“Estamos asumiendo un riesgo muy serio; no tenemos reservas técnicas para la plataforma número 31; solo hay una posición para los lanzamientos de Soyuz-2 [en Baikonur]”, advirtió Dmitri Rogozin, entonces director general de Roscosmos, el 25 de enero de 2022. Aquella llamada de atención pasó casi desapercibida, pero hoy adquiere un peso inesperado. Lo que entonces se describía como una vulnerabilidad estructural se ha convertido en un problema inmediato para la capacidad rusa de llegar a la órbita baja. Y, de rebote, para el equilibrio operativo de la Estación Espacial Internacional.
Aquella reflexión de 2022 parecía lejana hasta que el último despegue desde Baikonur evidenció que la falta de redundancia ya no es un riesgo hipotético. La plataforma 31/6, desde donde despegan las misiones tripuladas y los cargueros hacia la ISS, quedó dañada tras el lanzamiento de la Soyuz MS-28 (Expedición 74). La nave se acopló sin problemas, pero la rampa no superó la prueba. Desde ese momento, la pregunta dejó de ser técnica para convertirse en operativa: qué implica que la única infraestructura configurada para estas misiones quede fuera de servicio de un día para otro.
Qué ha pasado en Baikonur y cómo queda el acceso ruso a la ISS
Las primeras imágenes del complejo de Baikonur después del lanzamiento mostraron que el incidente no había sido menor. La plataforma de servicio situada bajo el cohete, una estructura móvil de unas 20 toneladas utilizada para el acceso previo al despegue, apareció caída en el foso de la rampa. Según las fuentes consultadas por Ars Technica, todo apunta a que no estaba asegurada correctamente y fue expulsada por el empuje del Soyuz-2. Roscosmos admitió daños en “varios elementos” del complejo, aunque sin entrar en detalles. La magnitud visible del impacto sugiere una reparación más compleja de lo que indica el mensaje oficial.
Estado de la plataforma dañada en Baikonur, Kazajistán
Ahora bien, uno de los elementos menos visibles del programa ruso es la diversidad de plataformas desde las que despegan los distintos Soyuz. Sin embargo, solo un subconjunto de ellas reúne las condiciones técnicas y orbitales para enviar tripulación o carga a la ISS. Ese detalle explica por qué el daño en Baikonur genera un impacto tan inmediato en la planificación internacional.
Panorama actual de las principales rampas:
Baikonur, Kazajistán. Sitio 31/6 (Soyuz-2): rampa utilizada para misiones tripuladas y cargueros Progress. Actualmente no operativa.Baikonur, Kazajistán. Sitio 45 (Baiterek/Soyuz-5): candidato a futuro, aún en fase de ensayos y sin certificación para misiones hacia la ISS.Baikonur, Kazajistán. Gagarin’s Start: instalación simbólica del programa soviético, hoy desactivada y en proceso de convertirse en museo.Plesetsk, Rusia: concebido para órbitas altas y polares, no sirve para alcanzar la inclinación de la ISS.Vostochny, Rusia: en uso para misiones de carga, pero no configurado para vuelos tripulados ni para misiones a la ISS.La paralización temporal de la capacidad rusa para lanzar misiones hacia la estación afecta a un elemento decisivo del ecosistema orbital: los cargueros Progress. Estas naves no solo transportan suministros para el segmento ruso, sino que aportan el combustible necesario para elevar periódicamente la órbita de la ISS y utilizan sus propulsores para colaborar en el control de actitud. Otras naves, como Dragon o Cygnus, han demostrado capacidad para contribuir en parte a estas tareas, aunque no cubren todos los usos de Progress.
La respuesta de la NASA no tardó en llegar. Según la planificación interna citada por Ars Technica, la agencia ha adelantado dos misiones de carga Dragon para asegurar un margen operativo suficiente en los próximos meses. La CRS-34, prevista inicialmente para junio de 2026, pasa a mayo, y la CRS-35 se mueve de noviembre a agosto. Una fuente describe estos cambios como un “resultado directo” del incidente en Baikonur. El objetivo es sencillo: garantizar que la estación disponga de suministros sin depender del calendario incierto de las próximas misiones Progress.
