El caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es una historia que para muchos describe la dualidad que las personas llevamos en nuestro interior. Es un personaje que ayuda también a algunos en el PSOE a situar a Pedro Sánchez: dos realidades en un mismo líder. La del presidente del Gobierno que presenta una buena hoja de servicios socioeconómica -crecimiento, creación de empleo, avances sociales...- y que se ha convertido en uno de los referentes progresistas en el mundo. Y, por otro lado, la del secretario general del PSOE, con una gestión interna del partido con más sombras que luces y lagunas difíciles de explicar. El «tsunami interno» provocado por el goteo de denuncias por acoso sexual a cargos del partido y la gestión que se ha hecho de algunos, sobre todo el de Francisco Salazar -ex alto cargo en Moncloa y Ferraz-, ha puesto el foco en el desempeño de la formación, con dudas sobre cómo se ha procedido y se lleva el día a día.
A estas alturas nadie oculta ya en el PSOE que este Me Too «se ha gestionado muy mal». En los cargos intermedios hay quien habla, incluso, de «tiro en el pie». La dirección y Sánchez en persona asumen el «error» y piden «perdón». Pero la zozobra interna no sólo ha instalado una sensación de «abatimiento» en la formación, un estado de ánimo de «rabia» y «tristeza», sino que incluso ha reavivado pugnas internas. «Cuando hay muchos cadáveres de compañeros por el camino, la piedad no existe y a nivel organizativo se pasan facturas», señalan quienes conocen la vida interna socialista. Fuentes gubernamentales y de la dirección socialista creen que hay sectores que han aprovechado el momento para «atacar a la organización y a los valores del partido».
Distintos cargos consultados niegan que haya un movimiento organizado como tal, una corriente interna, o que exista «un líder fuerte capaz de enfrentarse al aparato». Pero apariciones como la de Adriana Lastra, ex número dos del PSOE con Sánchez, que abandonó Ferraz tras perder su pulso con Santos Cerdán y Francisco Salazar por el control del partido, han abierto una espita. «Se quiere generar una sensación de inestabilidad dentro del partido y de cuestionamiento a la cúpula», defienden en el núcleo más próximo a Sánchez. Fuentes oficiales niegan que esa inestabilidad sea real. «Es una batalla más allá de los errores que se hayan cometido con Francisco Salazar», opina una persona que está en la sala de máquinas.
"Cuando hay muchos cadáveres de compañeros por el camino, la piedad no existe y se pasan facturas"
Fuego amigo es una expresión que sale a colación. No se describe una fotografía de revuelta interna para hacer caer a Sánchez, sino de hacerse notar y tomar posiciones para un futuro a más largo plazo. «Hay quien busca otros objetivos más allá de lo de Salazar», apunta otro buen conocedor de la vida interna del partido. «Pero la sucesión llegará en unos años o cuando toque. Primero hemos de morir, luego refundarnos y luego volver. Para entonces, ¿cuántos años tendrán los que ahora se mueven. ¿De qué coño hablamos?», censura un estrecho colaborador de Sánchez. «Hay un runrún de crítica interna que no nos viene bien», admite un alto cargo del Gobierno.
Cargos y dirigentes del PSOE consultados esgrimen que hay momentos y situaciones en las que «los partidos necesitan decirle al líder por dónde tiene que ir». Y que éste es uno de esos momentos, donde es necesario alzar la voz, como están haciendo sobre todo las mujeres, pero también los hombres, para reconducir el camino, marcar el paso. Más aún, cuando consideran que el partido está difuminado y con los contrapesos y la crítica interna desplazados.
En el sector crítico reprochan a Sánchez que en el ejercicio de su «hiperliderazgo» haya «descapitalizado» el partido colocando al frente de las federaciones a sus afines, que no quede ni rastro de «la fuerte estructura de cuadros medios que había en otras épocas» y que haya convertido la Ejecutiva en «un club de hooligans». Sin esos contrapesos internos, en las reuniones del órgano de dirección de Ferraz no existe apenas debate y el presidente prácticamente se limita a marcar las líneas estratégicas del discurso que quiere que repitan los suyos en sus intervenciones públicas.
Rebeca Torró, secretaria de Organización del PSOE.Javier LizonEFEEn esa toma de posiciones hay cierto consenso sobre que si bien la figura de Sánchez parece intocable, por ahora, sí se ha puesto en la diana nombres como el de María Jesús Montero, vicesecretaria general del PSOE y vicepresidenta primera, Pilar Alegría, ministra de Educación y portavoz del Ejecutivo, y Rebeca Torró, actual secretaria de Organización. La labor y desempeño de ésta última en las denuncias por acoso, sobre todo en el caso Salazar, ha causado críticas en el seno del partido. Ha quedado patente un cuestionamiento interno a la valenciana, que no tenía ninguna experiencia orgánica previa.
Las fuentes consultadas apuntan que la nueva secretaria de Organización ha gestionado esta «monumental crisis» de forma «negligente», mientras el «enfado» dentro de las filas socialistas escalaba por momentos. Fuentes socialistas al más alto nivel inciden en que Pilar Bernabé, secretaria de Igualdad del PSOE, además de delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, «ha sido la que ha dado la cara». «Aquí hay gente que ha estado desaparecida».
