La presión constante y la escasez de suministros han reforzado una cultura de improvisación hasta el extremo
Sin comentariosFacebookTwitterFlipboardE-mail 2025-12-12T09:00:02ZMiguel Jorge
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Editor Linkedintwitter1229 publicaciones de Miguel JorgeMás de tres años después del inicio de la invasión rusa, la guerra en Ucrania se ha transformado en un conflicto que parece no tener final a la vista, atrapado en una lógica de desgaste lento y acumulativo en la que cada metro ganado cuesta semanas de combates y un flujo constante de recursos. En ese escenario, la frontera entre alta tecnología militar e ingenio elemental por sobrevivir se ha ido difuminando: drones con IA conviven con trampas improvisadas, robots armados con soluciones nacidas de la escasez, y la innovación más avanzada se mezcla con la creatividad cruda de quienes luchan día a día por seguir con vida.
Así, Ucrania acaba de dar con algo: altavoces.
Contra una potencia superior. El mando ucraniano asume que el conflicto se ha convertido en una guerra de desgaste en la que Rusia parte con ventaja estructural por población, industria y capacidad de reposición, por lo que la estrategia pasa por maximizar las pérdidas enemigas mientras se minimizan las propias.
Oleksandr Syrskyi, Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, ha descrito recientemente este enfoque con claridad: Ucrania no puede ganar por volumen, pero sí puede hacerlo elevando de forma constante el coste humano y material que Moscú debe pagar para avanzar, y para ello ha convertido los sistemas no tripulados en el eje central de su forma de combatir, tanto en el plano táctico como psicológico.
En XatakaLas V16 querían sustituir al triángulo y reducir riesgos. Han terminado demostrando que también pueden crearlosDrones que atacan la mente. Una de las innovaciones más llamativas es el uso de drones equipados con altavoces, empleados no para destruir directamente sino para engañar y desgastar al enemigo. Estos drones reproducen sonidos de vehículos militares que simulan ataques inminentes, forzando a las unidades rusas a desplegar drones de reconocimiento y municiones merodeadoras de un solo uso que no pueden recuperarse, revelando además sus posiciones.
El intercambio es radicalmente asimétrico: Ucrania emplea un sistema barato y reutilizable para obligar al adversario a malgastar recursos valiosos y limitados.
La voz en ruso. La variante más inquietante de esta táctica lleva la guerra psicológica a un nuevo nivel, con drones que emiten grabaciones en ruso de gritos de auxilio, gemidos o llamadas estremecedoras desesperadas pidiendo ayuda.
En un frente saturado de tensión, estas voces explotan reflejos humanos básicos y empujan a soldados rusos a abandonar posiciones seguras para comprobar el origen del sonido, momento en el que quedan expuestos a artillería o drones de ataque ya preparados. No se trata solo de matar más, sino de inducir errores, erosionar la confianza y convertir la compasión en una vulnerabilidad táctica.
El clima a favor. Lo hemos contado antes. La niebla espesa, la lluvia helada y el viento han reducido la eficacia de los drones FPV ucranianos en sectores clave, permitiendo avances rusos recientes, pero la respuesta ha sido integrar drones aéreos con robots terrestres ocultos en rutas de aproximación.
Estos sistemas detectan el paso de vehículos enemigos y transmiten datos precisos a operadores que posicionan drones de ataque a baja altura, utilizando la propia niebla como cobertura y esperando emboscados hasta que el objetivo entra en la zona de impacto, una solución que ha demostrado ser eficaz para frenar blindados sin exponer a la infantería.
Robots armados para no arriesgar. El uso de vehículos terrestres no tripulados armados ilustra hasta qué punto Ucrania busca sustituir soldados por máquinas en misiones letales, como demuestra el empleo del Droid TW 12.7, equipado con una ametralladora pesada M2 Browning.
Contaba esta semana Insider un ejemplo. Ocurrió en una emboscada nocturna, cuando este sistema fue capaz de destruir un transporte blindado ruso MT-LB, perforar su blindaje, incapacitar a la tripulación y eliminar a la infantería transportada, evidenciando que estos UGVs ya no son experimentos, sino herramientas de combate pensadas para asumir riesgos que antes recaían sobre personas.
Ingenio extremo donde no hay margen. La presión constante y la escasez de suministros han reforzado una cultura de improvisación en la que drones dañados se reutilizan como trampas explosivas, edificios se convierten en armas improvisadas y munición rusa sin detonar se lanza de nuevo contra trincheras enemigas.
Este ingenio no solo maximiza recursos, sino que encaja con la lógica general del desgaste: cada objeto recuperado y cada truco improvisado reduce la dependencia logística y mantiene la capacidad ofensiva incluso en condiciones adversas.
En Xataka MóvilDespués de que un hacker demostrara los riesgos de la baliza Help Flash IoT, Vodafone y el fabricante han tenido que dar explicacionesLaboratorio del futuro. Al final, todo este conjunto de tácticas se apoya en una industria ucraniana que ha acelerado el desarrollo de drones con mejor navegación, visión artificial, control asistido por inteligencia artificial y capacidades de enjambre, enviándolos rápidamente al frente para ser probados en combate real.
El resultado es un ciclo continuo de adaptación en el que tecnología y doctrina evolucionan juntas, convirtiendo el frente en un banco de pruebas (lo ha sido prácticamente desde hace tres años) que no solo está moldeando el curso de la guerra actual, sino también la forma en que se librarán los conflictos del futuro.
Imagen | RawPixel