Lanzamiento de la Soyuz MS-28 desde Baikonur el 27 de noviembre de 2025
De puertas afuera, la agencia ha insistido en que la estación mantiene capacidad suficiente para las maniobras de reboost y el control de actitud y que no se esperan impactos inmediatos. Todo parece indicar que la reprogramación de las misiones Dragon funciona como un colchón adicional.
Roscosmos asegura disponer de los repuestos necesarios y sostiene que las reparaciones se completarán “en un futuro próximo”. Sin embargo, la estimación oficial contrasta con las valoraciones recogidas por el periódico ruso Kommersant. En esa publicación, Aleksandr Khokhlov, miembro de la filial de San Petersburgo de la Federación Rusa de Cosmonáutica, sostiene que las reparaciones podrían prolongarse desde medio año hasta más de un año, dependiendo del alcance real del daño. A ello se suman las temperaturas extremas de Kazajistán en invierno y la presión presupuestaria derivada de la guerra en Ucrania.
En Xataka
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Lo ocurrido en Baikonur recuerda que la arquitectura de la estación depende tanto de decisiones técnicas como de prioridades políticas. La NASA ya ha reforzado su margen operativo y ahora la incógnita es cómo responderá Rusia a un contratiempo que deja en evidencia la falta de redundancias de su infraestructura. El ritmo de reparación y la voluntad de sostener su participación marcarán la estabilidad del programa en los próximos meses. En última instancia, este episodio anticipa los desafíos de una etapa en la que la ISS exige más esfuerzo del que a veces parece visible.
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La noticia
La única puerta de acceso rusa a la ISS continúa fuera de servicio. Y eso está obligando a la NASA a tomar medidas
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Marquez
.
La única puerta de acceso rusa a la ISS continúa fuera de servicio. Y eso está obligando a la NASA a tomar medidas
El daño en la plataforma 31/6 deja a Rusia sin su única rampa configurada para misiones a la ISS
La NASA adelanta dos misiones Dragon para asegurar suministros ante la incertidumbre
“Estamos asumiendo un riesgo muy serio; no tenemos reservas técnicas para la plataforma número 31; solo hay una posición para los lanzamientos de Soyuz-2 [en Baikonur]”, advirtió Dmitri Rogozin, entonces director general de Roscosmos, el 25 de enero de 2022. Aquella llamada de atención pasó casi desapercibida, pero hoy adquiere un peso inesperado. Lo que entonces se describía como una vulnerabilidad estructural se ha convertido en un problema inmediato para la capacidad rusa de llegar a la órbita baja. Y, de rebote, para el equilibrio operativo de la Estación Espacial Internacional.
Aquella reflexión de 2022 parecía lejana hasta que el último despegue desde Baikonur evidenció que la falta de redundancia ya no es un riesgo hipotético. La plataforma 31/6, desde donde despegan las misiones tripuladas y los cargueros hacia la ISS, quedó dañada tras el lanzamiento de la Soyuz MS-28 (Expedición 74). La nave se acopló sin problemas, pero la rampa no superó la prueba. Desde ese momento, la pregunta dejó de ser técnica para convertirse en operativa: qué implica que la única infraestructura configurada para estas misiones quede fuera de servicio de un día para otro.
Qué ha pasado en Baikonur y cómo queda el acceso ruso a la ISS
Las primeras imágenes del complejo de Baikonur después del lanzamiento mostraron que el incidente no había sido menor. La plataforma de servicio situada bajo el cohete, una estructura móvil de unas 20 toneladas utilizada para el acceso previo al despegue, apareció caída en el foso de la rampa. Según las fuentes consultadas por Ars Technica, todo apunta a que no estaba asegurada correctamente y fue expulsada por el empuje del Soyuz-2. Roscosmos admitió daños en “varios elementos” del complejo, aunque sin entrar en detalles. La magnitud visible del impacto sugiere una reparación más compleja de lo que indica el mensaje oficial.