Un buen conocedor de la fontanería interna admite que Torró «está verde y eso propicia que se cometan errores». En Ferraz, en cambio, defienden que no haya intervenido de forma directa en el caso Salazar porque el Órgano contra el Acoso, encargado de la instrucción del expediente, «desarrolla sus funciones de forma independiente y autónoma» y, de lo contrario, podría incurrir en una «injerencia».
En el seno del partido también generó dudas su comparecencia el pasado viernes en Ferraz, para dar explicaciones de qué se ha hecho y ahondar en temas como que los escritos de denuncia de las víctimas desaparecieran de la plataforma o que en cinco meses no se hubiera contactado con las mujeres. Sorpresa y estupor causó en las filas socialistas conocer que durante ese tiempo el partido tampoco pudo contactar con Salazar. Un ex alto cargo que, sin embargo, sí habló con la ministra Pilar Alegría y ambos quedaron a almorzar, un encuentro que ésta, pasado el tiempo, calificó de «error que no se tenía que haber producido».
Santos Cerdán y José Luis Ábalos, en noviembre de 2023 en Madrid.Javier LizónEfeLas salidas de José Luis Ábalos y Santos Cerdán, implicados en una presunta trama corrupta, supuso un duro golpe -político y personal- para Sánchez, que se acrecentó con la convulsión por la precipitada salida de Salazar, denunciado por acoso sexual por dos trabajadoras de La Moncloa. Esos días de julio, en el partido se abrió un debate sobre si la Secretaría de Organización debía recaer en una mujer. En la ejecutiva hubo un sector favorable a rebajar la «testosterona», pero había otro sentir, que apuntaba a más mayoritario, de que en una situación como esa debía ocupar un cargo de tanto peso alguien que «conozca bien el partido» no una cuota «mujer-florero». Defendían que ya era un partido feminizado con mujeres en la presidencia (Cristina Narbona) y la vicesecretaría general (María Jesús Montero).
La salida de Salazar de la Ejecutiva Federal del PSOE, donde había sido el responsable de Acción Electoral desde la vuelta de Sánchez a la dirección del partido en 2017, propició que en su lugar entrara Antonio Hernando, aunque para ocupar una vocalía, un puesto de escala relevancia sobre el papel. No obstante, varios cargos conocedores de los engranajes internos del partido creen que es quien podría estar llevando el peso de una parte de la gestión interna junto a su mujer, Anabel Mateos, que es una de las dos personas adjuntas -en lugar de las tres previstas inicialmente- a la Secretaría de Organización que encabeza Torró.
«El partido está absolutamente descapitalizado, siempre había habido secretarios de organización que ejercían», señala un dirigente socialista. «Pedro ha fallado eligiendo a las personas de las que se ha rodeado. Por eso se decidió que determinadas decisiones debían ser colegiadas y no volver a erigir la figura de un todopoderoso secretario de Organización», exponen personas cercanas al líder socialista. Pero añaden un matiz importante: el pasado verano «tendría que haber habido una reforma más allá de Organización». Es decir, una reestructuración de más calado en el partido.
Óscar López y Félix Bolaños, en el Congreso de los Diputados en diciembre de 2024.Javi MartínezEl debate sobre una portavocía femenina podría producirse de nuevo ahora, toda vez que Sánchez tiene que sacar del Gobierno en los próximos días a Alegría. Ya es oficial que Aragón celebrará elecciones el 8 de febrero y ella es la candidata socialista. En los mentideros del partido circulan nombres como los de Félix Bolaños, Óscar López, Pilar Bernabé... Los dos primeros forman parte de la guardia de corps de Sánchez. Porque mientras en el partido hay quienes ven un vacío de poder, que «no hay nadie al volante», Sánchez en el Ejecutivo sigue contando con unos escuderos, los llamados ministros políticos -María Jesús Montero, Félix Bolaños, Pilar Alegría, Óscar López y Óscar Puente- que siguen siendo quienes protegen al presidente y dicen lo que él no puede decir. En los últimos tiempos también ha ganado presencia y peso Carlos Cuerpo, pero con un perfil más técnico.
«Son los más leales», señalan en el equipo de Sánchez. «Ellos son la correa de transmisión del presidente. Son los que ponen la mejilla por él. Nos permiten que empleen las palabras que la institucionalidad al presidente del Gobierno no le permite». Muchos de ellos asisten a los maitines que cada lunes se celebran en el complejo presidencial, donde se traza la estrategia y las idea fuerza que se van a emplear tanto desde el Ejecutivo como desde el partido. Es el verdadero núcleo de poder y no Ferraz. Fuentes gubernamentales niegan que ninguno de ellos estén impulsando una conspiración o maniobrando contra Sánchez. «Pensar que ellos son los que se están moviendo es no haber entendido, por ejemplo, los maitines».
Fuentes conocedoras del día a día en Moncloa y Ferraz explican que «después de los fiascos de Ábalos, Santos y Salazar es obvio que quien tiene que tener más peso y presencia es el Gobierno y no el partido. Va por momentos, y ahora toca este momento». «De este pozo se sale asumiendo cierta vergüenza y ridículo pero no mintiendo», dicen en el Ejecutivo.