Santos Cerdán es un tipo muy chungo, un poco Darth Vader. Ha comparecido por segunda vez en la Comisión de Investigación sobre la Operación Delorme (presunto trinque entre Ábalos, Koldo y él, junto a otros) y durante dos horas y media ha desplegado una malísima calidad política y una bajísima calidad de sospechoso. Pidió de entrada la presunción de inocencia: ¡concedida! Después advirtió que es víctima de la Inquisición: ¡exagera! Y por último fue dejando de contestar a los senadores y con algún gesto tedioso amenazó con dar cabezadas fraileras mientras sus señorías le preguntaban por el estiércol que le rodea. Abrió turno en la mañana bien climatizada del Senado María Mar Caballero (UPN). Se caen muy mal. Le vino a decir a Cerdán que no le creía nada y éste le contestó con la misión cumplida para favorecer el fin de ETA. Le faltó pedirse una ovación. Cuando escuchamos ETA en la sala de prensa hubo quien se echó las manos a la cabeza. "¿Usted no se alegra del fin de ETA?", preguntó el compareciente a Caballero. Resulta difícil hacer una pregunta más idiota un 18 de diciembre de 2025.
Santos Cerdán llega al Senado con un currículo conforme a su condición de posible corrupto: por delitos de cohecho, organización criminal y tráfico de influencias lo enviaron preventivamente a prisión. Es importante dar contexto. Lo que parece evidente es que el ex secretario de organización del PSOE está cada día más rodeado de tinieblas. Fue defendiéndose con torpeza. Al final de sala Clara Campoamor su abogado, Jacobo Teijelo, escuchaba los desplantes, balbuceos y amenazas de su cliente. Desde el fondo del campo le hacía algunos guiños y gestos como en las parejas de mus. Y en alguna respuesta dejó asomar más pánico que un ciclista pedaleando en la noche por el arcén de la M607, carretera que lleva a la cárcel de Soto del Real. Porque la estrategia de Cerdán fue en esta mañana la de llamar pitufos engañaos a todos los presentes. Le faltó canturrear la banda sonora de David, el Gnomo en el momento en que dice la canción: "Soy siete veces más fuerte que tú...".
Como hizo uso legítimo de su derecho a no contestar porque está imputado, cuando se arrancaba dejaba colgando frases de cualquier manera. Voy a lo concreto: "Soy víctima de mis trabajos para acabar con el terrorismo, de las amenazas de los que dicen que España se rompe, de la amnistía, del golpismo". Y también reveló presentimientos: "Sabía que el Acuerdo de Bruselas me saldría caro. Hay un antes y un después en mi vida". En este arrebato mártir se refería al encuentro con Puigdemont para conseguir el acuerdo para la investidura de Pedro Sánchez. Pero al respetable nos pareció que el antes y el después lo marcan las presuntas mordidas y el trile. Entonces desplegó un momento Scarlatta O'Hara al ser preguntado si volvería a hacer lo que hizo. Contestó en tono bemol: "A nivel personal no haría nada de lo que he hecho. A nivel político es lo que debía hacer". Entonces entendimos que empezaba la fiesta. Y la fiesta consistía en amenazar a su partido, ya está. Tras la pregunta trampa de si lo han dejado solo se hizo el Conan: "No necesito a nadie", pero remató después como mi tía abuela Matilde, reina de los refranes: "Mejor solo que mal acompañado". Vivir fuera de la lógica es vivir en el error. Y faltaba la guinda, que Cerdán colocó en lo alto de la calva del portavoz parlamentario del PSOE en el Senado, Alfonso Gil, después de que éste le recriminase la falta de ética tirando de una frase de Alfredo Pérez Rubalcaba ("Si no vives como piensas acabas pensando como vives" con un timbre de voz posconciliar y demorado que recuerda al del mítico Luis Escobar, marqués de las Marismas del Guadalquivir. Después de un ronroneo intrínseco, el compareciente le soltó: "Pregúntese si está usted en condiciones de hacerme a mí un reproche ético". Insisto: este tipo es muy chungo.
Cerró turno Gerardo Camps (PP) y la mañana se averió. Cerdán estaba ya en plena combustión. Camps preguntó en todas direcciones. La cosa subió de tono y el presidente suspendió la sesión un minuto. Un minuto de paz. Otro candidato al Nobel. A la vuelta del minuto Camps perpetró una cuestión estupenda: "¿Puede afirmar que ninguna empresa consiguió contratos públicos gracias a su intervención". Cerdán llevaba tiempo fluyendo por los anillos de Saturno y miraba la pantalla abierta de su ordenador Appel negro. Le faltaba alrededor un humo artificial de malo del cine. Por ejemplo: Darth Vader, Padre de la Oscuridad. Enrocado y abandonado, silente y erizo, Santos Cerdán es un tipo muy chungo. El PSOE es su diana.