Estado de la plataforma dañada en Baikonur, Kazajistán
Ahora bien, uno de los elementos menos visibles del programa ruso es la diversidad de plataformas desde las que despegan los distintos Soyuz. Sin embargo, solo un subconjunto de ellas reúne las condiciones técnicas y orbitales para enviar tripulación o carga a la ISS. Ese detalle explica por qué el daño en Baikonur genera un impacto tan inmediato en la planificación internacional.
Panorama actual de las principales rampas:
Baikonur, Kazajistán. Sitio 31/6 (Soyuz-2): rampa utilizada para misiones tripuladas y cargueros Progress. Actualmente no operativa.
Baikonur, Kazajistán. Sitio 45 (Baiterek/Soyuz-5): candidato a futuro, aún en fase de ensayos y sin certificación para misiones hacia la ISS.
Baikonur, Kazajistán. Gagarin’s Start: instalación simbólica del programa soviético, hoy desactivada y en proceso de convertirse en museo.
Plesetsk, Rusia: concebido para órbitas altas y polares, no sirve para alcanzar la inclinación de la ISS.
Vostochny, Rusia: en uso para misiones de carga, pero no configurado para vuelos tripulados ni para misiones a la ISS.
La paralización temporal de la capacidad rusa para lanzar misiones hacia la estación afecta a un elemento decisivo del ecosistema orbital: los cargueros Progress. Estas naves no solo transportan suministros para el segmento ruso, sino que aportan el combustible necesario para elevar periódicamente la órbita de la ISS y utilizan sus propulsores para colaborar en el control de actitud. Otras naves, como Dragon o Cygnus, han demostradocapacidad para contribuir en parte a estas tareas, aunque no cubren todos los usos de Progress.
La respuesta de la NASA no tardó en llegar. Según la planificación interna citada por Ars Technica, la agencia ha adelantado dos misiones de carga Dragon para asegurar un margen operativo suficiente en los próximos meses. La CRS-34, prevista inicialmente para junio de 2026, pasa a mayo, y la CRS-35 se mueve de noviembre a agosto. Una fuente describe estos cambios como un “resultado directo” del incidente en Baikonur. El objetivo es sencillo: garantizar que la estación disponga de suministros sin depender del calendario incierto de las próximas misiones Progress.
Lanzamiento de la Soyuz MS-28 desde Baikonur el 27 de noviembre de 2025
De puertas afuera, la agencia ha insistido en que la estación mantiene capacidad suficiente para las maniobras de reboost y el control de actitud y que no se esperan impactos inmediatos. Todo parece indicar que la reprogramación de las misiones Dragon funciona como un colchón adicional.
Roscosmos asegura disponer de los repuestos necesarios y sostiene que las reparaciones se completarán “en un futuro próximo”. Sin embargo, la estimación oficial contrasta con las valoraciones recogidas por el periódico ruso Kommersant. En esa publicación, Aleksandr Khokhlov, miembro de la filial de San Petersburgo de la Federación Rusa de Cosmonáutica, sostiene que las reparaciones podrían prolongarse desde medio año hasta más de un año, dependiendo del alcance real del daño. A ello se suman las temperaturas extremas de Kazajistán en invierno y la presión presupuestaria derivada de la guerra en Ucrania.
Lo ocurrido en Baikonur recuerda que la arquitectura de la estación depende tanto de decisiones técnicas como de prioridades políticas. La NASA ya ha reforzado su margen operativo y ahora la incógnita es cómo responderá Rusia a un contratiempo que deja en evidencia la falta de redundancias de su infraestructura. El ritmo de reparación y la voluntad de sostener su participación marcarán la estabilidad del programa en los próximos meses. En última instancia, este episodio anticipa los desafíos de una etapa en la que la ISS exige más esfuerzo del que a veces parece visible.