El motor se puso en marcha el pasado 24 de septiembre en una comida en el restaurante El Luarqués, en Madrid. Más de cincuenta socialistas, la mayoría de nombre desconocido, pero inquietos todos ante la deriva del partido, buscan fórmulas para recuperar las esencias perdidas, el camino abandonado, las vías clásicas del juego, y también del enfrentamiento, entre el poder y la oposición. Es gente desencantada con el remedo de socialdemocracia que abandera Sánchez, con la estrategia del muro y la polarización, con los socios que apuntalan al Gobierno a base de concesiones, con el engaño de la amnistía y con el cesarismo que se impone desde La Moncloa.
Tres meses después, ese embrión de corriente crítica no se ha diluido. Aspira a consolidarse y crecer. El ex ministro Jordi Sevilla ha tomado las riendas y un nutrido grupo de WhatsApp le anima en el empeño y le alienta a seguir. Sevilla lo hace, según algunos de los asistentes a aquel almuerzo, «con un ánimo inesperado». El ex ministro anuncia para enero un manifiesto, una declaración de principios, respaldado por nombres de postín pero sobre todo por «referentes territoriales», capaces de demostrar con su paso al frente que en el PSOE «aún hay vida» más allá de los intereses y estrategias de Pedro Sánchez y su núcleo duro, explican.
«Me duele lo que está pasando en el partido pero no me sorprende», confiesa un socialista desde un alto puesto institucional alejado de la arquitectura orgánica y que, de momento, no forma parte del grupo sevillista. «Sánchez eligió la vía dura, la del muro con socios radicales contrarios a la Constitución y rodeado de un equipo dispuesto a inmolarse por él. Por eso no era difícil vaticinar lo que estaba por venir. Creen que con una estrategia basada en exclusiva en atacar al PP difuminan los problemas y tapan los desmanes. Esto quizá les ha dado resultado a cortísimo plazo pero, al final, hablan las urnas y dicen lo que dicen».
Y lo que las urnas dicen ha quedado claro en Extremadura, un territorio históricamente socialista. El desplome del PSOE no ha tenido parangón. «¿Cómo es posible pasar de un Ibarra y un Vara a un Gallardo?», se preguntan los disidentes y la única respuesta que encuentran es que la dirección del partido se ha situado en una posición en la que «sólo se trabaja para salvar a Sánchez ayudándole a resistir;el PSOE es lo de menos y el país, también».
Tras el enorme batacazo extremeño, los críticos se agitan. No tratan de dar un golpe de mano. Lo que pretenden es evitar la desolación total ofreciendo una alternativa cuando esta etapa se acabe. Y el final lo ven próximo.
El plan pasa por labrar en los territorios donde la gente joven que apuesta por el socialismo cree que con este PSOE al servicio de una persona no se puede avanzar. Las próximas citas electorales en Aragón, Castilla y León y Andalucía se presentan ya como caldos de cultivo para la disidencia.
«En el PSOE aún hay vida y los avisperos empiezan a agitarse por todas partes», avisa una socialista de larga trayectoria. En las filas críticas se da por hecho que Aragón será un banco de pruebas, con la gente de Javier Lambán que ya espera ser purgada de las listas por Pilar Alegría.
Castilla y León llegará después. «Se cargaron de mala manera a Luis Tudanca y tratarán de eliminar a quienes le fueron fieles pero el caso de Javier Izquierdo -el senador muy afín a Sánchez que ha dimitido de todos sus cargos por presuntas denuncias de acoso- pone en evidencia que el resquemor no se ha aplacado», explican desde las filas del PSOE vallisoletano. En el socialismo castellano leonés hay incluso voces críticas que han demostrado no tener miedo. Es el caso de la alcaldesa de Palencia, Miriam Andrés, para quien «la unidad no es uniformidad» y el pasado mes de julio se atrevió en el Comité Federal a pedir a Sánchez que dé un paso al lado y no se presente como candidato en 2027.
En Castilla-La Mancha el sector predominante sigue siendo el de Emiliano García-Page, el único barón socialista que gobierna con mayoría absoluta y a quien no le duelen prendas a la hora de criticar con dureza al aparato sanchista.
Galicia, afirman los socialistas consultados, «está en abierta descomposición» y Extremadura, tras lo acontecido el pasado domingo, «es una olla a presión» hasta el punto de que una vez más ha tenido que ser un histórico, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, quien ponga sobre la mesa la oportunidad de facilitar la investidura y la formación de Gobierno de María Guardiola, la ganadora indiscutible de las elecciones. Su propuesta sólo ha recibido el rechazo de una cúpula a la que muchos ven atrincherada en el error, cavando en el pozo.
Andalucía es también un terreno de alto riesgo porque en esa comunidad Sánchez promociona a su vicepresidenta primera, su apoyo más fiel. Un fracaso de María Jesús Montero podría ser el detonante definitivo y, de momento, las encuestas siguen mostrando a un Partido Popular fuerte.
En todos estos territorios, los críticos creen posible encontrar referentes -en asambleas, en diputaciones y en alcaldías- dispuestos a dar un paso al frente y actuar «como arrope y como imán para la generación más joven que cree en la socialdemocracia, en la política de diálogo, en el partido y en los ciudadanos».
«Se trata», explica uno de los asistentes al encuentro de El Luarqués, «de que se vean acompañados, que no se sientan solos cuando digan que así no se puede seguir, que hay que cambiar el rumbo y que hay que hacerlo con otras caras».
En este sentido, las fuentes consultadas aseguran que el manifiesto que ya prepara el ex ministro Jordi Sevilla tiene como objetivo impulsar esas nuevas voces y descartan rotundamente que él tenga aspiraciones.
No será, vaticinan, un documento como ya ha habido otros firmado por los nombres históricos del socialismo. «Lo que piensan ellos ya lo han dicho y todos lo sabemos;también conocemos el desdén con el que se han acogido sus palabras. Ahora lo que toca es que hable la nueva generación con sus propuestas y que se sienta amparada por socialistas veteranos de sus propios territorios. El movimiento debe ser de abajo arriba», recalcan antes de insistir en que cada vez hay más gente en el partido «consciente de que el sanchismo se ha acabado» y hay que tratar de evitar que el partido se desangre con él.
«Ya no somos un PSOE ganador», lamenta uno de los consultados, «y eso es lo que cercena las aspiraciones del socialismo más joven, el que espera sentado en el banquillo. Hace mucho tiempo que no triunfamos en las urnas y eso tiene un porqué y unos responsables. Hay que afrontarlo cuanto antes».