ha existido en plataformas no tripuladas de este tamaño. En conflictos recientes como el de Ucrania, los drones han demostrado ser armas de bajo coste con un impacto desproporcionado: su capacidad para destruir equipos mucho más caros ha reescrito la relación entre inversión y efecto militar. China, con estos desarrollos, parece haber interiorizado esa lección y la ha llevado un paso más allá: de drones individuales a convertir un dron mayor en la matriz desde la que se despliegan cientos.
El futuro y 2049. El desarrollo del Jiutian se inscribe dentro del objetivo de Xi Jinping de convertir a las Fuerzas Armadas chinas en un “ejército de clase mundial” para 2049. La exhibición en Zhuhai del año anterior ya había mostrado prototipos de drones de combate dotados de IA capaces de operar en binomio con cazas tripulados, y el vuelo del Jiutian confirma que el país está acelerando los pilares tecnológicos necesarios para sostener un modelo de combate en red: megadrones, inteligencia artificial distribuida, enjambres, sensores modulares y plataformas capaces de ejercer presión sobre cualquier teatro regional.
Desde esa perspectiva, Jiutian y Jetank se convierten en piezas fundamentales para misiones de vigilancia, reconocimiento, interferencia electromagnética, ataques en saturación y proyección de poder en escenarios alejados. Su diseño no responde a un programa aislado, sino a una arquitectura estratégica más amplia que China está perfeccionando para sostener su ascenso militar.