- EDITORIAL
El último hito de Pekín pone de relieve su fortaleza industrial y los crecientes desequilibrios económicos.
En su esfuerzo por alcanzar el dominio manufacturero y tecnológico, China sigue superando hitos. A principios de esta década, superó a Alemania y Japón para convertirse en el mayor exportador de automóviles del mundo. En enero DeepSeek, la start up de inteligencia artificial con sede en Hangzhou, sorprendió a las grandes tecnológicas estadounidenses con su propio gran modelo de lenguaje de bajo coste. Otro hito se produjo esta semana, cuando los datos oficiales de aduanas revelaron que el superávit comercial de bienes de China superó la cifra récord de 1 billón de dólares (858.000 millones de euros) en tan solo los primeros 11 meses de este año.
¿Qué significa este último hito? A primera vista, subraya la escala y la eficacia de la estrategia industrial de Pekín. El país ha generado de forma constante un enorme suministro de bienes muy demandados que van desde las tierras raras hasta productos con una tecnología cada vez más alta como vehículos eléctricos y tecnologías verdes. Esto significa que, a pesar de que EEUU ha aumentado las barreras comerciales en los últimos años, los productores chinos han podido penetrar en otros mercados de Europa y el mundo en desarrollo.
Sin embargo, la magnitud del superávit también pone de manifiesto la profundización de las tensiones en el modelo económico chino. La demanda interna sigue siendo débil. Los hogares aún lidian con las consecuencias de la crisis del sector inmobiliario, y los estímulos gubernamentales no han logrado hasta ahora generar una recuperación sostenida del gasto en consumo. Como resultado, la industria china ha adquirido una dependencia cada vez mayor de la demanda externa para absorber su enorme producción de bienes de bajo precio.
A medida que más socios comerciales adquieren conciencia de la amenaza que representan las importaciones chinas baratas para sus bases manufactureras nacionales, existe el riesgo de que el acceso de Pekín a los consumidores extranjeros disminuya. Tras su visita a Pekín la semana pasada, el presidente francés, Emmanuel Macron, advirtió que la UE podría verse obligada a tomar "medidas enérgicas" para abordar su creciente desequilibrio comercial con China, siguiendo el ejemplo de EEUU. A pesar de su apetito interno por los productos chinos baratos, algunas naciones emergentes están considerando igualmente medidas para proteger sus mercados. También aumentará la presión sobre el país para que revalúe su tipo de cambio y sobre sus empresas para que compartan la propiedad intelectual como condición para establecerse en el exterior mientras intentan mantener el acceso a los mercados extranjeros.
Aun así, la cifra de 1 billón de dólares alarmará a las capitales occidentales mucho más de lo que inquietará a Pekín. Pone de relieve hasta qué punto ha quedado rezagada la capacidad productiva occidental, y la gran influencia que China ha acumulado en sectores y tecnologías cruciales. Si bien Pekín se enfrenta a acusaciones persistentes de prácticas comerciales desleales, Occidente también ha debilitado su propia posición.
Europa ha tardado en reducir la burocracia, rebajar los costes energéticos y acelerar la adopción de tecnologías, medidas que reforzarían su competitividad.Los esfuerzos por profundizar los lazos comerciales más allá de sus socios tradicionales han sido igualmente mediocres, limitando con ello las oportunidades de desarrollar escala y resiliencia. El enfoque de "EEUU primero" del presidente estadounidense Donald Trump ha agravado estos desafíos.
El descomunal superávit comercial de China es, por lo tanto, una advertencia para las dos partes. En el caso de Pekín, recalca la urgencia de reactivar la demanda interna, no sólo para evitar una espiral deflacionaria impulsada por el exceso de capacidad, sino también para reducir su creciente dependencia de los consumidores extranjeros. Para Occidente, y en particular para Europa, refuerza la necesidad de elaborar una estrategia comercial e industrial creíble a largo plazo. De hecho, cuando el dumping chino o los riesgos para la seguridad son evidentes, se requieren contramedidas rápidas y coordinadas.
El último hito de China pone de relieve su poder industrial y la deriva de Occidente, pero, sobre todo, un desequilibrio comercial cada vez más difícil de mantener para ambas partes.
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